martes, abril 05, 2022

Videos recordando los hechos de la Embajada del Perú y el Éxodo del Mariel en su 42 aniversario

 Camilo Egaña en Raíces y Recuerdos: El Mariel 30 Años Despues



Pepe Forte

5 de abril, 2022

Los Sucesos de la Embajada de Perú en La Habana en 1980



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Lisandro Perez-Rey

Diciembre 5, 2018

BEYOND THE SEA (Más Allá del Mar: a history of the Mariel Boatlift)



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Tomado de http://eichikawa.com


El hombre que altera la historia



Por Ciro Torres Parda
Mayo 6, 2010

Ayer se apareció en la televisión de Miami (María Elvira Live, Mega TV, Canal 22) el hombre que entró (abril 1, 1980) con un ómnibus de la ruta 79 en la embajada del Perú para solicitar asilo político y terminó yéndose por el Mariel (mayo 16, 1980) 

Héctor Sanyustiz o Sanjustiz (foto) fue entrevistado por Fabiola Santiago (The Miami Herald, septiembre 6 de 1988), quien escribió: «Los peruanos llevaron urgentemente a Sanyústiz y a [su cómplice Radamés] Gómez al Hospital Militar Carlos J. Finlay para que les curaran las heridas (…) .Para su sorpresa, representantes de los gobiernos cubano y peruano le hicieron una oferta de que se fuera calladamente a través del puerto de Mariel. Sanyústiz pensó que era una trampa para quitarle su protección diplomática. Repetidas veces rehusó la oferta, hasta que su escolta peruano lo convenció de que era verdadera. Entonces les dijo que sólo se iría si su esposa Lucía y su hijo de cinco años, Héctor, también se iban. El funcionario cubano que negociaba con él y con los peruanos aceptó, pero con una condición: Sanyústiz no le podía decir a nadie quién era».

Al ser entrevistado por Jorge Ferrer (diciembre 5, 2008), Sanjustiz contó que «a la hora de estar allí sangrando, se apareció Isidoro Malmierca, Ministro de Relaciones Exteriores, haciendo preguntas que yo contesté de mal humor, hasta hacerlo callar, y decirme: “Mira, firma este documento para que puedas ser atendido en un hospital cubano”».

Amén del canciller y su documento, Sanjustiz narró que a su cama de convalecencia vino «un general alto y corpulento de la raza negra y me amenaza con que si no me entrego antes de las seis de la mañana, el pueblo se iba a meter en el hospital y me sac
aría a pedazos». Dice Santustiz que reaccionó así: «Me cago en su madre y le digo que sus tropas especiales, no el pueblo, podían venir por mí, pero de seguro al menos a uno yo me lo comía vivo, y en eso empecé a golpear la pared».

( Héctor Sanyustiz o Sanjustiz ) 

Al desfile del canciller y el general no podía menos que seguir este episodio sublime: «En la madrugada del 16 de mayo apareció alguien, en mi libro está su nombre, y me dijo en tres palabras que me iba al día siguiente por el Mariel y si no lo hacía me atuviera a las consecuencias. Con la misma, salió de la habitación. Uno de los que lo acompañaban regresó un instante después y me dijo que no se me fuera a ocurrir decir nada de aquello a nadie, ni siquiera al oficial que estaba al frente de mi caso».

En «su» libro The man who altered history (2006), que flota en Internet bajo la autoría de José Paredes [a quien Sanjustiz presenta como su agente literario], el nombre de ese alguien apareció por vez primera: Fidel Castro. Y así lo ratificó anoche Sanjustiz a María Elvira Salazar frente a las cámaras. Ni siquiera se lo había dicho a Mirta Ojito, de quien Sanjustiz asevera: «Me pidió que le contara de mí. Lo hice con la condición de que no podía escribir nada de lo que yo le contara y me engañó, porque hizo todo lo contrario». Ojito dio a imprenta Finding Mañana (2005) sin aludir al significativo pasaje de Castro vis-a-vis con Sanjustiz, quien confirmó a María Elvira Salazar algo que ya había dicho a Ferrer: «Estaba loco por que llegara el 1 de mayo. Llegó el desagradable día y en el hospital pusieron el discurso a todo lo que daba. No olvidaré nunca cuando dijo que nosotros jamás abandonaríamos el país, que habíamos sido la gota que había derramado la copa, por la muerte del custodio Pedro Ortiz Cabrera».

Sólo que en ese discurso Castro se refirió una sola vez al desdichado custodio: «Hasta que se produjo la muerte del soldado Ortiz Cabrera (APLAUSOS), hasta ahí llegó la paciencia, hasta ahí. Se había llegado al punto en que no podíamos tolerar más, y dijimos: que a cualquier precio —y entiéndase bien—, a cualquier precio había que ponerle fin a las provocaciones». Y no hizo ni una solita referencia a la tripulación del ómnibus, sino que echó mano al socorrido argumento: «detrás de todas estas provocaciones está la CIA». Castro abordó en perspectiva: «Está por resolver el problema todavía de qué se hace con los que penetren por la fuerza en una embajada (ALGUIEN GRITA: “¡Retirarle la custodia!”) Ahora no tiene mucha importancia retirarla, porque le hemos retirado la custodia a la Península de la Florida, que es mucho más grande (APLAUSOS)». 

Así que Sanjustiz no pudo haber oído lo que dice que dijo Castro. Y esos dimes y diretes incuban la sospecha de que tampoco vio a Castro ni al general negro ni al canciller. Lo atendió el diplomático germano-peruano Ernesto Pinto-Bazurco Rittler, el personal médico cubiche y algún oficial.

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