Las medidas migratorias de Trump fueron aplicadas por el Presidente Barack Obama en 2011 y anteriormente por James Carter.. Hermann Tertsch: De muros, ridículos y delirios
Las medidas migratorias de Trump fueron aplicadas por Obama en 2011
Por Redacción
30 enero, 2017
Donald Trump ha recibido centenares de críticas por poner en marcha un plan ideado por la Administración Obama y que incluye a los países seleccionados por el gobierno demócrata.
El nuevo presidente ha decidido frenar, de forma temporal y durante un plazo prefijado, la llegada de inmigrantes procedentes https://presidentetrump.es/en-directo/no-una-prohibicion-los-musulmanes-sino-terrorismo-20170130-0821 de una serie de países en conflicto hasta articular los mecanismos de control necesarios en estos casos. Una medida de emergencia ante la amenaza islamista que vive el país y la ausencia de medidas reales para controlar los flujos migratorios.
Trump firmó el viernes un decreto ley que suspende la entrada de todos los refugiados durante 120 días y la concesión durante 90 días de visados a siete países de mayoría musulmana con historial terrorista -Libia, Sudán, Somalia, Siria, Irak, Yemen e Irán- hasta que se establezcan nuevos mecanismos de vigilancia.
Los medios globalistas han aprovechado la ocasión para tildar a Trump de “machista y xenófobo” e incluso desde Europa, Angela Merkel ha censurado su decisión en una muestra más de su poca sintonía con el presidente electo. La canciller alemana, que decretó el ‘Welcome Refugees’ y ha defendido hasta la extenuación el espacio Schengen, pasa por alto que Alemania ha batido el récord de delitos en 2016.
Olvidan todos ellos, sin embargo, que el llamado “veto” no es una medida original de Trump. Fue un premio Nobel de la Paz (Barack Obama) el que en 2011 puso en marcha este proceso para tratar de modernizar el proceso de selección de los inmigrantes que llegaban al país durante un periodo de 2011 para aquellas personas procedentes de Irak.
El Departamento de Estado descubrió que dos miembros de Al Qaeda habían sido admitidos como refugiados y se encontraban en la lista de espera para ingresar en el ejército norteamericano. “Varias docenas de sospechosos por terrorismo, incluidos varios líderes yihadistas, han podido entrar a nuestro país como refugiados de guerra”, aseguró entonces el FBI.
Como resultado del caso de Kentucky, donde vivían los dos miembros de Al Qaeda, el Departamento de Estado decidió dejar de procesar las solicitudes de refugiados iraquíes durante seis meses. Es preciso recordar que la orden ejecutiva de Trump únicamente detiene los visados por un periodo de 90 días.
Sorprendentemente, los medios de comunicación y las organizaciones por los Derechos Humanos no alzaron entonces la voz para protestar contra la medida puesta en marcha por Obama. Ni siquiera los actores de Hollywood, muy implicados en el asunto, censuraron la decisión del entonces presidente.
El ‘jefe deportador’
Los datos no mienten. Aunque los últimos días de Obama como presidente de los Estados Unidos asistimos a un lavado de imagen sin precedentes por parte de ciertos medios de comunicación, el premio Nobel de la Paz pasará a la historia como el dirigente que más deportaciones ha llevado a cabo. Un total de 2,5 millones de inmigrantes fueron expulsados bajo su mandato.
Los datos oficiales del Gobierno señalan que las personas deportadas entre los años de 2009 y 2015 ascienden a 2,5 millones. Sin embargo, la cifra sería muy superior si se tuviese en cuenta las llamadas devoluciones en caliente. Tanto es así que entre los inmigrantes y algunos periodistas fue considerado como el ‘Deporter in chief’ -‘deportador jefe’-.
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Tomado de http://www.abc.es/
De muros, ridículos y delirios
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Haría bien el periodismo en calmarse con Trump para que su ridículo no sea irreversible
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Por Hermann Tertsch
hermanntertsch
28/01/2017
Todos los medios españoles se lanzaron hace unos días a una batalla gallarda, más aún, heroica, en defensa de la lengua española que, según denunciaban, había sido mancillada por el vicioso y rijoso magnate convertido en presidente norteamericano. Era la prueba que todos necesitábamos para saber que nuestra ira contra ese ser abyecto tiene también sólidas razones patrióticas. Trump, decían, había ordenado desmantelar las páginas en español de la Casa Blanca. Como había hecho con otras páginas, movido por sus bajos instintos de racista, misógino y homófobo. Y más cosas. Tertulianos y columnistas, cómicos y políticos de todo color salieron a insultar y descalificar a ese individuo, canalla y antiespañol, todo él maldad y bajeza. Cuánta sagrada indignación se vivió en España por el mero rumor de que Trump podría tratar a la lengua española casi tan mal como hacen impunemente desde hace décadas las instituciones de varias regiones españolas. Si se preocuparon por la página española de la Casa Blanca hasta Enric Juliana, rufianes varios y otros cabecillas de las afrentas y atropellos en Cataluña a los españoles leales a la Constitución y a España. Gran enfado por «la ofensa a la lengua de 50 millones de norteamericanos». No por la que sufren millones de españoles que no pueden aprender, estudiar, trabajar y vivir en español. La indignación resultó gratuita porque la información sobre Washington era falsa. Como tantas que los medios en todo el mundo fabrican sin cesar en su cruzada delirante contra Trump. La página estaba siendo restaurada. No hubo fe de errores o «mea culpa» de nadie. ¿Honradez para qué? Si es contra Trump.
Da igual que esa noticia fuera tan falsa como otras, porque Trump merece esos insultos, según han decidido las almas pías. En todo hay motivos para la siguiente carga de exabruptos en las radios, las teles y la prensa. Trump además está decidido a cumplir sus promesas. Esto horroriza más a la derecha española que a la izquierda. Esta derecha que jamás se atreve a acabar con los hechos consumados que genera la izquierda con sus reformas devastadoras en lo moral, político, cultural y económico que la cobardía conservadora siempre hace irreversibles. Trump va a combatir la peste cultural de la corrección política que ha llevado a los extravíos últimos de la deriva sesentayochista que ha sido el obamismo. Y ya está desmantelando la red de financiación norteamericana de enemigos de la sociedad abierta en la ONU y fuera de ella. Se puede estar en contra. Pero no negar el derecho a EE.UU. a tener otra política distinta. Otro tanto ha sucedido con el muro en la frontera con Méjico. Que comenzó Bill Clinton hace más de veinte años. Todo el mundo está ahora histérico porque lo quiere completar Trump. Se oyen ridiculeces obtusas como que viola los derechos humanos el hecho de que EE.UU. tenga una frontera que se respete y no sea un coladero. Ya pasó con el húngaro Viktor Orban cuando fue el único en la UE que cumplió las leyes frente a la masa de refugiados. Y construyó una valla fronteriza. Le llamaron fascista, pero todos los vecinos tienen ya la misma valla. Y ha traído orden. Y frenado el atropello y la ilegalidad. Trump tendrá que arreglarse con Méjico como con los países con los que deja de tener acuerdos multilaterales. Lo hará. EE.UU. tiene derecho y soberanía para cambiar su política. Y siendo Trump como es, habrá sobresaltos siempre. Pero el periodismo, también en España, debería tomarse una tila, porque el ridículo que hace desde que apareció Trump en escena alcanza ya niveles delirantes.
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