jueves, diciembre 08, 2016

Alfredo M. Cepero: MUERE FIDEL CASTRO Y LO LLORA UNA IZQUIERDA MORIBUNDA

MUERE CASTRO Y LO LLORA UNA IZQUIERDA MORIBUNDA

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No lloraban por el maestro. Lloraban por ellos mismos. Estaban conscientes de que su futuro político está tan muerto como las cenizas del maldito.
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Por Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
Sígame en: http://twitter.com/@AlfredoCepero
Diciembre 5 de 2016

Después del circo macabro de un recorrido y un sepelio con "dolientes" obligados a lamentar su muerte y hasta de la tragicomedia del "almendrón" soviético accidentado que tuvo que ser empujado por los escoltas, las supuestas cenizas del diablo encarnado de Birán fueron finalmente depositadas en el Cementerio de Santa Ifigenia. Ahora bien, yo estoy convencido de que lo único sepultado allí fue el mito de una izquierda obsoleta y que las verdaderas cenizas del tirano se las guardó Raúl para llevárselas consigo cuando tenga que escapar de la justicia de sus víctimas. Porque, aunque nadie puede predecir la fecha y la hora, la muerte de Fidel Castro representa un cambio drástico en el alucinante drama cubano de los últimos 57 años y en el desenlace que el mismo pudiera tener.

Al mismo tiempo, la muerte del personaje idealizado y adorado como el "santo patrón" de la izquierda a nivel mundial durante tanto tiempo tiene que producir un impacto negativo en la capacidad de la misma para mantener su vigencia. Por eso no creo en las lágrimas de cocodrilo y las caras compungidas del puñado de discípulos que asistieron al funeral. No lloraban por el maestro. Lloraban por ellos mismos. Estaban conscientes de que su futuro político está tan muerto como las cenizas del maldito.

Por eso disfruté tanto de los semblantes sombríos de socios del tirano en la farsa de populismo rampante como Lula da Silva, Dilma Rousseff, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa. Otros fueron, no por ideología, sino para promover sus propios intereses económicos o políticos. Tal es el caso del ladrón ya decrépito a quien han dado ahora el título de Rey Emérito de España. Lo mismo podemos decir de un Enrique Peña Nieto que necesita de la izquierda mexicana para superar su sideral crisis de popularidad. Todos me producen un profundo asco pero ninguno como el "compañero" que ahora usurpa el trono de San Pedro. Su telegrama de condolencia a Raúl Castro es una prueba irrefutable de su militancia fanática en la corrosiva Teología de la Liberación.

Por otra parte, ninguna crónica fidedigna de este acontecimiento puede ignorar la ausencia intencional de quienes una vez fueron simpatizantes, aliados y hasta benefactores del tirano. Vladimir Putín estaba demasiado ocupado tratando de descifrar a Donald Trump y de proteger las incursiones imperialistas rusas en el Medio Oriente para ser parte de una comparsa que en nada adelantaba sus intereses nacionales. La Primer Ministro inglesa, Theresa May, en concordancia con la tradición de la "Pérfida Albión", envió una delegación de segunda categoría. La chilena Michelle Bachelet tiene suficientes problemas internos como para arriesgarse a que le recuerden los elogios que prodigó al dinosaurio durante su visita a Cuba hace tres años. El imberbe del canadiense Justin Trudeau quiso evadir un segundo ridículo tal como en el que incurrió hace sólo unos días cuando dijo que Castro era un personaje de proporciones históricas. Pero el más obvio fue sin dudas el "camarada" Barack Obama, un "pato cojo" que lucha desesperadamente por salvar su miserable legado después de la pateadura descomunal del pasado 8 de noviembre.

Por otra parte, la crisis de esa izquierda fraudulenta ya había comenzado aún antes de la muerte del tirano. Lo señalé en uno de mis artículos cuando, un año después de que tomara posesión de la presidencia de los Estados Unidos, dije de Barack Obama: "Este señor no vino a gobernar para beneficio de todos sino a imponer a cualquier precio su ideología de izquierda sobre todos sus gobernados" . Los norteamericanos le pasaron la cuenta en las últimas elecciones. Dos años más tarde, mirando hacia el Continente Americano, dije: "Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego cabalga el fantasma de una izquierda totalitaria en retirada porque ha perdido los argumentos que justifiquen su permanencia en el poder". Ahora mi vaticinio tiene altas probabilidades de convertirse en realidad.

Otro tanto podemos decir de gobiernos y partidos de izquierda al otro lado del Atlántico. Después de ocho años de crisis económica e inquietudes europeas sobre refugiados musulmanes, los partidos tradicionales de izquierda, que han gobernado el continente por 15 años, están pagando el precio en las urnas. Hace sólo unos meses, los ingleses sorprendieron al mundo con los resultados de un referendo en que decidieron separarse de la Unión Europea.

La semana pasada fuimos testigos de más de lo mismo. Confrontado con un bajo nivel de popularidad, el Presidente de Francia, el socialista Francois Hollande, anunció que no se postulará para un segundo período. En Italia, el Primer Ministro, Matteo Renzi, de tendencia de centro izquierda, anunció su renuncia después de haber perdido un referendo constitucional sobre su gestión de gobierno. Este resultado dio nuevas energías a la Alianza del Norte, el partido italiano contra los inmigrantes, un aliado de la líder conservadora francesa Marine Le Pen. Todo esto indica que, en Europa como en América, la izquierda se encuentra en franco proceso de deterioro y de retirada.

Pero quizás el más trascendental de estos acontecimientos es la revolución política de que fuimos testigos el 8 de noviembre pasado en los Estados Unidos. Contra toda esperanza y a pesar de todos los pronósticos un neófito en política que rompió todos los patrones y desafió a todas las estructuras establecidas se hizo con la presidencia de la nación más poderosa de la tierra. Su lema: "América primero" fue un grito que dio vida al nacionalismo y conservadurismo reprimidos que habían sufrido por muchos años las grandes masas norteamericanas. Las que hicieron grande a este país y han sido ejemplo de democracia y de libertad al resto del mundo.

Por su parte, muchos analistas atribuyen estos acontecimientos al crecimiento de un sentimiento nacionalista alrededor del mundo que rechaza el internacionalismo injerencista de la izquierda. El mismo que esgrimió al castrismo para servir de "condotiero" de la Unión Soviética en el Continente Africano.

Es por eso, que el régimen comunista cubano se enfrenta ahora a la gigantesca tarea de descifrar el enigma y confrontar el tsunami desatado por este cambio radical en la dirección de las tendencias políticas en el mundo. Se les murió el ídolo, se les acaban los mecenas, sus políticas demagógicas han pasado de moda y el sujeto en el timón carece del carisma del muerto. Enfrentan a un pueblo que huele el cambio que le llega en el viento de los medios sociales y de las comunicaciones instantáneas. No tienen otro recurso que la represión brutal y el baño de sangre. Y esos podrían ser los últimos clavos en el ataúd de la tiranía.

12-5-16
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