Tomado de http://www.martinoticias.com
El costo de hacer periodismo sin mordaza en Cuba
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El auténtico periodismo siempre busca la verdad. Cueste lo que cueste.
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Por Iván García
La Habana
Agosto 22, 2016
El periodista independiente Iván García en la conferencia de prensa con Ben Rhodes, en La Habana.
LA HABANA, CUBA Aún recuerdo aquel viaje de dos días a Pinar del Río. Hospedaje en un hotel del partido comunista al borde de la vieja carretera central. Visitas a fábricas, cooperativas y centros laborales destacados de la provincia.
Ya en La Habana, escribir tres o cuatro notas edulcoradas sobre la excelente gestión del Poder Popular y el ‘entusiasmo’ del colectivo de trabajadores de la fábrica Conchita tras ganar una bandera de la emulación socialista.
Nadie me lo contó. Lo viví en primera persona cuatro décadas atrás. Cursaba la enseñanza primaria y durante los recesos escolares, a petición de mi abuela, mi madre, ex periodista oficial, me llevaba con ella cuando tenía que realizar reportajes en ciudades del interior.
En aquella época -y ahora, según me confirman-, los periodistas cubrían las temáticas indicadas por el Departamento de Orientación Revolucionaria, que semanalmente dictaba las líneas maestras a los medios de comunicación.
Más que reporteros, la mayoría de los periodistas oficiales son amanuenses. Escriben por encargo.
Con la llegada de las nuevas tecnologías de información y el tránsito de una sociedad personalista y totalitaria a un país autoritario de incipiente capitalismo militar, decenas de periodistas estatales en la actualidad publican con sus nombres o seudónimos en medios digitales alternativos, generando el regaño de sus jefes.
Es precisamente en blogs y sitios independientes donde esos corresponsales pueden mostrar su talento, contando historias y vertiendo opiniones que jamás le publicarían en la aburrida y panfletaria prensa gubernamental.
El caso más notorio es Periodismo de Barrio, liderado por Elaine Díaz, ex profesora de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana y probablemente la mejor periodista cubana. Luego de soltar el lastre oficialista, Díaz difunde soberbias investigaciones sobre comunidades y ciudadanos que nunca aparecen en los medios partidistas.
Hacer periodismo por tu cuenta implica riesgos en Cuba. No dispondrás de una pensión cuando te jubiles, sufrirás el acoso de la Seguridad del Estado y los talibanes de la pluma intentarán asesinar tu reputación con todo tipo de burdas acusaciones. Pero quienes logran ejercerlo son personas libres.
En mi caso, escojo los temas y cómo los voy a presentar. La única censura es impuesta por la cordura o esa espada de Damocles que representa la Ley Mordaza, que te obliga a revisar con lupa el contenido para no verte enredado en un delito de difamación o acusado por denigrar al presidente de la República.
Desde luego, los jefes de las redacciones donde colaboro me hacen propuestas. Hasta la fecha, no me han censurado el contenido ni el estilo de redacción. Solo en dos ocasiones no me han publicado un artículo (un derecho que tienen los periódicos o webs). Entonces los subí a mis dos blogs.
Que un periodista independiente no escriba por encargo no quiere decir que dentro de la Isla diversas organizaciones opositoras y líderes disidentes traten de utilizarte a conveniencia.
Me parece lícito que un proyecto disidente aspire a tener la mejor repercusión mediática posible. No es a lo que me refiero. Es a la deplorable manía de determinados opositores de querer gestionar el trabajo de un periodista.
Utilizan diversas estrategias. Una es invitarte a reuniones donde te pintan un cuadro superficial de su organización y sus quiméricos planes. El relato es parecido al del gobierno, pero al revés. Suelen exagerar el número de integrantes y presentan una batería de propuestas que a la vuelta de unos meses caen en el olvido.
Si realizas preguntas incómodas, sencillamente te descartan de sus encuentros y conferencias de prensa. Y si eres demasiado crítico con la disidencia, prepárate para la reprimenda.
Nunca te dicen que están en desacuerdo contigo. Inician la discusión señalándote que estás equivocado. Si la plática sube de tono, comienzan las acusaciones. Que eres agente encubierto de la Seguridad del Estado, un traidor a la causa o le proporcionas argumentos al ‘enemigo' (el régimen), que luego sirven para desacreditar a la disidencia.
Otra estrategia, de moda entre ciertos grupos opositores, es que además de 'alquilar' a un periodista, lo enrolan a su causa. Un error de bulto. Tomar distancia es la primera regla del periodismo.
Que uno apueste por la democracia no quiere decir que uno deba marchar junto a las Damas de Blanco por Miramar. Cuando eso sucede, el periodista equivocó la profesión.
A veces los debates motivados por una nota periodística son civilizados. Otras, te arman un 'mitin de repudio'.
El domingo 20 de marzo, horas antes de que Obama aterrizara en La Habana, estuve con las Damas de Blanco en el Parque Gandhi, para escribir un artículo sobre las agresiones contra el grupo de mujeres por parte de los cuerpos represivos.
Allí tuve que soportar la insolencia de Ailer González, miembro de Estado de Sats, preguntándome qué hacía en el lugar y rebatiendo mis valoraciones. Le respondí escuetamente y le dije que con no leerme bastaba.
Ese tipo de periodismo de genuflexión, habitual en Cuba, a veces intenta reproducirse entre los freelance.
Cada quien es libre de sustentar una opinión y reproducirla. Tal vez nuestros comentarios o historias provoquen polémicas y causen irritación en la disidencia local o dentro del exilio. Pero al menos yo, no escribo para agradar a nadie.
Si un puñado de periodistas sin mordaza durante veinte años hemos sido capaces de desafiar a una autocracia verde olivo, no creo que la soberbia e intolerancia de algunos disidentes deba inhibirnos.
El auténtico periodismo siempre busca la verdad. Cueste lo que cueste.
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