Carácter actual de la resistencia en Cuba y sus causas fundamentales
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Quizás no se sepa que esa resistencia pasiva erosiona constante y sistemática, va debilitando al régimen en la profundidad de sus propias entrañas
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Por Pedro Campos
La Habana
26/12/2017
Quien no conozca el nivel de represión que hay en Cuba y solo entienda la resistencia como actos de enfrentamiento abierto contra el régimen, estaría subestimando la enorme y variada oposición que viene realizando el pueblo cubano a lo largo de las casi seis décadas de castrismo.
Es ampliamente conocida, la oposición armada en las ciudades, la invasión de Bahía de Cochinos y la lucha guerrillera en el Escambray, en los primeros años, que terminaron con varios miles de muertos, más de 100 mil encarcelados y más de un millón de exiliados.
Sin embargo, la que siguió, más silenciosa, después del aplastamiento de aquella gran oposición, en parte es desconocida y hasta minimizada su importancia. Hoy se sigue informando más sobre la confrontación abierta que realizan algunos grupos, sin duda heroicos, como la que realizan las Damas de Blanco, los que salen a protestar con carteles, los que efectúan costosas huelgas de hambre y otras por el estilo, que sobre la resistencia pasiva de las mayorías.
No faltan los que injustamente critican la “desidia y permisibilidad” de los cubanos de dentro, a los que se califica en ocasiones de colaboracionismo con el castrismo, acomodados al mal vivir, cuando no de cobardes y hasta los grupos que hacen más resistencia abierta se les pide y exhorta a acciones de mayor confrontación.
Esa perniciosa propaganda tiende a crear estereotipos de rechazo hacia la desobediencia pasiva interna, lleva a dividir a los cubanos de ambas orillas y, sin saberlo, le hace el juego al régimen, en tanto que invisibiliza el amplio rechazo de la gran mayoría del pueblo y los trabajadores cubanos, lo cual favorece la propaganda castrista internacional que proyecta una imagen irreal de tranquilidad, control de la situación y apoyo.
Quizás no se sepa que esa resistencia pasiva erosiona constante y sistemática, va debilitando al régimen en la profundidad de sus propias entrañas.
La idea de que la rebeldía solo es la que llama la atención pública, la que lleva a la cárcel o genera víctimas de golpizas y mítines de repudio, que muestran la vileza del régimen, no tiene en cuenta que el otro tipo de represión sistemática, abusiva, organizada y sofisticada del régimen obliga a la resistencia a manifestarse de forma más encubierta, pero masiva.
No se debe olvidar que los métodos represivos y disuasivos comienzan en la escuela con esa educación que endiosa a los Castro, sanciona moralmente al diferente, enaltece la “violencia” en la historia cubana, denigra la democracia y presenta a EEUU como el gran enemigo de Cuba y la humanidad, desconociendo y hasta denigrando en ocasiones las tradiciones de luchas pacíficas, políticas y democráticas del pueblo cubano.
Las imposiciones se continúan con la explotación abusiva y semiesclava del Estado, el mayor empleador, y el único hasta hace poco, al que están sometidos los trabajadores asalariados, los que deben estar “agradecidos a Fidel y a la Revolución” —chantajeados será— por garantizarles “trabajo”, una magra ración alimentaria, junto a salud y educación de baja calidad subsidiadas no por el Estado, sino por los salarios de miseria que paga.
Así se ha ido creando un permanente sentido de intimidación que ha llevado a la peor de todas las censuras: la autocensura, como consecuencia de la ausencia de las libertades democráticas, la inexistencia de un Estado de derecho, el conocido control de la seguridad del Estado sobre el propio PCC, los diferentes niveles de Gobierno, las organizaciones políticas y sociales y en todos las entidades estatales, sean de producción y servicios; la vigilancia cuadra por cuadra de todos los ciudadanos; la creada presunción de que en todas partes hay un agente de la seguridad y los conocidos chequeos de teléfonos, correspondencia, correos electrónicos y de otros tipos.
Sin embargo, en el país hay una verdadera rebelión silenciosa, a pesar de todo eso y de la represión abierta y desalmada contra los grupos y personas pro-democráticos y librepensadores y contra los periodistas independientes con detenciones, cárceles, juicios amañados, mítines de repudio, expulsión de centros de trabajo, cierres de licencias de trabajo privado, incautación de medios, hostigamiento a sus familias, prohibiciones de salida del país, etc.
Y es que cada cual hace la protesta a su manera y como puede. Junto a los opositores políticos y los periodistas independientes que dan a conocer al mundo toda la arbitrariedad y abuso en que se basa ese sistema estatalista, está la amplia disidencia del oficialismo y la abierta disidencia socialista y de izquierda, que con sus críticas y propuestas demuestran todo lo absurdo del castrismo y ofrecen alternativas para otro mundo posible.
Existe la crítica permanente de la intelectualidad cultural con sus programas en los propios medios castrista, su literatura, pinturas, humorismo, teatro y películas contestatarios. Está la insubordinación de los reguetoneros con letras que denuncian el régimen y el sistema de vida en Cuba y la de las redes de computación que escapan al sistema de control estatal. Súmense los actos de rebeldía que implican la decisión de emigrar de millones de personas.
Además, está la desobediencia civil que hacen cientos de miles de trabajadores privados y cooperativistas, registrados o no por el estado, que además de romper sus cadenas con el explotador Estado, trabajan por fuera del mismo y en su contra porque violan impuestos, compran y alimentan el mercado extraoficial, sobornan a inspectores, funcionarios de la ONAT y de las administraciones locales y le hacen la competencia exitosamente a las empresas estatales, absorbiendo económicamente el sistema.
Por otro lado, se encuentra la indocilidad de los campesinos que se las arreglan para seguir vendiendo sus productos fuera del mercado oficial, sin pagar impuestos por ello; la de los transportistas privados que se las arreglan para seguir viviendo y funcionando a contrapelo de todas las arbitrariedades del Estado.
Pero, especialmente, está el enfrentamiento silencioso de millones de trabajadores estatales desviando cada recurso posible, trabajando a paso de jicotea y haciendo insostenible el sistema estatalista de explotación asalariada para beneficio de la alta burocracia, que ya no encuentra qué inventar para tratar de hacer funcionar el inservible sistema. Incluso, está la complicidad de la burocracia más pegada a la base que coparticipa con los trabajadores en los desvíos que el gobierno llama robo y que compensan los bajísimos salarios de miseria.
Esa resistencia generalizada más menos silenciosa, ha ido creciendo una por la polarización generada por el mismo sistema entre la burocracia explotadora y el pueblo explotado y la incapacidad del castrismo para buscarle solución a ésta y demás contradicciones del sistema.
En la medida en que ese movimiento de protesta, de sentido prodemocracia y libertad económica, se junte y tome conciencia de sus capacidades, se estarán creadas las condiciones para que esas fuerzas puedan jugar un papel positivo en el cambio necesario.
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