Carlos Lehder, excapo del cartel de Medellin, habla sobre la relación de Raúl Castro y el narcotráfico y publica el libro Vida y Muerte del Cartel de Medellín
AmericaTeVe Miami
15 de enero, 2024
Raúl Castro y el narcotráfico: excapo revela detalles de los negocios del Cartel de Medellín en Cuba
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Tomado de https://www.semana.com/
Carlos Lehder habla, por primera vez, de la traición de Pablo Escobar que lo llevó a enfrentar una condena en EE. UU. por narcotráfico.
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Tres décadas después, a Carlos Lehder no le cabe duda de que Pablo Escobar, a quien le dio el apelativo de Caín, fue quien lo entregó a las autoridades en uno de sus intentos de venganza y redención.
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Redacción Nación
13 de enero de 2024
Mientras estaba detenido en Estados Unidos, Lehder fue visitado por el padre Rafael García Herreros, quien en la foto de la derecha aparece con la hija del capo. | Foto: Patricia Rincón Mauter
Incrédulo por el cambio de su suerte, en febrero de 1987 Carlos Lehder se vio en una celda de cuatro metros cuadrados en una cárcel de máxima seguridad de Marion, Estados Unidos. Irónicamente, y como si se tratara de una broma del destino, la pesadilla del narcotraficante empezó con lo que consideró una excelente noticia: la Corte Suprema había declarado inexequible el decreto que permitía la extradición porque el documento no tenía la firma del presidente Julio César Turbay.
Lehder se había confiado de la decisión judicial y bajó la guardia, pese a que era uno de los hombres más buscados del país. La Navidad de 1986 la pasó en compañía de su gran amigo, el narcotraficante Rafael Cardona, “navegando por el río Magdalena, pescando bagres, montando a caballo” a cuenta de la “tranquilidad” que les había dado el fallo.
Con la llegada del nuevo año, el narcotraficante tenía planes para quedarse una temporada en Medellín junto con su novia, Lulú, y sus sicarios de confianza. Por su cabeza solamente rondaba la idea de descansar: “Pronto guardaríamos los fusiles, ametralladoras y granadas, y solamente portaríamos pistolas”. La extradición ya no existía.
Sus planes se acabaron con una llamada. Pinina, uno de los más sanguinarios sicarios de Pablo Escobar, quien en más de una oportunidad le había dado consejos para hacerles el quite a operativos judiciales e incluso a la muerte, le lanzó la siguiente advertencia: “Llave, piérdase que la policía le va a caer en dos horas”.
Carlos Lehder cree que Pablo Escobar fue quien lo entregó a las autoridades.
“Cuando fui a responder, oí que colgaba. De inmediato empacamos todo lo importante, subimos a los dos jeeps y nos fuimos para la casa de Rionegro. Me pregunté cómo Pinina sabría ese nuevo número telefónico mío. Si ya no me podían extraditar, ¿por qué me seguía persiguiendo la Policía? Llamé por teléfono a mi pareja y le dije que pospusiera su viaje”. Así, le surgieron las dudas a Lehder.
Pocos minutos después, dos camiones cabinados de la Policía Nacional y dos jeeps llegaron hasta la finca. Los planes elaborados de fuga y el diseño de rutas de escape habían quedado en el pasado, “estábamos atrapados”.
Por esto tomó la decisión de entregarse, confiado en que pasaría los siguientes días o años en una cárcel colombiana. Nada más alejado de la realidad. En minutos pasó de Guarne, a Rionegro, a Bogotá, hasta la base militar de Guantánamo, en Cuba; luego a Tampa, Florida, en Estados Unidos, su destino final.
“Durante el vuelo logré estar relativamente calmado porque mis sentidos aún se negaban a dar credibilidad al hecho de haber sido secuestrado en mi patria por agentes de otro país, con toda la complicidad del alto gobierno”. Ya en suelo norteamericano fue recluido, con grilletes y cadenas, en un calabozo de una “prisión sin nombre, como único detenido”.
No comprendía lo que estaba ocurriendo y en su mente aparecían fugazmente algunas reflexiones pesimistas con algunos visos de optimismo, las cuales se irían repitiendo a lo largo de su detención: “Esta no era una pesadilla transitoria, eran las consecuencias de haber fallado en mi obligación de escabullirme del enemigo. Mi profesión de narco había terminado bruscamente. Pero en medio de todo, había una cosa positiva: por lo menos, la policía no me había matado”.
Tres décadas después de escuchar la lectura de sus pecados en un amplio indictment, el cargo más grave era una acusación ajena. Además de ser señalado de liderar el envío de toneladas de cocaína a Estados Unidos, utilizando Norman, su cayo en Bahamas, le dijeron que “su máximo nivel de custodia se debe a que poseemos información que indica que usted ha amenazado con matar jueces de Estados Unidos, algo que había dicho Escobar, jamás lo afirmé yo”, dice en el libro.
En medio de su secuestro-extradición, como califica su traslado a Estados Unidos, recibió una noticia que lo destrozó: su padre había fallecido por un cáncer. “Su pérdida acongojó y llenó de dolor mi cuerpo y mi alma. Sentí, ahora sí, que me encontraba en otro mundo, aislado en un planeta oscuro. Solo quienes han vivido algo así saben la profunda desolación”.
La traición
Mientras esperaba su juicio, Lehder se reunió con su abogado para analizar las pruebas que tenía la Fiscalía. Por error, o eso cree, se “traspapeló” un documento que tenía todos los sellos de información oficial secreta y que, en medio de tachones con un marcador negro grueso, contenía una información que confirmaría sus más oscuras sospechas.
“Entre los cientos de papeles que la Fiscalía les iba entregando a mis abogados antes del inicio de mi juicio, se traspapeló un documento por equivocación; de esa manera, mi abogado se enteró de una información oficial secreta. Aunque en el documento sí se veían varias líneas del texto tachadas con tinta de marcador negro, se alcanzaba a revelar que Pablo Escobar era la persona que había entregado a Carlos Lehder a la Policía de Medellín”. Esa fue una contundente revelación.
Siete meses después de un juicio por el que desfilaron varios de sus antiguos socios y enemigos que declararon en su contra, la estocada la dio la entonces carismática primera dama Nancy Reagan, quien utilizó el juicio para fortalecer su campaña en contra del uso de las drogas.
Doce jurados lo encontraron culpable de todos los cargos y el juez federal de Jacksonville fijó dos sentencias lapidarias: “Me encontraron culpable de conspiración para introducir cocaína en Estados Unidos, cargo que derivó en una sentencia de 135 años de prisión, así como también de dirigir ‘una empresa criminal continua’, lo que condujo a una sentencia de cadena perpetua. El juez ordenó además que se confiscara mi isla Norman, en las Bahamas, y golpeó en su gran mesa con el mazo justiciero de madera, martillazo final que representa la cosa juzgada”.
Carlos Lehder fumaba marihuana, pero no consumía coca. El exnarcotraficante les tenía miedo a sus efectos porque él los vivió con una de sus novias. | Foto: patricia rinón
“Ciertamente, yo sí era ciento por ciento culpable de todos los cargos y de traficar con muchísimas toneladas de cocaína más”. Mientras fortalecía su cuerpo y mente en el estricto sistema penitenciario de Estados Unidos, al cual temía y admiraba, Lehder se enteró, en diciembre de 1989, de la captura del presidente de Panamá, el general Manuel Antonio Noriega, en un gigantesco operativo ejecutado por 20.000 soldados estadounidenses.
El presidente, al que calificaban como dictador, tenía un caso pendiente en Miami por conspiración para el tráfico de cocaína con el auspicio del cartel de Medellín. Lehder, quien le envió una misiva a Noriega para aconsejarlo, decidió colaborar con la justicia declarando en su contra, cobijándose en la regla 35 que fijaba una rebaja de pena.
“Cooperando con el gobierno en el juicio de Estados Unidos vs. Manuel Antonio Noriega, tomé nota de los principales puntos, mientras el abogado me explicaba los beneficios de una petición bajo esa figura para la reducción de una sentencia federal por cooperación con el gobierno”. En buena medida, por eso Lehder está hoy libre en Alemania.
La decisión no fue fácil y contó con la bendición del sacerdote Rafael García Herreros, el mismo que había convencido a Escobar de entregarse a las autoridades. Lehder quería que el padre le garantizara que Escobar no iba a tomar represalias en contra de su familia, ya sabía de lo que era capaz.
La respuesta fue clara. “Dígale a Carlos que yo ya arreglé aquí mis problemas con el Gobierno, y que él proceda y haga lo que tenga que hacer para lograr su libertad. Dígale que esté tranquilo, que yo no le molestaré a su familia, y que le deseo suerte”, ese fue el mensaje de tranquilidad.
El padre García Herreros visitó a Lehder en Estados Unidos y así lo cuenta en su libro. “Me senté y me cogió las manos. Poco hablamos, pero el contacto fue suficiente para sentir paz y renovación espiritual (...). Seguí su guía y confesé mis pecados ante él, alivianando la mente y el corazón al cumplir con este milenario rito católico”.
Con su declaración, Lehder logró que le quitaran las dos cadenas perpetuas y que la sentencia se condensara en 55 años de prisión, de los cuales cumplió 33 con mejores condiciones, que no se asimilaban al infierno de sus primeros días.
Hoy, al dar una mirada al pasado, recuerda la frase que llegó de la nada en su celda, la que le permitió sobrevivir “a suplicio sin angustias emocionales” y con la que cierra su libro: “Persevera, supera tu cautiverio; persevera, humilde”.
“Ya tuve varios hijos, ya sembré cientos de árboles, solo me faltaba escribir un libro. Hace una treintena de años, el fundador y jefe del cartel de Medellín exterminó a sus integrantes. El Caín asesino, Pablo Escobar, también cayó hace 30 años, el 2 de diciembre de 1993, fulminado por las balas de un comando de la Policía en el tejado de una casa en Medellín”, reseña Lehder en el libro editado por Penguin Random House, que ya está en las librerías.
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Video.El testimonio de Manuel de Beunza, ex oficial de la Inteligencia Castrista, cantribuyó a que la publicación norteamericana Forbes estimara la riqueza del ex dictador cubano Fidel Castro en unos 900 millones de dólares. También de Beunza reveló la relación de los Castro con el narcotráfico mediante testimonio personal. Manuel de Beunza (quien desertó el 14 de junio de 1987 falleció en el 2013) estuvo 20 años en el sistema estadounidense de protección de testigos pues sabía que sobre él había una condena a muerte; su testimonio público (en 2010) sólo lo hizo 3 años antes de fallecer; quizás conociendo que tenía algún tipo de enfermedad. Antes de eso no estaba haciendo vida pública alguna.
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Les recomiendo que lean ( está en idioma Inglés) la transcripción del programa Cuba Cocaine, donde aparecen las entrevistas a diferentes narcotráficos, en particular los familiares de Ruíz Po, el entonces joven que estalló en llanto en el juicio de la Causa 1/89 o Causa Ochoa-La Guardia en 1989, que dijo, con otras palabras, que el pensaba que el Comandante ( Fidel Castro) estaba al tanto y al frente de todo y que como en el baloncesto anotaría el tanto decisivo. En el siguiente video aparece Ruiz Po en el juicio diciendo lo anterior. Dicen que desde hace años está de cantante en los centros nocturnos de La Habana.
Pablo Escobar, el patrón del mal,y su ruta cubana de las drogas
Los cubanos confirman asombrados la conexión cubana en el narcotráfico, en un serial colombiano que es un éxito en la bolsa negra de videodiscos.
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septiembre 27, 2012
Tomado de http://taniaquintero.blogspot.com
Por Juan Benemelis
La otra coyuntura tenía que ver con el narcotráfico en sí. El Cartel de Medellín necesitaba de un punto intermedio cercano para operar hacia aguas norteamericanas. El Cartel de Medellín llegará a introducir unas 45 toneladas de cocaína en Estados Unidos, representando 25 billones de dólares, y alrededor de 10 toneladas en Europa.
En una intervención ante el Senado, en abril de 1983, James H. Michel, Secretario de Estado para Asuntos Interamericanos, expresó que existían pruebas de que en 1979, el buró político del Partido Comunista de Cuba había aprobado un plan para intervenir en el narcotráfico utilizando a Cuba como puente y base de apoyo para las redes de traficantes de Estados Unidos.
El suministro se organizó desde las fuentes de abastecimiento en América del Sur y el gobierno de La Habana necesitaba recursos en moneda convertible que estaría dispuesto a obtener de cualquier manera. La vinculación cubana con el narcotráfico era inevitable desde un principio, y además tenía que producirse de manera casi natural: primero, porque en las áreas de producción de Suramérica, los guerrilleros sostenidos por Cuba ocupaban el mismo espacio ilegal que los narcotraficantes.
La guerrilla necesitaba armas y dinero, mientras que el narcotráfico, siempre abundante en dinero, necesitaba protección armada y, sobre todo, acceso a las redes de organización clandestina de la guerrilla y su experiencia conspirativa. Además, una parte importante de todo el tráfico de drogas cayó en manos de exilados cubanos, sobre los cuales La Habana tenía abundante información para el chantaje. La parte del exilio que se vinculó al narcotráfico con Cuba también se sentía razonablemente segura de que no sería traicionada.
En la medida que la crisis financiera y económica se hacía más profunda, la dependencia de la Isla para con los recursos extraídos de Angola y del narcotráfico se amplió. Apurado por lograr una nueva fuente de recursos, Castro se fue involucrando cada vez más en el tráfico de drogas, como apuntara el general cubano exiliado Rafael del Pino.
Tradicionalmente los barcos usados en el narcotráfico colombiano tenían que atravesar el Paso de los Vientos, entre Cuba y Haití, lo que muchas veces les situaba en aguas territoriales cubanas, donde eran interceptados. Las pérdidas de los narcotraficantes se incrementaron con alarma.
Según el testimonio dado en 1982 por el narcotraficante colombiano de Miami Juan Lozano (alias Johnny Crump), es alrededor de 1975 que algunos de los más importantes narcotraficantes colombianos se entrevistaron en Bogotá con el embajador cubano Fernando Ravelo Renedo para negociar la devolución de los barcos y las tripulaciones.
El embajador cubano contestó con una contraoferta de La Habana: a cambio de 800 mil dólares por cada barco, Cuba estaba preparada no sólo para ignorar la actividad de los buques madres que se detectasen en sus aguas, sino que podía proveerles de servicios de reparación y gasolina en sus puertos, así como identificación y escolta cubana hasta las proximidades de los cayos de la Florida.
Así, los poderosos colombianos Alfonso Cotés y Alfonso García comenzaron sus negocios de tráfico a través de Cuba. Los agentes de inteligencia cubanos se pusieron en contacto con algunos potentados de la droga en Miami, como por ejemplo Johnny Crump y el conocido narcotraficante Jaime Guillot-Lara, quien con posterioridad sería empleado de los servicios secretos cubanos y se casaría con una hija de Raúl Castro.
Entre los cubanos exiliados en Estados Unidos implicados en el narcotráfico con Cuba estaban José Alvero Cruz y Osiris Santi. En noviembre de 1976, Alvero había viajado a España donde disponía de fondos bancarios, y allí obtuvo de la propia embajada cubana en Madrid un pasaporte cubano. En 1978, actuando como agente de Cuba, Alvero arregló el envío de 5,000 armas para las guerrillas sandinistas en Nicaragua. Por su parte, Osiris Santi era un narcotraficante cuyos barcos ya recibían protección en los puertos cubanos. Su lugarteniente, Orlando Torres, se entrevistaba constantemente en México con los funcionarios del régimen cubano destacados en Mérida.
El narcotraficante colombiano, Jaime Guillot-Lara -casado con la hija del ministro de defensa cubano Raúl Castro- será el contacto entre Cuba y el movimiento M-19. El 7 de noviembre de 1981, Guillot-Lara tiene que escapar a toda prisa de Colombia y se refugia en México, donde los agentes cubanos negocian su libertad con las autoridades mexicanas con el fin de evitar que se descubriera su conexión con La Habana. En 1982, Castro hablaba de Guillot-Lara como "un buen amigo".
La conexión cubana sería descubierta y probada más tarde. Los informes de la participación cubana en el tráfico de drogas saldrían por vez primera a la luz pública en 1982, cuando la Oficina Legal de los Estados Unidos en Miami nombró entre los acusados al jefe de la marina de guerra de Cuba, almirante Aldo Santamaría, y al ex embajador cubano en Colombia, Fernando Ravelo, en un caso que incluía 23 toneladas de marihuana.
El 15 de noviembre de 1982, los colombianos Guillot-Lara y Johnny Crump, y los cubanos Lázaro Visuña, Mario Estévez y David L. Pérez, brindaron a un tribunal en Miami amplias pruebas de las actividades de narcotráfico por parte de Cuba desde el año 1975, tráfico que tenía como uno de sus objetivos el envió de armas a la guerrilla colombiana del M-19.
Según la deposición de Johnny Crump, él y Guillot-Lara se dirigieron a La Habana en compañía del embajador Ravelo, donde éste y el embajador de Cuba en Venezuela, Norberto de la Osa, les confirmaron que el barco Viviana, dedicado al narcotráfico, obtendría salvoconducto todas las veces que atravesase las aguas jurisdiccionales cubanas.
Por la protección de este tránsito, Guillot-Lara pagaba 20 mil dólares por cada tonelada de marihuana a bordo. A su vez, el compromiso incluía el transporte de armas a las guerrillas del M-19 en Colombia. Según Guillot-Lara, a su retorno a Colombia inició los trámites para preparar otro barco para enviar a Cuba en 1980.
Conforme al testimonio de Johnny Crump, los funcionarios cubanos Ravelo y René Rodríguez Cruz -presidente del Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP)-, le sugirieron la posibilidad de comprar y enviar armas para elementos anti-Pinochet en Chile a través de Panamá. Una semana después, un chileno de apellido Galván, le hacía entrega de un microfilm en un cigarrillo que contenía la lista de las armas, alimentos y municiones para 300 hombres.
Por otra parte, Johnny Crump cuenta cómo durante una campaña en la costa norte del Pacifico, las autoridades colombianas cercaron a un grupo guerrillero del M-19 comandados por Carmenea Cardona, muchos de los cuales figuraron en el secuestro de la embajada dominicana en Bogotá y que supuestamente debían haber estado refugiados en Cuba.
Entre los detenidos y testigos de la causa de Miami figuraba también Mario Estévez, un agente de la inteligencia cubano, infiltrado en los Estados Unidos en 1980. En su deposición ante el Gran Jurado, Estévez expresó que había sido infiltrado con el objetivo de activar el tráfico de drogas, comenzando por transacciones de marihuana hasta que fue arrestado el 29 de noviembre de 1981. Estévez testificó ante una comisión del senado de los Estados Unidos que había introducido en la Florida marihuana y gualudes desde Cuba, y de ahí trasladado a Nueva York.
Las declaraciones de Estévez resultaron desconcertantes: la alta cúpula de la dirigencia cubana había organizado una extensa red de narcotráfico desde América Latina hasta los puntos de distribución en ciudades norteamericanas, usando sus propios servicios secretos. Estévez identificó al alto oficial de inteligencia cubana, René Rodríguez Cruz y al vicealmirante Aldo Santamaría como las personas encargadas por Castro para canalizar este tráfico.
Estévez apuntó que desde los inicios de la década de los setenta se producía marihuana en la región cubana de Manzanillo para venderla en los Estados Unidos, operación que Castro venía madurando desde los días de la guerra de Vietnam. Estévez estimó en 200 millones de dólares anuales los ingresos cubanos sólo por concepto de la marihuana.
Durante el período de su actividad ilícita, Estévez logró el traslado de Cuba a Estados Unidos de alrededor de 270 kilogramos de cocaína, posteriormente vendida en Miami, Chicago, Ohio, Nueva Jersey, Nueva York y otras ciudades. El dinero acumulado lo llevaba a Cuba él personalmente. También informó que en un momento de su actividad, sus jefes en el gobierno cubano le recomendaron se trasladase a Bimini, en Las Bahamas, para conocer y entrenar a Frank Bonilla, otro agente proveniente de Cuba.
De regreso a Cuba, recalaron en la pequeña isla de Paredón Grande, donde hallaron el buque Viviana del colombiano Guillot-Lara con un cargamento de 8 millones de qualudes. El yate estaba escoltado por buques de guerra cubanos.
De acuerdo con la narración de Estévez, corroborada luego por otros narcotraficantes, estando en Paredón Grande concurrieron el jefe de la Marina de Cuba, almirante Santamaría, y el alto jefe de la inteligencia René Rodríguez, presidente del ICAP, organismo pantalla de la inteligencia cubana, con quienes sostuvo una extensa conversación sobre el narcotráfico. Explicó que cuando salió de Cuba a bordo del Viviana se acarreaba otro barco, el Lazy Lady, hasta la isla de Andros en Las Bahamas, donde se hizo el traspaso de los qualudes. Después fue ordenado a seguir hasta Cayo Güincho donde recogió 23,000 libras de marihuana procedente de Cuba.
El testimonio de Estévez implicó en el narcotráfico internacional a Santamaría, René Rodríguez, al embajador Ravelo, a Gonzalo Bassols Suárez, diplomático cubano en Colombia; a Teodobaldo Rico Rodríguez y Francisco Echemendía, funcionarios del Ministerio del Interior de Cuba.
Con posterioridad, René Rodríguez moría en La Habana, en circunstancias misteriosas, después del fusilamiento de los militares el general Ochoa, Tony de La Guardia, en 1989, y al deceso en prisión, en 1991, del general José Abrantes Fernández, exministro del Interior.
Coincidentemente, Estévez también fallecería en una prisión norteamericana. Los hilos de la trama que conducían hasta Fidel y Raúl Castro irían desapareciendo con el tiempo.
El ex secretario de Estado, Shultz, refiriéndose a los resultados del Gran Jurado de Miami, indicó que se "demostró la evidencia de la complicidad de Cuba en el tráfico de narcóticos en América Latina”. En marzo de 1983 fue confiscado en la Florida un velero con 750 libras de marihuana a bordo. Durante el registro del bote se halló un diario con la ruta seguida. Había zarpado de la Florida para Las Bahamas, siguió a Haití, luego a Cuba, después a Jamaica, retornó a Las Bahamas y finalmente llegó a la Florida de nuevo.
Poco después, el 20 de mayo de 1983, el presidente de los Estados Unidos, Ronald Reagan declaraba en Miami que existían fuertes pruebas de que funcionarios de Castro estaban involucrados en el tráfico de drogas desde Cuba. Un mes después, el administrador de la DEA, Francis Mullen ratificaba ante el senado estadounidense que el gobierno de Cuba estaba consciente de los movimientos de drogas a través de su territorio, y que facilitaban tales movimientos.
Del libro Las guerras secretas de Fidel Castro, de Juan F. Benemelis.
el 11/05/2010
Cinco años antes del fusilamiento del General Ochoa (1989), acusado de traficar con drogas, existían todas las pruebas de que el gobierno cubano estaba involucrado en este comercio ilícito. Este documental fue transmitido por la televisión de Estados Unidos en 1984. El General Ochoa fue sólo el chivo expiatorio para tratar de exculpar al gobierno de Fidel Castro
Part. I
Part. II
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1 Comments:
Esa imagen del sonriente falso general y uno de los gemelos de la Guardia bien pudiera ser una foto de un cliente con su gigolo pagado. No sugiero que hubiera nada sexual entre estos dos sujetos, ni siquiera que al "general" le gusten los hombres (lo cual me da igual), sino que los gemelos de la Guardia eran equivalentes a putas a sueldo. Santocielo, la podredumbre.
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