viernes, junio 23, 2023

Víctor Manuel Domínguez desde Cuba: “Soberanía” en Cuba: la fórmula del castrismo para mantenerse el poder

 

“Soberanía” en Cuba: la fórmula del castrismo para mantenerse el poder

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A los jefazos castristas les da lo mismo quien sea el que les dé, siempre que les ayude a mantenerse en el poder. La soberanía queda para los discursos.

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Por Víctor Manuel Domínguez

22 de junio, 2023

LA HABANA, Cuba. — Recientemente, el vicepresidente del régimen cubano, Salvador Valdés Mesa, mientras patojeaba por las tierras baldías —no las de T.S Elliot, sino la de los campos cubanos— clamando por una mayor producción de alimentos, en medio de su perorata, se respondió a sí mismo la pregunta que había hecho y que ninguno de sus aburridos oyentes le supo responder: ¿Ustedes saben qué es soberanía?

“Soberanía es no depender de nadie”, dijo el alto funcionario, que aspira —cual si estuviera al doblar de la esquina y sin cambiar los métodos— a la soberanía alimentaria de un país que se ve obligado a comprar en otros lares el 80 % de los alimentos que consume su población.

Los de la camarilla gobernante no deben saber qué es la soberanía. Y si lo saben, si tienen una vaga noción, les importa poco.

Para empezar, en Cuba el soberano no es el pueblo, sino el Partido Comunista, el partido gobernante y único permitido, que está por encima de la propia Constitución y de todas las leyes, humanas y divinas.

Durante cinco décadas, el soberano, tan absoluto como Luis XV, fue Fidel Castro. Y luego lo sustituyó su hermano Raúl al frente de la monarquía, y todavía, nonagenario, se consulta todo con él.

Así que de soberanía popular nada. De la otra soberanía, la soberanía nacional —esa de la que, asociándola a la independencia, tanto hablan los jefes castristas cuando les da por ponerse patrióticos, porque alguien en el exterior los criticó—, tampoco.

Deja mucho que desear que hablen de soberanía cuando los chinos presuntamente operan una base de espionaje electrónico en Bejucal y a los rusos les ceden tierras por 30 años para quién sabe qué…

Si a eso le añadimos que los ayatolas iraníes sueñan con levantar mezquitas en El Cobre y El Rincón e islamizarnos al modo chiita, y que tenemos patanas turcas que nos abastecen de energía y culebrones turcos de medio pelo como Marasli en la televisión, no hay dudas de que el sancocho soberano sabe muy mal.

Es verdad que, malapagas como son, les deben millonarias sumas a las once mil vírgenes del santoral católico y ahora también a unas cuantas huríes, pero no se debe correr a los brazos del osito Misha, de Confucio, Buda y Mahoma dejando a un lado a Cristo, Changó y Yemayá.

Tanto es el desespero de los castristas que han “tocado el tres” con los Estados Unidos, que son presentados por ellos como “el enemigo histórico de la  nación cubana”, y le han sacado fiestas a los yanquis, olvidados de la soberanía, con tal de ver si consiguen créditos, inversiones y turismo.

No olvidemos que en cuanto Obama inició el deshielo aplaudieron a rabiar la llegada de los cruceros turísticos, la filmación en La Habana de escenas  de Fast & furious, colgaron letreros de fast food en las paladares, el Up and Down parecía que estaba en Miami y a los gastronómicos les encasquetaron gorritos de Santa Claus. Si el Comandante no manda a parar, poco faltaba para que nos volviéramos un estado socialista de la Unión.

A los jefazos castristas les da lo mismo quien sea el que les dé, siempre que les ayude a mantenerse en el poder. La soberanía queda para los discursos. Dirán, como decía de las elecciones su guía e inspirador, el Máximo Líder: ¿Soberanía para qué?

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