martes, septiembre 01, 2020

Germán M. González desde Cuba: La deuda externa de Cuba: ¿impagable o incobrable? A simple vista parecen términos equivalentes, pero la realidad es otra


Tomado de https://www.cubaencuentro.com/

La deuda externa de Cuba: ¿impagable o incobrable?

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A simple vista parecen términos equivalentes, pero la realidad es otra

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Por Germán M. González

Bauta, Artemisa

01/09/2020

Muy al contrario de lo que dicen los gobernantes cubanos y sus medios propagandísticos —y repiten otros, izquierdosos o no— el embargo o bloqueo de Estados Unidos no es la causa fundamental de la situación socioeconómica de este país, como no fue nunca la derogada política de pies secos/pies mojados la causa de la migración, ahora solo más diversificada en cuanto a destinos.

En ambos temas la causa fundamental es la ineficiencia endémica del sistema político económico vigente al generar dos efectos letalmente combinados: la destrucción del patrimonio productivo, desaparecido u obsoleto, más una deuda externa gigantesca comparada con la capacidad de la economía de generar riquezas. Material de estudio para economistas: cómo lograr endeudarse y descapitalizarse a la vez cuando lo usual resulta endeudarse para incrementar la formación de capital.

La historia de la destrucción del patrimonio productivo precisa de gruesos volúmenes detallando cada barrabasada y proyecto faraónico; inversiones prolongadas ad infinitum como la autopista nacional, la central electronuclear, la refinería de Cienfuegos y un prolongado etc. En cuanto a la deuda externa podemos intentar en el limitado espacio de un artículo señalar algunas características singulares en cuanto a su formación y origen que explican la dicotomía en los términos impagable e incobrable, por lo común equivalentes.

Los préstamos recibidos no se concedieron por instituciones crediticias internacionales, sino por entidades nacionales —aun cuando se internacionalizaran posteriormente, por ejemplo, en el llamado Club de París— y fueron concedidos prácticamente a título personal al autócrata mayor, sin que mediara aprobación parlamentaria, judicial, conocimiento y debate entre la población, etc. sino la gestión y utilización de los recursos proporcionados por parte del susodicho como ha sido característica de todas las decisiones de la vida nacional en los últimos sesenta años.

Veamos algunos ejemplos:

Rusia. Se contrajo en el marco de la sovietización cubana 1960-1990. Todo comenzó con un primer préstamo en 1972 para cubrir el desbalance comercial de la década de los sesenta y hasta ese año con la Unión Soviética, con un interés casi simbólico y pagos que comenzarían el año 1986 en términos extraordinariamente favorables en cuanto a intereses, plazos de amortización y formas de pago [1]. Continuaría con créditos para cubrir los desbalances anuales en el intercambio comercial, a pesar de los generosos términos de éste en cuanto a los precios de los productos intercambiados. El Economista Carmelo Mesa Lago calcula ese desbalance en un total de $65 mil millones al desaparecer la URSS, una cifra varias veces superior a lo entregado por EEUU a Europa durante el Plan Marshall al término de la II Guerra Mundial de $13 mil millones de 1948 a 1952.

El gobierno ruso heredero de las obligaciones soviéticas trató de cobrar y tras agrias discusiones se redujo la deuda a $35 mil millones alegando Fidel Castro incumplimientos soviéticos en proyectos inversionistas y mala calidad de los suministros. Finalmente, gobernando el hermanísimo aquí y Medvédev allá, Rusia condonó o reconvirtió el 90% de lo adeudado quedando $3,5 mil millones pendientes de pago.

España. Todo gobierno español de 1959 acá ha favorecido la estrecha relación comercial y financiera con Cuba, incluyendo y en primer lugar al dictador de derechas Francisco Franco y el período de enfriamiento diplomático durante el de J. M. Aznar. Relación solo entorpecida por la costumbre castrista de no honrar sus obligaciones lo que ha sido causa de visitas de primerísimo nivel del Reino para apremiar a su morosa contraparte.

La deuda española, negociada a instancias de ese país en el Club de París, se ha condonado en parte y reconvertida, es decir, convenida para que Cuba haga inversiones aprobadas por comisión binacional y que respondan a intereses directos e indirectos de empresas españolas. Conclusión: pérdida de soberanía y entrega de recursos financieros indefinidamente. España opera el 80% de la planta hotelera cubana y por supuesto los abastecimientos materiales y servicios a ella.

Argentina. Con créditos concedidos en época de gobiernos afines —María Estela Martínez y Héctor Cámpora— nunca pagados ni renegociados, allá se mueve el tema o se olvida según quién gobierne. México con deuda condonada o reconvertida, al estilo de España, pagó el silencio cómplice ante desmanes de sus gobiernos por parte de los Castro, así nunca éstos se pronunciaron ante la matanza de Tlatelolco (octubre/1968); la Guerra Sucia (similar a las de otros países latinoamericanos sí publicitadas en Cuba) y otros hechos.

Existen deudas con Francia desde la época Mitterrand; con países ex integrantes del bloque socialista; con Brasil de la época Lula-Dilma y un largo etc. en su mayoría cubierto por el misterio, como con China, Venezuela, Vietnam. Concesiones crediticias siempre signados por razones políticas.

Toda la deuda cubana cumple dos condiciones: nada que ver con instituciones financieras internacionales y constituye Deuda Odiosa (Execrable, Impropia) que en Derecho internacional es una teoría jurídica, puesta en práctica numerosas veces a lo largo de la historia, según la cual las deudas contraídas sin el consentimiento de quienes deben pagarla —entre otras condiciones— no son válidas.

Sobre el tema de la “Deuda Odiosa” existe una considerable bibliografía, A. Sack; E. Toussaint; Sabine Michalowsky y otros prestigiosos autores han desarrollado la teoría sobre el tema, y además existen innumerables ejemplos históricos, desde la antigüedad a la fecha, donde se ha aplicado la invalidez de una deuda considerada Odiosa. Al nacer la república, en Cuba, la deuda contraída por España al pignorar los ingresos prevenientes de La Habana y Manila para financiar sus guerras civiles y coloniales no fue admitida en el Tratado de París, naciendo nuestra República sin esa onerosa carga.

Volviendo al título del presente: hoy la deuda cubana es impagable para un gobierno preso entre la improductividad del sistema y la carga de su servicio. Para los acreedores sería incobrable por razón de su carácter odioso, declarado por un gobierno elegido democráticamente y por tanto no sea de “continuidad”.

Es este un tema que los cubanos no conocen, el gobierno lo oculta pues no le conviene que se sepan los pormenores y cuantías y mucho menos la posibilidad real de librarse de ese peso insoportable, además de otros muchos implícitos en la “continuidad”.

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