domingo, marzo 31, 2024

DOMINGO DE RESURRECCIÓN 2024. EL PRIMER RELATO DE LA TUMBA VACÍA O ASOMÁNDONOS AL GRAN MISTERIO. Video Taller: "Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe"

 Resucitó, aleluya

Aleluya en Español



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MENSAJE URBI ET ORBI DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI - PASCUA 2011

In resurrectione tua, Christe, coeli et terra laetentur. En tu resurrección, Señor, se alegren los cielos y la tierra (Lit. Hor.)


Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el mundo:


La mañana de Pascua nos ha traído el anuncio antiguo y siempre nuevo: ¡Cristo ha resucitado! El eco de este acontecimiento, que surgió en Jerusalén hace veinte siglos, continúa resonando en la Iglesia, que lleva en el corazón la fe vibrante de María, la Madre de Jesús, la fe de la Magdalena y las otras mujeres que fueron las primeras en ver el sepulcro vacío, la fe de Pedro y de los otros Apóstoles.

Hasta hoy —incluso en nuestra era de comunicaciones supertecnológicas— la fe de los cristianos se basa en aquel anuncio, en el testimonio de aquellas hermanas y hermanos que vieron primero la losa removida y el sepulcro vacío, después a los mensajeros misteriosos que atestiguaban que Jesús, el Crucificado, había resucitado; y luego, a Él mismo, el Maestro y Señor, vivo y tangible, que se aparece a María Magdalena, a los dos discípulos de Emaús y, finalmente, a los once reunidos en el Cenáculo (cf. Mc 16,9-14).

La resurrección de Cristo no es fruto de una especulación, de una experiencia mística. Es un acontecimiento que sobrepasa ciertamente la historia, pero que sucede en un momento preciso de la historia dejando en ella una huella indeleble. La luz que deslumbró a los guardias encargados de vigilar el sepulcro de Jesús ha atravesado el tiempo y el espacio. Es una luz diferente, divina, que ha roto las tinieblas de la muerte y ha traído al mundo el esplendor de Dios, el esplendor de la Verdad y del Bien.

Así como en primavera los rayos del sol hacen brotar y abrir las yemas en las ramas de los árboles, así también la irradiación que surge de la resurrección de Cristo da fuerza y significado a toda esperanza humana, a toda expectativa, deseo, proyecto. Por eso, todo el universo se alegra hoy, al estar incluido en la primavera de la humanidad, que se hace intérprete del callado himno de alabanza de la creación. El aleluya pascual, que resuena en la Iglesia peregrina en el mundo, expresa la exultación silenciosa del universo y, sobre todo, el anhelo de toda alma humana sinceramente abierta a Dios, más aún, agradecida por su infinita bondad, belleza y verdad.

«En tu resurrección, Señor, se alegren los cielos y la tierra». A esta invitación de alabanza que sube hoy del corazón de la Iglesia, los «cielos» responden al completo: La multitud de los ángeles, de los santos y beatos se suman unánimes a nuestro júbilo. En el cielo, todo es paz y regocijo. Pero en la tierra, lamentablemente, no es así. Aquí, en nuestro mundo, el aleluya pascual contrasta todavía con los lamentos y el clamor que provienen de tantas situaciones dolorosas: miseria, hambre, enfermedades, guerras, violencias. Y, sin embargo, Cristo ha muerto y resucitado precisamente por esto. Ha muerto a causa de nuestros pecados de hoy, y ha resucitado también para redimir nuestra historia de hoy. Por eso, mi mensaje quiere llegar a todos y, como anuncio profético, especialmente a los pueblos y las comunidades que están sufriendo un tiempo de pasión, para que Cristo resucitado les abra el camino de la libertad, la justicia y la paz.

Que pueda alegrarse la Tierra que fue la primera a quedar inundada por la luz del Resucitado. Que el fulgor de Cristo llegue también a los pueblos de Oriente Medio, para que la luz de la paz y de la dignidad humana venza a las tinieblas de la división, del odio y la violencia. Que, en Libia, la diplomacia y el diálogo ocupen el lugar de las armas y, en la actual situación de conflicto, se favorezca el acceso a las ayudas humanitarias a cuantos sufren las consecuencias de la contienda. Que, en los Países de África septentrional y de Oriente Medio, todos los ciudadanos, y particularmente los jóvenes, se esfuercen en promover el bien común y construir una sociedad en la que la pobreza sea derrotada y toda decisión política se inspire en el respeto a la persona humana. Que llegue la solidaridad de todos a los numerosos prófugos y refugiados que provienen de diversos países africanos y se han viso obligados a dejar sus afectos más entrañables; que los hombres de buena voluntad se vean iluminados y abran el corazón a la acogida, para que, de manera solidaria y concertada se puedan aliviar las necesidades urgentes de tantos hermanos; y que a todos los que prodigan sus esfuerzos generosos y dan testimonio en este sentido, llegue nuestro aliento y gratitud.

Que se recomponga la convivencia civil entre las poblaciones de Costa de Marfil, donde urge emprender un camino de reconciliación y perdón para curar las profundas heridas provocadas por las recientes violencias. Y que Japón, en estos momentos en que afronta las dramáticas consecuencias del reciente terremoto, encuentre alivio y esperanza, y lo encuentren también aquellos países que en los últimos meses han sido probados por calamidades naturales que han sembrado dolor y angustia.

Se alegren los cielos y la tierra por el testimonio de quienes sufren contrariedades, e incluso persecuciones a causa de la propia fe en el Señor Jesús. Que el anuncio de su resurrección victoriosa les infunda valor y confianza.
Queridos hermanos y hermanas. Cristo resucitado camina delante de nosotros hacia los cielos nuevos y la tierra nueva (cf. Ap 21,1), en la que finalmente viviremos como una sola familia, hijos del mismo Padre. Él está con nosotros hasta el fin de los tiempos. Vayamos tras Él en este mundo lacerado, cantando el Aleluya. En nuestro corazón hay alegría y dolor; en nuestro rostro, sonrisas y lágrimas. Así es nuestra realidad terrena. Pero Cristo ha resucitado, está vivo y camina con nosotros. Por eso cantamos y caminamos, con la mirada puesta en el Cielo, fieles a nuestro compromiso en este mundo.
Feliz Pascua a todos.

© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana
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Tomado de https://www.escritorioanglicano.com

EL PRIMER RELATO DE LA TUMBA VACÍA O ASOMÁNDONOS AL GRAN MISTERIO

Por Rvdo. Juan María Tellería Larrañaga

Decano Académico y estudiante perpetuo

Si es cierto, como indican hoy la mayoría de los especialistas[i], que el Evangelio según San Marcos es el primero de los cuatro evangelios canónicos en ver la luz, y en una fecha tan temprana como los años 40 del siglo I d. C.[ii], el relato de la tumba vacía[iii] que hallamos en su cap. 16, vv. 1-8 ha de ser considerado el primer testimonio de la resurrección de Cristo puesto por escrito, contemporáneo sin lugar a dudas de las tradiciones (orales) más antiguas recogidas por San Pablo Apóstol en 1 Co. 15:3-8. Bien merece, pues, que le dediquemos nuestra atención en estas fechas en las que nos encontramos. El texto sagrado reza así:

Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle[iv]. Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron. Pero id, decid a sus discípulos, y a Pedro, que él va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, como os dijo. Y ellas se fueron huyendo del sepulcro, porque les había tomado temblor y espanto; ni decían nada a nadie, porque tenían miedo”[v].

Con estas palabras concluye de forma abrupta, conforme al parecer de los eruditos más destacados de nuestra época, el Evangelio según San Marcos[vi], dejando un gran interrogante, una gran puerta abierta a la conclusión de la historia, asunto que lleva tiempo haciendo correr ríos de tinta y en el que nosotros no vamos a entrar. Lo que nos interesa destacar de este pasaje son tres ideas fundamentales, que ya desde el principio supusieron un desafío de enormes proporciones para la comunidad de discípulos de Cristo, y así lo son hasta el día de hoy. Helas aquí:

La primera de todas ellas es LA RESURRECCIÓN DE CRISTO ENTENDIDA COMO UN MISTERIO TRASCENDENTAL PARA LA FE CRISTIANA. No se entiendan estas palabras  como una exageración retórica. San Pablo Apóstol lo afirma con rotundidad:

“Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe”. (1 Co. 15:16)

Dicho de otro modo, si no hay Resurrección de Cristo, no hay fe cristiana, no hay Iglesia, no hay razón de ser para nada de cuanto hemos creído y profesado. Pero ello no implica que seamos capaces de dar una razón o una prueba “científica”, histórica o arqueológica de este evento portentoso. De hecho, no lo somos. Más aún, no podemos serlo. La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo de entre los muertos es un hecho metahistórico, sin testigos presenciales humanos, y por tanto imposible de computar o medir. Puede parangonarse, en este sentido, con la Encarnación del Verbo de Dios en la Virgen María o incluso con la propia Creación del universo y de la tierra y sus seres vivientes. Son asuntos sobre los cuales la mente humana puede especular cuanto quiera, pero que jamás se podrán probar con evidencias irrefutables[vii]. Tal como presenta su escena final, el Evangelio según San Marcos, al plantear el hecho de la Resurrección del Señor como una realidad acaecida fuera de toda medición humana, pone ante los ojos de sus oyentes/lectores un gran misterio, bien simbolizado en el sepulcro vacío abierto por una fuerza ajena a este mundo, un misterio que convida al recogimiento, a la introspección, y que, como sucede en el Evangelio marcano, podría generar temor (¡miedo!) por sus implicaciones. La pregunta viene de por sí: entonces, ¿cómo puede el hombre intuir la realidad de la Resurrección?  

La respuesta la tenemos en la segunda idea que nos sugiere el sagrado texto: EL HECHO DE LA RESURRECCIÓN DE CRISTO SOLO NOS ES ACCESIBLE POR UNA ESPECIALÍSIMA REVELACIÓN DIVINA. La fe en la Resurrección de Jesús, según afirman los especialistas[viii], se generó en el círculo de sus seguidores a partir de las apariciones del Señor Resucitado. No se trata, por tanto, de una deducción “lógica” de los primeros discípulos, ni siquiera de una derivación exegética extraída por ellos de las Sagradas Escrituras veterotestamentarias tras arduo estudio. La constatación que los cuatro evangelios nos permiten comprender en relación con este asunto es que los discípulos del Nazareno no comprendieron nunca lo que él les predijo acerca de su Resurrección. No la esperaban porque no la creían posible, porque no formaba parte de su horizonte de expectativas en relación con él. El relato marcano tampoco infiere la idea de que Jesús hubiera resucitado a partir del hecho del sepulcro vacío. En realidad, son muchos los sepulcros vacíos que han existido y existen en el mundo, pero ninguno de ellos permite deducir que los cadáveres que contuvieron hayan resucitado. Quienes hallaron el sepulcro vacío recibieron la noticia de la Resurrección del Salvador de la extraña figura del joven[ix] sentado en el interior del sepulcro. Algo similar sucede en los otros evangelios, donde, a renglón seguido, se narra alguna aparición del mismo Resucitado. Es decir, que se precisa de una intervención sobrenatural para poder aceptar un suceso como este, que queda más allá de los límites de nuestras concepciones espacio-temporales. Se llegó a decir en las comunidades cristianas primitivas que Cristo había resucitado porque aquel ángel lo proclamó, porque su palabra era de autoridad, porque venía comisionado de lo Alto para compartir aquella buena nueva. Cuando hoy proclamamos como Iglesia que Cristo ha resucitado, lo hacemos fundamentándonos en la autoridad del testimonio escriturario, de la antigua tradición de los Apóstoles enseñada en las primitivas comunidades cristianas, no por otras razones. El misterio no apela a la razón, sino a la fe.

La tercera y última idea que nos sugiere este pasaje marcano es la gran paradoja de que LA RESURRECCIÓN DE CRISTO SE PRESENTA COMO UN MISTERIO REVELADO A LOS SOCIALMENTE MENOS FAVORECIDOS. En efecto, las dos Marías del relato (la Magdalena y la de Jacobo) y la Salomé mencionada junto a ellas eran mujeres. Todos entendemos, sin duda, lo que ello implicaba en una sociedad como la judía del siglo I, una buena evidencia de lo cual es que la tradición arriba mencionada transmitida por San Pablo en 1 Co. 15 ni siquiera las menciona: el testimonio de una mujer carecía de valor legal entre los judíos[x]. Resulta, pues, estremecedor que el Señor Resucitado quisiera que sus primeros testigos fueran precisamente mujeres, aun a riesgo de que pudieran ser tenidas en nada o incluso rechazadas como locas, lo que en principio pareciera que  sucedió (ver Lc. 24:11). Tan solo cuando el Señor Resucitado se hizo presente entre sus discípulos, estos creyeron. Sin embargo, persiste el hecho, y así será hasta el fin de los tiempos, de que los primeros heraldos de la Resurrección enviados por el Señor fueron mujeres, un elemento social débil y desprestigiado que además mostró temor, no se atrevía a cumplir con su misión. Este hecho comporta una buena invitación a que reflexionemos sobre ello, pues la tónica del evangelio de Cristo ha sido y es una clara preferencia por aquellos a quienes los hombres desprecian. No podemos afirmar que aquellas pobres mujeres estuvieran predispuestas a aceptar la Resurrección de Jesús más que los discípulos, o que creyeran en ella de antemano. Todo da a entender que no era así. Más aún, la reacción de ellas, como indicábamos más arriba, fue de auténtico temor, un temor con el que concluye el texto marcano y que, como decíamos, deja abiertas las puertas a múltiples conjeturas. Pero el temor ante una revelación sorprendente no implica que aquellas mujeres no cumplieran finalmente con la misión encomendada. Al contrario, la cumplieron con creces, aunque en principio no las creyeran. De hecho, si la Iglesia universal hoy proclama la Resurrección de Cristo es porque ellas recibieron en primer lugar la buena noticia de boca de un ángel.

En nuestros días la Resurrección de Cristo sigue constituyendo el gran misterio sobre el cual se cimenta nuestra fe, que requiere del auxilio celestial para ser creído y para ser proclamado por quienes, aun con temor y temblor, estamos llamados a transmitirlo al mundo.

Y decimos, para concluir, la antigua letanía:

¡CRISTO HA RESUCITADO!

¡SÍ, VERDADERAMENTE HA RESUCITADO!

¡ALELUYA, ALELUYA!


[i] Cf. a guisa de muestra los artículos introductorios del vol  III del conocido Comentario Bíblico San Jerónimo, publicado por Ediciones Cristiandad. Asimismo, FRANCE, R. T., The Gospel of Mark. A Commentary on the Greek Text. Grand Rapids, Michigan/Cambridga, U.K.: William B. Eerdmans Publishing Company, 2002, pp. 35-45. También nuestra disertación doctoral (inédita), Los semitismos en el Evangelio según San Marcos. La lengua en que vio la luz la Buena Nueva, aprobada por la Theological University of America (TUA, Iowa, EE.UU) el 7 de agosto de 2013.    

[ii] Ver O’CALLAGHAN, J. “Los descubrimiento del Qumrán” in PUIGVERT, P. (Comp.). ¿Cómo llegó la Biblia hasta nosotros? Terrassa (Barcelona): CLIE y Unión Bíblica, 1999, pp. 111-127.

[iii] Preferimos hablar de un “relato de la tumba vacía” antes que de un “relato de la Resurrección de Cristo”, pese a los encabezamientos que llevan las biblias al uso en los epígrafes correspondientes. En realidad, ningún evangelista narra la Resurrección porque es un hecho del cual nadie fue realmente testigo presencial. De ahí que, ya en fecha temprana, la literatura apócrifa cristiana (de manera especial el llamado “Evangelio de San Pedro”, del siglo II, y los que le siguieron) intentó llenar este vacío informativo forjando una serie de historias piadosas a cual más fantástica que han dejado su huella en la iconografía cristiana tradicional.

[iv] El cuerpo del Señor, evidentemente.

[v] RVR60, como todos los textos bíblicos citados literalmente en esta reflexión.

[vi] Así lo indican, además de los comentarios y obras eruditas que se hallan en el mercado, las mejores ediciones que hoy se publican de la Santa Biblia. Una de ellas, la llamada Biblia Textual (BTX) incluso omite los versículos siguientes (9-20), el llamado “final largo” o “final canónico” de San Marcos, a todas luces una interpolación muy posterior, probablemente de comienzos del siglo II.

[vii] Recordemos las geniales aportaciones del recientemente fallecido Stephen Hawking sobre el origen del universo, que constituyen interesantes teorías pero que no pueden pasar de ese estadio. En relación con la Encarnación del Verbo en el seno de la Virgen María, recordamos las absurdas discusiones habidas entre docentes y discentes de un seminario español en una clase bíblica acerca de la posibilidad de que el nacimiento de Jesús hubiera sido un caso de partenogénesis.

[viii] Ver VON ALLMEN, D. L’Évangile de Jésus-Christ. Yaoundé (Cameroun): Éditions Clé, 1972. Un pequeño clásico de la literatura teológica en lengua francesa del cual, desgraciadamente, no tenemos constancia de que haya una edición en castellano.

[ix] “Neaniskos” en griego. Para la representación de seres angélicos como jóvenes, cf. el deuterocanónico 2 Mac. 3:26ss.

[x] No por prescripción directa emanada de la Ley o las disposiciones del Antiguo Testamento, sino debido al desarrollo de la casuística posterior materializada en la Mishnah.

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RESUCITÓ  ALELUYA


Los católicos decimos que nuestra Fe está basada en la Fe de los Apóstoles. En este fragmento del artículo 3 razones para creer en la resurrección, de la autoría de José Santiago, están los argumentos de  ese basamento, pues los apóstoles de cobardes que huyeron y se escondieron al ver a  Cristo ser apresado y crucificado,  posteriormente al ver a Cristo resucitados dieron su vida   defendiendo su Fe:


CÓMO MURIERON LOS APÓSTOLES.

 1. Mateo.  Sufrió el martirio en Etiopía, asesinado por una herida de espada.
 2. Marcos.  Murió en Alejandría, Egipto, después de ser arrastrado por caballos por las calles hasta morir.
 3. Lucas.  Fue ahorcado en Grecia como resultado de su tremenda predicación a los perdidos.
 4. Juan.  Enfrentó el martirio cuando fue hervido en una enorme palangana de aceite hirviendo durante una ola de persecución en Roma.  Sin embargo, fue librado milagrosamente de la muerte.
 Juan  fue luego condenado a las minas en la prisión de la isla de Patmos.  Escribió su profético Libro del Apocalipsis en Patmos.  Más tarde, el apóstol Juan fue liberado y regresó para servir como obispo de Edesa en la Turquía moderna.  Murió anciano, el único apóstol que murió en paz
 5. Pedro.  Fue crucificado boca abajo en una cruz en forma de X.  Según la tradición de la iglesia, fue porque les dijo a sus torturadores que se sentía indigno de morir de la misma manera que Jesucristo había muerto.
 6. Santiago  ( llamado El Justo)  El líder de la iglesia en Jerusalén fue arrojado a más de cien pies hacia abajo desde el pináculo sureste del Templo cuando se negó a negar su fe en Cristo.  Cuando descubrieron que sobrevivió a la caída, sus enemigos lo mataron a golpes con un garrote.
 Este era el mismo pináculo donde Satanás se había llevado a Jesús durante la tentación.
 7. Santiago, el hijo de Zebedeo, era pescador de oficio cuando Jesús lo llamó a una vida de ministerio.
 Como líder fuerte de la iglesia, Santiago fue decapitado en Jerusalén.  El oficial romano que lo custodiaba  observó asombrado cómo  defendía su fe en el juicio.
 Más tarde, el oficial caminó junto a él  hasta el lugar de ejecución.  Vencido por la convicción, declaró su nueva fe al juez y se arrodilló junto a Santiago  para aceptar la decapitación como cristiano.
 8. Bartolomé.  También conocido como Nathaniel.  Fue misionero en Asia.  Dio testimonio de nuestro Señor en la actual Turquía.  Bartolomé fue martirizado por su predicación en Armenia, donde fue desollado hasta morir con un látigo.
 9. Andres.  Fue crucificado en una cruz en forma de X en Patras, Grecia.  Después de ser azotado severamente por siete soldados, ataron su cuerpo a la cruz con cuerdas para prolongar su agonía.
 Sus seguidores informaron que, cuando fue conducido hacia la cruz, Andrés les saludó con estas palabras: "Hace mucho que deseaba y esperaba esta hora feliz. La cruz ha sido consagrada por el cuerpo de Cristo colgado de ella".  Continuó predicando a sus verdugos durante dos días hasta que expiró.
 10. Tomas.  Fue apuñalado con una lanza en la India durante uno de sus viajes misioneros para establecer la iglesia en ese continente.
 11. Judas Tadeo  Fue asesinado con flechas cuando se negó a negar su fe en Cristo.
 12. Matias.  El apóstol elegido para reemplazar al traidor Judas Iscariote.  Fue apedreado y luego decapitado.
 13. Pablo .  Fue torturado y luego decapitado por el malvado emperador Nerón en Roma en el año 67 d.C. Pablo soportó un largo encarcelamiento, lo que le permitió escribir sus muchas epístolas a las iglesias que había formado en todo el Imperio Romano.  Estas cartas, que enseñaron muchas de las doctrinas fundamentales del cristianismo, forman una gran parte del Nuevo Testamento.
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3. El origen de la fe de los discípulos

Virtualmente todos los eruditos del Nuevo Testamento —desde los más conservadores hasta los más escépticos— piensan que los discípulos originales creían sinceramente en la resurrección de Cristo. Sin embargo, la sinceridad de los discípulos originales no responde la pregunta millonaria: ¿qué motivó a los discípulos a creer en la resurrección? No pudo ser el prestigio, la fama o las riquezas, puesto que el cristianismo fue brutalmente perseguido tanto por las autoridades judías como las romanas por siglos. No pudo ser ninguna de estas cosas, porque la idea de un mesías crucificado erauna inconcebible para los judíos y una idea ridícula para los gentiles (1 Co. 1:23). ¿Qué puede motivar a un grupo de personas a entregarlo todo, a vivir una vida de dificultad, sufrimiento y finalmente la muerte?

Decir que muchas personas han muerto por su fe y que la muerte de los discípulos originales no es diferente es una afirmación ingenua porque la diferencia recae en que los discípulos sabían con certeza si estaban muriendo por una mentira o no a diferencia de otras personas. ¿Quién moriría por una mentira sabiendo que es mentira? O habían visto al Cristo resucitado o no. Los discípulos terminaron dándolo todo por esta afirmación, incluso sus vidas puesto que tenían la certeza de haber visto, tocado e interactuado con el Cristo resucitado (1 Co. 15;1-8). Como una vez dijo Blaise Pascal, el legendario filósofo y matemático del siglo XVII: “yo le creo a los  testigos que tienen las gargantas cortadas”.

[1] Peter J. Williams, Ph.D, resume el argumento aquí. Como nota aparte, contrario a lo que muchos promueven por internet (e.g., véase la película online Zeitgeist), virtualmente todos los eruditos del Nuevo Testamento rechazan la idea de que los evangelios tomaron ideas prestadas de otros mitos y leyendas. Esto, porque la evidencia sobre la cual dichas afirmaciones descansan son simplemente nulas, inexistentes o distorsiones groseras, tal como Mary Sharp argumenta en su ensayo: “Does the Story of Jesus Mimic Pagan Mystery Stories?” Come Let Us Reason: New Essays in Christian Apologetics.

[2] Una objeción común es que las narrativas de la resurrección y otros pasajes están llenas de contradicciones. Aparte del hecho de que muchas de las diferencias en las narrativas paralelas son suplementarias, no contradictorias, muchas de las aparentes contradicciones son fácilmente resueltas cuando comprendemos que de acuerdo a los estándares de las biografías antiguas, ciertos aspectos como el desorden cronológico de los eventos o la omisión de ciertos detalles no eran considerados como errores, sino aspectos pertinentes a énfasis, tiempo y espacio. Irónicamente, los mismos críticos que gritan “¡contradicción!” serían los mismos críticos que gritarían “¡conspiración!” si las narrativas de la resurrección no tuvieran diversidad. Véase el ensayo “Contradictions, Contradictions: Why Does My Bible Has All These Mistakes?” en Truth Matters: Confident Faith in a Confusing World.

José Santiago es un estudiante de teología (M.Div) en Southwestern Baptist Theological Seminary. Él y su esposa, Kaitlyn, sirven en la Iglesia Bautista La Vid en Grapevine, Texas. Puedes seguirlo en Twitter.

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