Alejandro González Acosta: Fulgores de Fulgencio (VIII) Octavo de una serie
Tomado de https://www.cubaencuentro.com
Fulgores de Fulgencio (VIII)
Octavo de una serie
Por Alejandro González Acosta
Ciudad de México
02/01/2018
Tirano no: arquitecto de la nación
Como Menocal antes y Batista después, Machado quiso extender su paso por el poder de tal modo que le permitiera culminar su obra: los breves tiempos republicanos son implacables y crueles para los mandatarios constructores. A los Presidentes Arquitectos no les bastaban cuatro, seis u ocho años para lograr su propósito. De ahí sus deseos de prolongar sus períodos. Y es que La Gran Muralla de China, El Escorial y Versalles necesitaron muchos años para ser realidades... Para ello, Machado logró que reformaran la Constitución de 1901, pero también es cierto que, aunque en su segundo período de Gobierno fue un candidato único, porque ante su popularidad la oposición se retiró de la contienda (pero legalmente podía presentar candidatos), resultó elegido en 1928 con una masiva participación de la población. Machado es llevado como candidato único en las insólitas elecciones de 1928 por los tres partidos políticos entonces existentes: Liberal, Conservador y Popular.[1]
Con Machado terminó definitivamente el período del patriciado cubano que había comenzado con Céspedes y culminó quizá con Menocal. Don Gerardo fue el último general de la Independencia que fue Presidente; después vinieron coroneles, hijos de generales —de mentiritas— y sargentos. Hasta que llegó el Comandante y mandó no sólo a parar, sino ir hacia atrás. Es simbólico que el suceso bélico definitivo que le abrió las puertas al poder fue un tren descarrilado… Resultó toda una premonición: lo mismo iba a ocurrir con el país.
Lo que pretendieron realizar los mandatarios constructores, fue una idea de Cuba que feneció, al contacto con el mundo moderno. Como arrepentida con un sentido de culpa judeocristiana por el disfrute de sus primeras décadas exitosas, a pesar de todos los pesares, los cubanos, eternos conspiradores, comenzaron a confabularse contra ellos mismos, y alcanzaron en pocos años un éxito estruendoso: consiguieron su propósito de minar el país y al mismo tiempo cavar su propia tumba. Castro nació no con el 10 de marzo de 1952, sino con el 12 de agosto de 1933. Y “Castro” no fue tal, sino la condensación de ese sentimiento de autodestrucción de los cubanos, que quizá se sintieron muy culpables por ser tan felices: necesitaban aquel “mayoral” redentorista, el administrador severo que ajustara las cuentas del batey nacional, que pidió en su Diario a gritos asmáticos Lezama Lima desde su minúsculo departamento en el barrio de Colón. Lezama (como muchos más) coqueteó con los másculos Yarini y Pato Macho. Y al final, lo sodomizaron. Con mucha razón, Néstor Díaz de Villegas lo ha llamado el “San Juan Bautista de Fidel Castro”.
Sobre Machado y Batista pesa un sino discriminatorio muy parecido, que ha tratado de descalificarlos por el origen familiar o su preparación cultural. Esto es tanto más significativo, puesto que las críticas y burlas parten de supuestos sectores “ilustrados y progresistas”, quienes dicen oponerse contra las posturas racistas y elitistas: los que más cruelmente los atacan por iletrados y groseros son aquellos que nacieron en una “cuna de oro”, envueltos por pañales de encajes.
Es al menos muy curiosa la inclinación que tienen ciertos líderes “progresistas” de origen privilegiado para descalificar a sus opositores, apelando a su extracción social o “falta de cultura”: tanto Machado como Batista tuvieron orígenes sumamente humildes, que son muy conocidos, pues tampoco los ocultaron, sino, todo lo contrario, hasta los enaltecieron como pruebas de su afán de superación y servicio. Partiendo de principios muy modestos, después, por su esfuerzo y talento, alcanzaron una posición social mucho mejor. Fueron los típicos selfmademen cubanos. Los personajes históricos inspiradores para Batista fueron Bonaparte y Lincoln, aunque en política siguió a San Martín. A Machado, sin embargo, un señorito de clase rica —y hasta aristocrática, pues su familia aceptaba la idea que provenían en línea materna de la casa real de Castilla, teniendo por uno de sus antepasados al Infante Don Juan Manuel, autor del Conde Lucanor— como Rubén Martínez Villena, lo llamó “el asno con garras”, y se burló de su falta de cultura (porque “no sabía qué era el comunismo”, pero él sí). Después este doncel criollo fue a tratarse en un sanatorio soviético para tuberculosos, donde lo desahuciaron, y regresó a su patria desdeñada, cuando lo atendieron mucho mejor de su mal ya entonces incurable. Y al parecer, el famoso asesinato de Julio Antonio Mella en México no fue ordenado por Machado, sino por Stalin, encargándolo al eficaz agente Vittorio Vidali, el James Bond de la KGB, quien de paso también liquidó a la única testigo molesta, a “la chica Bond”, Tina Modotti, provocándole un infarto dentro de un taxi “ruletero” mexicano. Años después, un antiguo camarada de Mella, el incontrolable Sandalio Junco, también caería eliminado por las balas de otros agentes estalinistas.
Y al otro, su coterráneo holguinero que tuvo el privilegio de contar con un padre rico quien le pagó estudios en caras escuelas privadas hasta la universidad, le espetó el de “ignorante sanguinario” y de “sátrapa monstruoso”. Lo que este último ejecutó contra su propio país, ha dejado reducida a escala microscópica todo aquello que atribuyó a su antecesor. Y hasta se permitió, perturbadoramente amigable, recomendarle lecturas: en su biblioteca de Kuquine le deslizó sibilinamente que debía leer Técnica del golpe de Estado del fascista italiano Curzio Malaparte…
Tanto Rubén Martínez Villena como Fidel Castro Ruz disfrutaron del privilegio de ser “niños bien”, educados en buenos colegios, y contaron con el apoyo económico de sus familias, mientras Machado y Batista debieron hacerse ellos mismos, construirse un futuro y crearse una posición. Así, ambos eran mucho más proletarios que sus aristocráticos y privilegiados detractores de izquierda, quienes se arrogaron el derecho de hablar en exclusiva “por la clase obrera”, con la que no tenían otro contacto que para ordenarles sus deseos y caprichos…
Machado, cuando llega al poder por primera vez, ya tenía por sus méritos una posición económica sólida, y aunque su capital personal se calculó entonces en un millón de dólares de los de 1924, de joven fue carnicero, trabajo donde perdió dos dedos de la mano izquierda. Batista, cuando alcanza una posición política destacada, ya era propietario —junto con otro sargento— de una Academia de Taquigrafía, y poseía un modesto automóvil de los pocos que circulaban por las calles de La Habana en esa época. Mientras, sus detractores Villena y Castro nunca tuvieron manos callosas ni trabajo conocido, salvo pasantías en despachos de abogados. Ambos fueron sostenidos por sus padres, y sus lujosos y potentes coches eran obsequios de estos.
Machado puso fin al irresponsable relajo permisivo de Alfredo Zayas y al cínico robo descarado de José Miguel Gómez, con una mano severa, más que dura, muy necesaria en aquellos momentos difíciles cuando la recién nacida república amenazaba desintegrarse, confirmando todos los antiguos temores de una incapacidad congénita de los cubanos para gobernarse. Y le tocó en suerte además enfrentar los primeros golpes del comunismo internacional, que desde fecha muy temprana fijó su mirada ambiciosa en la estratégica isla. Suele olvidarse que uno de los primeros objetivos de la geopolítica soviética apenas triunfante, fue el control de la joven e inexperta república cubana, como útil trampolín para el continente americano. Ese interés geopolítico le costó la vida a Mella, entre otros.
Si de la Cuba actual se suprime lo que construyeron Machado y Batista (también Menocal), sólo quedarían El Morro y otras fortalezas… y algunos bohíos… El espantoso y decadente conjunto habitacional de Alamar resalta por su rotunda y precaria fealdad. Ni aún la Escuela de Arte de Cubanacán ha podido terminar el régimen cubano después de casi 60 años. A lo mejor deciden volverla a convertir en el campo de golf original para entregárselo a alguno de los “delfines castristas”.
Néstor Díaz de Villegas ha hablado con fundados argumentos del estilo batistiano de arquitectura, una combinación del neocolonial hispano, con toques californianos y algo de futurismo italiano y Bauhaus, con materiales autóctonos, como la cantera de Jaimanitas, y la inclusión de tinajones camagüeyanos, en una subespecie de eclecticismo caribeño, donde después Félix Cabarrocas integrará hasta elementos de las construcciones clásicas mayas y aztecas.
Hoy, la tan odiada Habana por Castro, es, a pesar suyo y de todo lo que ejecutó contra ella, el más admirable, aunque ruinoso, monumento del crecimiento y la pujanza que impulsó aquel militar constructor. Ese es su peor castigo. Durante toda su vida Fidel Castro no sólo debió transitar por las calles de una ciudad construida por su enemigo, sino que hasta vivió y trabajó en construcciones edificadas de acuerdo con el diseño de su detestado predecesor, como el conjunto de la Plaza Cívica de la República, luego bautizada alevosamente como “de la Revolución”.
Quizá la revolución cubana sea la única de las de su tipo en el mundo que no legó ninguna evidencia constructiva significativa ni de mérito artístico. Las Escuelas en el Campo, galpones monótonos y disfuncionales, fueron la expresión rural de una arquitectura que sólo tuvo algunos pálidos reflejos alentadores en el inusitadamente lujoso restaurante “Las Ruinas” (nombre de rara elocuencia) del Parque Lenin, donde también emplazó su monstruoso monumento al líder soviético, y las patéticas casas del “médico de la familia” de fugaz y muy precaria existencia, sin un concepto constructivo propio. En cambio, el mismo Batista impulsó tempranamente, además de las grandes edificaciones civiles y lujosas que mostraban una economía activa, la interesante experiencia de las Escuelas Rurales Cívico Militares (creadas el 27 de febrero de 1936).
Todo el mundo se volcó contra Batista: tumbarlo a como diera lugar fue la consigna, en un asombroso gesto de irresponsable ceguera política y social. Quizá molestó demasiado su origen humilde a los encopetados, que prefirieron apoyar con todos sus recursos a un pepillo blanco de la clase rural adinerada, quien nunca había doblado el lomo. Dicen los árabes que uno debe pensar muy bien lo que pide a Dios, porque este puede concederlo. A los cubanos (al menos la mayoría entusiasta y gritona) se les hizo el espantoso “milagro”: se les dio exactamente lo que solicitaron y aún lo siguen pagando. Hoy muchos —incluso los que ni habían nacido— lo estamos pagando todavía.
Contra Batista se enfilaron todos los cañones de la crítica y la descalificación, se le negó el agua y el pan, y se calificó su legado como un baldón. Quizá por ahí provenga el odio iconoclasta de Castro quien, no pudiendo competir contra él en edificar, lo ha superado con creces para destruir. Con Batista, todos los males llevaron su nombre, y todos los dones se le atribuyeron graciosamente a su contrincante: A los cubanos nos salió el tiro por la culata y resultó exacta y cruelmente lo contrario de aquello que se pretendió.
[1] Ver: David Canela Piña, “Gerardo Machado: ¿fue realmente el Asno con Garras?” Cubanet, 23 de Junio de 2014.
© cubaencuentro.com
Fotos y apuntes del Bloguista de Baracutey Cubano
- El desarrollo de planes arroceros en Cuba, pues afectaba a los intereses de los arroceros norteamericanos de la cuenca del Mississippi. Cuba llegó a exportar arroz. El Paln de Alonso de Rojas, Pinar del Río, fue uno de ellos.
- La decisión de construir un molino de harina en Santiago de Cuba que le quitaba el monopolio al molino ubicado de La Habana, que era de propiedad norteamericana.
- El desarrollo en Cuba de la industria de aceites vegetales, pues afectaba a los exportadores norteamericanos de manteca o grasa de cerdo, la cual no era consumida por los norteamericanos.
- Ventajaseconómicas a una planta de Niquel, de la cual Batista era uno de sus accionistas, que perjudicaba a la otra planta que existía en el país, la cual era norteamericana.
- Cuando se fue a renovar el parque de ferrocarriles, que estaban nacionalizados, las locomotoras se las compraron a los alemanes en lugar de comprárselas a la norteamericana General Motors,
- La decisión de construir un molino de harina en Santiago de Cuba que le quitaba el monopolio al molino ubicado en La Habana, que era propiedad norteamericana.
- El papel de la prensa cubana se compraba a Estados Unidos, lo cual fue afectado cuando Cuba instaló varias papeleras que usaban bagazo de caña como materia prima.
- Se iba a llevar a cabo una revisión de las tarifas proteccionistas que perjudicaría a los Estados Unidos.
- Planes para producir materias en Cuba que hasta el momento eran compradas fundamentalmente a los Estados Unidos; uno de esos materiales era el cemento. Dos marcas de cemento que recuerdo eran Santa Teresa y El Morro.
- Una compañía norteamericana cuyo presidente era hermano del entonces Presidente de los Estados Unidos Dwight Einsehower hizo gestiones para que la obra del túnel de la bahía de La Habanase la adjudicaran a su compañía, pero Batista se opuso a esas gestiones y la puso en licitación para que el proyecto mejor y más barato fuera el escogido. Una compañía francesa se ganó la obra.
Pero con las medidas norteamericanas puramente económicas contra el régimen de Fulgencio Batista no se agotaron las medidas en contra de dicho régimen: un EMBARGO DE ARMAS al régimen de Fulgencio Batista, el cual estaba enfrascado en reprimir la subversión armada que existía en el país, fue una de las medidas más dañinas para el futuro de Cuba ... y el de muchos otros países, incluyendo, en cierta medida al de los EE.UU., pese a que durante la lucha contra el régimen de Batista el tirano Raúl Castro había secuestrado a civiles y militares norteamericanos (Operación Antiaérea) y dió ordenes de atacar el acueducto de Yateritas que daba abasto de agua a la Base Naval de Guantánamo de los EE.UU. en Cuba.
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