jueves, julio 08, 2021

Juan Antonio Blanco sobre Cuba: Shakespeare en el Parque y Hamlet (Lavastida) en Villa Marista preso por la Seguridad del Estado

 
Tomado de https://diariodecuba.com/

Shakespeare en el Parque y Hamlet en Villa

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'No son Hamlet Lavastida, el Movimiento San Isidro ni la CIA los culpables de que en junio hayan ocurrido 249 manifestaciones públicas de protesta en Cuba.'

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(Todas las imágenes fueron añadidas por  el Bloguista de Baracutey Cubano)

Por Juan Antonio Blanco

Miami

06 Jul 2021

Cada verano tienen lugar en ciudades de EEUU y otros países de habla inglesa representaciones de obras de William Shakespeare en parques públicos y con entrada gratuita. Son las ya famosas "Shakespeare en el Parque". Pareciera que este verano la cúpula militar cubana decidió emularla de manera siniestra con Hamlet en Villa Marista.

Villa Marista, al que los cubanos apodan "Villa", fue una escuela católica transformada en centro principal de detención y torturas del comunismo cubano. Es la tenebrosa Lubianka del Departamento de Seguridad del Estado, a su vez conocido como G-2. Allí, sin poder respirar otro aire que el de su celda y el de los cuartos de interrogatorio, languidece ahora mismo el artista plástico cubano Hamlet Lavastida.

Hamlet apenas regresaba a su patria, después de disfrutar algunos días de felicidad que le otorgaron una exitosa beca y exposición de obras en Berlín, cuando fue apresado y lanzado a este infierno. Su presunto delito: "incitar a delinquir". ¿Cómo? En un chat virtual privado había comentado que los ciudadanos que lo desearan podrían escribir en los billetes cubanos las siglas del Movimiento San Isidro (MSI), en solidaridad con esos artistas.

Es pecado de lesa humanidad para la elite de poder que alguien tenga talento y lo ponga en función de apoyar a quienes no aceptan el Estado confesional de partido único. Ya está en marcha la maquinaria represiva de jueces dóciles y prensa genuflexa para hacer desaparecer de la vida pública a otro destacado talento de las artes plásticas cubanas. Talento y civismo son sinónimos de subversión en Cuba. Al lado del poder van quedando solamente los mediocres, cobardes y canallas.

Hamlet y EEUU no son el problema

Pero no son Hamlet, el MSI ni la CIA los culpables de que en junio hayan ocurrido 249 manifestaciones públicas de protesta en la Isla según reportó este mes el Observatorio Cubano de Conflictos (OCC). Los cacerolazos y cierres de avenidas no son importados desde Langley, cuartel general de la CIA. Es el sistema, el régimen de gobernanza, el que los provoca.

Para decirlo con terminología marxista: ese sistema determina el modo en que operan las relaciones sociales de producción a escala nacional, y es hoy la camisa de fuerza que traba las fuerzas productivas del país. Es el sistema —el régimen de gobernanza— el que crea una situación de explosividad social. Un sistema obsoleto, insostenible, excluyente y represivo. Un régimen de gobernanza que es controlado por una exigua minoría para beneficio propio y excluye a la ciudadanía de participar en el sistema y sus beneficios.

En ese contexto no son organizaciones estructuradas con liderazgos identificables los actores de esta ola de insumisión. A decir de Lope de Vega, es Fuenteovejuna. El pueblo. El gran excluido.

(Hamlet Lavastida ante una de sus obras)

La oposición a ese sistema o régimen de gobernanza es masiva porque la distribución de recursos se ha polarizado. De un lado crece con rapidez la miseria más abyecta, la hambruna, el desamparo farmacéutico, hospitales en ruinas, la ausencia de servicios de agua y electricidad. Del otro, el 0,01% de la población goza de todo lo necesario —incluyendo vacunas importadas contra el Covid-19— y de lujos extraordinarios amparados por cuentas bancarias en el exterior. Son la Cosa Nostra en la nueva economía política del poder cubano.

Controlan un oligopolio (GAESA) que absorbe más del 80% de los recursos en divisas al país, sin que ninguna institución del Estado los audite. Su lógica empresarial es maximizar ganancias, no atender las necesidades de la población ni del desarrollo nacional. ¿Para qué va GAESA a invertir en producir carne si le es más fácil importarla y venderla en divisas al 240% del costo de importarla? ¿Qué esa no es la moneda en que se pagan los salarios? Carece de importancia si los cubanos en el exterior envían remesas. Los militares las reciben, las envían a bancos en el extranjero y les entregan a los familiares unas monedas nacionales devaluadas que solo sirven para comprar mercancías en sus tiendas.

Ese es el despiadado régimen de explotación que se paralizó cuando EEUU —principal emisor de remesas a Cuba— exigió que los militares trasladaran a una institución civil el manejo de esos flujos y que en Cuba se entregaran los envíos en la misma moneda que fueron enviados. Si se aceptaran esas dos condiciones, mañana mismo podría reiniciar Western Union sus envíos porque esa empresa nunca fue sancionada.

Pero la estrategia egoísta de la elite militar de poder ha sido hasta ahora resistirse a ceder. Y ha lanzado con agentes de influencia y tontos útiles una campaña para persuadir a la Administración Biden de que les devuelva su negocio de remesas, en nombre de la crisis humanitaria que ellos mismos han creado desde que rechazaron colaborar con el "deshielo" de Obama.

El fantasma intelectual de la espía Ana Belén Montes

La propaganda asegura que las condiciones extremas de la población se deben exclusivamente a razones externas (el "bloqueo"), y en especial al descenso en las remesas por las sanciones contra los militares. Según esa falacia, poner de nuevo en manos de GAESA, los más de 3.000 millones de dólares anuales remesados desde EEUU "estabilizarán" la situación y evitarían un "probable" o "inevitable" éxodo masivo hacia EEUU.

No es novedoso vender la idea de que "estabilizar" al régimen cubano sirve a los intereses de EEUU. Su promotora, en la década de los 90, fue la espía Ana Belén Montes. Por su aparente simpleza fue una premisa muy popular en los medios de defensa, inteligencia y académicos de EEUU. Estuvo en la raíz de la concepción del "deshielo" sin reciprocidad.

Según esa tesis, Cuba ya no constituía un peligro a la seguridad nacional de EEUU salvo por el hecho de que su precariedad socioeconómica impulsara a los ciudadanos a lanzarse al mar. El corolario de esa falsa premisa (como se demostró luego con Venezuela) era que EEUU debería ayudar a la gobernabilidad del régimen cubano, pasando de las sanciones a la colaboración gradual.

Según la tesis manufacturada en los laboratorios de la inteligencia cubana, EEUU podría continuar apoyando la causa de los derechos humanos como cuestión de principio y estética, con discursos y muestras puntuales de solidaridad, pero no hacer nada que pudiera apoyar de forma eficiente a las fuerzas sociales que luchan en la Isla por alcanzar la libertad y prosperidad cambiando el régimen de gobernanza.

La realidad es exactamente lo inverso. Es del régimen de gobernanza del que nace la escasez crónica, la ingobernabilidad, las violaciones a los derechos humanos, las presiones migratorias. Su insostenibilidad económica endémica conduce a la búsqueda de recursos estableciendo alianzas con fuerzas que amenazan de forma directa la seguridad nacional de EEUU: Rusia, Venezuela, Irán, narcotráfico y crimen internacional organizado. La idea de que le resulta beneficioso a EEUU estabilizar el régimen de gobernanza cubano y la elite de poder que lo administra es un disparate.

Ana Belén Montes sigue en prisión, pero su tesis es reciclada e impulsada hoy por los dueños de GAESA pese al ensayo frustrado del "deshielo" incondicional. Ciertos lobistas de la elite de poder cubana apuestan a manipular otra vez —apoyados en la premisa de Ana Belén— los sentimientos humanitarios de algún que otro funcionario en Washington. Apuestan a su corta memoria. No tiene por qué ser ese el caso. La soberbia con que la elite cubana se burló de Obama, apropiaron los beneficios, reprimieron a los opositores y asfixiaron aún más a la población no son fáciles de olvidar.

No hubo olvido de lo sucedido en noviembre pasado entre los electores cubanoamericanos. Tampoco hasta ahora parece haberlo por parte del presidente Biden y su Departamento de Estado quienes, después del fallido "deshielo" unilateral, se muestran esta vez decididos a marchar en estos temas "sin pausa pero sin prisa".

Mucha agua ha pasado bajo el puente desde 2015

Hoy es muy difícil para un liberal honesto caer por segunda vez en manos de la desinformación y propaganda de La Habana.

La supuesta promesa del cambio que representaba el retiro de Raúl Castro ha quedado como simple maniobra continuista. El rostro  de la nueva generación reformista, Miguel Díaz-Canel, se ha desfigurado como un pelele de la nueva elite militar de poder.

Los cuentapropistas que iban a ser agentes de prosperidad fueron asfixiados antes de llegar Donald Trump a la Casa Blanca. La represión se ha tornado aún más totalitaria contra el sector cultural y el periodismo independiente. Hoy se rebelan los barrios humildes de las zonas urbanas y los productores independientes de los campos cubanos. Las nuevas generaciones de mujeres y hombres, negros y blancos, se muestran contestatarias, no sumisas.

Las evidencias de la participación injerencista de Cuba en Venezuela y su complicidad con fuerzas narcoterroristas en la desestabilización del hemisferio han pasado a primer plano. La Habana sigue albergando terroristas y criminales. El Parlamento Europeo se ha hartado de un acuerdo que no ha movido un ápice la naturaleza represiva del Gobierno cubano. Los lituanos rechazan sumarse a un tratado que fortalece a un importante socio de su mortal enemigo ruso. Las brigadas médicas cubanas ya son vistas como lo que siempre fueron: un esquema de negocios basado en el tráfico humano y el trabajo forzado de esos profesionales. ¿Y las alternativas que se ponderaban en 2015? China demostró que el mercado no trae democracia ni seguridad regional. Myanmar probó que las transiciones que apuestan a acomodar la prevalencia del poder dictatorial no llegan lejos.

La estabilidad en Cuba se logra, aquí y ahora, apoyando a los que como Hamlet Lavastida exigen cambios reales al régimen de gobernanza, no fraguando acuerdos en las sombras con opresores que son tan anticubanos como antiestadounidenses.


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