¡ÉL ERA EL DIABLO! Esteban Fernández sobre Fidel Castro
Por Esteban Fernández
27 de diciembre de 2016
Existe un solo desquite, una sola compensación a la triste realidad de no haber derrocado a Fidel Castro a tiempo. Hemos sufrido muchísimo durante 57 años pero por lo menos lo vimos morir como un guiñapo inhumano. Hubiéramos salvado a Cuba pero hubiéramos, al mismo tiempo, salvado a Castro del ridículo en el cual murió. Pasó de ser un roble a una mata podrida de moringa.
Porque la verdad es que “de aquel Castro que un día fue” al cantar el manisero ya no quedaba ni su sombra. El monstruo ya no sabía ni podía reírse. ¿Qué tiempo hacía que nadie lo escuchó lanzar una carcajada? Inclusive hasta sus sonrisas eran unas especies de muecas.
Y ¿eso era natural debido a su avanzada edad? Eso es incierto porque yo vivo rodeado y hablo con ancianos todos los días, con un montón de felices viejos cubanos. Viejos que ríen, que hacen chistes, que hablan con orgullo de sus hijos, de sus nietos, de sus triunfos honestos en la vida. Ya a Castro no le quedaba al morir ni “sus promesas para el futuro”.
Dicen que era multimillonario sin embargo tenía que ocultar sus millones, los negaba, se indignaba (en realidad vivía indignado con todo) cuando alguien fuera de sus predios mencionaba su fortuna. Para poder disfrutarla tenía que esconderse o escaparse.
Vivía con Dalia y varios hijos y también los mantenía en un semi anonimato. No podía, ni sabía, ni quería dar muestras de orgullo, ni cariño, por su familia.
¿Se acuerdan ustedes de aquel Fidel fuerte, con tremendo tabacón en la boca, con dos relojes en la muñeca, lanzando encendidos discursos de cinco horas de duración? Eso nada más que está en la memoria de algunos. ¿Se acuerdan que lo llamaban “El Caballo”? ¿Se acuerdan de aquel estribillo que entonaban los fidelistas de “Somos socialistas lo dijo El Caballo y por eso vamos a celebrar otro Primero de Mayo”?
Y ya no pudieron celebrar con él los últimos primeros de Mayo y quizás sus lacayos sigan allí celebrando ahora el Primero de Enero pero antes de morir de aquel “caballo” no quedaba nada. En realidad ni penco era. Y con sus cenizas no se pudo hacer ni tasajo de caballo.
Debe ser desesperante para sus antiguos seguidores que su sucesor sea UNA YEGUA VIEJA, un borracho, un "mariconzón" como un día lo llamó su hermano el comandante hoy ceniciento.
Quizás su muerte haya resultado ser un alivio para sus “lame botas” porque nada más desesperante para ellos que haberlo visto encaramarse con tropiezos a una tribuna, y peor aún era notar su gran dificultad para poder hilvanar un discurso y al final verlo morir como un vegetal. A última hora ni eso podía hacer.
Era, al morir, un manojo de confusiones, un inepto hasta para sostener un careo con un pionero allá ni con un boy scout aquí, en un país libre no hubiera podido dirigir ni un puesto de hacer hamburguesas.
Ya tres años antes de su muerte andaba confundido en las hojas que estaba leyendo, enredado en el párrafo que debía pronunciar, molesto, incómodo con el mismo, con su vida y con su decadencia.
A mí me parece que si los cubanos lo hubiéramos derrocado el 17 de abril de 1961 hoy en día estuviéramos viendo a los fidelistas en Cuba y en el mundo entero exhibiendo (como sí hubiera sido ayer) aquella foto de él, fornido, encaramado en un tanque junto a su perro sabueso José Abrantes. Y lo cierto fue que muchos meses antes de morir hubiera necesitado cien ayudantes para subirlo en una bicicleta. Si hubiera arribado a La Habana en 1959 en esas condiciones Zig Zag hubiera puesto en la portada "Llegó el Año Nuevo junto al viejo cagalitroso"...
¿Se acuerdan ustedes de que nosotros decíamos, sin estar seguros a ciencia cierta, que no se lavaba nunca sus calzoncillos? Bueno, murió necesitando pañales. La peor ofensa para Castro no hubiera sido tirarle desde un avión una bomba sino un paquete de “pampers”...
Lo único que le quedaba para estar vivo era la negativa del diablo para aceptarlo a su lado. Y tuvimos no solamente la suerte de verlo morir, sino que logramos verlo muerto en vida.
Aunque, pensándolo bien, a veces me parece que es incierto que él se haya ido a encontrar con el diablo porque ¡ EL VERDADERO DIABLO ERA ÉL!
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