miércoles, septiembre 14, 2016

Alfredo M. Cepero sobre la oposición cubana: NO PUEDE HABER UNIDAD SIN COMPROMISO

Tomado de http://www.lanuevanacion.com/

NO PUEDE HABER UNIDAD SIN COMPROMISO

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Una unidad, en fin, integrada por patriotas que contraigan el compromiso de poner freno a su protagonismo y posponer sus aspiraciones de liderazgo hasta que se celebre una verdadera consulta popular en condiciones de libertad y democracia.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero

La coincidencia de principios, prioridades y objetivos son esenciales en cualquier proyecto de unidad que esté encaminado al logro de una meta específica. Los tres son como los cimientos de un edificio. Sin ellos el edificio se derrumba y todo ha sido una pérdida de tiempo. Esta fórmula se aplica a cualquier proyecto humano pero, quizás con mayor importancia, debe ser la base de cualquier proyecto político que se proponga la libertad, la prosperidad y la felicidad de un pueblo.

Precisamente en el campo político, esa unidad tan necesaria para la creación de una nación cubana al estilo de la visión de José Martí ha resultado ser una meta escurridiza para nosotros los cubanos desde el principio de nuestras luchas por la libertad. No se logró en la llamada Guerra de los Diez Años cuando orientales y camagüeyanos, los primeros liderados por Céspedes y los segundos por Agramente, discreparon agriamente tanto sobre el ordenamiento jurídico político como sobre la conducción militar de la guerra. No la logró el "Gran Unificador" del 95 que cayó abatido en Dos Ríos en medio de la recriminación y la insidia de muchos de los contemporáneos que lo acompañaron en la epopeya. Pasaron veinte años para que Fermín Valdés Domínguez rescatara su grandeza y pusiera en su verdadero contexto la dimensión histórica de José Martí.

En la república las cosas fueron de mal en peor. Desaparecido el enemigo foráneo, los adversarios políticos fueron elevados a la categoría de enemigos nativos. Los ideales colectivos de la libertad de nuestras guerras de independencia fueron sustituidos por agendas de partidos y aspiraciones individuales de poder político. Nos faltó la flexibilidad y la tolerancia de las democracias más maduras.

Con su renuencia a negociar con sus adversarios políticos, Tomás Estrada Palma--un hombre por otra parte honesto pero terco--precipitó una segunda intervención norteamericana e hizo un escarnio de nuestra soberanía nacional. Gerardo Machado--un valiente que luchó por nuestra independencia y un buen gobernante en sus primeros cuatro años--se dejó cautivar en su segundo período por la adulación de sus subalternos y hundió a la nación en un baño de sangre. Como en tiempos anteriores, la lucha contra Machado estuvo plagada del sectarismo, el protagonismo y la consiguiente incapacidad de crear un frente común que ha caracterizado nuestra historia.

Y aquella festinada "Revolución del 33" devino en una simple rebelión sin principios ni objetivos. Una multitud de líderes improvisados y gente de "gatillo alegre" amedrentaron a políticos que si pudieron haber hecho un buen gobierno, se hicieron con el poder por la fuerza e impusieron su voluntad sobre un pueblo ignorante de sus derechos y de los mecanismos democráticos. La frágil y efímera democracia duró apenas una docena de años y el 10 de marzo de 1952 cayó abatida por las armas de una soldadesca liderada por unos desaforados de poder y dinero.

Como en el 33, la lucha contra la dictadura de Batista estuvo plagada por las divisiones políticas en el seno de su oposición y terminó monopolizada por un pandillero aspirante a tirano que se presentó como defensor de nuestra precaria democracia. Y fue precisamente en 1959 cuando nuestra democracia recibió un tiro de gracia, el pueblo cubano fue transformado en una manada de corderos y la nación cubana se convirtió en el predio privado de unos tiranos más sanguinarios que ninguno de los anteriores. Para vergüenza nuestra, como antes en nuestra historia, quienes llevamos 57 años combatiendo a esta plaga de facinerosos hemos sido incapaces de unirnos para derrocarlos.

¿Por qué he hecho todo este recuento de acontecimientos anteriores? Para demostrar que nuestras divisiones actuales son de antigua data y que la unidad total para derrocar a la tiranía castrista ha sido un absoluto fracaso que merece ser analizado y, de hecho, modificado si queremos reconquistar la libertad perdida. A falta de una comunidad verdadera de principios, prioridades y objetivos hemos caído en la falacia de unidades improvisadas, festinadas y artificiales. En vez de una meta realizable y sólida, la unidad se ha convertido en un lema sin contenido verdadero que desgraciadamente es promovido por una mayoría de los opositores a la tiranía.

Los buenos patriotas, y entre ellos hay muchos, se equivocan por idealismo, inocencia o desesperación. Lamentablemente, padecen del síndrome de facilitadores de milagros que resultan imposibles de realizar en nuestro fragmentado medio político. Los malos cubanos, y también entre ellos hay muchos, lo hacen por demagogia u oportunismo político. Estos últimos son culpables del pecado de lesa patria. Buscan esconder su protagonismo desorbitado y su incapacidad para el liderazgo dentro de una multitud de organizaciones sin otra razón de existir que la promoción personal de sus participantes.

La dolorosa realidad es que esas unidades artificiales son una pérdida de tiempo y, peor aún, una siembra de falsas esperanzas que dilatan nuestra lucha por la libertad y no conducirán a soluciones permanentes una vez derrocada la tiranía. Porque la lucha no terminará con el derrocamiento de los tiranos. Lo más difícil será la restauración de los valores de democracia y de libertad en varias generaciones de cubanos que nunca los han conocido.

De hecho, en el curso de este más de medio siglo se han producido tantas unidades endebles que, si las fuéramos a mencionar, llenarían las páginas de este artículo. Me declaro culpable de haber participado en muchas de ellas y de haber fracasado en todas. Para mí, continuar en ellas sería indicio de una especie de locura política para la cual no se conocen curas. Para ser más claro, esperar un resultado exitoso aplicando tácticas que en todos los casos han demostrado ser un rotundo fracaso.

Estoy, por otra parte, convencido de que serán muchos quienes discrepen de mis puntos de vista y de mis conclusiones. Porque, en esta lucha que llevamos a cabo dentro y fuera de la Isla, la "unidad" se ha convertido en una de esas palabras que han adquirido valor de "verdad revelada". Quienes nos atrevemos a negar su utilidad debemos de estar preparados a sufrir el anatema de quienes la consideran un símbolo de patriotismo o un camino de reconciliación entre cubanos. Por mi parte, espero con tranquilidad cualquier crítica porque, como Mahatma Gandhi, tengo la convicción de que "en materia de conciencia, la ley de la mayoría no cuenta".

¿Qué debemos hacer entonces quienes no estamos dispuestos a suscribir falsas unidades pero continuamos firmes en nuestro propósito de contribuir al derrocamiento de los tiranos? ¿Cruzarnos de brazos. ¡Jamás! Ese no puede ser el legado de nadie que ame incondicionalmente a Cuba.

Debemos de empezar por echar a un lado cualquier unidad que incluya en su seno a quienes andan por caminos trillados y quienes proponemos nuevos caminos, a quienes anteponen sus intereses a los de la patria y a quienes ponen a la patria por encima de sus intereses, a quienes aceptan dialogar con los tiranos y quienes demandamos una nación cubana libre de toda influencia de los malvados que la han martirizado por una eternidad de 57 años. Esos objetivos son excluyentes y no pueden ser parte integral de ninguna unidad perdurable, digna y exitosa.

En conclusión, nuestra opción debe ser la de trabajar por el tipo de unidad donde prevalezcan la comunidad de principios, prioridades y objetivos a que hice referencia en el encabezamiento de este artículo. Y algo que no mencioné y que no puedo dejar en la bandeja. Un tipo de unidad donde el "yo" sea sustituido por el "nosotros" y lo "mío" por lo "nuestro". Una unidad, en fin, integrada por patriotas que contraigan el compromiso de poner freno a su protagonismo y posponer sus aspiraciones de liderazgo hasta que se celebre una verdadera consulta popular en condiciones de libertad y democracia. Cualquier otra cosa sería seguir "dándole vueltas a la noria" sin llegar a ninguna parte. Y la tragedia de Cuba demanda una solución inmediata.

9-14-16