domingo, mayo 07, 2006

DEMAGOGIA Y SALUD PUBLICA

Tomado de Cuba Encuentro.com


Demagogia y salud pública
Manuel Díaz Martínez, Canarias



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Si las ONG recolectan medicamentos para enviarlos a la Isla, ¿cómo es que La Habana puede regalar hospitales a otros países?
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Uno de los ritornelos de la propaganda del castrismo es el de que en Cuba la salud pública es gratuita. O sea, que la paga el Estado. ¿Y de dónde saca el Estado el dinero para pagarla?
Ni los Estados ni los gobiernos generan riqueza. En todos los Estados y bajo todos los gobiernos, de izquierda o de derecha, revolucionarios o no, la riqueza la produce la gente con su trabajo.
En la Economía Política capitalista, a la riqueza creada por el trabajo se la llama plusvalía; en la socialista (comunista), plusvalor. En el sistema capitalista, el Estado se apropia de parte de la plusvalía mediante los impuestos; en el socialista (comunista), el Estado, único dueño de los medios de producción, se apropia de todo el plusvalor. Lo que hacen los Estados, en ambos sistemas, es administrar, según la filosofía o los intereses del partido gobernante, lo que reciben de la riqueza creada por el trabajo de la sociedad.
De modo que, ni en el capitalismo ni en el socialismo, el Estado da nada gratis: la gente lo paga todo con su trabajo. Paga, incluso, el sueldo de los funcionarios y el boato de los jerarcas. Castro no le regala nada al pueblo cubano. El pueblo cubano lo paga todo y lo mantiene a él y mantiene su corte.
Claro está que entre el Estado democrático y el totalitario hay diferencias. Por ejemplo, el primero tiene que dar cuenta de sus gastos a los ciudadanos; el segundo, no. Ya sabemos —la prensa lo ha publicado— cuánto le costó al erario español la guerra de Irak; pero todavía, a casi veinte años de terminada, no se sabe, y quizás no se sepa nunca, cuánto le costó al erario cubano la de Angola.
Generosísima solidaridad
Tampoco sabe el pueblo cubano, víctima de una miseria endémica desde que el comunismo arruinó su economía, cuánto le está costando la generosísima solidaridad internacional de Castro en materia de salud pública. Porque, evidentemente, Castro no pagó de su bolsillo los 30 hospitales de campaña que ha regalado a Pakistán, ni la clínica oftalmológica con tecnología punta europea que acaba de regalar a Bolivia. Siempre tan desprendido a cuenta de otros y tan atento a su imagen pública de cara al exterior, Castro hace estos obsequios patriarcales cuando es más penosa la crisis que, desde el fin de la subvención soviética, atraviesa la salud pública cubana.
Resulta sorprendente que el gobierno cubano regale hospitales cuando a los de la Isla, según las denuncias que de allá nos llegan, los pacientes tienen que llevar desde ropa de cama y comida hasta hilo de sutura y anestésicos; cuando es habitual que las ambulancias no puedan moverse por falta de recambios o combustible; cuando en las farmacias del país (no las que venden en dólares) suele suceder que no haya ni aspirinas…
Se nos dice que estas calamidades se deben al "criminal bloqueo norteamericano", que obliga a tantas ONG e instituciones humanitarias del ancho mundo a recolectar medicamentos para enviarlos a Cuba. ¿Y, entonces, cómo es que Cuba puede regalar hospitales?
He aquí una aporía del siglo XXI.