Esteban Fernández: EL AMOR
Por Esteban Fernández
13 de octubre de 2016
Comencemos por tararear 10 de las bellas palabras que nos canta mi amigo y coterráneo Roberto Torres: EL AMOR NO TIENE HORARIO NI FECHA EN EL CALENDARIO. Y eso me consta porque he conocido viejos de 85 años que han encontrado el amor de sus vidas y yo a los ocho años ya estaba enamorado de la vecinita de al frente.
¿Cuál es el placer más grande de la humanidad? ¿Cuál es la etapa más bella de la vida? Cada cual tiene sus gustos. La mayoría piensa que “durante la niñez” otros dirán que “Una vez que me pasé dos semanas en la playa en Cancún, cuando me compré un bello carro, cuando adquirí y me mudé para mi nueva casa, o cuando me fui de vacaciones a Hawaii” etc. Están equivocados si hicieron todas esas cosas solos, o mal acompañados, porque el mayor placer es EL AMOR y la mejor etapa del ser humano es cuando está enamorado.
Nada más precioso, más lindo y más sublime que ese precioso momento en que uno no quiere quitarle el brazo por encima de sus hombros a una mujer, que espera por sus llamadas telefónicas, que quisiera poder pasarse el día y la noche dándole besitos, y que uno prefiere ir a un velorio con esa dama que ir a un crucero por el Caribe con cualquier otra.
El amor, desde luego, tiene dos problemas: Uno, que es la única cosa en el mundo que no se puede hacer solo, tiene que ser entre dos, y los dos se deben sentir igual. Tienen que “halar parejo”. Todas las demás actividades podemos hacerlas solos, comer, planchar, ir al restaurante o al cine, absolutamente todo, pero el amor tiene que ser compartido con otra persona, es decir, que usted no puede tenerle cogidas todo el tiempo las manitos a una mujer sí ella las necesita para lavar los platos o cambiarle el pañal al niño o porque simplemente no quiere que se las agarres.
¡Muy grande tiene que ser el apasionamiento que siente una mujer por un hombre cuando ella está en la cocina friendo un pescado, el aceite saltándole en la cara, el aire acondicionado roto, y se acerca el hombre, la agarra por la cintura, la atrabanca, y ella se sonríe, apaga la candela y se deja jamonear! La cosa está mala cuando ella dice: “Viejo, no creo que este sea el momento apropiado”.
Y el segundo problema es que la lujuria, a veces -no siempre- es como “un jabón” que se desgasta con el paso de los años. Y el amor, o desaparece del todo y las parejas se separan, o se convierte en UNA COSTUMBRE, en cariño, en compromisos, en hermandad, en agradecimiento.
A veces no es el amor lo que mantiene unida para siempre a una pareja sino las cosas que tienen en común como hijos, nietos, familia, cuentas de bancos, tarjetas de crédito. Nada acopla más a dos seres humanos que el miedo a tener que dividirlo todo. Un divorcio es peor y más costoso que 10 terremotos y cuatro huracanes. Debía existir “un seguro” que cubriera separaciones conyugales.
Pero el amor algunas veces, y sobre todo la pasión, va desapareciendo, y la mujer sale completamente desnuda del baño, se para delante del televisor donde el marido está viendo un partido de béisbol, y este le dice: “Quítate, vieja, que me estás interrumpiendo ver el juego”.
Y nacen unos bellos niños que acaparan la atención y la dedicación de la mujer que antes nos decía que “tú eres lo más grande del Universo”. Y, desde luego, no nos interesa para nada competir con esos muchachitos, que también son nuestros, que adoramos y también les dedicamos nuestro amor y la mayoría del tiempo libre. Entonces el coito no se realiza cuando queremos sino cuando la prole nos lo permite de Pascuas a San Juan.
Y lentamente, poco a poco, sin darnos cuenta, la vida se convierte en una rutina, van desapareciendo aquellas palabras de amor y aquellas flores que estábamos desesperados por darle; y aquellos chistes nuestros, y aquellas historietas tan simpáticas de nuestro pasado se convierten en: “¡Ay, viejo, ya te he oído ese cuento mil veces!”
Dicen que: “El amor es como un plantita que hay que cuidar y regar diariamente”. Y la gran verdad es que a veces, después de 20 años con la misma plantita, a uno le parece que lo que necesita es una de esas mangueras que usan los bomberos para poder resucitarla.
Y de pronto (no de pronto, porque eso lleva su tiempo) usted nota que está peleando, gritando, y con ganas de mandar al diablo a esa mujer que antes la veíamos como la reina del universo y la “última Coca Cola en el desierto”.
Y uno se pregunta: ¿Cómo es posible que aquella muchacha que hasta nos encantaba escucharla y verla orinar (¡qué lindo el sonidito que hacía orinando!) hoy nos molesta hasta que respire? ¿Cómo es posible que aquella preciosidad que no protestaba por los dos tabacos que nos fumábamos dentro de la sala de la casa junto a ella, hoy, al pasar tres décadas, le molesta el humo de un cigarrito que nos tenemos que ir al patio a fumarlo a 50 pasos de ella, como si estuviéramos cometiendo un delito.
Por eso, vamos a terminar recordando la canción del trío Los Panchos: “El que tiene un amor que lo cuide”, el que está disfrutando de una relación íntima preciosa ALARGUE ESO LO MÁS POSIBLE, disfrútelo al máximo, porque cuando el amor se va, cuando el encanto se rompe, no hay “crazy glue” que lo componga. Y yo tengo un montón de viejos amigos que han logrado mantener matrimonios que han durado hasta 50 años de dicha, felicidad y AMOR. Esos -como mis queridos Aris y Tania Caso- merecen estatuas y son mis héroes.
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