Pedro Corzo: La subversión como elemento de la revolución permanente Castrista. Espionaje atómico de los Castro en EE.UU.ya en 1959
Por Juan F. Benemelis
Guatemala fue uno de los proyectos prioritarios de Castro y Guevara,dado que éste país había sido cabecera de playa,de los cubanos exiliados,en la abortada invasión de Bahía de Cochinos (Playa Girón).
Pero la influencia de Castro en este país,se venía ejerciendo desde antes de su ascenso al poder.Carlos Castillo Armas, que siguiendo órdenes de los Estados Unidos había derrocado al régimen pro-marxista de Jacobo Arbenz Guzmán, fue asesinado en 1957. En aquel momento no se supo de donde había partido la orden del atentado,pero más tarde se develaría el misterio: El 4 de Mayo ,Guatemala solicitó la extradición de éste pèrsonaje,que fué el principal proveedor de armas de Castro,en la insurreción antibatistiana,y que junto con el cubano procastrista Alberto Canet Acosta habían sido partícipes en el crímen de Castillo Armas. Un día, Canet apareció ahorcado; atemorizado, Bonachea declaró que Canet había sido el ejecutor central del crimen por orientaciones de Castro, y que él era un mero agente del dictador dominicano Trujillo infiltrado entre los cubanos para conocer sus planes. Por supuesto, La Habana siempre silenció los pormenores de esta oscura historia.
Esto sería confirmado más adelante al conocerse el pacto secreto en 1959,entre el Che Guevara y el depuesto Jacobo Arbenz ,mediante el cual éste se comprometía a reestablecerlo en el poder . Los servicios secretos de Guatemala enteraron al entonces presidente Miguel Idígoras Fuentes de que el Che Guevara había ampliado el susodicho complot con los líderes comunistas Francisco Villagrán, Mario Chávez, Francisco Ponce, Luís Valcárcel y Edmundo Guerra Teinheimer.
Cubanos y guatemaltecos habían hecho arreglos para un golpe de fuerza en el año 1960. Desde abril comenzaron a sucederse las visitas y la entrega de equipos bélicos a viejas capillas comunistas de Arbenz, como la de José Manuel Fortuny. Así se fueron “alzando” las cuadrillas de insurgentes en las serranías del país, a cuyo frente se encontraba un antiguo camarada de Arbenz, el coronel Carlos Paz Tejeda.
En agosto de 1960, el gobierno de Idígoras hizo públicas las pruebas acumuladas sobre esta vasta conspiración dirigida por el Che Guevara y Castro. Un mes después, Juan Larcos, agente cubano detenido por los guatemaltecos, ratificó en su confesión el plan que se había delineado en su país. El 3 de octubre, la fuerza aérea guatemalteca atacó la goleta La Cubana mientras ésta trataba de realizar un desembarco en la costa atlántica. Al huir, la embarcación cubana embarrancó en Cozumel, y en Méjico estalló el escándalo.
De nuevo caen informes en manos del gobierno guatemalteco que develaban las intenciones específicas de Castro: desembarcos en Omoa y la Barra (Honduras) combinados con agresiones a Puerto Barrios, Cobán y Mazatenango; episodios de sabotaje en las principales ciudades, y el establecimiento de comunicaciones directas con La Habana mediante una estación de radio que se instalaba en Senahu.
Los cuerpos de vigilancia secretos del área detectaron una actitud inusual en Cuba; fueron los mexicanos quienes dieron la alarma: Castro había prohibido los vuelos internacionales por encima de la provincia occidental de Pinar del Río; era allí, precisamente donde estaba acantonada la fuerza expedicionaria cubano-guatemalteca, lista para entrar en acción.
El 13 de noviembre estalló un complot en el aeródromo militar de Zacapa y en Puerto Barrios, donde figuraron los oficiales del ejército Rafael Sesam, Arturo del Cid y Marco Yong Sosa, quien sostenía los contactos con Cuba. Aparatos de la fuerza aérea cubana sobrevolaron la comarca aprovisionando a los rebeldes. El presidente Idígoras asumió personalmente la conducción de las operaciones militares y todo el continente se levantó indignado contra Castro. En Honduras fue sorprendida una columna capitaneada por oficiales cubanos que pretendía internarse en las montañas para prestar su concurso a los sediciosos. Al verse liquidado el levantamiento, Yong Sosa se encerró en las sierras con una tropilla de seguidores.
El delegado de Guatemala en las Naciones Unidas demandó una sesión urgente del Consejo de Seguridad de la ONU para debatir la intromisión cubana. Dwight D. Eisenhower, presidente de los Estados Unidos, aprovechó la oportunidad para lanzar una dura advertencia a La Habana, desplazando una flota de guerra cerca de las aguas jurisdiccionales cubanas. La Unión Soviética le pediría a Castro "moderación".
La cancillería guatemalteca expresó en todos los foros diplomáticos del continente que "el comunismo debería ser desalojado de Cuba mediante la acción armada, tal como se preveía en el Pacto de Río", agregando posteriormente que si no había acuerdo continental al respecto "Guatemala asumiría unilateralmente una acción positiva".
Dos años después, en febrero de 1962, Yong Sosa abriría el frente guerrillero en la Sierra de Minas tras recibir abundante logística militar de Cuba y lograr estructurar una red encubierta urbana de abastecimientos. Manuel Piñeiro Losada (alias Barba Roja) jefe de los cuerpos de inteligencia de Castro, había instituido en Cuernavaca, Méjico una armazón de ayuda logística a las tropas de Yong Sosa. El siniestro personaje cubano Julián López, de larga trayectoria en la región, fue sorprendido pasando armas abiertamente por la frontera mejicana, por lo que fue declarado persona non grata.
Desde Cuba, la radio trasmitía continuamente instrucciones a los sediciosos. El presidente Idígoras volvería a mostrar nuevas pruebas documentales que denotaban la violación de la soberanía guatemalteca por parte del gobierno de Cuba. En las ciudades guatemaltecas se desató una ola de considerable brutalidad. Ningún alto miembro del régimen de La Habana, ni siquiera el propio Castro, ocultó su participación con estos hechos. Todo lo contrario: La Habana gritaba a todo pulmón que había patrocinado un segundo frente de guerra: el de la FAR, bajo el liderazgo de Luís A. Turcios Lima.
Toda suerte de asaltos, actos de intimidación, atentados contra militares y figuras gubernamentales, secuestros, sabotajes con bombas, asaltos a caseríos y demás se escenificó entre 1962 y 1963. El 19 de diciembre de 1963 eran exhibidos ante la opinión pública del país seis miembros de la resistencia armada. Los detenidos detallaron la preparación recibida en Cuba, la cual había favorecido la instalación de pequeñas manufacturas caseras de explosivos en diversas localidades del país. Fue como un ensayo del método que luego se usaría en el Uruguay y en la Argentina cuando se implementa el apoyo a los Tupamaros, los Montoneros y a las Brigadas Rojas.
En febrero de 1965, la despotía militar de Peralta Azurdia decretó el estado de sitio ante la intensificación del violento impulso opositor. Durante la conferencia Tricontinental en La Habana, en 1966, Turcios Lima fue aclamado a viva voz como el representante legítimo de la insurgencia guatemalteca. Mientras su facción era alentada por el equipo de Castro, el Che Guevara mantenía su convencimiento de que las guerrillas de Yong Sosa, abigarrada de trotskistas debían también percibir socorro bélico. No obstante, Castro haría inclinar la balanza de la conferencia en favor de Turcios Lima.
LA ESPIA DE DETROIT
En los primeros meses de 1959, el gobierno de Castro envió a Detroit, en un cambio de su consulado a la bella Margarita Quintana, de amplia experiencia diplomática. Además de cónsul, trabajaba para los servicios secretos de Castro,y se relacionó con el ingeniero norteamericano Robert Braun, especialista en el manejo de instrumentos electrónicos, dueño de un laboratorio que suministraba equipos especiales a la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos.
En plena luna de miel, Margarita y Braun desaparecieron de los Estados Unidos y se domiciliaron en Cuba, dejando preparadas para su envió a La Habana, todas sus pertenencias que sumaban 25 cajas y paquetes. En mayo y junio de 1960, el equipaje fue llevado al consulado cubano en West Palm Beach para ser reembarcado hacia Cuba, como rezaba en las franquicias. Durante la carga, uno de los bultos llamó la atención de los oficiales aduaneros e intervino el FBI que retuvo el equipaje pese a las airadas protestas del cónsul y de la cancillería cubana.
Tras una larga batalla judicial con los representantes cubanos, el 9 de agosto de 1961 se obtuvo la orden legal para realizar la inspección (Era un pequeño laboratorio atómico! Se ocuparon métodos de identificación semejantes a los usados por los Estados Unidos para reconocer aviones en pleno vuelo, un sistema de control para bombarderos B-52, instrumentos para reconocimientos aéreos y planos de equipos clasificados. Más sorprendente fue el hallazgo de documentos que relacionaban a la pareja con el espía de secretos relacionados con la energía nuclear Klaus Fuchs, así como las pruebas de que Braun sostenía contactos regulares en Detroit con el agregado comercial soviético, a través de su esposa.
El rompecabezas fue armándose y en febrero de 1964, se conoció del emplazamiento de bases subterráneas en la provincia de Pinar del Río, supervisadas por el director del programa electrónico de Castro, nada menos que el ingeniero Braun, quien en cooperación con un equipo de ingenieros cubanos y soviéticos, donde figuraba Nicolás Yepylev, laboraba en la instalación de equipos electrónicos muy adelantados para una estación de rastreo de satélites en Cuba. La agencia de noticias francesa France Press, ofrecía la noticia de que Cuba se había convertido en una potencia electrónica equipada para vigilar toda la navegación marítima y aérea del Caribe y la costa oriental de los Estados Unidos.
Los designios de Castro de reclamar las islas del Cisne, localizadas a mitad de camino entre Cuba y Honduras, no fructificarían en el continente y sólo dejarían recelo, incluso entre los aliados castristas en ese país. Castro quería obtener las Islas del Cisne y también Puerto Cortés, en Honduras; este último, utilizado históricamente por negociantes y aventureros cubanos para contrabandear cargamentos de madera y más tarde, transformado por Castro en un paraje para infiltrar guerrilleros, agentes y alijos de armas, aprovechándose de los cargueros que navegaban por el golfo de Honduras hasta Belice.
El propio presidente hondureño, Villeda Morales, realizaría en enero de 1961 una locución angustiada ante las amenazas de Castro "yo confieso que somos incapaces de dominar la influencia castrista en Honduras por nuestros propios medios. No podemos derrotarla solos ni puede hacerlo ningún otro país centroamericano. Necesitamos un esfuerzo colectivo. Los países deben abandonar su actitud pasiva".
Ya para 1963, Castro está experimentando reveses en sus esfuerzos por subvertir con guerrillas la América Latina, agravados por su sorda disputa con varios partidos comunistas. Sin penas ni glorias, comienzan a languidecer los grupos trotskistas peruanos de Hugo Blanco, los colombianos de Pedro Antonio Marín, las huestes brasileñas de Francisco Juliao y el MIR venezolano.
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