jueves, enero 19, 2006

LA MAQUINA DEL TIEMPO

Tomado de: http://www.canf.org

La máquina del tiempo
Desde Cuba por Raúl Soroa
LA HABANA, Cuba - Miércoles 18 de Enero de 2006 (CUBANET) - Imagínese usted que vive en Cuba en el año mil novecientos ochenta, que se ha montado en la máquina del tiempo y ha decidido viajar al futuro, y que la máquina se ha detenido en 2006.
La primera impresión será terrible. Se encontrará con una ciudad aún más destruida. Todo lo que ya funcionaba mal en los "dichosos" 80 ahora funciona peor, y lo más pavoroso será descubrir que el país sigue aún bajo la bota del "Comandante en Jefe".
Descubrirá con asombro que aún continúa la "batalla contra la corrupción", y que el problema energético, que ya se había "resuelto" en los 80, ahora se va a "resolver" de nuevo. Entonces se iban a construir unas enormes y peligrosas centrales nucleares soviéticas y unas grandes termoeléctricas, y el país exportaría incluso electricidad al Caribe.
Ahora la solución propuesta por el Rey del disparate es cerrar las grandes centrales termoeléctricas (por suerte las nucleares no se llegaron a construir, si no, la isla, en vez de un eterno Baraguá, sería un eterno Chernobil), y con grupos energéticos -léase plantas eléctricas- va a producir -nadie sabe cómo- cuatro veces la electricidad que necesita el país. ¿Será como aquella historia de producir más queso que Francia o más mantequilla que Holanda? De todas maneras, los apagones te harán sentir en pleno 1980.
Descubrirá que las monótonas pancartas de propaganda del régimen siguen adornando -o mejor, afeando- las carreteras y avenidas. Que los policías siguen siendo orientales, que la libreta de abastecimiento sigue viva, pero mucho más flaca, que las esquinas siguen llenas de basura, que en pleno día miles de habaneros en horario laboral circulan como si nada por las calles. ¿Recordará acaso usted aquellas campañas de los 80 contra el ausentismo y el desaprovechamiento de la jornada laboral? Bueno, encontrará que la vida sigue igual. Aquí parece que nadie trabaja, al menos para el Estado.
Encontrará a las céntricas calles habaneras de Galiano, Neptuno, San Rafael, que fueran orgullo de la capital en los 50, convertidas en estercoleros. Ya en los 80 estaban destruidas, pero ahora dan miedo.
Las vidrieras de las tiendas muestran la misma monotonía y fealdad, y se infartará con los precios, y terminará de morirse cuando descubra que hay que pagar toda la mercadería en una cosa llamada CUC, en la que no le pagan su salario a nadie, por lo que resultará difícil para usted comprender de qué se trata.
Pero las sorpresas no terminan ahí. Resulta que al fin se ha podido "fabricar el hombre huevo", y usted los verá pasearse por las calles, vender gasolina en las gasolineras, cambiar bombillos incandescentes por ahorradores, inspeccionar su vivienda para ver si vive acorde a su salario o es usted un corrupto que ha cometido el delito de comprarse un equipo de aire acondicionado o una videocasetera. Los identificará por el letrero que llevan en el pecho "cargado de esperanzas": TRABAJADORES SOCIALES. Es la nueva hornada, la otra se quemó y la primera quedó mal cocida.
Pero ya que lleve unos días en la capital se percatará poco a poco de que muchas cosas han cambiado. El primer signo surgirá cuando al decirle compañero a un compañero, éste le mire de mala forma o le rectifique: "Deje eso, compadre". Y es que la sacrosanta palabra ya no es muy bien escuchada. Cuando se ponga a chacharear en la esquina sobre el último discurso del Comandante con los amigos, y de pronto se quede solo y les vea marcharse con la mirada torva y un gesto de burla. Cuando diga orgullos que usted ha participado en 11 zafras del pueblo y que es militante del Partido Comunista y la gente se ría en su cara, y un joven le diga: "Deje esa talla, puro", y hasta alguien de soslayo le suelte un cubanísimo "come…"
Muchas cosas han cambiado en estos años. El cubano dejó de creer. Así de simple. Ahora es un superviviente, y usted verá que ya no tendrá que inventar lo de las zafras del pueblo y lo de la militancia para ser aceptado en el grupo. Que en la esquina del barrio podrá hablar de lo mala que está la cosa, aún bajito, porque no han muerto los chivatos, pero podrá hablar mal del gobierno. Podrá enterarse de lo que pasa en las Grandes Ligas, leer El Nuevo Herald, que va clandestinamente de mano en mano, enterarse de las noticias internacionales con el vecino que tiene una "antena" (televisión por satélite) escondida en el tanque de agua de la azotea. Cuando pase el oficial del Ejército, la gente le mirará con lástima; cuando pase el del MININT descubrirá odio en las miradas.
Se enterará de que existe un Oswaldo Payá, una Martha Beatriz, un Vladimiro Roca y muchos otros que se enfrentan al régimen resueltamente. Verá que aún son pocos, pero sentirá renacer la esperanza en su pecho cuando sepa además que el exilio se une al insilio en su lucha contra el déspota.
Ahora, tenga cuidado, no se deje llevar por la euforia. Hay mucho miedo. Menos, pero hay. Hay desconfianza sabiamente dirigida y administrada por el régimen. Hay, ya le dije, algunos soplones, pero sobre todo mucho escepticismo, mucho individualismo, mucha filosofía del sálvese quien pueda, mucho conformismo. Que la gente hable mal en las esquinas, en los pasillos, no significa que esté dispuesta a sostener su criterio frente a un representante del gobierno o incluso ante desconocidos.
Puede que escuche unos gritos tremebundos, histéricos y vea a una turba, muy similar a las que conoció en 1980, armada de palos, bates y piedras amenazando a mujeres indefensas que van vestidas de blanco. No, amigo, no son iyabó, son las esposas de los prisioneros de conciencia, que luchan porque se haga justicia. O vea a esas bandas golpear y arrastrar a un disidente ante la mirada airada y el gesto contenido de un pueblo que en cualquier momento responde a las agresiones. Porque no está en el alma nacional tamaña vileza, tamaño oprobio puede convertirse en una gran llamarada de ira. Y pobre entonces ese día de los culpables.
Usted no quiere que esto pase, usted es un cubano de buenos sentimientos. Pero nota la ira contenida, el gesto contraído, y como buen cubano sabe lo que significa. Le pide a Dios y a la Virgen de la Caridad para que esto nunca pase, pero ¿cómo evitarlo?
La Habana está que arde. Usted recuerda lo que dijo Martí del subsuelo, y nota que ahí, en las entrañas de la capital, se está forjando una gran explosión. Nota cómo vibra la tierra bajo sus pies. En la superficie todo parece calmo, pero ya se escuchan en las entrañas de la tierra un crujir de huesos, un rodar de armas, un grito contenido a punto de estallar.
Nada ha cambiado y mucho ha cambiado. Es la misma ciudad, pero la gente ya no es la misma. Se parece mucho, pero no es la misma. Tiene la tentación de subirse a la máquina y avanzar un par de años más. Como es optimista, espera que cuando se detenga la máquina todo habrá terminado y de la bota opresora no queden ni los clavos, Espera que cuando descienda del viaje en el espacio-tiempo no se encontrará al déspota o alguno de sus herederos realizando una nueva revolución energética o convirtiendo el agua en gelatina o el mar en harina de maíz.
Usted es un cubano optimista, y sabe que cuando pare la máquina no se encontrará con los talibanes-hombres nuevos gritando "¡Guerra al incandescente!" ni alguna otra sandez por el estilo.
( Año 1980. Los golpea la turba y luego son detenidos por la policía; hoy, 2006, ocurre los mismo --> )
Usted es un buen cubano, y no le interesa la "repercusión internacional de sus inventos" ni la "invulnerabilidad económica" y mucho menos la militar. Usted sólo quiere ser un hombre libre, criar dignamente a sus hijos y vivir en paz.