martes, enero 12, 2016

Esteban Fernández: LOS SELLOS SAGRADOS (DE LA VOZ DE CUBA)


LOS SELLOS SAGRADOS (DE LA VOZ DE CUBA)

Por Esteban Fernández
Enero 11 de 2011

Eso es algo que está muy alejado de la verdad. Lo cierto es que   se  ha generado una vergüenza ajena por parte de casi todos los que verdaderamente  tratan de hacer algo contra la tiranía. Total, la culpa recae sobre tres o cuatro malandrines.  Y, desde luego, acepto que yo también soy parte de ese complejo porque en lo que a mí respecta siempre le he tenido pavor a esa acusación y NUNCA LE HE PEDIDO NI UN SOLO CENTAVO A NADIE, ni he vendido un bono de una organización, ni he tocado un simple dólar.

Y hubo un instante muy interesante en mi vida que voy a recordar hoy mirándolo en el espejo retrovisor: Una noche, en una reunión de La Voz de Cuba   Arnoldo Varona (líder indiscutible de este esfuerzo) me da la encomienda de enviar un montón de cartas a los simpatizantes de aquella organización gloriosa que llegó a lograr que decenas de estaciones radiales en el mundo entero transmitieran la verdad sobre nuestra nación. Al terminar la junta le dije al tesorero Rolando Espinosa (sin parentesco con el desaparecido profesor del mismo nombre) que me diera estampillas de correo para enviar la propaganda. Sin  saber de cuantas misivas se trataba Rolando metió la mano en su maletín y me entregó dos rollitos de sellos.

El domingo me lo pasé metiendo papeles timbrados de La Voz de Cuba dentro de los sobres, cerrándolos y poniéndoles un sellito a cada carta.  Creo que fueron un par de horas, al terminar me sonreí con esa tranquilidad que sólo produce el deber cumplido. Me sobraron unos 20 sellos, y pensé que en la próxima reunión de La Voz de Cuba se los devolvería a Rolando el eficiente Tesorero.

El lunes por la mañana recuerdo que era Labor Day, no había trabajo, y decidí sentarme a desarrollar la desagradable misión de pagar las cuentas. Las conté y recuerdo que eran nueve los “biles” que teníamos que pagar.

Al terminar le pregunté a Rina que dónde tenía los sellos de correo y me contestó: “No, no creo que quede ninguno, yo los gasté todos para las invitaciones de la fiesta de cumpleaños de la  niña”. Abrí la gaveta de mi escritorio  y lo primero que vi fue el tentador rollito de sellos de La Voz de Cuba. Sacudí la cabeza como para eliminar ese pensamiento impúdico.

¿Ustedes nunca han tenido esa sensación de que en un hombro se nos posa un diablito y en el otro un angelito?  Uno me decía: “Rolando no sabe cuantas cartas tú enviaste, creo que Varona tampoco” Y el otro me decía: “Esos sellos fueron comprados con el dinerito de unos ancianos que creen en el esfuerzo de La Voz de Cuba” De pronto el diablito casi me gritó: ¡Trabajaste más de dos horas en ese menester, lo menos que mereces son unas cuantas estampillas!”

Molesto le di un manotazo al hombro izquierdo donde supuestamente estaba posado el diablito, cerré bruscamente la gaveta, y me sonreí pensando que le había ganado una batalla a Lucifer, a la propaganda castrista y a la  suspicacia y desconfianza de los exiliados que no querían cooperar económicamente con la causa.  Como yo comenzaba a trabajar a las 10 de la mañana llegué el martes a la Oficina de Correos a las nueve, compré sellos y eché en el buzón las dichosas cuentas.

Ahora que Rolando Espinosa lee mis escritos desde Florida se enterará el motivo por el cual  yo me sonreía con orgullo cuando en el siguiente mitin de La Voz de Cuba   le devolví integro un rollo de timbres de correo. Y recuerdo  que ese día la alegría fue doble porque recibimos la noticia de que una gran emisora radial de Rodesia   se brindaba a lanzar al aire nuestros programas especiales  dedicados a  convencer a las tropas cubanas estacionadas en Angola de su  error y lograr honrosas deserciones.

Y le dedico este escrito a Efrén Besanilla, Tony Fernández García, Frida Blanco Masdeu, Arnoldo Varona, Rolando Espinosa, José Ramón Sánchez, Rubén Díaz, Gloria María Rodríguez, Asela Gutiérrez Khan, Esther Herrera, Enrique Cazade Jr., Mario Byrne, José Castaño y a todos los integrantes de la gloriosa La Voz de Cuba (inicialmente llamada La Voz del Presidio Cubano) que hizo historia en California. También al compatriota Aldo Rosado y al surafricano Jack Lott quienes nos pusieron en contacto con estaciones de Cochabamba, Bolivia y Rodesia respectivamente.