sábado, julio 03, 2021

Maquillar la realidad. Carlos Espinosa Domínguez sobre la UMAP. Así presentaba la prensa oficialista de Cuba las UMAP: No es un lugar de castigo. Allí los jóvenes no son mirados con desprecio, sino educados para hacer que cambien su actitud, formados, salvados

 
Tomado de https://www.cubaencuentro.com

Maquillar la realidad

*******

No es un lugar de castigo. Allí los jóvenes no son mirados con desprecio, sino educados para hacer que cambien su actitud, formados, salvados. Así presentaba la prensa de la Isla las UMAP

*******

Por Carlos Espinosa Domínguez

Aranjuez

02/07/2021 7

Como la de tantísimos hechos de la historia de Cuba de las últimas décadas, la bibliografía sobre las Unidades Militares de Ayuda a la Producción que puede rastrearse en las publicaciones periódicas de la Isla es muy escasa. Ya se sabe que aquello que no aparece registrado en blanco y negro se va olvidando y con el paso del tiempo termina por desaparecer. O lo que es lo mismo, es un modo de borrar el pasado. No obstante, durante los primeros meses transcurridos tras su creación la prensa oficial dio cabida a algunos artículos sobre aquella institución. Tenían un claro propósito propagandístico: presentar una imagen convenientemente maquillada de aquellos campos de trabajo forzado. Quienes concibieron las UMAP previeron la reacción negativa que iban a tener, y pusieron en práctica aquello de poner el parche antes de que caiga la gotera.

El 14 de marzo de 1966, el diario Granma dedicó toda la página 8 a un artículo firmado por Luis Báez, titulado “Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP)”. Comienza con este párrafo: “UMAP. Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Cuatro letras solamente. Pero con un contenido tan profundo y de una importancia tan vital que muchos dentro y fuera del país ignoran”.

El periodista expone que existían entonces entre los jóvenes “una serie de elementos desubicados, vagos, que ni trabajaban ni estudiaban”. Escapaban propiamente “por sus características a todas las demás instituciones educadoras, porque ni estudian en una Tecnológica, ni asisten a una Secundaria, o una Pre-Universitaria, ni pertenecen a una Unidad Militar, y por lo tanto, están fuera de todas las organizaciones donde pueden ser educados”.

En noviembre de 1965, un grupo de oficiales, reunidos en el Estado Mayor, discutieron ese tema con el Difunto, quien compartió esas preocupaciones. De ahí surgió la propuesta de crear una institución cuyo objetivo iba a ser “educar a esos jóvenes, hacer que cambien su actitud, educarlos, formarlos, salvarlos. Evitar que sean parásitos, incapaces de producir nada, delincuentes contrarrevolucionarios o comunes, personas inútiles para la sociedad”.

Se les llamó Unidades Militares de Ayuda a la Producción, y a su frente fue situado el comandante y miembro del Comité Central del Partido Ernesto Casillas, un “hombre de carácter pero de grandes condiciones humanas”. También formaban parte de la dirección el comandante Reinaldo Mora, como segundo jefe; el comandante José Ramón Silva, como jefe de instrucción; y el capitán José Q. Sandino, como jefe del Estado Mayor. Las distintas brigadas fueron concentradas en la provincia de Camagüey, en las zonas donde pudiesen ser útiles a la producción.

La UMAP, insiste Báez, “no es un lugar de castigo. Allí los jóvenes que ingresan no son mirados con desprecio, al contrario, son bien recibidos. Son bien tratados y se procura la manera de ayudarlos a que superen su actitud, a que cambien, a que aprendan. Se trata de convertirlos en hombres útiles a la sociedad”.

Reconoce el periodista que cuando llegaron los primeros grupos, estos no eran nada buenos. Esto dio lugar a que “algunos oficiales no tuvieron la paciencia necesaria ni la experiencia requerida y perdieron los estribos”. Pero ahí intervino de inmediato la justicia revolucionaria: algunos de ellos fueron sometidos a consejo de guerra, varios fueron degradados y a otros se les expulsó de las Fuerzas Armadas, que, faltaría más, no iban a tolerar semejantes comportamientos.

Mas eso solo ocurrió al inicio, insiste Báez. Es cierto que en las UMAP existe una gran disciplina, “pero esto no impide que exista un trato afectuoso entre jefes y subordinados”. Los jefes trabajan a la par con los reclutas en las tareas de la producción. Pasan sus mismas dificultades y necesidades. Y el periodista ilustra con un ejemplo cómo se educa a los jóvenes: “Cuando algún joven no está realizando su mayor esfuerzo el jefe no dice nada; solamente se pone a su lado y se pone a cortar, lo cual produce un gran efecto moral”.

Los jefes de gran ecuanimidad

Pese a que la inmensa mayoría de los reclutas están realizando una buena labor, el periodista comenta que no deja de haber individuos verdaderamente conflictivos, que solo crean problemas y dan mucho que hacer. Afortunadamente, “los jefes están dotados de una gran ecuanimidad y saben cómo tratarlos”. Eso hace que los jóvenes ven en el jefe “al que da el ejemplo, ven al amigo y a la persona con la cual se pueden franquear, y confiarle cualquier problema y dificultad”.

Algunos de los reclutas pertenecían a sectas religiosas que, por desgracia, fueron utilizadas por la contrarrevolución. Eso no significa, se apresura a puntualizar Báez, que estén allí por sus ideas religiosas, pues “la Revolución no tiene ninguna enemistad ni ve como un enemigo a alguien que profesa alguna creencia religiosa”.

Los reclutas de la UMAP participan en las labores de la VI Zafra del Pueblo. Como tales, disfrutan de los derechos a premios que otorga el plan emulativo del ejército. Esto quiere decir que “con su trabajo pueden ganar una casa, una máquina, motocicletas, etc.”. Aparte de su faena productiva, tienen horas en las cuales se les enseñan labores agrícolas, así como preparación combativa y cortesía militar. De noche, reciben clases de superación e instrucción revolucionaria. Además, practican deportes y después del almuerzo y la comida disponen de tiempo para descansar. El primer domingo de cada mes reciben visita de sus familiares, y cada cierto tiempo se les da un pase de salida. Quienes realizan un trabajo impecable, cumplen las normas y demuestran un buen comportamiento, pueden obtener días adicionales de pase.

De acuerdo al periodista, la inmensa mayoría de los jóvenes están dando “un cambio extraordinario”. Cuando terminen su período en las UMAP, podrán reintegrarse a la sociedad como hombres de bien. Eso lleva a Báez a concluir con optimismo: “Cuando en el mes de noviembre de este año se haga el balance del primer año de labor, se podrá contemplar el inestimable servicio que la UMAP le ha hecho al país y estarán más vigentes que nunca las palabras de Fidel de que «el trabajo enaltece al hombre»”.

En Granma también apareció publicada, los días 13 y 20 de diciembre de 1965, una nota de prensa de las Fuerzas Armadas Revolucionarias. En la misma se anunciaba la concesión de permisos de salida a los jóvenes que se encuentran en la UMAP, con motivo de las fiestas de fin de año. El texto era el siguiente:

“Para general conocimiento se informa que el personal que se encuentra cumpliendo el servicio militar activo en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP) se le concederán las vacaciones de Navidad y Fin de Año.

“Los permisos se otorgarán a todo el personal en dos grupos:

“1er. Grupo: a partir del 21 hasta el 29 de diciembre de 1966.

“2do. Grupo: a partir del 29 hasta el 6 de enero de 1967.

“Esta información es para evitar que los familiares planifiquen sus visitas a Camagüey”.

Por su parte, la revista Verde Olivo acogió en sus páginas tres artículos sobre las UMAP. El primero, titulado “Ascensos en la UMAP” (12 de junio de 1966, pp. 31-33) lo firma José Armas, quien informa sobre un acto que tuvo lugar en el estadio Cándido González, de Camagüey. En el mismo un crecido número de reclutas fueron ascendidos de rango. Pasaron a ser Jefes de Escuadra, “un cargo de notable responsabilidad dentro del marco organizativo que tienen las UMAP”. Para la promoción se tomaron en cuenta la disciplina, la actitud ante el trabajo, el estudio y todas las tareas que los jóvenes deben cumplir. “Esto demuestra palpablemente, anota el periodista, que, a pesar del poco tiempo de constituidas, las Unidades Militares de Ayuda a la Producción se van convirtiendo en un competente Ejército de Trabajadores que logra sus primeros frutos producto de un trabajo disciplinado acertado”.

Un orgullo para las madres cubanas

Armas pasa después a reproducir parte de las palabras que pronunció en el acto el primer capitán José Q. Sandino, jefe del Estado Mayor de las UMAP. Al dirigirse a los reclutas, este les expresó: “Esperamos que se hagan merecedores de esta nueva responsabilidad que la Revolución pone en ustedes; que sepan cuidar y enseñar a los nuevos cargos; que los sepan tratar con estricta disciplina, pero como hermanos siempre, y esa será una gran ayuda a los jefes superiores”.

Al referirse a la tarea que les tocará realizar, el susodicho afirma que “será la de tratar con los compañeros que vendrán en próximo (sic) producto del nuevo llamado. Ustedes tienen la experiencia para tratar con los nuevos compañeros; tal vez la que no teníamos nosotros al empezar a formas las UMAP”. Y luego agrega: “Esto no es sencillo. Tal vez ustedes han podido oír ciertas cosas que se han hablado por ahí de las UMAP; cómo elementos mal intencionados han tratado de presentarlas. Ustedes han visto que no es así; que las UMAP son un Ejército de Trabajadores y que ese trabajo es de la Patria, y por eso se está aquí; que aquí se cumple con un deber revolucionario donde nos hacemos acreedores de la digna Patria que tenemos nosotros. Nuestra tarea es demostrar que es así. Hablen con los nuevos compañeros y explíquenles qué son las UMAP en realidad”.

Igualmente les señala “que para las madres cubanas era un orgullo ver a sus hijos luchando, defendiendo la causa justa de una sociedad nueva”. De acuerdo al periodista, Sandino finalizó su discurso “recordándoles la nueva responsabilidad contraída con la Revolución y les dijo que en un futuro no muy lejano, cuando los jóvenes sean llamados a las filas del Ejército, las UMAP representarán el Ejército de los Trabajadores y entonces se preguntará a cada cuál a qué Ejército quiere pertenecer: si al Regular, al de Estudios o al del Trabajo”.

Concluye el reportaje con las palabras de uno de los ascendidos, Pedro Gutiérrez Ramos, de 24 años, quien durante la zafra realizó una destacadísima labor: cortó 41 mil arrobas de caña, para un promedio diario de 455. Esto fue lo declaró al periodista: “En las UMAP, me siento bien. He tenido un buen trato con los oficiales que siempre me han considerado como un trabajador. He sido seleccionado como ejemplar. El día conmemorativo del Asalto al Palacio (13 de marzo), representé a mi unidad en un acto en Nuevitas. Nunca he sido reportado. Mira, aquí mismo hay como 40 compañeros de mi unidad y son como hermanos todos. A la hora de trabajar, decimos: ¡Muchachos, a pinchar! Vaya… es para que la unidad de nosotros vaya palante”.

El segundo artículo, “Las brigadas de las UMAP” (14 de mayo de 1967, pp. 36-39), fue escrito por P.E. Cabrera, quien lo comienza así: “Una frase recibe al visitante: ‘Las UMAP saludan el Primero de Mayo con más de 12 brigadas millonarias’... Entonces el visitante comienza a conocer de nuevos esfuerzos y, en la medida que recorre los campos, ve pocas cañas y muchos retoños (…) Y los soldados se crecen en esfuerzos, la admiración trasciende al pueblo, y los aplausos se multiplican… Por eso aquel soldado decía que estaba orgulloso de sus compañeros”.

Entre los jóvenes reina el espíritu de trabajo

En ese trabajo, de poca extensión e ilustrado con siete fotos, su autor menciona algunas de las brigadas con mejores rendimientos en el trabajo: el batallón Treinta y Cuatro, que es cuatrimillonario; la compañía Dos, que cortó un millón en 76 días; la brigada Turcios Lima, con un millón 41 mil 380 arrobas cortadas. De esta última, proporciona los nombres de sus macheteros más destacados: Fernando Guilarte y Ciro Martínez.

Ese mismo periodista firma el tercer trabajo, “Unidades Militares de Ayuda a la Producción. Un recorrido” (19 marzo 1967, pp. 34-37). De nuevo lo inicia con una descripción del sitio donde laboran los reclutas: “El camino es largo y lleno de curvas. En algunos lugares, a ambos lados, crece el marabú. Pero no como antes. Se han desmontado muchos campos. Y se han sembrado. Y producen (…) Hay mucha caña que cortar. Y mucha gente corta la caña. Y las alzan. Y el cañaveral se reduce”.

Visita la Brigada Comandante Horacio Rodríguez, que acumula 600 mil arrobas y un promedio diario de 10 mil. Entre los jóvenes, anota el periodista, reinan el entusiasmo, el espíritu de trabajo, la seguridad de que ganarán la emulación. Acerca de ellos, el jefe de la brigada comenta: “Estos compañeros son muy productivos. Se ponen de meta este medio campo pa’ la tarde, y lo cortan. Ahora me están pidiendo luces. Mechones pa’ apilar por la noche. Son incansables”.

Cabrera apunta que “los soldados cortan por dúos. Los mejores llevan brazaletes. El primero es rojo, el segundo verde y el tercero amarillo. Diariamente se reúnen para discutir los lugares. Y el primero de todos los dúos llevara, además, la bandera”. Y recoge diálogos como este:

“—¡Patria o muerte! —grita un hombre.

“—¡¡Venceremos con el millón!! —contestan los demás miembros de la brigada número cien. Manuel Campos García y José Antonio Laso toman la bandera y leen: ‘250 mil arrobas… Brigada de avanzada’.

“—Ahora sí que cogimos el trillo pal’ millón —dice uno del grupo.

“—Cogeremos la bandera del segundo paso el día catorce. Pa’ saludar al pueblo vietnamita en la Semana de la Solidaridad.

“—¿Y el millón?

“—¡Hay que guapear para llegar al millón! —dicen los segundos macheteros Francisco Hernández y José R. Fernández”.

El periodista entrevista a algunos de los reclutas más destacados. Uno de ellos es Pedro Pérez Torres, de Guantánamo. Pese a que esta es su primera zafra, es uno de los mejores macheteros. Declara que “es una experiencia maravillosa porque ve el producto de su esfuerzo en forma de arrobas de caña que contribuyen a elevar la economía del país”. Y añade: “Yo nunca había cortado caña, no sabía lo que era un millón. Pero ahora le puedo hablar de la emoción que se siente cuando se gana una bandera como esta de las 800 mil arrobas. Mi compañero de dúo (Orlando Zázeta) y yo estamos contentos por este triunfo y redoblaremos el esfuerzo a pesar de llegar al millón, porque llegaremos y pronto, ya que nuestro deber es elevar la producción al máximo y solo se logra esto con nuestro mejor esfuerzo en el trabajo”.

Concluyo aquí el resumen del contenido de todos esos artículos, en los cuales hay un detalle que llama mucho la atención: en ninguno se alude ni por asomo a los homosexuales, que fueron el sector de la población del cual más se nutrieron las UMAP. Tras leerlos, este comentarista se muestra convencido de que esos trabajos fueron la fuente en la cual Mariela Castro se documentó para concluir que las UMAP eran como las escuelas al campo.

© cubaencuentro.com

**************

Fragmentos del discurso de Fidel Castro del 13 de marzo de 1963 . El discurso completo de Fidel Castro puede leerse en:

http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1963/esp/f130363e.html

Unos fragmentos:

“ ¡Un momento! Es que ustedes no me han dejado completar la idea (RISAS y APLAUSOS). Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos (RISAS); algunos de ellos con una guitarrita en actitudes “elvispreslianas”, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre.

Que no confundan la serenidad de la Revolución y la ecuanimidad de la Revolución con debilidades de la Revolución. Porque nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones (APLAUSOS). La sociedad socialista no puede permitir ese tipo de degeneraciones.

¿Jovencitos aspirantes a eso? ¡No! “Arbol que creció torcido...”, ya el remedio no es tan fácil. No voy a decir que vayamos a aplicar medidas drásticas contra esos árboles torcidos, pero jovencitos aspirantes, ¡no!

Hay unas cuantas teorías, yo no soy científico, no soy un técnico en esa materia (RISAS), pero sí observé siempre una cosa: que el campo no daba ese subproducto. Siempre observé eso, y siempre lo tengo muy presente.

Estoy seguro de que independientemente de cualquier teoría y de las investigaciones de la medicina, entiendo que hay mucho de ambiente, mucho de ambiente y de reblandecimiento en ese problema. Pero todos son parientes: el lumpencito, el vago, el elvispresliano, el “pitusa” (RISAS).

¿Y qué opinan ustedes, compañeros y compañeras? ¿Qué opina nuestra juventud fuerte, entusiasta, enérgica, optimista, que lucha por un porvenir, dispuesta a trabajar por ese porvenir y a morir por ese porvenir? ¿Qué opina de todas esas lacras? (EXCLAMACIONES.)

Entonces, consideramos que nuestra agricultura necesita brazos (EXCLAMACIONES DE: “¡Sí!”); y que esa gusanera lumpeniana, y la otra gusanera, no confundan La Habana con Miami...¨

 La revista Mella era la revista de la Unión de Jóvenes Comunistas.


La revista Mella, de la Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)  en Cuba
 
Conducta Impropia Documental sobre la represion al homosexualismo en Cuba





****************

Tomado de https://www.tremendanota.com/

«A la UMAP nunca sobrevives del todo»




(Imágenes  añadida por el Bloguista de  Baracutey Cubano)

Por Claudia Padrón Cueto
La Habana
20 diciembre, 2019

(La psicóloga Liliana Morenza, una de las integrantes del equipo de investigación de psicólogos en las UMAP, junto a dos homosexuales pertenecientes a la Compañía 4, Batallón 7, Unidad de Ayuda a la Producción. “La Violeta”, Camagüey, 1967. Cortesía de la doctora María Elena Solé a Abel Sierra.)

Por más de 50 años José Rolando Valdés no contó que él mismo se tuvo que arrancar una muela a sangre fría con una cuchara, ni que fue golpeado y tirado sin ropa por cuatro días en un calabazo. Tampoco dijo que fue obligado a seguir trabajando en un campo de caña con un brazo lastimado por un machetazo. Sentía vergüenza, así que casi nadie supo sobre el trabajo forzado y vejaciones que padeció. Durante más de cinco décadas calló sobre su reclusión en las UMAP.

(José Rolando Valdés en varios momentos de su vida. foto y comentario del Bloguista de Baracutey Cubano

Entre 1965 y 1968 el Estado cubano, amparado en la ley 1129 del 26 de noviembre de 1963 que estableció el Servicio Militar Obligatorio (SMO), comenzó a recluir hombres con edades entre los 18 y 26 años en las Unidades Militares de Ayuda a la Producción (UMAP). Aquel fue un experimento social que no solo buscaba higienizar el país de todo aquel que no encajara con el molde del «hombre nuevo», sino también disponer de unos 60 mil brazos obligados a cortar caña.

Hoy, a sus 72 años, José Rolando recuerda los camiones que iban por cada pueblo y ciudad recogiendo a los jóvenes que el Estado miraba con recelo. Las categorías para la reclusión eran diversas: religiosos, homosexuales, burgueses, desafectos, otros que no trabajaban y era considerados con alto potencial delictivo, guardias castigados. Aunque nunca lo tuvo claro, Valdés podría pertenecer a esta última categoría.



En 1965 comenzó su servicio militar como guardia de la Marina en el municipio de Bahía Honda, provincia de Pinar del Río. Ahí estuvo unos pocos meses hasta que secuestraron unas lanchas torpederas y como consecuencia la mayoría de los chicos que estaban en ese campamento acabaron, sin muchas explicaciones, en un camión que los llevó hasta el centro del país.

(Pastores de diferentes denominaciones evangélicas)

«Cuando llegué a la nueva unidad mi primera reacción fue negarme a usar el uniforme, no entendía por qué estaba allí y no lo acepté», recuerda.

Como consecuencia de su insubordinación fue golpeado por los guardias, que lo lanzaron en ropa interior a una celda durante cuatro días. «Así aprendí a quedarme callado y esperar que terminara aquel infierno sin causar problemas».

Había llegado al central Primero de Enero, un campo donde estaban recluidos homosexuales y cristianos. «En las noches había un sargento que metía a los chicos afeminados en un tanque de agua fría desnudos hasta que perdieran la conciencia», confiesa José con la voz cortada. «Los oíamos sufrir sin poder ayudarles. Es una de las cosas más tristes que he visto».

Los castigos en las UMAP, documenta el investigador Abel Sierra, podían ir desde los insultos verbales hasta el maltrato físico y la tortura. Víctimas de estos campos enumeran también, entre las formas de violencia, la práctica de enterrarlos en un hueco y dejarlos con la cabeza fuera durante varias horas. A otros los ataban a un palo o a una cerca y los dejaban durante la noche a la intemperie, expuestos a los mosquitos.

Se calcula que alrededor de ochocientos homosexuales fueron presos en sitios como este.

(La psicóloga Liliana Morenza, una de las especialistas que integró el equipo investigación de psicólogos de las UMAP, junto a varios homosexuales y cabos. Compañía 4, Batallón 7, Unidad de Ayuda a la Producción “La Violeta”, Camagüey. 1967. (Cortesía de la doctora María Elena Solé a Abel Sierra))

Las unidades que recuerda José Rolando eran albergues largos donde dormían cientos de muchachos sobre camas de saco con colchonetas delgadas. Los baños estaban afuera y olían mal. Las cocinas eran de leña y la comida era escasa. Para el desayuno tomaban un vaso de agua con azúcar y tragaban un pedazo de pan. Unas cercas altas los separaban del exterior.


«Nos levantaban cada día a las 5:30 o 6:00 a.m. y volvíamos del campo de caña casi 12 horas después. En la noche, luego de la comida, nos formaban y comenzaba la lectura y debate de textos políticos. Comenzaba el adoctrinamiento cuando ya no tenías fuerzas ni para pensar».

Han pasado más de cincuenta años, pero José Rolando puede recordar casi todo de allí: olores, sensaciones, maltratos, las voces de los sargentos, la soledad. También es capaz de recitar de memoria un fragmento de un discurso de Fidel Castro que había escuchado en 1963 y que hasta hoy lo persigue:

«Muchos de esos pepillos vagos, hijos de burgueses, andan por ahí con unos pantaloncitos demasiado estrechos; algunos de ellos con una guitarrita en actitudes ‘elvispreslianas’, y que han llevado su libertinaje a extremos de querer ir a algunos sitios de concurrencia pública a organizar sus shows feminoides por la libre».

«Nuestra sociedad no puede darles cabida a esas degeneraciones», concluía el discurso del máximo líder cubano.

Dos años después comenzaron las UMAP.

En el tiempo que estuvo recluido, José Rolando Valdés fue trasladado del central Primero de Enero a la cárcel de Morón donde vivió en condiciones de hacinamiento con presos comunes. De ahí lo llevaron a Vertientes para seguir cortando cañas hasta el cierre de los campos. Allí dice que conoció a Pablo Milanés.

La explotación del cuerpo


Las UMAP no solo eran una imposición de cierta masculinidad militante y barbuda, sin cabida para ademanes «afeminados». Era también mano de obra barata y disponible para la agricultura. En un artículo de la época, el economista Carmelo Mesa-Lago analizaba que el gobierno logró ahorrar por concepto de trabajo no pagado alrededor de trescientos millones de pesos cubanos, entre 1962 y 1967. Por todo un mes con jornadas de medio día, a José Rolando le pagaban siete pesos.

«Allí éramos esclavos, sin saber por qué. Los guardias nos vigilaban todo el día para asegurarse de que estuviésemos cortando caña. Ni siquiera enfermo o herido podías descansar».

Cuando este hombre habla de las UMAP las define como una especie de asfixia que lo enloquecía a ratos. Quizá por eso, algunos de sus compañeros se automutilaban para escapar. Otros, por su parte, no lograron salir con vida. «Allí hubo suicidios y asesinatos», rememora.

Aunque no lo presenció, dice que en su campamento mataron a un joven abakúa por indisciplinas graves. Antes fue situado par de veces frente al pelotón de fusilamiento. Las dos primeras serían una suerte de tortura, un simulacro sin balas. En la tercera, las armas sí estaban cargadas.

José Rolando dice que tuvo suerte porque logró salir de allí y continuar su vida. Se mudó hasta San Juan y Martínez, al oeste de Pinar del Río, donde nadie conocía su pasado. Se casó con una chica de ese pueblo y trabajó como cantante en un cabaret nocturno hasta emigrar a Estados Unidos en 2002. En todo ese tiempo no volvió a mencionar las UMAP.

«Son demasiados los recuerdos atroces y hasta hoy nadie ha pedido disculpas siquiera. ¿A quién debo culpar por mi sufrimiento en la UMAP? O por los años que me robaron y todos los horrores que vi allí. Aunque salgas con vida, a un lugar así no sobrevives del todo».

En junio de 1968 pararon el trabajo en el corte de caña. Les anunciaron que era el fin de la UMAP. Los hombres saltaban de la dicha. Costaba creerlo. José Rolando volvió a casa después de unos 30 meses. Su familia siempre creyó que salía de la Marina.

Etiquetas: , , , , , , , , , , , , , ,

1 Comments:

At 5:18 p. m., Anonymous Realpolitik said...

Ah, bueno, pero eso es historia antigua, y ya Mariela Castro y su comparsa de alegres travestis han compensado por cualquier exceso que se pudo haber cometido en los UMAP. Todo tipo de gente "gay" en el extranjero ha comprado ese cuento, así que no hay que coger lucha con el asunto. Después de todo, en los 60 lo primordial era hacer revolución, y como supuestamente dijo Lenin, para hacer una tortilla hay que romper algunos huevos.

 

Publicar un comentario

<< Home