miércoles, marzo 22, 2006

COBARDÍA Y MONSTRUOSIDAD CONTRA INDEFENSA DAMA DE BLANCO

Tomado de Somos Cubanos.com



COBARDÍA Y MONSTRUOSIDAD CONTRA INDEFENSA DAMA DE BLANCO

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba - Marzo (www.cubanet.org) - La multitud, unas 500 personas, rodeó el hogar de Isel Acosta, de 41 años, esposa de Blas Giraldo Reyes, prisionero de conciencia de los 75 condenados en marzo de 2003, en Sancti Spíritus.

Estaba sola, pues no tiene familia. Llegaban ómnibus repletos de trabajadores sociales y otros movilizados para el espectacular "mitin de repudio" (diríamos "acto vergonzoso de terror"). La barbarie llegó hasta a tener presentes a niños de dos y tres años. Vociferaban, golpeaban la casa, sacudían puertas y hacían caer el repello de las paredes. Por una ventana introdujeron un cuchillo demostrativo de que lo usarían para asesinarla. Gritaban: "¿Dónde están tus agallas? ¡La católica… Satanás… no dejas operar a tu maridito! ¡Quieres a tu maridito muerto!" Hasta se subieron al techo. De los vecinos de la cuadra sólo participaron tres o cuatro, el resto permaneció incrédulo, espantado y preocupado por lo que podría suceder a esta dulce e indefensa mujer.
<-- Blas GiraldoReyes Rodriguez
Desde las 6 y 30 de la tarde hasta pasadas las 10 y 30 de la noche duró ese pandemonio. Luego dejaron postas por los alrededores para garantizar el acoso. ¿Qué crimen tan deleznable cometió Isel? ¿Acaso ofendió al pueblo, convertido en masa irracional al borde del linchamiento" ¿Cuán responsables son las autoridades civiles y del ministerio del Interior, que indudablemente organizaron tal salvajismo? ¿No temen perder el control, ocasionar una muerte inocente o que esa claque se les vire?

Esa mujer únicamente pretendía viajar a La Habana para participar con sus hermanas, las Damas de Blanco, en la triste conmemoración del tercer aniversario de la Primavera Negra de 2003, cuando llevaron injustamente a prisión a 75 pacíficas personas que sólo pretendían expresar sus opiniones, entre ellas su esposo. El colmo de la tortura psicológica se produjo a las nueve de la noche, al salir el tren que ella pensaba abordar. Lo hicieron aullar más que de costumbre, aprovechando que ella vive cerca de la estación, y gritaban: ¡Chu, chu, ah! ¡Pu, pu, ah! ¿Isel se va? ¡No, se queda!"

El día anterior, el 16 de marzo en la mañana, la farsa había comenzado con una vil estratagema. Guardias la visitaron para decirle que el capitán Pedro Borrel, jefe de los "reeducadores" de la prisión, decía que debía presentarse allí porque Blas tenía un "problemita". Hasta allá se trasladó. La recibió un oficial, quien la pasó ante el doctor Ricardo, jefe del Puesto Médico; el doctor Liván, proctólogo del hospital Camilo Cienfuegos; el oficial Cervera, jefe de la Seguridad del Estado en la cárcel, y otro hombre vestido de civil. Tenían grabadoras de audio y video, que ella exigió desconectaran, aunque piensa que no lo hicieron. Cuando le trajeron a Blas se presentó el oficial Ruperto, segundo jefe de la prisión.

El doctor Liván dijo que Blas Giraldo debía ser operado de urgencia, porque se le podía presentar una trombosis en las hemorroides, que tenía pólipos y otro problemita más que con la operación se eliminaría, porque podría convertirse en algo "malo". Desde hacía días estaban insistiendo en la operación, y Blas había aducido que no se operaría hasta después de Semana Santa, lo que reiteró en esta ocasión. El padece también de enfisema pulmonar y gran desgaste físico debido a las inhumanas condiciones de la prisión.

Finalmente, pretendieron que tanto Isel como Blas firmaran un documento, diciendo que si él moría era su responsabilidad, a lo que ellos se negaron. Los amenazaron con que no dejarían ver a Blas. El doctor Ricardo dijo que él había autorizado la cámara de video para que se viera que si Blas moría era su responsabilidad.

En la mañana del domingo 19 Isel concurrió a misa vestida de blanco, como lo hicieron sus compañeras en otros lugares, como Puerto Padre y Camagüey, a quienes también se les impidió viajar a La Habana, y así caminó por la ciudad, al igual que lo hacían las mujeres en la capital. Sintió la solidaridad de gran parte de la población. Sus vecinos no han cesado de visitarla, alarmados por la terrible represión a la que está sometida, y admirados de la ecuanimidad y valentía de esta apacible mujer.

Ella no se refiere al peligro que corre, sino a la gran preocupación que siente por su marido, a merced de las represalias que puedan tomar contra él en la prisión.

Las altas autoridades cubanas, en su obstinado propósito de destruir el pensamiento y manipular a todos los cubanos podrían instituir las hogueras, y de una vez, con su humo cegar a todos los cubanos. Claro, eso sería más rápido y perderían la satisfacción de matarlos lenta y dolorosamente, durante años.