jueves, septiembre 21, 2017

Una de las historias más ocultas de la dictadura. Tania Díaz Castro desde Cuba sobre los bandidos y traficantes que ayudaron a Fidel Castro a llegar al poder

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Guillermo Fariñas Hernández  en su artículo LA HISTORIA NO ES A CAPRICHO escribe :

Con respecto a la llamada Revolución Cubana, ha ocurrido lo mismo. Muchos de sus gestores, ahora vivos o muertos, eran simples delincuentes comunes. Pero por conveniencias políticas, los redactores de la particular historia de la épica fidelista, prefieren ocultar estos escabrosos pasados personales.

El Comandante de la Revolución Guillermo García Frías, al integrarse a la filas del Ejercito Rebelde del Dr. Fidel Castro Ruz, se desempeñaba como matón y proxeneta de cuatro prostíbulos en la Sierra Maestra. El fallecido Comandante Crescencio Pérez era el mayor cuatrero de esa misma zona montañosa.

Antonio Enrique Lussón Batlle, General de División y Héroe de la República de Cuba, quién hoy es Jefe de la Tropas Especiales del Ministerio de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, al entrar a la tropa de Castro era solo un simple camionero, pero a la vez, era el mayor transportista de marihuana de la oriental serranía.

Que decir del también ya finado General de División Raúl Menéndez Tomasevich, famoso por ser especialista en lucha anti guerrillera tanto en la Sierra del Escambray como en la República Popular de Angola. El Viejo Tomás, como era conocido por sus jefes, fue antes un gran estafador de bancos.
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Tomado de https://www.cubanet.org

Una de las historias más ocultas de la dictadura

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Los bandidos y traficantes que ayudaron a Fidel Castro a llegar al poder
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De izquierda a derecha : Guillermo Garcia, Ernesto "Ché" Guevara, Universo Sanchez (primer guardespalda que tuvo Fidel y que después de la revolución asesinó a sangre fríaa por discusiones prsonales a otro militante comunista), Raul Castro, Fidel Castro  y  Crescencio Perez, Jorge Sotús y Juan Almeida, Foto (UPI)

Por Tania Díaz Castro
Julio 21, 2017

LA HABANA, Cuba.- Una de las historias más ocultas de la dictadura castrista es la participación que tuvieron numerosos bandidos en las guerrillas comandadas por Fidel y Raúl Castro, durante los años 1957 y 1958.

Crescencio Pérez Montano fue uno de ellos. Su historia verdadera ha sido borrada de la Revolución Cubana.

Está más que claro que Fidel Castro siempre ha mentido en relación a cómo se formó el Ejército Rebelde del Movimiento 26 de Julio. Vamos por pasos: La Sierra Maestra era, desde mucho antes de su llegada, el mejor refugio para bandidos y criminales.

En diciembre de 1956, luego del rotundo fracaso del desembarco del yate Granma en las costas orientales, muertos muchos de sus 82 expedicionarios y disperso el pequeño grupo de sobrevivientes, se fundó una guerrilla gracias a Crescencio Pérez. El propio comandante Faustino Pérez dijo que sin la ayuda de ese hombre de unos sesenta años, ninguno de ellos hubiera sobrevivido al hambre. Tanto fue así que un día escribió el Che: “Cogimos diez mil cabezas de ganado y dijimos a comer”.

Crescencio aparece en los primeros documentos de la enciclopedia Ecured: “Una figura de prestigio como viejo luchador contra la Guardia Rural desde Machado, querido por unos y temido por otros y presentado por Celia Sánchez a Fidel, unos días después del desembarco del Granma”.

Pero, ¿y qué más? ¿Qué ocurrió que su nombre desaparece del mapa, Raúl Castro no lo menciona y mucho menos Fidel en sus repetidos discursos durante más de medio siglo?

Gracias a la célebre investigación del historiador británico Hugh Thomas, sabemos la verdad sobre este famoso bandido, tan parecido a Pancho Villa y a Augusto César Sandino.

Acusado de asesinato, Crescencio era dueño del monopolio de la producción y venta de marihuana en la Sierra Maestra, tenía ochenta hijos ilegítimos y bajo su mando tenía a cien campesinos, prófugos de la justicia.

Pero muy conocedor de la zona, fue él y dos de sus hijos, Sergio e Ignacio, quienes pudieron dar con los expedicionarios perdidos y llevarlos hasta Fidel.

Los que escribieron después sobre cuántos eran los sobrevivientes, nunca se pusieron de acuerdo. El 4 de enero de 1959, Camilo dijo que eran ocho; Ameijeiras que eran nueve; el Che diecisiete, aunque luego dijera quince. Pero Fidel y Raúl Castro aseguraron que eran doce, cifra que se mantiene hasta hoy, seguramente en alusión a los apóstoles de Cristo o a los hombres de Carlos Manuel de Céspedes. Así se fundó el Ejército del Movimiento 26 de Julio. Y Fidel nombró entonces a Crescencio Fundador de la Revolución Cubana, tal como aparece en viejos documentos de esa gesta histórica.

Juntos los sobrevivientes, Crescencio le propuso a Fidel poner a sus campesinos bajo sus órdenes. Es curioso que el líder máximo, necesitado de hombres, sólo aceptara a unos veinte, alegando que no todos estaban armados. En la entrevista de cien horas que tuvo con Ignacio Ramonet, sólo dijo que “numerosos campesinos se habían sumado a la guerrilla”, pero sin aclarar que eran los bandidos de Crescencio. Ni siquiera menciona que le dio al nuevo amigo grados de comandante.

Esa es la razón por lo que la historia de Crescencio hoy es silenciada por la prensa nacional y por los historiadores oficialistas.

El Che Guevara, por aquellos meses, admitió, refiriéndose a ellos, que les faltaba “un espíritu forjado en la lucha, una conciencia ideológica clara”: Algunos de los hombres de Crescencio, que habían luchado en Alegría del Pío, “después huyeron como conejos”, según testimonio del Comandante Guillermo García. ¿Sería por eso que Fidel los reunió a todos para decirles: “La insubordinación, la deserción y el derrotismo, se castigaría con el paredón”?

Otro de aquellos bandidos, Eutimio Guerra, fue fusilado poco después como traidor.

El 17 de febrero llegó Herbert Matthews a la Sierra Maestra para entrevistar a Fidel. Decenas de hombres desfilaron con Raúl ante los ojos del periodista, rápidamente y a una distancia prudencial, en la penumbra de los matorrales. Eran los bandidos de Crescencio.

Este hecho hoy nos obliga a pensar que se hizo así para que no pudieran ser descubiertos en las fotos como prófugos de la Justicia y no lo que han declarado Fidel y Raúl, que fue para dar la impresión de que ya se tenía un Ejército.

Así comenzó la historia.

Crescencio, según Ecured, murió en 1986. Fue enterrado en el cementerio de Jiguaní. Durante sus casi treinta años de vida en La Habana, seguramente entre comandantes y generales, nada se sabe.

Habría que preguntarle a Raúl.