Esteban Fernández: LA DETENCIÓN DEL VENUS
No sé si yo estaba dormido o mareado, o las dos cosas. Atravesar “El paso de la Mona” me había dejado traumatizado. La cuestión fue que sentí un violento golpe, pensé que la motonave Venus había chocado contra algo. Me tiré de la litera. Según me habían dicho navegábamos muy cerca de la República Dominicana.
Cuando salí a la proa pude ver a un montón de negros en calzoncillos y camisetas con metralletas en sus manos saltando de su barco al nuestro. Le pregunté con preocupación a Jorge Riopedre: “¿Son cubanos o son piratas?”. Jorge se sonrío y me dijo: “Espero que no”. Un jovencito al que le decían “Spiritico” que presumía de haber sido uno de los que capturó al alfabetizador chivato Conrado Benítez en El Escambray me contestó: “Si fueran cubanos ya nos hubieran ametrallado”.
Pero ellos estaban tan sorprendidos como nosotros, tanto es así que no habían tenido tiempo de ni de ponerse sus uniformes de la marina dominicana, daban la sensación de estar completamente confundidos y eso me lo demuestra que uno de ellos se me acercó con cara de pocos amigos y me dijo: “¿Ustedes son mercenarios al servicio de Haití?”. Recuerdo que alguien le respondió: “¡No fastidies, compadre, tutaloco!”
Lucían completamente ocupados en averiguar nuestra nacionalidad. Parecían inseguros entre tratarnos bien o mal. Todo dependería de enterarse quién diablos éramos nosotros.
(Esteban Fernández entrenándose como radista junto a Jorge Riopedre, quien años después trabajó en Radio y TV Martí; recientemente se retiró)
Momentáneamente nos llevaron recio, nos tiraron a bordo una caguama viva y debíamos matarla, cocinarla y comérnosla. De pronto subió al barco el que para nosotros fue un verdadero ángel guardián: El coronel Manuel Ramón Montes Arache quien era uno de los principales militares en la Base y Jefe de los famosos Hombres Ranas de Santo Domingo.
La cara la tenía llena de manchas producto de que le había explotado una granada. Pero era completamente agradable, a la legua se veía -y así fue- que simpatizaba con nosotros y con nuestra causa. Es más, conocía la historia cubana mejor que yo.
Nos dijo: “Ya el líder de ustedes, el Ingeniero Manuel Ray Rivero, habló con nuestro presidente y le explicó quiénes son ustedes. Todo está bien, esta noche están todos invitados a mi casa para cenar con mi familia”.
Vicente Méndez muy molesto preguntó: “¿No podemos seguir nuestro viaje para Cuba? yo tengo un compromiso moral de desembarcar allí” Y el coronel contestó: “Sí, claro que sí, pero desarmados”. Y no nos quedó otro remedio que regresar al exilio.
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