sábado, octubre 29, 2016

Su Capitán Ayudante en 1959, Roberto Cruz Zamora, crítica parte de la Historia que cuenta Húber Matos en su libro “Cómo llegó la noche”


Observación del Bloguista de Baracutey Cubano
El Capitán Roberto Cruz Zamora es ya fallecido al igual que el Comandante  Huber Matos
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Crítica a la Historia que cuenta Húber Matos

Por su Capitán Ayudante en 1959, Roberto Cruz Zamora

(Observaciones del Capitán Roberto Cruz Zamora  al libro “Cómo llegó la noche” de Húber Matos)
He leído el libro “Cómo llegó la noche” de Húber Matos (en lo adelante HM). Deploro tener que hacer objeciones aclaratorias de algunas de sus partes, pero no puedo rehuir el llamado de la verdad histórica por el papel que jugué como protagonista de los mismos hechos que narra HM.

HM trata el caso del fusilamiento en Camagüey del capitán Lázaro Castellón del Ejército Nacional (pág 304, 305), con un evidente peso en su conciencia, pero trata de diluir su responsabilidad directa e incluso de culpar a quienes tratamos de salvarle la vida al capitán Castellón. Veamos la secuencia de los hechos:

El teniente Eleuterio Cardoso me informó que el capitán Castellón estaba detenido. Esto sucedió en los primeros días de enero del 59. Todavía el comandante Víctor Mora estaba al mando de la provincia y yo era su Capitán Ayudante. Fui con el mencionado oficial al calabozo del regimiento y ordené que fuera puesto en libertad. Castellón se escondió pero fue encontrado por dos sabuesos del DIER que lo buscaban. Ya estaba al mando HM, quien me había ratificado en el cargo de Capitán Ayudante cuando reemplazó a Víctor Mora. Castellón fue juzgado, hallado culpable y condenado a muerte tal y como dice HM. Apeló sabiendo que yo presidía el Tribunal de Apelaciones. Cité a los comandantes Víctor Mora y Julio Camacho Aguilera, quienes, a pesar de los testimonios contra Castellón por parte de uno de sus subordinados que también fue fusilado, coincidían conmigo en que este oficial, al menos, no debía ser fusilado. Suspendí el juicio para ganar tiempo. Como bien dice HM (pág 305), él fue presionado por quienes reclamaban castigo severo. Yo pasé a ser alguien con influencia que intentaba “tirarle la toalla” al “asesino” de Alfredo Álvarez Mola, querido lider sindical bancario de Camagüey. En aquella vorágine, HM me dijo que debíamos ratificar la pena de muerte del capitán Castellón sin más dilación. Me negué y él lo hizo sin que mediara ningún otro trámite burocrático. Al final del primer párrafo de la pag. 305, HM comenta: “No hizo bien (Castellón) al esconderse con ayuda de rebeldes de Camagüey, que bien podían haberlo ayudado a que se fuera del país.” Obsérvese que para HM el culpable de la muerte de este hombre no es quien firmó su sentencia de muerte (él) sino quien se negó a hacerlo (yo).

Quisiera que HM mostrara alguna prueba de que él ayudó a salir del país a algún miembro señalado del Ejército Nacional. Yo puedo citar al Capitán Águila Rojas, a quien di una carta, firmada y con cuño oficial, para que pudiera salir tranquilamente por el aeropuerto con su familia, porque, HM, ese oficial estaba siendo acosado injustamente en el Camagüey bajo su férreo mando absoluto. HM insiste (pág 334, 335) en quitarse el estigma de ser el radical mitrilleur de Lyon en Camagüey. Nadie trato de “ensuciarnos” en aquel contexto histórico. Cada uno de nosotros hizo las cosas en las que creía y no queda otra alternativa honesta que asumir nuestra responsabilidad sin tratar de culpar a otros.

HM dice medias verdades (pág 338) con relación a su renuncia. Quiere aparecer como que él se la jugó solo. Lo cierto es que se había hecho un trabajo preparatorio de conjunto. Él con algunos ministros, con el presidente Urrutia en Palacio y con Carlos Franqui, director del periódico Revolución. Los capitanes Ruiz Maceira, Lugo y la esposa de éste (Anita Céspedes) en Santiago de Cuba lo realizaban con figuras influyentes del 26 de Julio. Yo por mi cuenta mantenía contacto regular con el regimiento de Holguín a través de su Capitán Ayudante y con el jefe del cuartel de Bayamo. Con estos oficiales yo hablaba abiertamente sobre como evitar que los “ñángaras” (comunistas) nos robaran la revolución nacionalista. También mantenía reuniones periódicas con los presidentes de todas las asociaciones de estudiantes de Camagüey. Prueba de este trabajo es que cuando se produjo la renuncia de HM, con el propósito no declarado aunque verdadero de obligar a Fidel Castro a definirse, hubo protestas de al menos tres ministros. En Santiago hubo respaldo. En Camagüey los jefes del 26, de los trabajadores y de los campesinos renunciaron y/o protestaron.
El 21 de octubre, el pleno de las asociaciones de estudiantes aguardaban instrucciones mías para protestar con carteles y declaraciones a la prensa, lo que hicieron cuando se lo indiqué a través de Manolo Perdomo del Risco, quien está en Miami. La llegada de Camilo Cienfuegos a Camagüey el 21 de octubre y su posterior desaparición es sin duda la parte más tergiversada de “Cómo llegó la noche”. Hasta el punto de que la verdadera historia que protagonicé codo a codo con HM, se convierte en una novela mañosa donde el autor inserta una segunda trama surrealista que nada tiene que ver con la realidad. Camilo llegó a Camagüey con una actitud grosera y hostil para con HM. Gente nuestra en el aeropuerto nos avisó de su llegada y HM envió al teniente Martí Ballester para husmear so pretexto de recogerlo, no porque Camilo se lo pidiera como afirma HM (pág 343, 344). Camilo se dirigió a buscar refuerzos de su confianza a la jefatura de policía provincial, cuyo jefe era el comandante Arsenio García, expedicionario del Granma al igual que Camilo. ¿Por qué Camilo fue a buscar refuerzos, si el arresto de HM era un paripé para seguir la corriente a Fidel, según HM? 
(Comandante Camilo Cienfuegos y Comandante Huber Matos en 1959)
Cuando Camilo entró a la casa de HM estábamos a su lado el capitán Francisco Cabrera, Inspector Territorial, y yo, los dos oficiales de más alta jerarquía del regimiento inmediatamente después de HM. Con Camilo estaba el comandante Arsenio García. En ningún momento Camilo dejó afuera a sus hombres ni habló a solas con HM (compruébese esto con fotos y pie de fotos de Bohemia de esa semana que contradicen fehacientemente la versión de HM en pág 343, 344). Cuando HM trató de ser conciliador ofreciendo colarle café a Camilo, éste lo rechazó cortante: “¡Vamos para la jefatura del regimiento. Yo vine a cogerte preso, Húber!”. Sigue deciendo HM (pág 345): “Salimos de la casa hacia la Comandancia. Camilo va delante, presuroso; yo atrás, resignado pero entero” . Esto es cierto. Pero obsérvese que en ningún momento menciona HM que sus dos capitanes han estado a su lado todo el tiempo. ¿Por qué lo oculta? Porque él diceque los hombres de Camilo se quedaron fuera, y al no mencionar a sus dos capitanes -que no se separaron de él para apoyarlo y protegerlo-, ni al comandante García, en su versión, esto lo deja a solas con Camilo. En la foto de Bohemia mencionada, el Capitán Cabrera y yo aparecemos claramente en la parte izquierda, justamente cuando vamos de la casa de HM hacia la jefatura del regimiento. Es la misma foto que HM pone en su libro (pág 451), pero que misteriosamente está corrida hacia la izquierda para “desaparecer” al Capitán Cabrera y a mí. Incluso, desaparece también el comandante Arsenio García que está justamente detrás de HM y también ha estado todo el tiempo como testigo mudo de la parte de Camilo. Obsérvese, además, que a la derecha de la página del libro sobra espacio, lo cual indica que no fue necesario recortar la foto por razones de diagramación.

Al llegar a la oficina de HM, Camilo se sentó en su butaca y puso sus botas sobre el buró, sin importarle los documentos oficiales que estaban encima. Su primer comentario a varios oficiales del regimiento que ya habían acudido fue: “A ver, ¿qué tienen que decir Uds.? Aquí está él -señala a HM, que está sereno, sentado en una silla marginal de su oficina-. Es un traidor de la revolución…” Camilo casi no pudo terminar. Sin ningún respeto a su jerarquía lo cuestionamos por el papel de esbirro que estaba haciendo ese día. Los oficiales que más lejos llegaron en esto fueron el capitán Ruiz Maceira y el teniente Edgardo Bonet. Camilo le preguntó a este último que dijera su opinión personal sobre él como Jefe del Ejército. Bonet contestó: “Ud es ron, mujeres y pelota”. Camilo replicó: “Ahora veo por qué Uds son unos incondicionales de mierda de este miserable traidor… Que nunca me iba a ver a mí al Estado Mayor cuando iba a La Habana. Sin embargo, vivía en los ministerios y en Palacio con Urrutia”. Este es el único momento en que vi a HM perder la compostura. Ahogado en sollozos de impotencia y frustración ante la calumnia reiterada de Camilo en su cara, HM le dijo: “¡Demuéstrame, chico, demuéstrame que soy un traidor!” Camilo sólo atinó a responder su ritornelo del día: “Fidel trae las pruebas.” En eso llegó el Dr. Miguelino Socarrás y Camilo no perdió esa oportunidad de satirizar a HM: “Atiéndalo, Doctor, que se ha puesto mal…” Y volviéndose hacia mi me dijo quedo: “ Roberto, vamos para tu oficina. No soporto más a este tipejo…” Fuimos hacia mi despacho, contiguo al de HM, quien quedó acompañado por nuestra oficialidad y bajo custodia de la gente de Camilo. Ya en mi despacho, Camilo habló por teléfono usando monosílabos y palabras entrecortadas para que yo no pudiera entender. Colgó y me dijo que lo llevara a la sede de la Reforma Agraria donde estaba Fidel. A unos pasos de éste, Camilo me dijo que lo esperara allí. Camilo habló con Fidel y cuando terminó me dijo que volviéramos al Regimiento. En el camino me informó que Fidel quería hablar sólo con los capitanes principales. Que en preparación para ese momento, le entregara mi pistola y le dijera a los demás capitanes que hicieran lo mismo. Fue así que ocurrió la entrega de las pistolas de los capitanes. Es incorrecta la versión de HM (pág 345), que él cambia de tiempo, lugar, circunstancia y persona.

 Sobre la reunión que tuvimos los capitanes con Fidel hay que tomar, por exacta, las dos últimas líneas de la pág 346. De la pág 347 sólo hasta la línea 24. Deséchese todo lo demás de esas dos páginas por estar edulcoradas al gusto del autor. Jamás Fidel nos dijo que HM estaba en contubernio con Trujillo y La Rosa Blanca.

En su último intento por convencernos sin pruebas de que HM era un traidor nos dijo: “¡Únanse Uds. a Trujillo y La Rosa Blanca, que yo me voy con el pueblo!” Ocurrió un breve intercambio de voces montadas, que sería muy largo narrar ahora. Pero nadie cedió y Fidel, frustrado, salió lanzando más improperios y fue a pronunciar su conocido discurso en el Regimiento ante el circo improvisado por él y Camilo, su más destacado sicario de ese día. Es cierto que HM pidió hacer uso de la palabra en aquel acto (pág 348). Quizá HM y los oficiales que compartíamos sus mismas inquietudes y esperanzas sobre el futuro de la revolución nacionalista que habíamos realizado, siguiendo los ejemplos de Frank País y José Antonio Echevarría, no nos dábamos cuenta de que, “menos el honor, lo habíamos perdido todo”, ¡hasta el simple derecho a hablar!

Nadie discute que HM es la figura principal de aquellos acontecimientos, pero es injusto que quede la impresión brindada por HM de que los capitanes se autoarrestaron en solidaridad con él, siempre alrededor de él (ver final pág. 348). Los capitanes fuimos arrestados al unísono, no por seguir a un jefe militar, sino por defender una causa compartida por convicciones propias de todos y cada uno de nosotros.

En el segundo párrafo de la pág 367 HM dice que 5 días después de su arresto fue “condenado a muerte” por una multitud arengada por el Máximo Líder. Eso es verdad, pero no dice que ahí también estaba Camilo, como el Javert de Los Miserables de Víctor Hugo, arengando y convalidando con su popularidad a la multitud frente al Palacio Presidencial. Como si quedaran dudas de su papel, fue tan contundente lo que Camilo dijo en detrimento de HM en Camagüey y en el acto de Palacio en La Habana, que cuando creíamos que nuestro juicio se había terminado, el fiscal anunció que Camilo llegaba a declarar como testigo de cargo. Todos miramos alrededor esperando ver al desaparecido Camilo. Pero sólo era un golpe de efecto. Pasaron una grabación de Camilo con sus virulentos ataques a HM. Dicho sea de paso, Camilo dejó escrito en una carta a Fidel: “Primero dejaré de respirar antes que traicionarte.” Mi conclusión al respecto es que para decir que Castro es el diablo que es, no hay necesidad de alargar más su cola, marcada con 43 años de crímenes probados a Cuba y a su pueblo. Igual que para enaltecer la parte positiva de HM, no es necesario hiperbolizarla. Con sólo decir que cumplió sin claudicar sus injustos 20 años de condena por discrepar de Castro, basta para que sea respetado.

Sobre el juicio, HM “confunde” nombres para no darle crédito a quienes se destacaron entonces adquiriendo personalidad propia independientemente de él, si, por ejemplo, se han separado de su ruta en el exilio. Veamos un caso específico. En la pág 372, quinto párrafo, omite mi nombre que fui quien dijo en aquella farsa de juicio: “Más que términos legales este es un juicio político y revolucionario… Si somos condenados este será el peor baldón que llevará la revolución” (ver el principal titular del periódico El Crisol de aquella fecha que recogió esta declaración). Tanto molestó a Fidel este comentario, que en su perorata durante el juicio, comenzó atacándome a mí, en lugar de HM. Castro empezó diciendo: “Aquí se ha dicho, y muy mal intencionadamente por cierto, que este es un juicio político”… Para después continuar con sus habituales ataques personales tratando de descalificarme (Ver panfleto editado por la CTC, titulado… Y se hizo la luz. En él se recogió taquigráficamente todo esto). De Castro pude esperar cualquier golpe bajo, pero confieso que me sorprendieron los del libro de HM, unos por comisión y otros por omisión flagrantes. La gran diferencia entre HM y yo en el juicio es que mientras yo ataqué sin ambages con la vehemencia de mis 20 años, él se defendió con una serenidad digna de sus 40.

No entiendo por qué HM omitió (pág 381) sus mejores palabras en el contexto del juicio: “Si soy condenado a fusilamiento, yo invito a los miembros de este tribunal a que lo presencien, ¡para que vean como muere un Comandante de la Sierra Maestra!… Podrán quitarme la estrella de Comandante, ¡pero jamás la de un soldado de la Libertad! ”. Sugiero a HM que lo incluya en próximas ediciones. Es hermoso. Reconstruirlo de memoria me ha vuelto a emocionar… como entonces.

Sólo tres capitanes fuimos condenados a siete años de prisión, la mayor condena después de la de HM: Ruiz Maceira, Lugo y yo. Otros, como el capitán Cabrera, inmediatamente se desligan de HM y si fueron al juicio fue para ser testigos a favor de Castro. HM no define esto por ningúna parte. El cambio de actitud del capitán Lugo en la prisión es tal y como lo dice HM, con algún ingrediente adicional que dejo a Lugo para que lo aporte en su favor. Pero  la versión sobre “su pelea con el capitán Lugo” (pág 405) no es cierta. La verdad es que a Lugo le tocaba limpiar la galera y estaba restregando el piso con una escoba de palo no muy pesado pero nudoso, precisamente detrás de donde, tranquilo, leía HM, quien trató de incorporarse de pronto, mientras le decía a Lugo: “¡No limpies aquí!”. Ante la actitud inesperada de HM, y casi por un acto reflejo de autodefensa, Lugo no vaciló en pegarle con aquel palo en la cabeza . HM cayó al piso aturdido, manando abundante sangre. Lugo le cayó encima, le echó una llave al cuello y lo tenía inmovilizado contra el piso. Cuando persuasivamente logré que Lugo lo soltara, senté en su silla a HM. Todavía seguía aturdido porque allí se quedó todo el tiempo tranquilo, mientras yo me liaba a golpes en su defenza con Lugo, tan caballerosamente que cuando uno caía al piso por haber recibido un puñetazo, el otro esperaba a que se levantara para reanudar la pelea. Esto terminó cuando llegaron los custodios. A HM le cocieron su larga aunque poco profunda herida. La enredada a golpes con Lugo que cuenta HM, quedó en su imaginación, porque pocos meses después sacaron de allí a Lugo y nunca se materializó este deseo de HM.

De estas Memorias de HM, la pág 441 es a mi juicio la que más vergüenza ajena inspira. Da a entender HM de manera un tanto burda que cuando me declaré en huelga de hambre porque había cumplido mi condena y pretendían no soltarme, en definitiva me liberaron porque él anunció que si me dejaban morir iniciaría una huelga que se conocería en el mundo entero. La realidad es que el 1º de noviembe de 1966 yo envié una escueta nota al régimen que decía: “Ahórrense mi ración de comida. ¡Me liberan como en buena lid debían haberlo hecho, o ya se encargará de hacerlo la muerte!” Después de 17 días de huelga de hambre me sacaron a rastras de la galera 23 de La Cabaña. Confinado en solitario no varié mi posición radical hasta que logré que me liberaran el 23 de diciembre, 2 meses y 2 días después de haber cumplido mis siete años de condena. Pude haber muerto, como Pedro Luis Boitel y tantos otros compatriotas presos por la tiranía. ¡Todavía estoy esperando la huelga de hambre que HM iba a iniciar para apoyarme!

Por falta de tiempo y espacio, sólo he hablado de la punta del iceberg que flota, caprichosamente, en el libro “Cómo llegó la Noche”, de Húber Matos.

Crítica a la Historia que cuenta Húber Matos
Por su Capitán Ayudante en 1959, Roberto Cruz Zamora
Esta foto original de la Bohemia, 1ro. de noviembre 1959, desmiente sin lugar a dudas la versión de Húber Matos de que él estuvo solo con Camilo Cienfuegos en su casa del Regimiento de Camagüey el 21 de octubre de 1959. Para tergiversar este hecho histórico, Húber Matos no menciona en su libro que de izquierda a derecha aparecen los capitanes Roberto Cruz, Francisco Cabrera y el comandante Arsenio García. Húber Matos manipuló esta foto haciendo “desaparecer” a los mencionados oficiales que nunca se separaron de él mientras era detenido despóticamente por Camilo Cienfuegos en su casa del Regimiento de Camagüey. Obsérvese en la foto de abajo (tal como aparece en el libro de Huber Matos, página 451) que a la derecha de esa página sobra espacio, lo cual indica que no fue necesario recortar la foto por razones de diagramación sino para ocultar mañosamente esta prueba histórica contra su inexplicable versión de que él estuvo solo con Camilo Cienfuegos ese día.

¿Por qué tanto espacio en blanco cuando pudo diagramar a escala la foto completa? Obsérvese la misma foto original de la Bohemia (arriba), aquí se reproduce tal como aparece en la página 451 del libro Como llego la noche de Huber Matos.

En la parte superior de esta foto histórica de la época de la Sierra Maestra, aparecida en el periodico Revolución en 1962, están de izquierda a derecha Jorge Enrique Mendoza, Carlos Franqui y Fidel Castro. Cuando volvieron a publicar la misma foto en 1973 en el peridico Gramma, Carlos Franqui fue “desaparecido” de la foto porque ya era un desertor de las filas de Castro. Raras coincidencias. ¿O será que Huber Matos aprendió estas prácticas diabólicas con Fidel Castro...?
Roberto Cruz Zamora
Capitán Roberto Cruz Zamora
Capitán Francisco Cabrera
Comandate Arsenio García
Comandante Húber Matos
Comandante Camilo Cienfuegos
¿Por qué tanto espacio en blanco
cuando pudo diagramar a escala
la foto completa?
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 Historia de Camilo Cienfuegos y su desaparicion


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Publicado el 21 de enero de 2013

Nota del Bloguista

Aldo Rosado-Tuero, director del sitio  Nuevo Acción y vertical luchador antiCastrista desde hace más de medio siglo,  ha tenido la gentileza de enviarme dos informaciones que le solicité en el aniversario de la extraña desaparición del Comandante Camilo Cienfuegos..

Esta carta  se publicó  en El Nuevo Herald en el año 2002, según me afirma Ado Rosado-Tuero
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Carta abierta al Comandante Húber Matos

Del Dr. Emilio A. Cosío R., Capitán Auditor Jefe del 2do. Distrito Militar de Camagüey, 1959.
Ha llegado a mis manos el recién publicado libro “COMO LLEGÓ LA NOCHE”, del ex comandante del Ejército Rebelde Húber Matos Benítez, del que solamente he leído los párrafos dedicados a los tribunales revolucionarios de Camagüey. Los cuales contienen inexactitudes que, en honor de la verdad histórica y la fijación de responsabilidades, deben ser aclarados, para vincular los hechos y las fechas a las autoridades responsables en cada caso.
Refiere el Comandante Matos que a su llegada a Camagüey (enero 11 de 1959) “funciona un tribunal revolucionario que no ha dictado ninguna sentencia” y “que a su despacho llegan constantemente señales de la molestia del pueblo”, por lo que después de indagar que “la entidad que controlaba los tribunales revolucionarios era la Auditoría General de las Fuerzas Armadas, en el Estado Mayor,” “nombramos auditor de nuestro distrito militar al abogado camagüeyano Emilio Cosío.” (pág 302). Acerca de lo cual paso a aclarar:
PRIMERO: Que a su llegada a Camagüey, el día 11 de enero de 1959, para reemplazar en el mando al Comandante Victor Mora, el auditor del 2do. Distrito militar es el Capitán Dr. Octavio Zaragozí, cargo que mantuvo hasta la segunda mitad del mes de febrero del año 1959, en que fue licenciado por el Cdte. Matos, oportunidad en que fui desigando en su lugar, o sea, aproximadamente cuatro semanas después de asumir el mando el Comandante Matos, y no a su llegada, como afirma en el párrafo citado. Posición que mantuve hasta el 21 de Octubre de ese mismo año, en que fui detenido y conducido a la Habana conjuntamente con otros oficiales juzgados posteriormente en la causa incoada contra el Comandante Matos y numerosos oficiales.
Esta aclaración es importante para la fijación de responsabilidades, especialmente en períodos tan convulsionados como los que se estaban viviendo. Al mismo tiempo que hace evidente, que son el Comandante Matos, como máxima autoridad, y el Capitán auditor, Dr. Octavio Zaragozí, (en una papel subordinado), y no quien suscribe, las autoridades responsables de la aplicación de justicia durante el período anterior a mi designación.
En cuanto a la Auditoría General de la República, dejo convenientemente aclarado que no puede atribuírsele ningún grado de responsabilidad en las decisiones de las auditorías de los distritos, pues jamás intervino en éstas, limitándose a pedir informes del estado de las causas. No considero por tanto que debamos ni Matos ni yo soslayar, descargando en otros, las responsabilidades que el deber y la dignidad exigen en el desempeño de nuestras funciones.
Habiendo dejado aclarada la responsabilidad en el tiempo, paso ahora a aclarar la forma en que funcionaron los Tribunales Revolucionarios durante la dos etapas ya definidas, o sea, desde el 11 de enero de 1959 hasta aproximadamente el 15 de febrero del mismo año, la primera, y desde esta fecha hasta el mes de junio del 59, en que todas las causas pasaron a la jurisdicción civil, la segunda.
Veamos:
Distinción ésta de suma importancia y gravedad, pues es durante esta primera etapa que, bajo la autoridad única del Cdte. Matos, tuvieron lugar las únicas ejecuciones en las que se aplicó la Ley Penal de la Sierra. Esta supuesta Ley consistía de un breve listado de delitos y faltas organizados en forma de artículos, y sancionados todos ellos con la pena de muerte por convicción, o sea sin aportación de pruebas. Se aplicaba la sentencia en breves horas y sin apelación alguna.
(Huber Matos en 1959 y hace unos pocos años atrás)
El Cmdte. Victor Mora, (sustituído por el Cmdte. Huber Matos) se había visto imposibilitado de iniciar los juicios, pues se requería que se aplicara el Código Penal de la Sierra, del cual no existía copia alguna en Camagüey. Finalmente, el Capitán Zaragozí trajo de la ciudad de Guantánamo una hoja de papel que según le informaron, era la tan buscada Ley; pero nos negábamos a creer que aquella hoja de papel fuera efectivamente dicha ley. Finalmente, el Cmdte. Mora, decidió que se consultase personalmente a Fidel Castro, designándoseme al efecto. Fidel confirmó inmediatamente su autenticidad, dándome instrucciones para que el Cmdte. Matos (que había reemplazado al Cmdte Mora durante mi ausencia) comenzara inmediatamente los juicios y que no se tomasen fotos de los fusilamientos.
En un vuelo especial de la Fuerza Aérea regresé a Camagüey al amanecer del día siguiente. En ausencia del Capitán Zaragozí me presenté ante el Cmdte. Matos, a quien no conocía, informándole de las instrucciones de Fidel. Me hizo algunas preguntas sobre mi persona y aproveché para explicarle mi presencia allí, informándole de mi intención de reintegrarme a mis actividades privadas como abogado, y haciéndole saber que mi vinculación con la Revolución había sido mínima y no era ni siquiera miembro del 26 de Julio y que mi presencia allí se debía a hechos puramente circunstanciales debido a que, a petición del Dr. Zaragozí, había accedido a prestarle mi colaboración en la reorganización de la Auditoría. La verdad era que, aunque mi vinculación con la revolución había sido del todo intrascendente, yo había llegado a abrigar esperanzas de que la Revolución trajera algo positivo al País y que se estableciera un respeto absoluto a la Ley para que no se repitieran jamás los atropellos de una dictadura, pero la entrevista con Fidel y la forma en que iba aplicarse la justicia desvanecieron esas ilusiones prontamente y a la llegada del Cdte. Huber Matos deseaba desvincularme de todo aquello lo antes posible. Firmemente me contestó que estudiaría mi situación, porque a todos los efectos él me había conocido en una capacidad oficial y que por el momento continuara en mis funciones de segundo en la auditoria hasta que él tuviera oportunidad de reorganizar el Regimiento. Esto me pareció razonable y acepté.
Sin dilación y con la asistencia de la dirección del Movimiento 26 de Julio, dispuso el Cmdte. Matos la organización de los juicios, en la cual no tuve participación alguna, pues habiendo informado al Capitán Zaragozí mi absoluta oposición a que se dictasen sentencias por convicción, decidió éste marginarme en lo relativo a los mismos, lo cual eran precisamente mis deseos.
Con un margen de error de un día más o menos, la fecha señalada para la celebración de los primeros juicios fue la del 18 de Enero de 1959. El tribunal designado por el Cmdte. Huber Matos, no por la auditoría General de la República, quedó constituido por los capitanes Francisco Cabrera (Paco), como presidente y como vocales el capitán auditor, Dr. Octavio Zaragozí y el Ing. Melitón Castelló (por el 26 de Julio). Obsérvese que se designa presidente a un oficial de la mayor confianza de Matos, desconociéndose la prioridad que por razón de su cargo correspondía al auditor. Para abogado defensor de oficio fue designado el Dr. Enrique Acosta Pérez, abogado de oficio de la Audiencia de Camagüey. Los acusados no tuvieron oportunidad de obtener asistencia legal alguna. En horas de la tarde del mismo día el Capitán Zaragozí, acompañado del Comisionado Provincial del 26 de Julio, Dr. Agustín Tomé (Tim) me pidieron que actuara, conjuntamente con el Dr. Acosta, como abogado de oficio por el ejército. Aunque extrañado por lo irregular del procedimiento, acepté.
El juicio tuvo lugar en horas de la noche, con desconocimiento y violación de todas las garantías procesales y derechos de los acusados, que no tuvieron oportunidad alguna de obtener ni la más mínima asistencia legal para preparar sus defensas. Predominó en esta pantomima la pasión y el odio revanchista. La defensa se limitó a la petición de clemencia. La prueba fue de carácter testifical sin más corroboraciones, de modo que se aplicaría la sanción por convicción.
Concluida en aproximadamente tres horas la vista, se retiró el tribunal a deliberar y los acusados fueron encerrados en un salón de la auditoria, adonde esperarían al amanecer para conocer de sus sentencias inapelables. El fallo acordado fue primeramente el de pena de muerte para todos los acusados, un total de 23. En vista de ello insistí en que se me permitiese revisar, conjuntamente con el tribunal, todos los casos. Fue en esa oportunidad que pude ejercer un tanto la defensa que no fue posible en el tribunal. Pude al final lograr la conmutación de la pena de muerte en seis casos en que era tan evidente la inocencia, que no había forma de desconocerla. Logré solamente la absolución de un comandante del ejército de apellido Piñeiro y otro militar cuyo nombre no recuerdo. Reduciendo su número a 15, que serían ejecutados al amanecer. Sorpresivamente, este número se vio aumentado en el último instante, con la inclusión entre los condenados a muerte de cuatro detenidos que no habían sido juzgados, lo cual elevó su número a 19 en total. Sus nombres, anotados en una cajetilla de cigarros fueron entregados conjuntamente con los presos al Cmdte. Huber Matos minutos antes de ser conducidos al lugar de la ejecución. Por razones de humanidad silencio hoy sus nombres en consideración a sus familiares, cuyas heridas serían reabiertas innecesariamente. Uno de los detenidos gritó al Cmdte. Matos que a él no lo habían juzgado, a lo que Matos contestó: a “A ti ya te juzgó el pueblo”. Estas cuatro ejecuciones sumarias fueron las únicas ordenadas por el Cmdte. Matos. Pero jamás podrán ser justificadas. Nótese que este primer juicio tuvo lugar bajo el control y mando del Cmdte. Huber Matos (no de la Auditoría General de la República ni del Dr. Cosío). Un desprecio absoluto hacia los principios y mecanismos legales que deben proteger los derechos de los acusados fue la actitud que prevaleció en el juicio, lo cual da credibilidad a la asunción de que las sentencias de culpabilidad estaban en gran grado pre-dictadas.
Otra de las intervenciones directas de Huber Matos en los procesos revolucionarios fue el caso seguido contra el Teniente Coronel Alberto Triana Calvert. La razón de su intervención se debió al informe de la auditoria de que procedía dictar el sobreseimiento de la causa por falta absoluta de pruebas, ya que, de acuerdo a la investigación llevada acabo por el Servicio de Inteligencia (DIER) y la auditoria, la acusación presentada por el Capitán Gregorio Junco (oficial que contaba con la mayor confianza del Cmdte. Matos), era absolutamente falsa. Ante la insistencia del Cmdte. Matos de que se procediera con el juicio, insistiendo además en que “esperaba que se le aplicara una sanción por convicción de por lo menos 30 años,” me opuse, poniendo a su disposición mi solicitud de
licenciamiento, que no fue aceptada, ordenando el Cdte. Matos en este caso la formación de un tribunal especial fuera de mi jurisdicción, o sea, de la Auditoria.
Asistí al juicio y sin estar autorizado para ello irrumpí en el cuarto donde se deliberaba el fallo y traté de convencer a sus miembros de que dictaran un fallo absolutorio, lo cual no pude lograr, pero al menos logré que se redujera la sanción de treinta a nueve años, sanción que Huber Matos elevó a 15 años por parecerle insuficiente.
Durante varias semanas continuaron celebrándose juicios bajo la Ley Penal de la Sierra. En los cuales actué como abogado defensor de oficio por el ejército cuando el acusado no contaba con asistencia legal civil privada, durante los cuales siguió aplicándose la mal llamada Ley Penal de la Sierra, lo que privaba a la defensa del derecho a exigir que se aplicara el principio de la prueba y no las sanciones por convicción. Esta situación fue un factor determinante en mi decisión de aceptar mi promoción a auditor jefe cuando me fue ofrecida por el Cmdte. Matos, pues desde ella podría lograr lo que resultaba imposible como defensor.
De todos modos, condicioné la aceptación a la formación inmediata de un Tribunal de Apelaciones que funcionara con completa independencia de la Auditoría, a lo que accedió el Cmdte. Matos. Estos cambios rodearon de garantías a los abogados para que se decidieran a representar acusados ante los Tribunales Revolucionarios.
El Caso Miralles: entre los seis acusados que a duras penas logré sacar del pelotón de fusilamiento en este primer juicio, se encontraba un policía llamado Mario Miralles para el que obtuve la conmutación de la sentencia de muerte por diez años de prisión. En este caso, cuando insistí en su inocencia (pues la acusación por la que inicialmente se había condenado a muerte a Miralles había sido la de robarle diez pesos y una muda de ropa a un tal Quintanilla, que apareció asesinado), acusación que sostuvo en el juicio la madre de Quintanilla, el presidente del tribunal me advirtió que si seguía abogando por Miralles lo fusilarían al día siguiente. Opté por callar para al menos salvarle la vida. Posteriormente la madre de Quintanilla retiró la acusación, lo cual me fue comunicado por el capitán Paco Cabrera. Preparé la orden de excarcelación, que firmada por el Cmdte. Matos lo puso en libertad. A este caso se refiere el Cmdte. Matos como un error por él subsanado (pág. 305). Nótese que había sido precisamente el Capitán Cabrera el oficial que presidió el tribunal que condenó a Miralles y el mismo que me amenazó con fusilarlo si continuaba alegando su inocencia. De acuerdo a la cronología que de mi nombramiento como auditor ofrece el Cmdte. Matos, se infiere erróneamente que el mal llamado “error” ocurrió bajo mi autoridad, cuando este hecho tuvo lugar bajo su propia autoridad, siendo aun auditor el Capitán Zaragozí y no yo. Después de Dios, fue gracias a mi intervención que salvo su vida Miralles.
SEGUNDO: En la misma pág. 305 de su libro menciona el Cmdte. Matos su convicción de que el capitán Lázaro Castellón merecía mejor suerte que el ser fusilado. Y a pesar de la responsabilidad que le reconoce en la muerte de Alfredo Alvarez Mola, apunta que “no hizo bien al esconderse con ayuda de rebeldes de Camagüey que bien podían haberlo ayudado a que se fuera del país”. Expresión ésta que sorprende por su arbitrariedad, y por la injusticia que representa hacia todos aquellos que fueron condenados sin contar con el privilegio de su favor. Encuentro esta expresión tan inconsistente con el proceder del Cdte. Matos, que fue quien ratificó su sentencia de muerte, que debo de atribuirla a otras motivaciones, como lo es la velada alusión que apunta al Capitán Ayudante Roberto Cruz Zamora (hoy Cruzamora), oficial rebelde, honorable y justo, que convencido de la inocencia de Castellón por la relación que a través suyo mantenía Castellón con Fidel, ordenó de buena fe, aunque indebidamente, su libertad en los primeros días de la Revolución.
TERCERO: En la pág. 304 de su libro dice el Cmdte. Matos: “Aunque los juicios están a cargo de los tribunales revolucionarios, que se guían por las instrucciones de la Auditoria General de la Habana, pedí que en casos de penas de muerte el tribunal me informe quien es la persona, y cuales son las circunstancias del caso”
Lo cual se contradice en varios casos que hemos venido mencionando en que es manifiesta la directa intervención del Cdte. Matos en la aplicación de justicia y que se prueba una vez más al confirmar la sentencia de pena de muerte a Castellón, ante el Tribunal de Apelaciones, al negarse el Capitán Roberto Cruz a ratificar la pena de muerte. Lo cual dista mucho de su afirmación de que él solamente pedía ser informado de las mismas.
CUARTO: Por último, debo aclarar que en la pág. 383, se me incluye como sancionado a la pena de dos años de cárcel en la causa que se nos siguió conjuntamente con el Cmdte. Huber Matos. En nombre de la verdad debo rechazar el honor de contarme entre los presos políticos de Fidel Castro, cuando en realidad yo fui uno de los 14 oficiales absueltos en la misma.
CONCLUSIÓN: He dado la debida reflexión a las palabras aquí expuestas y hubiera preferido que jamás se hubiesen discutido en el exilio, pues por más de 40 años he mantenido que las divergencias entre cubanos van contra los intereses de la patria, pero es muy cierto el adagio de que “el que calla otorga” y las implicaciones de lo expuesto por el Cdte. Matos no me han dejado otra alternativa que esclarecer sus palabras en forma tal que cada quien asuma sus responsabilidades y responda de sus actos con dignidad. He meditado en la posibilidad de que se trate tan sólo de un desliz de la memoria del Cdte. Matos, pero rechazo la idea pues su libro está todo lleno de reminiscencias con lujos de detalles en su narración para poder aceptar como error algo que tan convenientemente sirve los intereses del Cdte. Matos. Igualmente considero que incluirme entre los sancionados en su causa no es tampoco un fallo de la memoria, sino que encierra un propósito sobre el cual puedo, pero no quiero especular... De todos modos, admito que se trata tan sólo de una conjetura, por lo que ruego al Cdte. Matos que acepte mis disculpas si considera que estoy equivocado. Por otra parte las edades de Matos (84 años) y la mía (76), hacen inaplazable la aclaración, pues si él me precediera en la muerte y surgiera después de ésta algo relacionado con sus palabras, no podría yo explicar mi silencio estando él vivo, ni inculparle cuando ya él no está en posición de defenderse. Y si falleciese yo primero, es obvio que ya nada podría yo hacer para rechazar sus inculpaciones, que es precisamente lo que ha hecho en su libro en una forma velada pero obvia.
Y para que así conste, firmo la presente en la ciudad de Miami, el día 1ro. de Junio del 2002. Carta abierta al Comandante Húber Matos Del Dr. Emilio A. Cosío R., Capitán Auditor Jefe del 2do. Distrito Militar de Camagüey, 1959.
Dr. Emilio A. Cosío R.

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