EL CASTRISMO, PARADIGMA DE DICTADURA Y TOTALITARISMO
Por Dr. Alberto Roteta Dorado
17 de julio de 2020
Santa Cruz de Tenerife. España.- Los defensores del régimen castrista se niegan a admitir que el sistema sociopolítico cubano es de tipo dictatorial y totalitario. Sería interminable un escrito de este tipo si tratara de enumerar y comentar todos aquellos aspectos que determinan que el régimen cubano sea considerado una dictadura. De ahí que me limite a unos pocos ejemplos concretos que hace irrefutable la hipótesis sostenida – la cual defiendo con sobradas razones y con muy sólidos argumentos– por algunos estudiosos de estos temas.
El primer elemento que resulta de gran importancia, dada su trascendencia como idea eje en todo el tema de la política de la isla, es el de la existencia de un partido único de manera oficial: el Partido Comunista de Cuba. Este aspecto per se le ofrece una solidez muy difícil de cuestionar a la idea de la existencia de un sistema de carácter dictatorial, al extremo que me atrevo a afirmar que esta es la principal debilidad de un sistema que pretende sobrevivir por la fuerza, la violencia y la represión.
Por definición conceptual se entiende como totalitarismo a aquel régimen político en el que el poder es ejercido por una sola persona o partido de manera autoritaria; definición aplicable en toda su dimensión al castrismo como sistema dominante, cuyo único partido oficial asume todo el poder de la nación.
Todas las dictaduras tienen en común la ilegalización de partidos políticos, esto es, la supresión de todo sustento legal a aquellas organizaciones partidistas que se aparten de la línea del partido dominante u oficialista. Dichas organizaciones siempre son consideradas como serias amenazas toda vez que siempre constituyen formas de organización y de representación popular. Esto hace que los partidos no oficiales tengan que permanecer en la clandestinidad y estar sometidos a la persecución de las fuerzas policiales del régimen imperante. En este sentido la Nueva Constitución de la República de Cuba precisa en su Artículo 5:
“El Partido Comunista de Cuba, único, martiano, fidelista, marxista y leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, sustentado en su carácter democrático y la permanente vinculación con el pueblo, es la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado. Organiza y orienta los esfuerzos comunes en la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista. Trabaja por preservar y fortalecer la unidad patriótica de los cubanos y por desarrollar valores éticos, morales y cívicos”.
Resultando demasiado directo y conciso toda vez que, sin adornar la frase con elementos distractivos y persuasivos, declaran de modo categórico que el Partido Comunista es único, independientemente de la serie secuencial de disparates que exponen a continuación acerca de ser “martiano, fidelista, marxista y leninista”, idea que comentaré en otro momento para no apartarnos de la idea eje de este escrito.
Suponiendo que en Cuba no existieran múltiples violaciones de derechos humanos, que la libre expresión verbal y de pensamiento fuera tolerada, o que no se persiguiera a los opositores del régimen – nada más distante de la realidad actual–, el solo hecho de este planteamiento constitucional, amén de su aplicabilidad en el orden práctico, hace que el régimen cubano pueda ser incluido, sin discusión admisible, en la categoría de dictadura y de sistema totalitario.
Pero antes de continuar recordemos muy brevemente que una dictadura por definición es un sistema de gobierno o régimen gubernamental en el que todos los poderes del Estado se concentran en un individuo, un grupo o un partido. En este sentido el dictador ejerce todo su poder en contra de cualquier oposición a sus ideas y acciones, lo que le confiere un poder y autoridad absoluta. Recordemos los “honorables” cargos del cubano Fidel Castro, considerado en la actualidad como un prototipo de dictador totalitario, como ejemplo concreto que nos ilustra el dominio absoluto de un típico dictador de estos tiempos: Comandante en jefe, primer secretario del Partido Comunista de Cuba y Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, con lo cual también estamos demostrando la idea acerca de la ausencia de la separación de poderes como característica de los sistemas dictatoriales, ya sea mediante su eliminación abierta o ejerciendo el control totalitario de todas sus instancias.
Algo que no solo resulta patente a través de la ejemplificación de la figura particular del viejo dictador, por suerte, ya ausente del reino de los vivos, sino que la propia declaración de la Constitución que cité antes permite percibir la idea acerca de la no separación de poderes: “es la fuerza política (el Partido Comunista de Cuba) dirigente superior de la sociedad y del Estado”, esto es, dicha “fuerza política” rige los designios del resto de las instancias de la sociedad, las que quedan reabsorbidas bajo su mando y su control estricto.
Así las cosas, cada una de las características definitorias de una dictadura se van entrelazando. Una conduce o es la consecuencia directa de otra. La ilegalización de partidos conlleva necesariamente a la represión desmedida de la oposición, por cuanto, los opositores al régimen de turno generalmente se agrupan en partidos políticos en contraposición a los fines del partido único reconocido como oficial.
El ejemplo más reciente de represión masiva tuvo lugar hace solo unos días luego de que se convocara a una marcha pacífica de protesta ante la muerte de un hombre joven de raza negra a manos de la policía castrista. Inmediatamente se hizo un amplio operativo mediante el cual fueron detenidos decenas de líderes opositores, activistas y reporteros independientes desde horas antes a la tenida oficial, amén de impedir que otros tantos salieran de sus hogares y del despliegue policial por las calles habaneras y otras céntricas avenidas de varias ciudades del país; pero como ya expresé antes, imposible citar todos los ejemplos que a través de seis décadas demuestran la represión desmedida a los sectores de la oposición cubana pues haría interminable este comentario.
De la misma manera que la ilegalización de partidos políticos trae consigo la represión a la oposición, la ausencia de separación de poderes conduce inevitablemente a la concentración del poder en una élite. Ya analizamos como el poder se concentró en la figura del considerado líder de la llamada revolución cubana, pero esto es aplicable también a la élite representada por el propio Partido Comunista, tal y como se determina en el Artículo 5 de la Constitución, o en las Fuerzas Armadas Revolucionarias, uno de los organismos represores por excelencia del régimen castrista. En este sentido se expresa en la Nueva Constitución, en su Artículo 220:
“Las instituciones armadas del Estado son las Fuerzas Armadas Revolucionarias y las formaciones armadas del Ministerio del Interior, las que para el cumplimiento de sus funciones cuentan con la participación de personal militar y civil. La ley regula la organización y funcionamiento de estas instituciones, así como el servicio militar que los ciudadanos deben prestar”.
Y es justamente esta élite que integran las Fuerzas Armadas Revolucionarias y las formaciones armadas del Ministerio del Interior en la que se concentra totalmente el poder; aunque siempre bajo el liderazgo del dictador, y del partido oficialista único, esto es, esa “fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado” como se precisa en el Artículo 5 de la Nueva Constitución.
De cualquier modo, y si a pesar de haber explicado de la manera más didáctica posible la polémica en torno a si es o no una dictadura el régimen de La Habana, les recordamos a aquellos sectores más recalcitrantes, los que, lamentablemente, permanecen sin despertar bajo los hipnóticos efectos del estatismo mental inducido (excesiva manipulación del pensamiento de las masas hasta dejarlos sin la capacidad reflexiva de la mente), que además de los elementos expuestos antes, en la Cuba del castrismo resulta demasiado evidente: la suspensión del Estado de derecho, la arbitrariedad, la eliminación o manipulación de las elecciones, el control y censura de los medios de comunicación, y como colofón: la duración indeterminada del gobierno en el poder.
Recordemos que el gobierno de tipo comunista se ha extendido desde 1959 hasta el presente, aunque la declaración forzada, premeditada y con alevosía por parte del dictador F. Castro, del carácter socialista de la revolución cubana tuvo lugar en 1961. Téngase presente además que los tres mandatarios de esta etapa, esto es, Fidel Castro, Raúl Castro y Miguel Díaz-Canel –se excluyen las figuras de Manuel Urrutia que solo estuvo unos pocos meses en el poder, enero-julio de 1959, y de Osvaldo Dorticós, quien solo fue una imagen mientras Castro manipulaba el poder– no fueron elegidos democráticamente por nadie, lo que constituye un sólido ejemplo de simulación o manipulación de las elecciones.
Si aún así alguien sigue poniendo en duda la bien fundamentada hipótesis acerca del carácter dictatorial y totalitario del régimen comunista de Cuba entonces le recomiendo que intente encausar su pensamiento, que deje a un lado todo tipo de idea pre-establecida y determinada por quienes de modo inescrupuloso manipularon su inteligencia, y que eduque lo superior de sí “para que pueda con ojos de más luz” percibir la maldad, el odio, el egocentrismo, la prepotencia y todas aquellas antivirtudes que caracterizan al régimen comunista cubano.
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*Osvaldo Dorticós fue designado presidente de la República de Cuba por el Consejo de Ministros luego de la renuncia de Manuel Urrutia por desavenencias con Fidel Castro. Ocupó dicho cargo desde julio de 1959 hasta diciembre de 1976, año en que desapareció el cargo de Presidente de la República de Cuba como estrategia del dictador Fidel Castro para autoproclamarse Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros. Según la Constitución modificada en 1976: “El Presidente del Consejo de Estado es jefe de Estado y jefe de Gobierno”. Siete años después se ¿suicidó?
Etiquetas: castrismo, cuba, dictadura, dictatorial, fidel castro, paradigma, Raúl Castro, revolución cubana, totalitarismo
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