sábado, julio 29, 2006

EL ANALFABETISMO CÍVICO EN CUBA

Revista Vitral No. 73 * año XIII * mayo-junio de 2006

( http://www.vitral.org )


Sección Educación Cívica

EL ANALFABETISMO CÍVICO EN CUBA

Por Dagoberto Valdés Hernández


Cuba ha luchado a lo largo de su historia por salir del analfabetismo. Son recordadas las campañas de alfabetización que enseñaron a leer y a escribir a muchos cubanos y cubanas. Ha sido la lucha contra el analfabetismo primario, elemental, que todavía muchos tienen generalizado en otros lugares del mundo.

Pero quedan, aún, en otras latitudes y en Cuba, otros tipos de analfabetismos que deberíamos superar entre todos. Me refiero, por ejemplo, al llamado analfabetismo funcional, que es aquel que impide a una persona realizar una función o tarea por no conocer el “cómo se hace”. Todos hemos visto miles de casos de personas indefensas que no saben cómo proceder ante casos legales o laborales. Todos conocemos personas, incapacitadas en su desempeño cívico, que no saben a dónde o a quién deben dirigirse para resolver un problema de su casa o de su familia.
Todos sabemos, por citar otro caso, que la inmensa mayoría de los cubanos y cubanas no tenemos acceso a Internet, ni sabemos cómo usarla, lo que nos priva de ese inmenso canal de comunicación, información y educación. Aún cuando se hable de los peligros de ese acceso ilimitado por problemas morales o políticos, a nadie se le ocurriría prohibir el tránsito de automóviles, bicicletas o camiones, por la cantidad de accidentes que se producen a diario con consecuencias mortales. Lo que hay que hacer es educar para la vialidad, enseñar las reglas del tránsito, pero es una verdadera locura y una injusticia prohibir el tránsito de vehículos automotores por el peligro de accidentes que ello represente. Lo mismo ocurre con Internet, y sabemos que hay compatriotas nuestros que están trabajando, y hasta ofreciendo su vida, para que todos los cubanos y cubanas tengamos acceso a esa universal manera de luchar contra el bloqueo informativo.

Otra forma de analfabetismo es la ignorancia de los derechos y los deberes cívicos, el no saber vivir como ciudadanos libres y responsables, el no conocer cómo deben funcionar las estructuras del Estado, el no haber visto nunca la Constitución del país donde uno vive y no saber cómo usarla para defenderse o defender a otros. El no saber cómo funcionan los Tribunales de Justicia, el no saber cómo se organiza una asociación sindical o política, religiosa o cultural. Incluso, algo más sencillo, el no saber cómo se utilizan los cubiertos de una mesa, ni la servilleta, ni cómo comportarse en una iglesia, o en una funeraria, o en una fiesta. Estos son signos, síntomas, muestras de esa enfermedad llamada analfabetismo cívico.

El asunto no es sólo discutir los síntomas, ni mucho menos reprimirlos o esconderlos, sino encontrar la información y los medios para curar la enfermedad de fondo. Tengo la impresión que en nuestro país, que tanto se ha esforzado por alcanzar grados de instrucción primaria, secundaria y superior por las razones que fueren, humanitarias o ideológicas, no se ha trabajado de igual manera en el último medio siglo por la educación cívica y política en sentido amplio.

Bastaría hacernos, cada uno de nosotros, una idea lo más cercana a la realidad, una evaluación de nuestro grado de “escolaridad” cívica; bastaría que nos respondiéramos, sinceramente y sin miedo, alguna de estas preguntas u otras que puedan ir surgiendo de la reflexión. Pero eso sí, para que puedan ser contestadas sin miedo y con transparencia, primero dígase a sí mismo que esas respuestas serán, en principio, solo para Usted mismo y para nadie más. Eso le permitirá una objetividad mayor y un dejarse de cuidar del qué dirán, del qué me pasará, si digo la verdad. ¿De acuerdo?
Pensemos entonces en las personas que nos rodean, nuestras familias, nuestros vecinos, nuestros compañeros de trabajo o estudio, nuestros hermanos de religión, nuestros correligionarios del partido, nuestros amigos de la calle, los estudiantes de secundaria y preuniversitario, los que van a las numerosas universidades de Cuba, los obreros y los campesinos, los trabajadores por cuenta propia que quedan y los que no tienen trabajo, ni estudian, y andan deambulando por nuestras calles. No pensemos solo en las personas que se encaraman en camiones, rastras, contenedores, carros de caballo, o lo que pase y camine por nuestras carreteras y calles. En los jóvenes que van vociferando desde los ómnibus escolares, los movilizados que se saludan con la más grosera palabrería como si fuera un chiste. Tengamos también presentes a los bicitaxistas que tantos problemas resuelven gastando sus cuerpos como si estuviéramos en la edad media, en los yagüeros, los limpiadores de calles, los vendedores de cualquier cosa, los rockeros, los salseros y reguetoneros, no pensemos sólo en pequeñas élites de cualquier clase, sino en los grandes grupos sociales, pero sobre todo en la gente común y corriente que conocemos y nos rodea… y contestémonos estas preguntas:

- ¿Saben nuestros hijos saludar, pedir permiso para interrumpir o pasar en medio o irrumpir en una habitación ocupada?
- ¿Sabemos usar nuestros cubiertos de mesa o sólo podemos comer con una cuchara de albergue cañero o escuela en el campo?
- ¿Hemos aprendido a saludar correctamente sin gritar, sin proferir groserías y con una consideración caballerosa con hombres ancianos, mujeres y niños?
- ¿Hemos aprendido cómo se forma una familia, cómo deben ser las relaciones de pareja, la educación de los hijos, la fidelidad conyugal, la entrega al otro, la responsabilidad de la formación humana de toda la familia?
- ¿Conocemos los Derechos Humanos que tenemos todos por la única razón de ser humanos? ¿Alguna vez se ha publicado en Cuba, en el último medio siglo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos acordada por la ONU el 10 de diciembre de 1948 y en la que nuestro país participó activamente en su redacción y aprobación?
- ¿Se estudia esta Declaración en nuestras escuelas, iglesias, logias y centros de trabajo? ¿Por qué no se estudia a profundidad y se divulga abundantemente por la televisión, la radio, la prensa escrita? ¿Habría algo de esta Declaración que debemos esconder?
- ¿Han visto alguna vez nuestros conocidos el Pacto Internacional sobre Derechos Civiles y Políticos, o el Pacto sobre Derechos Económicos, Sociales y Culturales que, por cierto, Cuba no ha firmado ni ha publicado para el amplio público?
- ¿Conocemos la Declaración de los Derechos de los Pueblos que debería garantizar los derechos comunitarios y no sólo los individuales?
- ¿Hemos estudiado, o por lo menos leído, el texto completo de la Constitución de la República de Cuba que rige actualmente, estemos totalmente de acuerdo con ella o no? ¿Dónde conseguir ese texto? ¿Se enseña en nuestras escuelas de forma íntegra, sistemática y profunda o solo se menciona?
- ¿Cuál es el contenido de los programas de Educación Cívica en Cuba hoy? ¿Cuál es la importancia que le damos a esta asignatura? ¿Aún más, qué peso le damos a este tipo de formación ciudadana en nuestras familias, en nuestras escuelas, en nuestras iglesias y comunidades? ¿Qué piensan de esto los propios maestros, profesores, catequistas, animadores de comunidad, misioneros, metodólogos, directores de escuela, directivos de Educación y padres de familia?
- ¿Por qué nos quejamos del comportamiento incivil e inmoral de nuestros conciudadanos y no hacemos nada que esté a nuestro alcance para profundizar en la educación cívica y ética?
- ¿Conocen nuestros compatriotas y vecinos sus deberes ciudadanos? ¿Los respetan y los enseñan a sus hijos? Entonces, ¿de qué nos asombramos y escandalizamos cuando hay tanta violencia familiar y callejera? Violencia verbal, gestual, conductual, violencia física, psicológica, mediática.
- ¿Sabemos participar en una tertulia respetando la opinión de los otros, esperando nuestro turno para hablar, ajustándonos al tema que se comparte o debate, no presionando a los demás para que hablen, no agrediendo verbalmente a ninguna persona, especialmente a las que tienen opiniones diversas?
- ¿Sabemos defender nuestros derechos laborales y cumplir con nuestros deberes de trabajo? ¿Hay espacios y condiciones en nuestros centros de trabajo para ambas cosas? ¿Todos somos iguales en el trabajo o hay algunos que tienen privilegios, prebendas o ventajas por razón de su cargo, parentesco, amistad o ideas políticas?
- ¿Cuál es el mecanismo real -no el que está en el papel- para salir de un problema en nuestra sociedad: el derecho que tengo, se respeta y se defiende; o el amiguismo que “resuelve”; o el jefe que decide según su criterio y su conveniencia; o los deberes que se cumplen sin dañar a otros y sin subir sobre sus derechos como escaleras humanas; o las leyes y los tribunales imparciales?
- ¿Qué opinión tienen de esto los mismos directores de empresa, secretarios de los sindicatos, miembros de los órganos de justicia laboral? ¿saben nuestros trabajadores sus derechos y sus deberes, saben cómo se resuelven sus problemas laborales? ¿Por lo menos leen los artículos de justicia laboral que se publican en el diario Trabajadores o dependen en la mayoría de los casos de los mismos que hacen de juez y parte, es decir, la propia administración?
- Aún más, ¿saben todos nuestros compatriotas, o por lo menos una mayoría, cómo usar los mecanismos legales, las consultorías, los llamados Bufetes Colectivos, los servicios de la Fiscalía para defender sus derechos y denunciar los atropellos que cometen otras autoridades o ciudadanos? ¿Saben cómo funciona o deben funcionar los tribunales de justicia? ¿Cuántos tienen confianza en la práctica, en la competencia, en la imparcialidad de los Tribunales?
- ¿Qué piensan de esto los mismos notarios públicos, abogados defensores, los fiscales, los jueces, los consultores jurídicos? ¿Tiene nuestro pueblo un aceptable nivel de educación cívica, específicamente jurídica, o la mayoría de los que se relacionan con ellos “no saben” cómo se hace, dónde se acude, qué derechos le asiste? ¿Podríamos responder a esto con toda sinceridad para nosotros mismos?
- ¿Sabemos los cubanos el papel que desempeñan en toda sociedad los poderes del Estado en relación con la soberanía de los ciudadanos, sus derechos y deberes? ¿Sabemos los ciudadanos comunes cubanos diferenciar un Estado de Derecho de un Estado de Hecho o de un Estado Autoritario o Totalitario?
- ¿Hemos aprendido en qué consiste la independencia de los tres Poderes del Estado: El Legislativo (es decir, el Parlamento, en Cuba la Asamblea Nacional que hace las leyes); el Poder Ejecutivo (es decir, el Gobierno, el Presidente y los Ministros y los gobiernos provinciales y municipales que deben hacer cumplir las leyes y administrar los bienes del Estado); y el Poder Judicial (formado por los Tribunales de Justicia, la Fiscalía y los servicios de Defensa y Consultoría Jurídica)?
- ¿Dónde se estudia esto, solo en la carrera de Derecho o también en nuestras escuelas, familias, iglesias, y demás instituciones sociales para que cada ciudadano sepa desempeñarse en esos ámbitos que están o deben estar a su servicio? ¿Dan nuestras comunidades e iglesias ejemplo de participación corresponsable o de autoritarismo desde arriba? ¿ Cómo servirse de esas estructuras y mecanismos si no los conocemos y somos analfabetos en su funcionamiento?
- ¿Sabemos qué es la sociedad civil, es decir, ese tejido de grupos informales, de asociaciones sociales, culturales, religiosas, profesionales, empresariales, deportivas; ese entramado de instituciones y organizaciones independientes del Estado?
- ¿Dónde se aprende en Cuba que la sociedad civil debe ser, como lo es en el mundo entero, una red autónoma, participativa, solidaria, articulada y regida desde abajo, que es también conocida por “organizaciones intermedias” porque se coloca en los múltiples y diversos ámbitos que deben existir entre el Estado y los ciudadanos individuales, precisamente para que estos últimos tengan los necesarios espacios para ejercer su soberanía ciudadana cotidianamente, de forma organizada pero sin ser correas de transmisión del Estado, en una palabra, la única forma, aunque la más variada, de ejercer la democracia participativa?
- ¿Sabemos los cubanos por qué la sociedad civil es mal vista tanto en un Estado autoritario de derecha como en un Estado totalitario de izquierda, y por todos los demás que detentan cualquier tipo de poder vertical y excluyente?
- ¿Cómo podrían aprender los cubanos y cubanas de a pie que la sociedad civil está considerada por todos como el “tercer sector”, precisamente porque se diferencia y lucha pacíficamente por mantenerse libre y autónoma tanto del Mercado como del Estado, que son los otros dos sectores que han dominado y, en ocasiones, oprimido a los pueblos y a los ciudadanos individualmente?
- ¿Dónde aprender a salir del analfabetismo con relación a la sociedad civil, como alternativa social al dominio y la manipulación de algunos políticos, o de los monopolistas del mercado o de algunos ideólogos que cierran los espacios a la subjetividad social?
- ¿Dónde aprender que las Iglesias forman parte de la sociedad civil, a título diferente, único, pero en igualdad de derechos y deberes con el resto de la sociedad? ¿Dónde aprender que, por esa misma razón, las Iglesias tienen derecho a una personalidad jurídica independiente? ¿Dónde aprender a encontrar esa diferencia y esa encarnación? Si las Iglesias no quieren mantenerse en un limbo fuera o por encima del resto de la sociedad; si, además, no pueden por su misma naturaleza eclesial, pertenecer a los otros dos sectores sociales, porque no puede ni debe pertenecer ni dejarse manipular por el Estado ni por el Mercado, entonces por qué no nos empeñamos más en ser lo que somos y en brindar espacios para la formación de lo que somos? ¿no será por ignorancia o desinformación en estas temáticas civiles?
- ¿Si, en fin, las Iglesias no quieren ser un quiste, aunque sus membranas exteriores se mantuvieran porosas; si su misión sólo se puede realizar conviviendo como sal y fermento en el tejido social, ¿cómo podrían formarse cívicamente las comunidades eclesiales para vivir encarnadas en las modernas sociedades seculares y pluralistas sin perder ni su identidad ni su compromiso con la persona humana y con la construcción de una sociedad más justa y fraterna?


Amigos lectores, otras muchas preguntas podríamos hacernos los cubanos y cubanas que vivimos en este tiempo de crisis de crecimiento y cambio global. Son sólo preguntas, no quiero ahora dar mis propias respuestas, aunque las tengo y se traslucen al preguntar, porque nadie puede escapar a su propia subjetividad, ni debe. Lo que podría esperar, y rogaría con mucho empeño, es que no se leyera este artículo deteniéndose en la opinión y la subjetividad del que lo escribe, sino que tratemos de detenernos y encontrar el tiempo y el espacio para reflexionar cada pregunta. Volvamos a ellas e intentemos acercarnos lo más que podamos a la objetividad más concreta, a la realidad de nuestras familias, de nuestros vecinos, de nuestros ambientes sociales, laborales, eclesiales, estudiantiles. A tirios y troyanos.

La finalidad no es responder académicamente o motivados por intereses políticos, ideológicos o religiosos, que son legítimos pero que no pueden, ni deben, ahogar ese interés más común a todos, más básico y fundamental, más general y abierto, que es el bien común, es decir, la convivencia cívica en su más alto grado.

Para lograr esa convivencia ciudadana en la verdad, la libertad, la justicia y el amor, base y fundamento de la convivencia pacífica y del desarrollo de los pueblos, es necesario que reconozcamos lo que pudiera haber de analfabetismo cívico, identificar esas carencias, informarnos de las fortalezas de una educación ética y cívica y tomar la decisión personal y comunitaria de erradicar de Cuba este analfabetismo funcional, verdadera anemia social, que debilita la inteligencia, trastoca los sentimientos, anula la voluntad, cierra a la trascendencia, en dos palabras despersonaliza y masifica a los cubanos y cubanas y deshilacha, desteje y enreda la trama de la sociedad civil en Cuba.

Reconstruir por dentro a las personas, empoderar a los ciudadanos y ciudadanas, educar para la libertad y la responsabilidad compartidas, acompañar a cada compatriota a configurar y tomar las riendas de su propio proyecto de vida, entrenar para ejercer la soberanía desde abajo y desde dentro, enseñar “el difícil arte de pensar con cabeza propia”, que es la única forma segura de salvar nuestra identidad, consolidar nuestra cultura y de permanecer abiertos al intercambio con la diversidad del mundo actual, sin miedos, ni crispaciones, ni bloqueos.

El presente, y sobre todo el futuro inmediato de Cuba, parece que nos convocan a una campaña nacional de alfabetización ética y cívica. Sin prisas, sin emergencias, pero sin pausa. Desde ya. Sin excesivos protagonismos personales. Sin mezquinas rivalidades de partidos o creencias, poniendo por encima de todo el bien de la persona del cubano y la felicidad de esta nación.

Tengo la convicción de que esta educación ética y cívica, junto con la enseñanza de la lectura y la escritura, las ciencias y las letras, las virtudes y la religión, ofrecidas con respeto a la pluralidad de opciones y a la libertad y responsabilidad de cada ciudadano, nos ayudará a crecer como pueblo en humanidad, en corresponsabilidad, en derecho y dignidad.

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Dagoberto Valdés Hernández
(Pinar del Río, 1955)
Ing. Agrónomo. Director del Centro de Formación Cívica y Religiosa y Presidente de la Comisión Católica para la Cultura en Pinar del Río. Trabaja en el almacén «El Yagüín», de Siete Matas, como ingeniero de yaguas.