jueves, noviembre 14, 2019

Germán M. González desde Cuba: Habana, hermosa Habana…. Cuando alguien decía en la Cuba republicana: ¡Qué cosa más grande!, la réplica usual era: Grande es La Habana y se barre diariamente. Y ciertamente se barría

 Nota del Bloguista de Baracutey Cubano

Sobre la República de Cuba antes de 1959, sus Presidentes y la clase política cubana les recomiendo el excelente libro La Verdadera República de Cuba,  cuyo autor es  Dr. Antonio Cao Mendiguren, ya fallecido,  aunque no estoy de acuerdo con algunas de sus interpretaciones  pero los hechos están ahí. En una parte del libro se lee:  

 ¨Cabe decir que aquellos pensamientos de 1913 expresaban una realidad  porque esa nación  se alcanzó muy pronto  en décadas posteriores,  aunque en 1959  fue demolida por los que  usurparon el poder, y ha sido vilipendeada  por una oleada de intelectuales comprometidos o  mediocres. El testimonio de ello es que Cuba ocupaba  las primeras posiciones  en todos los renglones de los anuarios de las Naciones Unidas  para la América Latina. Y hay que reconocer que estos logros  tan destacados  no se hubieran podido conseguir  si nuestros gobernantes, y a pesar de sus errores,  no hubieran tenido interés  y acierto para  resolver los problemas de la sociedad cubana, si nuestros legisladores no nos hubieran  dado una legislación avanzada  y moderna, o si el  pueblo cubano no hubiera estudiado  y trabajado  para superarse. El pueblo cubano era exigente  y siempre aspiraba  a lo mejor, pero tenemos  que acusarnos  de un pecado,  y es que  cuando no lo lográbamos plenamente, en vez de analizar  los fallos  y aplaudir lo logrado, prodigábamos una crítica irresponsable.¨ (Cao, 2008, p. 87)

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Por cierto: ¿Quién o quiénes se robaron las anteriores  láminas de oro del Capitolio? No me digan que Batista se las llevó en el avión.... En https://www.cibercuba.com/ se lee:
 El 20 de mayo de 1929 fue inaugurado oficialmente el Capitolio de La Habana. Recién acaba de cumplir sus 90 años y se encuentra en la fase final de un profundo proceso de restauración que lleva a cabo la Oficina del Historiador de la Ciudad.

Su cúpula dorada, de más de 90 metros de altura, volverá a ser el elemento más visible de este palacio cuando los expertos rusos terminen de colocar las láminas bañadas en oro que otrora lo caracterizaban.
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Habana, hermosa Habana…

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Cuando alguien decía en la Cuba republicana: ¡Qué cosa más grande!, la réplica usual era: Grande es La Habana y se barre diariamente. Y ciertamente se barría
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Por Germán M. González
Bauta-Artemisa
14/11/2019

San Cristóbal de La Habana, nombre fundacional, actualmente La Habana, es la capital de Cuba y su mayor ciudad. Fundada originalmente (1514) en la costa casi al sur de su ubicación actual los habitantes de la futura urbe se trasladaron primero para la desembocadura del río Almendares y finalmente a las inmediaciones de la bahía habanera cinco años más tarde, por tanto, en este 2019 se celebra el quingentésimo año de la fundación de la ciudad, cuyos hitos históricos más importantes son:

1561 la Corona española dispone que sea lugar de reunión de los navíos que procedentes de las colonias americanas para formar la Flota de Indias. 1592 Felipe II le otorga el título de Ciudad. 1649 una epidemia de peste extermina la tercera parte de la población. 1728 se funda la Real y Pontificia Universidad de San Jerónimo. 1762, una armada británica, con más de 50 navíos y 14.000 hombres ataca y luego de dos meses de asedio toma la ciudad. Once meses más tarde España recobra la ciudad a cambio de la península de la Florida.

Como consecuencia de la ocupación por los ingleses, La Habana —y Cuba en general— se abre al mundo, hubo mayor libertad de comercio y religiosa; se intensifica la infame trata de esclavos; surge la sacarocracia criolla a partir de desarrollo de la industria azucarera basada en la economía de plantación esclavista; se construye el primer ferrocarril en territorio español, quinto en el mundo y el primero en territorio de habla española.

Durante los siglos XVIII y XIX la ciudad crece, se derriba la muralla para construir los barrios extramuros con suntuosos edificios. Durante esa época se proyecta y termina en 1893 el Acueducto de Albear, una de las siete maravillas de la ingeniería civil cubana que aun abastece a gran parte de la ciudad.

No obstante esos progresos, en 1898, al cesar la dominación española La Habana era una ciudad insalubre, sin alcantarillado, poca dotación hospitalaria, el índice de analfabetismo alcanzaba el 42 % (60 % para toda Cuba) y para nada parecida a una urbe moderna en cuanto a los servicios públicos.

Derrotada España en la Guerra hispano-estadounidense-cubana:

El gobierno interventor estadounidense (1898-1902) fue en realidad pre republicano, pues todos los secretarios (ministros) alcaldes y gobernadores, así como el resto de las autoridades fueron cubanos, en su mayoría oficiales y altos oficiales del Ejército Libertador o civiles de notoria trayectoria, Juan Gualberto Gómez, Enrique José Varona y Carlos J. Finlay entre ellos.

Durante esos cuatro años se saneó la ciudad, se erradicó la fiebre amarilla, se organizó la salud y la educación pública y comenzó el desarrollo de los servicios de transporte, comunicaciones, etc.


(La crítica situación de la basura en La Habana Vieja, en esta foto de archivo.)

Con la instauración de la república en 1902 comienza el despliegue económico y social del país. Cuba es después de México el segundo en volumen de inversiones estadounidenses, recibe más de un millón de inmigrantes, de España, Asia y el Caribe; eso unido al crecimiento natural multiplica la población por cuatro en los próximo cincuenta años, el Producto Interno Bruto se multiplica por diez, la balanza comercial es sumamente positiva lo cual significa una moneda sólida, a la par del dólar estadounidense y en 1958 no existía deuda externa de consideración y sí una reserva en el Banco Nacional de más de 600 millones de pesos (igual al dólar).

Esto se refleja en la capital que se sitúa entre las primeras ciudades del mundo y puntera en América Latina en tranvías eléctricos, telefonía, radio, televisión, prensa escrita con más de 16 diarios y varias revistas entre las mejores del mundo hispano hablante. Digamos que en cada uno de esos temas La Habana estaba varios años por delante de las principales ciudades españolas.

Casi todos los hospitales actuales se construyeron en esa época, excepto el Hermanos Ameijeiras, al alcance de los vecinos del barrio o de las élites, pero no del común de los cubanos de adentro y de abajo y el CIMEX aún más exclusivo para extranjeros que paguen en divisas o pertenezcan a la élite militar y/o partidista, como en otras instalaciones (La Pradera, la clínica Cira García, por ejemplo). Las edificaciones hospitalarias al alcance del cubano de a pie hoy estaban ahí en 1958. La cifra de menos de 800 habitantes por médico es aun inalcanzable para muchas ciudades del mundo.

El sistema educacional contaba con una red de escuelas públicas donde impartían docencia graduados de las Escuelas Normales para Maestros, existían suficientes escuelas de enseñanza media (secundaria) y media superior (Institutos de Segunda Enseñanza) donde también impartían la docencia, profesionales altamente calificados. Además, se contaba con una amplia red de escuelas privadas, (religiosas incluidas) que complementaban el sistema educativo que garantizaba el 100 % de la escolarización existente. La población analfabeta inferior al 10 % con más de cien mil habitantes nacidos fuera de Cuba, la mayoría analfabetos al menos en español.

El comercio en la capital era de los más modernos del mundo. Abundaban ya los mercados de autoservicio, las cadenas estadounidenses (los populares tencent y otras) contaban con varias instalaciones y las humildes bodegas y carnicerías presentes en cada cuadra de la ciudad contaban con grandes anaqueles y refrigeradores de dos o tres puertas. El servicio de mensajería a domicilio estaba ampliamente difundido, nadie salía de su casa a comprar pan, leche, la prensa, medicamentos, etc.

También en la república se construyeron las vías que hicieron de la ciudad una urbe moderna, el túnel de la bahía, los dos túneles del Almendares; la avenida de Boyeros; calles 41; 31; 23; Quinta Avenida; Vía Blanca, Autopista del Mediodía, Calle 100, entre otras.

Mención aparte para la arquitectura cubana situada junto con Buenos Aires como la vanguardia de América. Lo mejor, más bello y funcional se edificó en la época republicana. De las siete maravillas de la ingeniería civil cubana cuatro se proyectaron y ejecutaron en La Habana, una en la colonia (acueducto de Albear), tres durante la república (Edificio FOCSA, Túnel de la Bahía, alcantarillado con sifón bajo la bahía) y los tramos iniciales de la Carretera Central hacia Oriente y Occidente.

A esas maravillas pudieran añadirse por sus valores y características el Malecón, el Capitolio, el Palacio Presidencial, el Hotel Nacional, El teatro Blanquita (hoy Carlos Marx), la Plaza Cívica José Martí (hoy Plaza de la Revolución) y muchísimos otros, cada uno con su propia fascinante historia. Los más emblemáticos —solo una opinión— resultan el Malecón habanero y la Plaza Cívica José Martí.

Uno porque su construcción por tramos comenzó con la república, cada período presidencial le añadió uno hasta 1952, todo un símbolo. Y porque representa el lugar más concurrido por la población habanera, las noches de intenso calor, más en época de apagones eléctricos, el malecón brinda brisa marina y fácil socialización entre gentes diferentes.

La Plaza Cívica José Martí se financió por suscripción popular, un peso debió dar cada cubano para contribuir a ello. Se terminó en 1959, Fidel Castro se apoderó de ella y le cambió no solo el nombre que simbolizaba el anhelo republicano martiano, sino que sirvió de escenarios a kilométricos discursos donde como temas recurrentes se demonizaba a Estados Unidos, se dividía a los cubanos y se anulaba el pensamiento cívico que debiera sostener la República.

La era pos republicana:

Una frase escrita en la Wikipedia resume el cambio ocurrido al tomar el gobierno el actual régimen en 1959 y anular la república al concentrar los poderes en una sola persona:

“Hay un límite muy definido entre la evolución de la arquitectura habanera antes y después de 1959. Desde esta fecha hasta el presente la misma se ha caracterizado por un continuado deterioro y por la ausencia de un criterio de armonía a largo plazo”.

A continuación, se explica esta definición con los edificios multifamiliares estilo soviético, goteantes cajones feísimos; los barrios similares a los de Kiev o Moscú; el mojón gigantesco de la Embajada Soviética y el edificio del Ministerio de Educación, ambos fuera de contexto.

El abandono de La Habana en los primeros treinta años por este régimen termina con la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista. Pero no de toda la ciudad, ni siquiera de una parte territorial y poblacionalmente significativa, sino de rutas muy marcadas por los “bustour” que pasean a los turistas, los lugares accesibles a los cruceristas que desembarcan en el puerto habanero, los alrededores de lugares turísticos y hoteles, etc.

Si Fidel Castro no deseaba el desarrollo de la industria turística para evitar contaminación ideológica y agujeros en el sistema informativo oficial con el desmerengamiento “socialista” se dio a la caza de las divisas que necesitaba, y eso determinó el proceso inversionista en la infraestructura de turismo en general y la “restauración”, maquillaje externo en muchísimos casos a la potencialmente atractiva capital.

El abandono inicial, las construcciones de baja calidad (micro brigadas y contingentes, entre los “inventos” de la época) y la falta de un proyecto de desarrollo para la ciudad (si hubiera existido no se siguiera dada la desorganización y apatía oficial) han traído no una ciudad con barrios marginales, sino barrios marginales convertidos en ciudad, con una fachada de modernidad y antigüedad maquillada.

Hoy los basureros desmesurados; las edificaciones en ruinas; los salideros de aguas limpias y albañales y los edificios ruinosos o que son solo fachada y detrás nada, cubren la mayor parte de la ciudad, cuyos habitantes, a quienes la brutal propaganda impregna de la sensación de impotencia y consideran que “esto es así”, no que esto “está así” y puede ser cambiado.

Esa es la ciudad cuya población indiferente ve llegar su quingentésimo año de existencia con festejos que nada le dicen, como los animales de la Granja Manor en la novela Rebelión en la Granja, de George Orwell.

Nota: Todos los datos están tomados de Wikipedia actualizando los datos, de ser necesario, en las fuentes indicadas en el artículo consultado.

© cubaencuentro.com
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Tomado de https://www.facebook.com/

 EL ARCO DE BELÉN - HABANA

(Publicado por D. Jácome)



El “Convento de Nuestra Señora de Belén de La Habana”, con un área aproximada de 12000 metros cuadrados, se encuentra localizado en las manzanas comprendidas entre las calles Compostela, Acosta, Picota y Luz, en La Habana Vieja.

En el conjunto se observan claramente diferenciados el convento, la iglesia y el llamado Arco de Belén, único de su tipo en el país y que constituye una clara referencia para identificar esa zona. Este curioso arco, construido por Pedro Medina en 1775, se encuentra en el extremo de la prolongada fachada de Compostela y sobre la calle Acosta, soportando el nivel que comunicaba con otras propiedades de los religiosos de la manzana vecina y formando un corto túnel que caracteriza el lugar.

El convento es de diseño austero en todas sus fachadas. La principal, hacia Compostela, estaba compuesta por un cuerpo bajo primitivo de dos niveles, al que los jesuitas añadieron una tercera planta algo más elaborada con dos pequeños pabellones en los extremos a manera de torrecillas. Al centro se destaca la portada de acceso como único elemento de interés. Una voluta, en los relieves de la parte superior de los contrafuertes, se repiten en la fachada de la iglesia como motivo recurrente en el estilo barroco.

La portada presenta un retablo en tres niveles de pilastras, sobre pedestal las del nivel del terreno, mientras los dos superiores son adintelados. En el grabado de F. Mialhe del siglo XIX, se comprueba que esta composición remataba en piñón, de seguro desaparecido con la construcción de la tercera planta. Frente a todo el complejo se encuentra la plazuela más grande del centro histórico, por ampliación al retirarse la acera opuesta.

El volumen más interesante del conjunto es la iglesia situada en la esquina con la calle Luz. Su fachada, de expresión barroca, está separada de la calle por un atrio y presenta una puerta al centro. Su planta en cruz latina con una nave cubierta por bóveda de cañón y cúpula en el crucero, iluminada por una linterna y ocho óculos circulares. Su espacio interior resulta impresionante por su escala monumental.

Esta fachada es uno de los mejores retablos urbanos edificados en la colonia, resuelto con la unión del vano en arco de entrada y el del nivel del coro, éste precedido por un profundo nicho donde se encuentra un grupo escultórico en piedra policromada, que representa a la Virgen y San José adorando al Niño Jesús en el pesebre.

Una torre campanario de tres niveles se levanta en su esquina, siendo cerrados los dos niveles inferiores y el superior con vanos en arco para recibir las campanas, todo rematado por una elaborada linterna.

El edificio cuenta con seis patios claustrales en los que se pueden apreciar arcadas de cantería, pórticos de pilares de ladrillos, pie derechos de madera, vigas de madera y entablado, cubiertas inclinadas de tejas, estructuras metálicas e incluso elementos de hormigón armado.

El origen y la construcción de esta institución se debe a dos figuras muy destacadas del siglo XVIII en Cuba: el Obispo Diego Evelino de Compostela y a Don Juan Francisco Carballo, Alférez de Milicia y uno de los más importantes mercaderes de la Habana, quien con sus aportes económicos contribuyó decisivamente al financiamiento y la ejecución del Convento. Estaba destinado a refugio de convalecientes pobres.

La construcción del edificio se inicia en 1712, siendo sufragados sus costos por Juan Francisco de Carballo, que termina de comprar los terrenos que hoy ocupa el Convento. Carballo no pudo ver concluida la obra, pues fue asesinado en 1718. Ya desde entonces se hallaba ocupado por frailes belemitas, orden religiosa creada en 1656 en Guatemala.

La iglesia, el claustro principal y el hospital de convalecientes, núcleo inicial del Convento, son concluidos en 1720. Los belemitas, solicitan un permiso en 1772 para construir un arco sobre la calle Acosta con el fin de facilitar el traslado de los enfermos convalecientes desde el Convento hacia las construcciones que la orden poseía en terrenos al otro lado de la calle, ya que las autoridades sanitarias de la ciudad habían prohibido el movimiento de estas personas a través de la vía pública.

Los frailes, además de atender a enfermos y heridos, distribuían alimentos a los pobres y mantenían una escuela gratuita para más de 500 niños. En 1842 fueron desalojados y el edificio fue ocupado por oficinas del Gobierno español, salvo la iglesia.

En 1854, el Convento fue entregado a los padres jesuitas, quienes establecieron allí su famoso colegio y observatorio. Este último se encontraba en un inicio en el segundo nivel del edificio, y después fue situado en la torre contigua a la calle de Acosta, donde se erige el arco a que ya hicimos referencia.

El observatorio, manejado por los propios jesuita, funcionó en uno de los pabellones superiores siendo de suma importancia ya que permitía conocer los pronósticos del tiempo a toda la población, cuestión de suma importancia sobre todo durante las largas temporadas ciclónicas.

Sin dudas, la figura más prominente del Observatorio fue el padre Benito Viñes Martorell, (Cataluña, 1837-La Habana, 1893), quien redactó —el 11 de septiembre de 1875— el primer aviso de ciclón tropical documentado en la historia de la Meteorología cubana. El Observatorio también incursionó en los campos del Geomagnetismo y la Astronomía.

El arco de Belén es también conocido como Arco de Acosta por encontrarse en la calle de este nombre, donde viviera don Félix Acosta y Riaza, regidor y depositario general del Ayuntamiento en 1761 y que se destacara en la defensa de la plaza durante el sitio de los ingleses en La Habana, razón por lo que esta calle toma su nombre. La calle Acosta corre desde la Alameda de Paula hasta la calle Egido y es atravesada por las calles Cuba, Damas, Habana, Compostela, Picota y Curazao.

Como detalle curioso, alguien que participó en la construcción del arco quiso recordar su tierra lejana y dejó tallado en un lateral, en la piedra caliza, un perfecto “lauburu”, de unos 40 centímetros de diámetro, escoltado por dos flores de lis. El “lauburu” es el nombre que recibe en euskera la cruz esvástica de brazos curvilíneos y es uno de los símbolos más representativos y reconocibles del pueblo vasco, lo que nos hace suponer la presencia de algún vasco en su construcción y que sin dudas tenia al País Vasco…en la memoria.

CUBA EN LA MEMORIA 13/09/2015



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