Es un blog diario digital conformado con los artículos, opiniones, ensayos, etc. del Catedrático universitario Lic. Pedro Pablo Arencibia Cardoso sobre diferentes temáticas de la problemática cubana, actual e histórica, así como por noticias y artículos de otros autores que se consideran de gran interés para profundizar en la realidad cubana.
martes, diciembre 24, 2019
Francisco Almagro Domínguez: ¿Dónde y cuándo se robó el Grinch la Libertad-Navidad cubana? Eugenio Yáñez: Las nochebuenas y navidades que nos robaron. ¿Pagarán los hermanos Castro por tanta maldad?
Aprendí a leer con el Libro Primero de Lectura, del Dr. Carlos de la Torre y Huerta y en él había un fragmento de una poesía sobre la Niochebuena en que uno de sus versos decía: ¨reunida está la familia llena de dicha y amor!¨. Era demasiado para el Tirano en Jefe y su cómplice hermano.
En 1970 fue el ¨tiro de gracia¨ a las Navidades, pero ya después de 1965 se habían acabado las celebraciones por la Nochebuena en la televisión cubana
¿Dónde y cuándo se robó el Grinch la Libertad-Navidad cubana? Algunos lo datan 1970, en medio de aquella delirante megalomanía de producir diez millones de toneladas de azúcar
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Anuncio turístico de Havanatur España para pasar las navidades en Cuba, en esta ilustración de archivo.
Por Francisco Almagro Domínguez
Miami
23/12/2019
La peor prisión es un corazón cerrado.
Juan Pablo II
Por estos días el mundo occidental, al que pertenece Cuba por geografía e idiosincrasia, espera la Navidad. Empezando diciembre, las calles y las casas de millones de hogares se han llenado de luces, adornos y “arbolitos”. La radio no cesa de poner villancicos. La televisión estrena series sobre la vida de Jesucristo y los apóstoles. Las familias salen a hacer sus compras, incluso las más pobres, pues el gesto de regalar es el mejor regalo que cualquiera puede hacerse. En fin, en diciembre hay un aire festivo, de espera optimista en que el Año Nuevo será mejor que el que termina.
A pesar de la fuerza de la tradición y de la fe, la Navidad original, aquella que celebra el nacimiento de Jesús —aunque históricamente no se corresponde con la realidad—, se ha desvirtuado, trivializado en los mismos lugares de ancestral cultura judeo-cristiana y greco-latina. La irrupción del mercado, del relativismo y una buena dosis de ser “políticamente correctos” ha hecho que Feliz Navidad, o feliz nacimiento del Salvador, pase a ser solo un “felices fiestas” sin rostro. Un tiempo, también, de excesivos gastos, a veces superfluos.
Fue precisamente debido al excesivo mercantilismo, que en un país de mayoría cristiana como Estados Unidos surgió un personaje llamado “Grinch” —grouchy, gruñón. Su creador, Theodor Seuss Geisel, conocido como Dr. Seuss, ideó una historia donde el Grinch es severo crítico de los excesos consumistas en la Navidad. Con un corazón que no late, de piedra, se retira el Grinch a vivir en la soledad de las montañas. La moraleja es sencilla: al aislarse del resto del mundo, aun con sus razones, se separa también de lo humano, del sentido espiritual vivido en comunidad de paz y amor trascendente.
No consta que el Dr. Seuss haya visitado la Cuba comunista. El relato data de 1957 —“¡Cómo El Grinch robó la Navidad!”. Pero el Grinch parece una figura pensada en la Isla porque el robo de la Navidad cubana comenzó desde los primeros años de la Revolución. Muy desde el principio los medios, para entonces totalmente en manos del poder político, mostraban a las iglesias y a la feligresía como contrarrevolucionarios, fanáticos y supersticiosos. En la primera década del martirio ya se había desmotando todo el sistema de enseñanza, salud y servicios comunitarios que prestaban las iglesias en Cuba. A finales de esa década, fue bastante fácil “robarse” ese tiempo festivo.
La mayoría del pueblo cubano no sospechó que al dejarse quitar la Navidad, una detrás de la otra, perderían costumbres, tradiciones, libertades. El Corazón de Jesús fue a parar, en el mejor de los casos, al cuarto de desahogo o al de la abuela —los “viejos” nada tenían que perder. En la sala de la casa colgaron la imagen —no el pescuezo, como el chiste— del Máximo Líder. En la puerta se daba la bienvenida con el letrero “Esta es tu casa, Fulano” y no “En Dios confío”. La misa dominical fue cambiada por el trabajo voluntario y el “plan de la calle”. Las catequesis eran ahora los llamados “materiales de estudio”, discursos kilométricos que se discutían en todos los centros laborales, de estudios y por los comités de defensa en cada cuadra. Cualquier aplicación para trabajo o estudio preguntaba si el aspirante tenía creencias religiosas como si padeciera herpes genital u otra enfermedad altamente contagiosa.
Es justo decir que libertad no solo es poder asistir a la iglesia los domingos. Tampoco que los sacerdotes estudien en el seminario. Libertad religiosa es que los ciudadanos, creyentes y no creyentes, tengan acceso irrestricto a todos los medios de comunicación, incluyendo cine, radio, televisión, internet. Libertad religiosa es que haya escuelas donde se enseñe, además de las materias obligatorias para el grado, la fe cristiana, la judaica, la musulmana. Libertad religiosa son laicos directores, ministros, jefes, y no solo algunos parlamentarios para “hacer bulto” y que votan, incluso, a favor de la pena de muerte.
¿Dónde y cuándo se robó el Grinch la Libertad-Navidad cubana? Algunos lo datan 1970, en medio de aquella delirante megalomanía de producir diez millones de toneladas de azúcar. No hubo fiesta. No hubo Nochebuena. No hubo Año Nuevo. El niño que yo era entonces recuerda las latas de “Jamón del Diablo” en la bodega —vaya ironía secular— para la cena pospuesta hasta julio, y quizás fue aquel el último turrón de Alicante por la libreta. Después, tras el lógico desastre, unos carnavales pomposos, la carroza con miles de espejos, los Van Van, el jolgorio frente a la recién inaugurada Piragua, obreros y campesinos ahogando sus frustraciones en una “perga” con cerveza agria, orinándose en la alcantarilla hecho baño público frente al muy elegante Hotel Nacional, Memoria del Mundo.
La Navidad “a la cubana” no volvió a ser hasta que no hizo falta. Suele ser así: se hace lo que convenga. Desmerengado el socialismo real, hubo que traer a Santa Claus —¡nunca a Jesús, sacrilegio!— para que los inversores capitalistas pensaran que el Grinch insular había hecho las paces en la Isla. En vez de en cada cuadra un Comité, en cada casa un arbolito. Pero no duró mucho. La Navidad, al menos los arbolitos y otros símbolos de alegría decembrina, provocaron ojeriza del Gruñón Mayor. Hubo una orden para desaparecer los motivos navideños de las vidrieras estatales y los edificios del gobierno.
A finales de los años noventa los inversores incautos y los que no lo eran tanto, empezaron a cansarse de no ser remunerados; dejaban las llaves en las oficinas sin estrenar. La presión política sobre las libertades en Cuba era inmensa. La economía dolarizada tuvo que lidiar con la doble moneda y la doble cara de los funcionarios corruptos quienes por primera vez podían tocar —y robar— la moneda del enemigo. El Maleconazo y el éxodo de Guantánamo, fueron dos poderosas descargas eléctricas que trataron de resucitar el rígido corazón del Grinch cubano.
La solución fue “papizar” la Isla. Debemos imaginar el nivel de crisis política y económica para dejarse colgar en la Biblioteca Nacional aquel Corazón de Jesús gigante; y que autorizaran feriado el 25 de diciembre. El impacto social y espiritual de la visita de Juan Pablo II en el pueblo cubano solo podrá ser valorado al pasar los años. Parecía que el espíritu del Grinch iba a recuperarse después de cuarenta años de ausencia. Los optimistas olvidamos una verdad como una catedral: no se pueden “adorar” dos “dioses” al mismo tiempo.
Los líderes comunistas y sus regímenes se comportan como elegidos sobrenaturales, por encima de toda razón, historia, creencias. Sus discursos son proféticos e incontestables. José Martí es apenas el Juan Bautista que anuncia el Mesías que vendrá, El Difunto, y a quien Martí no merece ni zafarle el cordón de las botas militares. Para ellos Cuba, la Nación, no nació en diciembre, ni el 20 de mayo de 1902, sino un primero de Enero de 1959 —de aquellos apenas quedan unos cientos de miles. Es el día primero el que hay que reverenciar —con o sin Jamón del Diablo— y oír, como si fuera el mensaje papal Urbi et Orbi, el “Comunicado” a las doce de la noche del día 31. La Buena Nueva, el Evangelio insular es “La Historia me Absolverá”, cuyas promesas del Cielo en la Tierra ya se han realizado. Como en la época medieval, la ausencia de una imprenta democrática permite monopolizar la catequesis doctrinal en el Diario Único, el del Partido. Las facultades y los centros de investigaciones sociales y económicas son escriptoriums donde se conocen y ocultan las grandes verdades, lejos de la “plebe” o “masa”.
En esta Navidad el Grinch continúa demoliendo lo que aún queda de la Isla. El robo de la Navidad y su significado histórico y espiritual es un acto de lesa cultura. Una deuda moral con las presentes y futuras generaciones. Han alejado a los ciudadanos de la música, las artes visuales, la literatura y el cine cuyo motivo esencial es la Natividad del Señor. Difícil para un “Hombre Nuevo” comprender el alcance místico del Cascanueces o disfrutar a plenitud La Virgen, el Niño Jesús y Santa Ana de Leonardo da Vinci. Habita en la Isla hoy ese Grinch triste, mediocre y ridículo, sin darse cuenta todavía que, como dirían los cartujos, el mundo cambia mientras la Cruz permanece estable y de pie.
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¿Pagarán los hermanos Castro por tanta maldad?
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Por Eugenio Yáñez
Miami
24/12/2015
Hace ya 46 años, un “invicto” farsante que terminaría apoderándose de todo lo que le conviniera, no contento todavía con lo que hasta ese momento había arrebatado a los cubanos, acabó con las fiestas de Nochebuena, Navidades, Año Nuevo y Los Reyes Magos. Le encolerizaba ver alegres a los cubanos, aunque fuera por unas horas solamente.
Acabó con las de los cubanos de a pie, claro. Las de su camarilla, familiares y compinches nunca se tocaron. Y mientras la población tendría que esperar el año nuevo llenando bolsitas de posturas de café para otro de los geniales planes del visionario en jefe, la pandilla en el poder lo que hizo fue celebrar sus saraos más discretamente, por aquello de que “el pueblo” no supiera de otra estafa más de “la revolución”.
El pretexto de Quién Tú Sabes fue el así llamado por él mismo “año del esfuerzo decisivo”, 1969, donde prácticamente se paralizaría todo lo demás en el país en aras de lograr diez millones de toneladas de azúcar en la zafra de 1970, con aquella maniática obstinación “de que van, van”. Aunque esos diez millones nunca fueron ni podrían ir, porque todo era otro delirio más, sin bases ni fundamentos reales ni condiciones materiales para lograrlo.
Cuando en 1970 al Comandante no le quedó más remedio que reconocer abiertamente el fracaso de su desvarío con aquella zafra loca, los ilusos pensaron que las navidades serían restablecidas, pues ya no se podría repetir la colosal movilización que solamente logró desorganizar y destruir aun más la economía y darle nombre a una conocida agrupación de música popular que perdura hasta nuestros días.
Los ilusos olvidaban los profundos rencores y complejos de un hijo bastardo que nunca recibió amor familiar y desde pequeño fue enviado a estudiar lejos del hogar, o los resentimientos transmitidos por un padre derrotado por cubanos y americanos en la Guerra de Independencia, mientras servía en el ejército colonialista español. ¿Alguien recuerda a Fidel Castro disfrutando la presencia de un hijo o un nieto a su lado? ¿Alguien lo recuerda en alguna reunión familiar? ¿Alguien lo ha visto alguna vez cantando o bailando, aunque fuera mal, solamente para divertirse? ¿Alguien le ha escuchado alguna vez contando un chiste? Demasiada frustración y rencor en su mezquina existencia para gestos como esos, comunes en los seres humanos, imposibles para él.
Por eso enfrió las ilusiones de los ingenuos con un “razonamiento” propio de su maldad: las fiestas navideñas eran una tradición impuesta por los conquistadores españoles, de la que había que “liberarse” para ser verdaderamente independientes.
De inmediato aparecieron intelectuales de pacotilla justificando teóricamente el desvarío, y explicando que si esto o aquello. Un mediocre documentalista del régimen, considerado “genial” por la nomenklatura, estrenó un bodrio fílmico con el infamante título de “La tradición se rompe… pero cuesta trabajo”, que no aportaba nada ni a la idea en cuestión ni al séptimo arte, pero que representó para él palmaditas en la espalda y uno que otro viajecito más al extranjero.
Así los cubanos en tiempos del castrismo, como cristianos en catacumbas romanas, celebraban las fiestas a escondidas en la medida de lo posible, cuidándose del “chivatazo” de los delatores del Comité de Defensa de la Revolución, y consiguiendo como pudieran, tras muchas dificultades, un pedazo de carne de puerco, plato típico de la Nochebuena cubana, y cualquier cosa para esperar el año nuevo. Los niños quedaron sin regalos el Día de Reyes, pues según el invicto la fiesta de los niños tendría que ser por el 26 de julio, que fue cuando de verdad nacieron. ¡Pobres niños!
Con el tiempo, las celebraciones por fin de año se fueron imponiendo, pero no como fiesta familiar y de amigos, sino celebración de un aniversario más del “triunfo de la revolución”. Y para colmo de males, a las doce en punto de la noche, cuando todos en el mundo se felicitan mutuamente e intercambian brindis y saludos, aparecía en la televisión el Invicto Continuamente Vencido hablando de los “logros” del año que finalizaba y de lo duro que sería el siguiente año. ¿Alguien le escuchó alguna vez decir que el año que comenzaba no sería tan duro y que las condiciones de vida de los cubanos mejorarían? Si lo hubiera dicho alguna vez estaba mintiendo, y él lo sabía perfectamente.
Fue solamente casi treinta años después de aquella arbitrariedad, con la visita del Papa Juan Pablo II a Cuba, que el régimen aceptó la celebración de la Navidad en Cuba. Y no pudo controlar más a los cubanos en ese tema, que comenzaron a celebrar abiertamente Nochebuena, Navidad y Fin de Año, no recordando un aniversario más de la desgracia, sino como se hace en todo el mundo: con familiares, amigos, fiestas, y los mejores deseos de un mejor año y de prosperidad para todos.
Sin embargo, las condiciones son cada vez más difíciles para los cubanos. No es sencillo preparar hoy una modesta cena de Nochebuena cuando la libra de carne de puerco se vende a 40 o 50 pesos, en un país donde el salario medio no sobrepasa 700 pesos mensuales, y muchos cubanos, sobre todo jubilados y pensionados, reciben menos que eso cada mes. Más lo que cuestan el arroz, los frijoles, la yuca y vegetales para preparar una ensalada. Ni es fácil tampoco celebrar a los niños el Día de los Reyes Magos, cuando los pocos juguetes disponibles se venden a precios astronómicos en moneda fuerte en las Tiendas Recaudadoras de Divisas, controladas por los militares.
Entre los gravísimos daños antropológicos que han provocado los hermanos Castro a la nación cubana, no puede olvidarse el repugnante crimen de haber aniquilado las ilusiones de los niños del país y las alegrías y celebraciones más abiertas, puras y nobles de los cubanos. ¿Pagarán por eso en algún momento?
Se perfectamente que este artículo no gustará a los troles habituales de estas páginas, ni a los que llevan a Castro en su alma como La Bayamesa. Ni me interesa. Preocupante sería si dijeran que escribo artículos concretos, balanceados, objetivos o realistas, como dicen de los de otros personajes que publican por aquí.
A todos los cubanos, incluso a esos miserables troles que luchan su jabita difamando y mintiendo, les deseo una Feliz Navidad y un excelente año 2016.
¡Algo que nunca ninguno de los hermanos Castro ha sido capaz de hacer públicamente!
El primer año que no hubo Navidad fue 1969, al que llamaron ¨Año del esfuerzo decisivo¨. Recuerdo que el 24 de Diciembre, para hacerlo más ostensible, nos llevaron a un trabajo ¨voluntario¨ estibando cajas en los muellos. Y lo recuerdo porque desde ahí veíamos un barco de no sé que país, lleno de luces y con música navideña que llegaba a nuestros oídos.
Recuerdo perfectamente ese trabajo voluntario en los muelles; yo estaba en el grupo (éramos unos pocos)que estaba trabajando con el Profesor Dr. Arturo Reguera, el cual nos llevó suave, pues él ya tenía sus años. Recuerdo que nos habló de sus experiencias como profesor privado, después de 1959, de Manuel Piñeiro Losada(¨Barbaroja¨) que según él era unoo de los estudiantes más inteligentes que había tenido. Seguro Reguera no sabía que ¨Barbaroja había estudiado en los EE.UU. ingeniería, aunque no se si la terminó. Lo que no recuerdo es el año, aunque yo contestaría que ese trabajo voluntario fue en las Navidades de 1968 para 1969. Sobre la Nochebuena de 1969 yo di mi testimonio en: http://www.cubanalisis.com/ART%C3%8DCULOS/EUGENIO%20-%20QU%C3%89%20RECUERDAS%20DE%20LA%20NOCHEBUENA%20EN%20CUBA.htm
Gracias por visitar Baracutey Cubano y un fuerte abrazo
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Licenciado en Matemática Pura en la Universidad de La Habana (UH) y Catedrático universitario con 24 años de experiencia en la docencia universitaria cubana; posee la Categoría Docente Principal de Profesor Titular universitario. Fue expulsado el 29 de enero de 1997 del Instituto Superior Pedagógico de Pinar del Río ( universidad de perfil formativo o pedagógico) por motivos políticos. Activo colaborador desde su fundación de la revista VITRAL y del Centro Católico de Formación Cívica y Religiosa (CFCR) de la Diócesis de Pinar del Río. Colaboró en Cuba con las organizaciones opositoras: Todos Unidos, Asamblea para Promover la Sociedad Civil en Cuba y con el Consejo Unitario de Trabajadores Cubanos (CUTC).
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COLABORADORES:
Paul Echániz
2 Comments:
El primer año que no hubo Navidad fue 1969, al que llamaron ¨Año del esfuerzo decisivo¨. Recuerdo que el 24 de Diciembre, para hacerlo más ostensible, nos llevaron a un trabajo ¨voluntario¨ estibando cajas en los muellos. Y lo recuerdo porque desde ahí veíamos un barco de no sé que país, lleno de luces y con música navideña que llegaba a nuestros oídos.
Pedro Pablo, quizás tú estabas ese día ahí.
Hola Julián
Recuerdo perfectamente ese trabajo voluntario en los muelles; yo estaba en el grupo (éramos unos pocos)que estaba trabajando con el Profesor Dr. Arturo Reguera, el cual nos llevó suave, pues él ya tenía sus años. Recuerdo que nos habló de sus experiencias como profesor privado, después de 1959, de Manuel Piñeiro Losada(¨Barbaroja¨) que según él era unoo de los estudiantes más inteligentes que había tenido. Seguro Reguera no sabía que ¨Barbaroja había estudiado en los EE.UU. ingeniería, aunque no se si la terminó.
Lo que no recuerdo es el año, aunque yo contestaría que ese trabajo voluntario fue en las Navidades de 1968 para 1969.
Sobre la Nochebuena de 1969 yo di mi testimonio en:
http://www.cubanalisis.com/ART%C3%8DCULOS/EUGENIO%20-%20QU%C3%89%20RECUERDAS%20DE%20LA%20NOCHEBUENA%20EN%20CUBA.htm
Gracias por visitar Baracutey Cubano y un fuerte abrazo
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