lunes, junio 15, 2015

Jorge Olivera Castillo: ¿Por qué miente el Cardenal?

Tomado de http://www.diariodecuba.com/

¿Por qué miente el Cardenal?

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¿Es ético hacerse eco de las mismas argucias que usan los verdugos para continuar martirizando a sus víctimas?
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Por Jorge Olivera Castillo
La Habana
14 Jun 2015

Hace unos días que el cardenal Jaime Ortega le tiró a quemarropa a todos los presos políticos cubanos.

Los disparos salieron desde la Cadena Ser, la radioemisora más antigua de España y con cerca de cinco millones de oyentes. Allí dijo que en las prisiones  de la Isla no había presos por causas políticas.

Sus declaraciones refuerzan las evidencias de que ha hecho algún pacto con los carceleros.

No es la primera vez que se proyecta como cualquiera de los funcionarios de la nomenclatura en su afán por descalificar a las personas que envían a la cárcel, mediante una parodia judicial, y disfrazados de criminales comunes.

El máximo representante del clero católico nacional asume el triste papel de validar el discurso del Gobierno con un empeño que, si no es diabólico, está cerca de serlo.

Independientemente de las controversias que se han generado en torno a las listas que existen de personas encarceladas por oponerse al sistema, eso no justifica pasar la página de un tema tan sensible.

Salvo casos muy puntuales, la mayoría de los reos cumplen con los parámetros que avalan la condición de preso político.

Si de hechos violentos se trata, aunque personalmente he estado y estaré en contra de este tipo de acciones, ¿cómo se entiende que el dictador Fulgencio Batista le concediera el estatus de preso político a Fidel Castro y al resto de los guerrilleros que sobrevivieron al asalto del Cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953?

(El tirano en funciones Raúl Castro y  el Cardenal Jaime Ortega y Alaminos)

Resulta cínico que ahora se esgrima el uso de la fuerza por parte de algunos convictos para mantenerlos tras las rejas en condiciones infrahumanas.

Los asaltantes del Moncada recibieron el perdón presidencial en menos de dos años, después de liarse a tiros contra los soldados del enclave militar y, en el caso de Fidel, hasta le permitieron ejercer su defensa ante el tribunal.

Por ironías de la vida, entre los líderes de la campaña para proteger a los atacantes de la ira gubernamental estaba el Arzobispo de Santiago de Cuba, Enrique Pérez Serantes.

Ahora es un cardenal el que se brinda para correr las fronteras de los suplicios a través del ninguneo y con el alquiler del discurso que el Partido elabora en sus talleres del odio y la manipulación.

Y del 2009 se recuerda su función como correveidile en el destierro de los prisioneros del Grupo de los 75.

Era él quien llamaba por teléfono a los reos para proponerle lo que le habían ordenado desde las oficinas del poder real: quedarse cumpliendo las altas condenas o salir de la celda hacia el aeropuerto internacional José Martí, rumbo a Madrid y sin boleto de regreso.

El prelado cubano, en el ejercicio de sus funciones como máximo representante del catolicismo en Cuba, no ha demostrado estar a la altura de lo que enseñan las Sagradas Escrituras.

¿Es ético hacerse eco de las mismas argucias que usan los verdugos para continuar martirizando a sus víctimas?


¿Por qué miente de manera tan flagrante?

¿Qué motivos lo impulsan a matar las esperanzas de personas que sufren prisión por oponerse a una dictadura?

Debería abogar por una amnistía general o parcial. Pero su lógica es otra. La misma de los bárbaros que en vez de presos políticos ven gusanos y sombras chinescas.
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Nota del Bloguista  de Baracutey Cubano

Esa actitud servil del Cardenal Jaime Ortega hacia la tiranía Castrista quizás la explique estos dos videos con las revelaciones del ex Coronel  Roberto Ortega, un médico que fue jefe de los Servicios Médicos del Ministerio de las Fuerzas Armadas y oficial de la ¨Recontrainteligencia o Recontra¨ que es un grupo élite de oficiales de la Contra Inteligencia Militar (CIM) que se ocupa de controlar  el trabajo de la Contra Inteligencia Militar.

 Se dice que los propuestos para Cardenales eran los arzobispos Pedro Claro Meurice Estiú y Jaime Lucas Ortega y Alaminos; se dice que se seleccionó a Ortega por ser más joven. En este artículo quizás estén otras  causas más decisivas. No  descarto que la tiranía haya movido fichas, dentro y fuera de la Iglesia,  para que el Papa Juan Pablo II designara como Cardenal a Jaime Lucas Ortega y Alaminos.


Ex Coronel Roberto Ortega hace grandes revelaciones

Parte I



Parte II


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Así deben ser los Arzobispos.
Por Tersites Domilo.

Ha muerto Mons. Pedro Claro Meurice Estiú, Arzobispo Emérito de Santiago de Cuba, guajiro hosco, por timidez más que por orgullo, y parecía sentirse siempre incómodo cuando estaba en público. Se dice que esa timidez guajira le impidió ser arzobispo de La Habana y cardenal, cosas que un día parecieron estar escritas en su futuro. Me permito adelantar otra teoría. Meurice fue nombrado obispo por Pablo VI el 1 de julio 1967. Al ser ordenado era el obispo más joven del mundo: 35 años. Y era el hombre que Pérez Serantes quiso como sucesor en Santiago. Quien quiera entender la historia de la Iglesia en Cuba en los últimos 50 años debería concentrarse en los casi tres años que median entre el 28 enero 1979 y el 20 nov. 1981. Y Pedro Meurice fue la pieza clave que se decidió el derrotero tras esos treinta meses. El 28 enero 1979, en Puebla, México, Juan Pablo II pronuncia el discurso inaugural de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Allí dijo una frase que repetiría luego muchas veces durante su pontificado: "No me cansaré yo mismo de repetir, en cumplimiento de mi deber de evangelizador, a la humanidad entera: ¡No temáis!" Su discurso puso las cartas sobre la mesa: el Papa consideraba la teología de la liberación como una moda peligrosa y falaz, más que como una legítima tendencia teológica. Para Mons. Francisco Oves, arzobispo de La Habana, el discurso del Papa fue una sentencia. Él había llegado a Puebla a proponer un entendimiento con el marxismo. El obispo cubano partía de la tesis de que el comunismo era indestructible y, por tanto, se debía aprender a convivir con él. El Obispo polaco de Roma partía de la tesis contraria: el comunismo podía -y debía- ser destruido. La historia le dio la razón al polaco. Oves, tras su debacle mexicana, pasaría varios años en las frías bibliotecas vaticanas para ir a carenar a una parroquia de El Paso, Texas, mueriendo el 4 de dic, 1990, con sólo 62 años de edad. Tras meses de ausencia de Mons. Oves, el 20 feb. 1980, como regalo de cumpleaños, Mons. Meurice fue nombrado administrador apostólico de La Habana. Y el 4 abril 1980, comenzó la crisis de la Embajada del Perú, seguida por el éxodo del Mariel y la ola de pogromos organizada por la Seguridad Estado y PC con el fin de aterrorizar a los cientos de miles de ciudadanos que deseaban escapar del "paraíso" socialista.

(Juan Pablo II y Pedro Meurice en Santiago de Cuba; enero 1998)

Meurice fue a ver a José Felipe Carneado, estalinista de pura cepa encargado de "asuntos religiosos" en el CC-PC. Meurice le dijo era inaceptable que el gobierno se comportara como una banda de delincuentes; que aterrorizar, patear y linchar ciudadanos en plena calle por el simple deseo de abandonar el país era inaceptable. Carneado repitió la versión oficial del gobierno: que ninguno de aquellos horrores estaba sucediendo. La desfachatez con que mentía el viejo estalinista hizo explotar a Mons. Meurice, dando un puñetazo en el buró, le gritó: "Coño, tú sabes que es verdad todo lo que te estoy diciendo". Si es cierto ese cuento que escuché hace tiempo, mi teoría es que ese puñetazo y coñazo le costaron a Meurice el arzobispado de La Habana. El 1 enero 1981 tenía 16 años, aún recuerdo la homilía de Meurice en la Catedral de La Habana. Después de rememorar el horror del Mariel, se refirió al deseo confeso del gobierno de expulsar a todo aquel no se plegara a sus planes. Dijo "no se hagan ilusiones, hemos estado 500 años en Cuba, y dentro de 500 años seguiremos aquí". Sus homilías en aquella época duraban una hora, y se podía oír una mosca. Nada de lo que decía podía agradar a los mandantes. Meses después, volvió a su arquidiócesis de Santiago. Finalmente, Mons. Jaime Ortega fue nombrado arzobispo de La Habana el 20 nov. 1981. Hoy los medios han recordado las palabras de Meurice ante Juan Pablo II en Stgo. de Cuba el 24 enero 1998: "Le presento además, a un número creciente de cubanos que han confundido la Patria con un partido, la nación con el proceso histórico que hemos vivido en las últimas décadas, y la cultura con una ideología". Los comunistas suelen ser rencorosos. A Meurice no le perdonaron ese discurso, la gallardía y verdad de ese discurso. Para terminar, cuento una anécdota. Baste decir que quien me la contó tiene por qué saberla y es persona confiable. Poco después de la visita de Juan Pablo II a Cuba, los obispos cubanos acudieron a Roma para la habitual visita ad limina que hacen los obispos cada cinco años. Juan Pablo II fue saludando a los cubanos uno a uno. Al llegar ante Meurice, le tomó las manos, se sonrió y se quedó mirándolo con aquellos implacables ojos polacos. "Pedro Meurice"

(le dijo, y se quedó un momento en silencio, apretándole las manos). "¡Así deben ser los arzobispos!". Descanse en paz, Pedro Meurice.