De milagros y realidades. Juan Antonio Blanco: Por ahora, el único tesoro capaz de impulsar la modernización y prosperidad general de la sociedad, yace invisible: la iniciativa y el potencial innovador de los cubanos.
De milagros y realidades
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Por ahora, el único tesoro capaz de impulsar la modernización y prosperidad general de la sociedad, yace invisible: la iniciativa y el potencial innovador de los cubanos.
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Por Juan Antonio Blanco
Miami
6 Ago 2015
Al final, la revolución no era "socialista", ni tan siquiera nacionalista. No representaba la dictadura de una clase, sino la tiranía de un grupo, en particular, la de un solo hombre. No era "antimperialista", sino incubadora de un imperialismo regional de nuevo tipo. No era portadora del progreso, sino de la regresión tecnológica y el empobrecimiento social.
El proyecto personal de Fidel Castro fue, ante todo, el establecimiento y consolidación de un régimen de poder permanente y absolutamente centralizado en sus manos. El color de la retórica y las alianzas geopolíticas distorsionaron la percepción de ese hecho. El verdadero logro de Castro ha sido engañar a tanta gente, tanto tiempo; su talón de Aquiles, la precariedad del sistema económico disfuncional e irrentable que impuso a la Isla.
El régimen cubano se ha sostenido de forma parasitaria. Primero, cuando prestó servicios diplomáticos, de inteligencia y militares a su mecenas soviético. Después, al explotar sin límite los recursos venezolanos. Si Lindon B. Johnson se propuso "no permitir una nueva Cuba" en Latinoamérica, Brézhnev le aclaró oportunamente al presidente chileno Salvador Allende que la URSS no financiaría "una nueva Cuba" en la región.
Sucede, que cualquier reforma que aspire a recuperar un mínimo de rentabilidad y eficiencia supone la adopción de políticas descentralizadoras que, a su vez, implicarían una redistribución de cuotas de poder. Es por ello que toda reforma ha sido hasta ahora insuficiente bajo Fidel y Raúl Castro. La perspectiva de que surjan centros de influencia autónoma los aterroriza.
Siempre han buscado la solución en otra parte. Unas veces procurando establecer alianzas geopolíticas con generosos mecenas, y otras pretendiendo hacer una zafra de diez millones de toneladas de azúcar o queriendo descubrir un medicamento para controlar el colesterol, obtener una cura para el VIH, localizar grandes yacimientos de petróleo y hasta construyendo un megapuerto en Mariel. El enfoque siempre ha sido identificar la milagrosa "bala mágica" que pudiese servir de sostén financiero a un sistema obsoleto y apostar a ella recursos desproporcionados antes de siquiera establecer si resultaba viable.
Ese ha sido también un modo de apaciguar a la población, para que posponga sus urgentes reclamos en espera del "ya próximo milagro". El mejor rédito que la Habana ha extraído al 17D no han sido la restructuración de algunas deudas, sino la renovación de la capacidad —que ya habían perdido— de inocular esperanzas de prosperidad que se proyectan hacia el futuro y así desmovilizar demandas ciudadanas que requieren respuestas aquí y ahora.
Cual remake del famoso film Bienvenido Mr. Marshall, estamos a la espera del milagro americano: una avalancha de créditos e inversiones que refloten una economía genéticamente irrentable hasta que supuestamente llegue a beneficiar a toda la población. Pero la Ley Helms-Burton no es la única barrera que enfrentan los empresarios extranjeros. No menos problemática es la ausencia en la Isla de un ecosistema propicio a sus actividades. Por ello muchos prefieren hacer negocios en Cuba, pero no invertir en la Isla. No es lo mismo llevar turistas en cruceros que arriesgar millones construyendo hoteles.
La falta de garantías judiciales, la imposibilidad de contratar y pagar directamente a los empleados, la baja y mala conectividad a internet, la precaria infraestructura financiera, de comunicaciones y transporte, el tema no resuelto de compensar a propietarios confiscados que pueden interponer futuros litigios por el uso de instalaciones y terrenos que antes les pertenecieron, son solo algunas de las muchas consideraciones que van a ralentizar el proceso inversionista. Por su parte, cuando el Gobierno cubano no logra atraer inversionistas para empresas estatales irrentables, prefiere cerrarlas antes que traspasarlas a sus trabajadores. Extraña "dictadura del proletariado".
Por ahora, el único tesoro capaz de impulsar la modernización y prosperidad general de la sociedad, yace invisible: la iniciativa y el potencial innovador de los cubanos.
Se les excluye de toda actividad económica de envergadura y también de los múltiples privilegios fiscales que se otorgan a los inversionistas foráneos. Tampoco se les ha permitido hasta hoy sacar provecho de las directivas del presidente Obama cuando levantó las sanciones del embargo para el sector no estatal emergente. Raúl Castro ha decidido que el único "empoderado" por las nuevas medidas de Washington sea el Estado cubano y la migración se incrementa.
Sin embargo, todavía hablan de "robo" de cerebros como si estuviésemos en la década de los 70 del siglo pasado. Ya hoy se sabe que el "drenaje" de cerebros se produce allí donde hay un desperdicio de talentos mal aprovechados, mal pagados y sin perspectivas de desarrollo. No es necesario "robarlos", simplemente se van.
No son consumistas los jóvenes cubanos que hoy procuran largarse aunque sea cruzando varias fronteras o flotando entre tiburones sobre una balsa desvencijada. Son representantes de una generación que ya no quiere malgastar su tiempo de vida en espera de milagros, como les ocurrió a padres y abuelos. Quieren vivir en el siglo XXI, no en la finca de los Castro sin libre acceso a internet. Esa es la realidad.
A la descapitalización financiera se ha agregado una acelerada descapitalización de recursos humanos canalizada por vía migratoria. Capital humano que requerirá mucho tiempo y recursos reproducir. Es un tesoro que se evapora.
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