Jorge Hernández Fonseca sobre José Ángel Buesa, poeta cubano que el castrismo ninguneó. En este post una de las causas de ese ninguneo: Carta de su sobrino Manuel Artime Buesa, oficial del Ejército Rebelde, a Fidel Castro. Artime Buesa fue posteriormente jefe civil de la Brigada de Asalto 2506 que fue a liberar a Cuba en abril de 1961
José Ángel Buesa, el poeta cubano que el castrismo ninguneó
Por Jorge Hernández Fonseca
24 de Junio de 2023
Se calcula que hay más de tres millones de cubanos (y cubanos-descendientes) en el exilio. Uno de ellos fue en su momento José Ángel Buesa. Muy temprano en la revolución comunista cubana, un poeta romántico, desafecto de la dictadura en ciernes, sobró en las filas de los intelectuales cubanos porque el dictador requería incondicionalidad y un hombre de los vuelos de Buesa no podía, de ninguna manera, serlo. Su romanticismo chocaba de manera frontal con los paredones de fusilamiento y los actos de repudio de su violenta época y tuvo que exiliarse.
El poeta pasó por la madre patria, España, tratando de establecerse en Canarias, desde donde el destino lo llevó a acercarse un poco a su tierra, en el El Salvador. De allí, de nuevo, más cerca todavía, se estableció finalmente en Santo Domingo, República Dominicana, donde impartió cátedra universitaria y publicó numerosos versos que hoy llenan de orgullo a cubanos de dentro y fuera de la isla. Varias generaciones estuvieron prohibidas de leer a Buesa en Cuba. Su romanticismo, se estimaba, no era “bueno a un pueblo que debía odiar al enemigo”.
(José Ángel Buena conversando en Cuba antes de 1959)
Los cubanos del exilio no hemos sido ajenos a la polémica que existe criticando a los poetas románticos. Sea cual fuera la posición personal de cada cual, esa polémica no implica censura de ninguna de las tendencias poéticas, porque hay campo para todos, como se demuestra en la isla, que censuró durante muchas décadas a Buesa, queriendo correr la balanza en su contra y favoreciendo el materialismo en la literatura y ahora le estalla entre sus manos esta especie de Buesomanía, no más que por la ternura de sus versos y su profundidad cantándole al amor.
José Ángel Buesa merece un sitial entre los intelectuales cubanos contemporáneos y ese sitial la dictadura cubana no se lo va a ofrecer, por ser su poesía romántica, la negación misma de la filosofía política y social que una dictadura ha implantado de manera totalitaria. Siendo así, es un deber entre los buenos cubanos del exilio, sean de la profesión que fueren, formar parte del homenaje que Buesa merece, para finalmente descanse en la paz de su tumba en Miami
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UNA CARTA HISTÓRICA Y PROFÉTICA A MENOS DE UN AÑO DEL TRIUNFO REVOLUCIONARIO
Dr. Fidel Castro Ruz
Primer Ministro del Gobierno Revolucionario; Presidente del INRA; Presidente de la Comisión Nacional de Fomento del Turismo.
Comandante en Jefe de la Fuerzas Armadas
Comandante:
No sé si después de escribir estas líneas pueda seguir viviendo, o no sé si seguiré viviendo con el adjetivo denigrante "traidor" delante de mi nombre.
De lo que sí estoy seguro, es de que a mi conciencia le llegó el momento de negarse a trabajar por una causa que no es la misma que llevó a los cubanos al clandestinaje, al exilio, a la guerra y a la muerte.
Por eso no me importa que Ud. el día de mañana quiera desintegrar mi prestigio y mi honra (yo sé que lo va a hacer) ante un pueblo que aun tiene fe en Ud. porque no ha vivido en el seno del Ejército Rebelde y del Instituto Nacional de Reforma Agraria como he vivido yo.
No sé de qué me acusará ante el pueblo, si de inepto, de borracho, de ladrón, de batistiano, de marihuanero, de pepillo o de alguna otra cosa que se le suele endilgar a los que no quieren engañar al pueblo y se niegan a seguir en la comparsa roja.
Sólo sé que después de haber oido de sus labios el asunto de la carta de Trujillo en que se "alababa" a Huber Matos, creo que usted es capaz de falsificar una carta con mi firma confesando que he asaltado el Banco Nacional.
Pero prefiero ser escueto, Comandante; después de la última reunión del INRA, en la cual oí de sus labios el plan completo para comunizar a Cuba, muy poca fe me quedó en Ud.
Pero tratando mi cerebro de aferrarse a una última tabla, traté de disculparlo y me dije: "Esto lo hace para tratar de tranquilizar al ala roja", como antes pensaba: "De esto Fidel no sabe nada".
Pero ahora después de la canallada que se le ha hecjho a quien nunca estuvo conjurado con nadie, a quien siempre le planteó verticalmente y de frente el problema comunista, a quien Ud. mismo estimuló varias veces a mantenerse firme, a quien fue el héroe del cerco de acero a Santiago de Cuba, a Huber Matos Benitez, yo creo comandante Fidel que el problema de Cuba no es plantearse hasta que punto hay infiltración comunista en este Gobierno Verde Olivo, sino hasta que punto hay infiltración Verde Olivo en este Régimen comunista.
Y ahí está Huber Matos, el héroe que cometió el delito de ser sincero en una carta particular a Ud. Ahí está, desnudo en una celda, cuidado por cancerberos fieles al "glorioso" Piñeiro, al "valiente" "Barba Roja", ahí está impotente frente a la calumnia que pesa sobre él.
No, Comandante, los traidores a la revolución no son los Huber Matos. Los traidores a la revolució son los que la han prostituido, volviéndola roja.
Por eso yo renuncio a mi puesto en este Ejército Rojo y a mi cargo como Segundo Jefe de la Zona O-22 "Ciro Redondo" de Desarrollo Agrario del I.N.R.A,
Por eso, y por los puntos que le paso a exponer:
1- Porque no quiero engañar al guajiro, diciéndole que va a haber reparto de tierra (como Ud. prometió en La Sierra Maestra y sigue prometiendo todavía), cuando sé, porque Ud. mismo lo dijo en la última reunión del INRA, que no se iba a dar tierra a nadie, que solo crearíamos cooperativas en tierras que serían del Estado, pero que el campesino no debía saberlo. ¿Por qué Ud. no es sincero con ese campesino que dio su vida por hacer libre a Cuba y que espera justicia?
2- Porque me niego a engañar al guajiro diciéndole que el día de mañana ellos serán los dueños y administradores de las cooperativas, sabiendo que Ud. personalmente nos ha dicho que el administrador ha de ser siempre el Estado y observando en la práctica que no hay la más leve intención de formar al guajiro para que ocupe el día de mañana esa administración.
Sea sincero con ese campesino, Comandante, dígale la verdad, dígale que va a seguir siendo jornalero, ahora del Estado y que no será propietario. Dígale además, que las ganancias de esa cooperativa van a ser limitadas.
3- Porque no quiero engañar al pueblo que cree que la Reforma Agraria está haciendo pequeños propietarios y que está estructurando Cooperativas.
Dígale la verdad, dígale que lo que Ud. ha hecho es volver jornalero del Estado al jornalero del terrateniente. Y ponga su nombre a esas Cooperativas falsas que Ud. hace llamar "Haciendas Comuneras". Y dígale sinceramente al pueblo, no tema, como se llama el régimen que hace ese tipo de "haciendas comuneras": "Régimen Comunista".
Se lo está diciendo, Comandante, quien ha hecho 34 de esas "haciendas comuneras", creyendo que de verdad iban a ser verdaderas cooperativas, en que el campesino iba a ser dueño de la tierra, y recibiría cursos de capacitación para administrar las cooperativas. ¿No se acuerda la cantidad de veces que Ud. dijo que nuestra zona era la primera de Cuba? ¿Y cuando la felicitó por televisión?
4- Porque no quiero engañar a los comerciantes y bodegueros y decirles que las "Tiendas del Pueblo" solo se harán en el campo y solo cobrarán un 10 % de ganancias, y que esto se hace para obligar a los demás comercios del campo a no cobrar un precio abusivo al infeliz campesino; cuando usted mismo ha dicho por sus propios labios en la última reunión del INRA, que con las tiendas del pueblo haríamos como en la guerra: que empezaríamos en el campo, y cuando el campo fuera nuestro, tomaríamos las ciudades. ¿ No se acuerda?
¿Tampoco se acuerda que nos dijo que cuando una bodega ofreciera resistencia poniendo las precios más bajos que nuestras "Tiendas", pusíeramos los precios por debajo del costo aunque perdíeramos? ¿No se acuerda que nos entregaron un folleto sobre tiendas del pueblo, y que el antiguo bolchevique universitario, hoy Capitán Núñez Jiménez aclaró que el folleto era "confidencial", pues si se daba a la publicidad ocasionaría una batalla contra todos los comerciantes y bodegueros?
Sea sincero con su pueblo, Comandante Castro, diga a todos que los comercios y bodegas pasarán a manos del estado o sucumbirán por la competencia del Estado, y dígales como se llama el régimen en que todos los negocios están en manos del Estado: Régimen Comunista.
5- Porque me niego a engañar a los industriales y a los que sueñan en invertir en industrias nuevas, diciéndoles que el gobierno estimulará la iniciativa industrial privada, habiendo oido de labios suyos el plan para fomentar industrias estatales de todo los tipos que producirán a más bajo costo que las privadas y obligarán a éstas a cerrar o a vender al Estado. Después de haber oido al Che Guevara decir que estuviéramos atentos a cualquier tipo de industria nueva que se quisiera poner para comunicárselo inmediatamente al INRA, pues no quería que cualquier particular se le adelantara al Estado. Después de oirle sugerir que el control del permiso para industrias nuevas debía pasar de Agricultura al INRA, para vigilar esto de más cerca.
Sea sincero con los industriales, Comandante Castro, dígales que más tarde o más temprano, sus industrias serán del Estado. Y dígale al pueblo, Comandante Castro, como se llama el Régimen donde las industrias son manejadas por el Estado: Régimen Comunista.
6- Porque me niego a presenciar el hambre que vendrá sobre Cuba por querer implantar esa comunización violenta con hombres ineptos aun para hacer esto.
Claro que comprendo que éste es el momento que Ud. espera, para con la justificación económica del caos, intervenir estatalmente toda la economía del país y cerrar con justificación y con broche de oro, este ciclo de conversión comunista de la isla de Cuba.
7- Porque he sido engañado, vilmente engañado, por los que me estimularon a luchar contra el comunismo en el seno de las Asociaciónes Campesinas , haciéndome cree que tenía el respaldo oficial si procedía con mano izquierda y con diplomacia.
Por creer eso, nos enfrentamos al conocido y mediocre líder comunista en Contramaestre y Mafo, Rodríguez Rivas, que fue enviado por el Capitán Antonio Pérez (Jefe del Buró Agrario del Ejército, organización comunista, aparentemente disuelta) a trabajar a Manzanillo entre los campesinos, porque en Manzanillo no lo conocían como comunista.
Por creer eso nos enfrentamos a esa otra organización comunista, que esconde sus intenciones bajo el nombre de uno de los mártires más puros de la revolución: "La Federación Provincial Campesina Frank País".
Y en respuesta a todos nuestros trabajos y sacrificios, y después de lo de Huber Matos, me entero de que el camarada Rivas ha sido nombrado en el I.N.R.A. de Manzanillo y se me ordena que disuelva los Comandos Rurales y se me "aconseja" que no ataque más al comunismo y que me haga "el de la vista gorda".
Yo sé que quien me dijo esto, me lo dijo por mi bien, y solo cumplía órdenes, pero yo sé retirarme a tiempo y no tengo la nobleza de Huber de esperar sentado a que me desprestigien, para ser conducido después a una prisión donde no podría ser útil a mi patria.
8- Porque me niego a seguir escuchando esas marchas de las milicias juveniles donde se inculca al niño un caudillismo estúpido y absurdo, esas marchas que oía por las noches en las calles de Manzanillo: Uno, dos, tres, cuatro, viva Fidel Castro Ruz.
9- Porque me niego a seguir tolerando que se inculque un adoctrinamiento marxista al Movimiento Revolucionario y a los nuevos maestros que suben a la Sierra.
10- Porque me niego a seguir pasando la vergüenza de que se escoja en el mismo pueblo donde yo repetía que este gobierno no era comunista, a una mujer comunista, que no hizo revolución, para asistir con Vilma Espín al Congreso Latinoamericano de Mujeres, y que se desprecie a tantas mujeres manzanilleras valiosas que arriesgaron sus vidas en pro de nuestra causa verde-olivo.
Por eso, Comandante, por eso y algo más que en su momento diré, presento MI RENUNCIA.
Pero no solo mi renuncia. Creo que ha llegado la hora de citar al honor y al decoro de todas las fuerzas sanas y revolucionarias del país, para ir sin vacilaciones y sin temores al rescate de nuestra Revolución, y de hacer esto, despreciando la ayuda y aun el contacto con los corrompidos del Régimen pasado y con los buitres de Ciudad Trujillo. Esta ha de ser una tarea nuestra.
Una tarea del pueblo sano, de los campesinos, de los obreros, de los universitarios que tenemos el orgullo de un José Antonio Echevarría que siempre tuvo una posición vertical frente a los rojos, de los soldados rebeldes, del pueblo en general, de este pueblo heroico que ha sabido escribir con sangre los pedazos más bellos de la historia de Cuba.
Creo que ha llegado el momento de hacer saltar de nuestras gargantas ese grito bendito y heroico que hirió los aires de la Sierra Maestra para lanzar a Cuba una promesa de un futuro glorioso.
Ese grito que sale de una montaña trágica de muertos. Ese grito que sale de los charcos de sangre derramados por una causa grande, cubana y distinta. Ese grito que sale de lágrimas y de huérfanos.
Ese grito que sale de sepulcros aun tibios. Ese grito que hará erguirse del suelo los cuerpos de los mártires, para clavar en los traidores rojos la mirada sin vida de sus cuencas vacías, y decirles: Revolución sí, pero comunismo no.
Ese grito patriótico y trágico de LIBERTAD... O MUERTE
Firmado: Primer Teniente Manuel F. Artime Buesa
2do. Jefe de la zona O-22 "Ciro redondo" del INRA. (Del archivo privado de Aldo Rosado-Tuero)
Buesa, las formas del olvido
Por José Hugo Fernández
15 de junio de 2017
Así como en la poesía de Nicolás Guillén suelen vislumbrarse, agazapadas, las sombras de Langston Hughes o de García Lorca; y así como en la narrativa de Leonardo Padura gravitan sombras macondianas junto a las de Vázquez Montalbán (sobre quien gravitaba la sombra de Chandler); en los versos de Carilda Oliver Labra campea, travestida, la sombra de José Ángel Buesa. Es un viejo tema este de las influencias. Tanto como la literatura misma. Y no contiene interés especial para el caso. Al menos hasta ahí. ¿Quién que es no es influido? Más pertinente resulta quizás observar que los críticos de la Isla no han insistido mucho en esa marcada sincronía entre Buesa y Carilda, a la cual, por cierto, ubican entre los principales exponentes de la poesía nacional contemporánea. Tal vez ella lo merezca. En rigor, merece nuestro respeto por haber demostrado ser una buena persona, virtud nada corriente en sus entornos. Pero ese no es el punto. Tenemos por un lado a Buesa, eliminado del panorama de la literatura cubana por ser un poeta menor, según el dictamen crítico que sirvió de pala a sus inquisidores. Y por otro lado, tenemos a Carilda, su gemela del alma, digámoslo así, elevada a la cumbre por criterios opuestos a los que se vertieron sobre Buesa. Entonces hay alguna pieza que no encaja en este puzle.
Casi desde los primeros días del régimen fidelista, la crítica oficial demostró estar planeando la crucifixión de José Ángel Buesa. Tildaron su obra de cursi, apolítica y burguesa. Lo acusaron de encarnar la sensibilidad y los valores de una época superada por la revolución. Debido a esos azares del diablo, el camino les fue allanado por dos o tres sentencias que habían emitido en años anteriores ciertas representaciones descollantes de nuestra cultura. Cintio Vitier reprochó a Buesa “su lirismo amoroso de musicalidad fácil y temática monocorde”. Roberto Fernández Retamar lo sentenció por haber “preferido el número a la calidad, y prodigado sin mucha vigilancia sus dotes de poeta”. Más drástica aún fue la regañina que le lanzara alguno de los miembros de Orígenes: “Tal vez tú mismo no te das cuenta, Buesa, del daño que le estás haciendo a la poesía cubana”. Hay quien supone que esta lapidaria imputación fue obra de Lezama Lima. A mí me cuesta creerlo. Lezama era demasiado inteligente y culto como para proferir una tontería tal. Pero tampoco se necesita ser Lezama para comprender que por la mera simplicidad de escribir poemas menores, aunque resulten muy populares, nadie puede hacerle daño a la poesía. Se ha contado que alguien, quizá con la intención de provocar la lengua de ópalo de Lezama, le preguntó alguna vez qué opinaba sobre la poesía de Buesa. Y dicen que él dijo: “Qué voy a opinar de su poesía si a todas las muchachas de mi generación las enamoraban con los poemas de Buesa”. Esta salida sí me parece propia de Lezama. Pero volviendo al desafortunado sentenciador de Orígenes (a quien el mismo Buesa cita en su libro de memorias Año bisiesto, de 1981), me pregunto, ¿qué tipo de catástrofe presagiaría hoy para la poesía cubana si pudiese presenciar la arrasadora popularidad del reguetón? Sin embargo, tampoco iba a tener razón.
Verdaderamente de lo único que podían acusar con propiedad a José Ángel Buesa ciertas lumbreras de su tiempo, era de habérselas ingeniado para ganarles (a ellos, no a la poesía cubana) la carrera por el dominio público. Pero tampoco hacía falta ser Lezama Lima para saber que ese dominio no es el que determina la grandeza de los poetas.
Cuando los barbudos de Fidel Castro conquistaron La Habana, Buesa tenía ya vendido más de un millón de ejemplares de sus libros. Había llegado a escalar niveles de popularidad sin precedentes en la historia del país. Su libro Oasis, de 1943, alineaba entre los más leídos en toda Hispanoamérica, sólo comparable, en ese orden, con los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda. También aparecía en varios idiomas. Si nos atenemos a una de las máximas firmadas por el propio Buesa (“un poema pertenece tanto a quien lo ha leído y lo recuerda como a aquel que lo escribió”), no hay dudas de que nunca antes ni después de su travesía de poeta menor por el parnaso cubano, nuestra gente de a pie ha sentido tan suyos los versos de algún otro poeta.
Gustavo Pérez Firmat, autor de uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre Buesa, apuntó con acierto que pertenece a un club exclusivísimo: el de los poetas que escriben best-sellers. Hasta qué punto aceptan esto de buena gana los amantes de otras formas poéticas mejor elaboradas o más complejas, es algo que no viene al caso ahora. Más me interesa, de momento, fijar la atención en la insólita falta de sensibilidad humana, así que poética, que se necesita para empujar hacia el destierro de por vida a un hombre sólo porque decidió empeñar su talento (y Buesa lo tenía, ¿qué duda cabe?) en retrotraer el arte de la versificación a su etapa de inocencia primigenia, cuando las palabras no eran sino simples vehículos para compartir sueños, preocupaciones, ilusiones, desasosiegos, esperanzas, amarguras, arrepentimientos… No digamos ya para la poesía, ¿qué peligro pudo haber representado este hombre para el poder político sólo por buscar sus motivos de inspiración entre los más comunes (o hasta baladíes o frívolos) sentimientos amorosos de la gente, dejando a un lado su mísera materialidad cotidiana?
José Ángel Buesa murió en el exilio sin derecho al regreso, justo en 1982, dos décadas después de verse obligado a renunciar a todo lo que constituía la razón de su vida: suelo patrio, ámbito familiar, reconocimiento y devoción populares, una profesión con la consecuente estabilidad económica y social que eran frutos de su talento y de su trabajo de años…Desde el mismo día de su partida comenzó a ser historia antigua, cuando no ignorada o ninguneada, para la cultura oficial. Faltaría mucho tiempo para que distintas generaciones de cubanos borrasen de su memoria aquello de “Pasarás por mi vida sin saber que pasaste…”, si es que lo han borrado del todo alguna vez. Pero ello no dependió en modo alguno del deseo ni de las directivas del poder que impone el gusto y rige las preferencias culturales en Cuba. Este poder lo mantuvo sepultado en vida durante todo el tiempo que le fue posible. Para tener una idea, basta con revisar un fragmento del ya mencionado ensayo de Pérez Firmat, José Ángel Buesa y la impopularidad del éxito, quien asevera que una vez que el poeta había marchado al exilio: “Entre las pocas referencias durante los próximos cuarenta años sobresale la curiosa entrada en el Diccionario de la Literatura Cubana (1980), que habla de Buesa –quien por esos años residía en la República Dominicana- en pretérito, como si hubiera dejado de escribir o de existir: “Poeta que trató fundamentalmente el tema erótico en forma mimética y externa, algunos de sus libros, como Oasis y Nuevo Oasis, vieron múltiples ediciones”.
Antes de esa desdeñosa mención en el Diccionario de la Literatura Cubana, publicada dos décadas después de su partida, sólo he tenido noticias de la inclusión de un poema suyo –Poema del renunciamiento– en una antología que publicara en La Habana el uruguayo Mario Benedetti, allá por 1969. Después, el nombre de Buesa continuaría flotando en el marasmo hasta finales del siglo XX, adentrada ya la segunda mitad de los noventa, cuando fueron publicadas dos o tres selecciones de sus versos, una de ellas, no más faltara, gracias a la oportuna y siempre fiel devoción de Carilda Oliver Labra. Todos estos libros con poemas de José Ángel Buesa volaron de las librerías como el clásico merengue. Un acontecimiento insólito, si tenemos en cuenta los precedentes. Aunque para entonces, remedando a García Lorca, Buesa ya no era él, ni su casa era ya su casa.
Con mejor o peor disfrazada crueldad, pero con la misma propensión al ridículo, algunos poetas ¿mayores? facilitaron la faena de los Torquemada políticos. En tiempos de revolución iban a ser contraindicados los artistas no apodícticos y los rapsodas del sentimentalismo burgués. Así que por eso, y nada más, también sepultaron vivo a Buesa.
Mientras, Pablo Neruda pasaría a remediar quizá la traumática pérdida que para el cubano corriente pudo significar la desaparición de su Poeta Enamorado. La verdad es que los versos del chileno, al menos los de su primera etapa, que fue la más popular, no se diferencian demasiado de los de Buesa. Al punto, es coherente suponer que éste allanó el camino hacia Neruda entre las masas lectoras de la Isla. No en balde Cintio Vitier había reparado ya en el detalle de que la poesía del primer Neruda pudo influir en la de Buesa. Sea como fuere, lo cierto es que, a pesar de su reconocida filiación izquierdista, el célebre autor de Veinte poemas de amor y una canción desesperada también terminaría cayendo en desgracia con los jefes de la revolución y con sus poetas cortesanos en Cuba. O más bien la desgracia fue para los lectores cubanos, pues al gran Pablo Neruda no le hizo ni cosquillas la desestimación de los sargentos políticos del fidelismo.
A Buesa, en cambio, si es probable que lo hicieran sudar sangre con su expulsión del parnaso criollo. Nunca lo dijo por lo claro. No se quejaba de su mala suerte. No perdía el tiempo despotricando contra sus enterradores. Todo lo contrario. Trató de rehacer su vida de hombre común peregrinando por varios países, hasta que al fin hallaría acomodo en República Dominicana. Continuó escribiendo. Al millón de ejemplares que había vendido hasta el momento de su debacle, agregó otro millón, o más. Constituyó una nueva familia e hizo valer su amplia cultura trabajando como traductor y como profesor de Literatura en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, de Santo Domingo. De manera que nadie o casi nadie, llegaría a conocer cuánta tristeza y dolor y frustración y rabia contenida debió soportar aquel infeliz desterrado político que nunca fue político.
Y entretanto, en su país, donde la revolución desembocaba en un grosero régimen totalitarista, los poetas revolucionarios se dieron a crecer silvestres como el romerillo. Posiblemente ninguna otra nación del planeta registró entonces un mayor número de poetas ni una mayor ausencia de auténtica poesía por cada metro cuadrado. El estilo coloquial, entre otras derivas, iba a convertirse en coartada para que cualquier liviana oquedad fuera premiada y amontonada en las antologías. Aquellas lluvias provocaron los pantanales de hoy, donde lo peor del mal gusto burgués impera mezclado con la chusmería más barata. Y sin Buesa, para que al menos les convide a suspirar entre un aullido y el otro.
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