Alberto Roteta Dorado: Learn English, la utopía del futuro presidente cubano.
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27 de marzo de 2018
Este ha sido, sin dudas, uno de los elementos de mayor peso a la hora de ponernos a especular – y lo pongo en plural porque me incluyo entre los autores que en algún momento nos hemos referido al polémico tema de la sucesión, la posible transición, las pseudoelecciones, los escogidos, o como se le quiera decir al próximo desenlace de la dictadura castrista– acerca de quién ocupará el puesto de presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de Cuba, lo que equivale a ser el presidente del país y que el dictador Fidel Castro con semejante nombre quiso envolver entre la rimbombancia y la ridiculez.
Pero no es justamente a las razones por las que Díaz-Canel pudiera ser el sucesor del poder en tan solo unos días a lo que quiero referirme, sino a dos puntos de sus observaciones durante el balance del Ministerio de Educación Superior, aunque como es de suponer no podemos dejar de adentrarnos en el tema de la sucesión si de Díaz-Canel se trata.
“El dominio de una lengua, además de la nativa, es hoy requisito en el mundo moderno, y Cuba no puede quedar atrás”, expresó el dirigente comunista, y este es el tema que abordaré en un primer escrito, dejando para otra ocasión lo referente a la creación del Observatorio Social Universitario, proyecto cuya finalidad es vigilar la actividad “subversiva” dirigida a los jóvenes y que ocupara parte de la intervención del ministro.
Esto visto a la ligera pudiera parecer insignificante toda vez que no se trata de nada novedoso, y que como bien ha precisado, es una tendencia en el mundo entero la enseñanza de otra lengua además de la propia del país.
No obstante, tratándose de Cuba, y conociendo la crisis por la que atraviesa su sistema educacional como consecuencia del caos sociopolítico de la nación, la afirmación del otrora ministro del MES resulta una verdadera utopía, por cuanto, antes de promover la necesidad del aprendizaje del idioma inglés – algo que además no es nada nuevo en el sistema de enseñanza en Cuba– deberá priorizarse la enseñanza de la lengua materna, lo que al parecer se ha descuidado sobremanera durante las últimas décadas y que puede ser comprobado si analizamos la expresión oral y la manera de escribir de los cubanos de las últimas generaciones, incluyendo los graduados universitarios – no porque los considere elegidos, sino porque esto presupone un mayor nivel educacional–.
Consúltese los sendos comentarios llenos de incoherencias y con garrafales errores ortográficos, y lo que pretenden compartir a través de las redes sociales, tan de moda por estos tiempos, o presten atención a las conversaciones de los jóvenes cubanos para que se tenga una visión precisa que justifique mi hipótesis.
Este mal educacional no es un fenómeno exclusivo de Cuba, sino que se extiende por gran parte del mundo actual y que ha podido ser comprobado por quien redacta este artículo en varios países de América, incluyendo los Estados Unidos, en los que los educandos de nivel medio y de enseñanza preuniversitaria son incapaces de ubicar en un planisferio los continentes, desconocen la existencia de muchos países de Europa y no tienen idea acerca del idioma que se utiliza en varias naciones, por solo citar algunos ejemplos.
Pero como me estoy refiriendo a un hecho concreto de Cuba me limito a analizar la problemática de la pésima calidad de la educación en el contexto cubano, algo que comenzó en los años iniciales de la llamada revolución, en los que al propio tiempo que se emprendía la campaña de la alfabetización – con fines más propagandísticos y con intereses muy particulares del incipiente castrismo para ganarse a las masas iletradas y obtener su apoyo en sus futuras fechorías– se sustituía a los verdaderos pedagogos titulares con que contaba la nación por los improvisados “maestros revolucionarios” que iniciaron el proceso de politización de la enseñanza guiados por los líderes políticos.
Años más tarde, en 1972, en medio de una crisis por el déficit de maestros, aunque en sí se dijo que fue producto de la gran cantidad de educandos que concluía la enseñanza primaria, se creó el Destacamento Pedagógico Manuel Ascunce Domenech, con lo que no solo se garantizaba la “enseñanza”, sino el proceso de adoctrinamiento político, por cuanto el destacamento significó una “tarea de vanguardia para la juventud cubana, con un profundo contenido político y de compromiso con la obra de la Revolución”, según los cánones oficialistas de la isla.
Ya para estos tiempos resultaba patente la diferencia entre los maestros tradicionales que quedaron insertados en la enseñanza y los jóvenes improvisados, en su mayoría militantes de la juventud comunista, los que comenzaron a invadir con su vulgaridad, su indecencia y su mala preparación el proceso educacional cubano.
La concepción del buen maestro cambiaría al ocupar el protagonismo la “actitud revolucionaria” del docente en la medida en que se desplazaba y se relegaba a un segundo plano sus conocimientos y sus aptitudes para enseñar.
Así las cosas, y entre una crisis tras otra, fue necesario el proyecto de formación de maestros emergentes, algo que nacía justo con el comienzo del siglo XXI. Ya para estos tiempos el régimen admitió otras razones bien distantes al crecimiento vertiginoso de las matrículas escolares. Ahora, además de incriminar – como es habitual– al “bloqueo imperialista” había que señalar la dura situación ante el reciente derrumbe del campo socialista y los estragos del llamado período especial, aunque las fuentes oficialistas hacen mención a la desmotivación vocacional por las carreras pedagógicas.
Como es lógico estos jóvenes que fueron formados por profesores improvisados durante su enseñanza primaria y secundaria, y que ahora en solo unos meses se convertían en maestros no resolvía absolutamente nada, excepto la imagen pública ante la idea de que existen maestros que garantizan la enseñanza primaria en el país, aunque dichos maestros no sepan escribir, carezcan de capacidad expresiva, jamás leyeron las grandes obras de la literatura universal, no sepan las capitales de los países más importantes ni el idioma utilizado en ellos; pero además en el aspecto político –ese que tanto les interesa a los comunistas cubanos de las altas esferas– desconocen los símbolos patrios, no son capaces de escribir correctamente la letra del himno nacional cubano, ignoran quien fue Celia Sánchez, Aidé Santamaría, Melba Hernández, Carlos Rafael Rodríguez, Osvaldo Dorticós o Armado Hart a pesar de sus fuertes vínculos con el régimen cubano.
Así que ante esta idea del futuro presidente de Cuba sobre la necesidad de Learn English como en cualquier nación del mundo, donde además de la lengua nacional se aprende otra, creo que lo mejor será dejarlo como una opción futura y priorizar una campaña emergente de neoalfabetización que pueda enmendar el actual engendro comunista.
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