EDITORIAL II. LA VERDADERA CARA DE HUGO CHÁVEZ
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Editorial II
La verdadera cara de Hugo Chávez
No se puede aceptar que el líder venezolano haya elegido sellar una alianza estratégica con Belarús, cuyo presidente, Alexander Lukashenko -el único dictador estalinista de Europa-, es objeto de sanciones internacionales por sus constantes y graves violaciones de los derechos humanos de su pueblo. Curiosamente, horas antes de la visita de Chávez, Lukashenko había encarcelado a Aleksandr Milinkevich, el líder de la oposición, quien, al igual que el otro jefe opositor, Aleksandr Kasulin, había sido acusado de disentir con el régimen. Cabe recordar que la administración de Néstor Kirchner, hace ya meses, se negó a condenar las violaciones de derechos humanos de Lukashenko en la fenecida Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, sin dar explicación alguna por su llamativa decisión de abstenerse.
Hugo Chávez y el presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad --->
En Rusia, Chávez suscribió contratos por la compra de armamento por más de mil millones de dólares, que incluyeron modernos cazas Sukoi (SU-30MK), helicópteros de combate, 100.000 ametralladoras Kalashnikov AK 103, y la licencia para fabricarlas en territorio venezolano. No es desacertado suponer que muchas de ellas puedan terminar en poder de algunos de los 16.000 guerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), por lo que estas compras constituyen una amenaza para la paz y seguridad regionales.
A cambio, el mandatario de Venezuela obtuvo el apoyo de Rusia para la candidatura de su país al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, organismo encargado de preservar la paz y la seguridad mundiales, que se suma al otorgado por nuestro país y el Mercosur.
Lo más objetable de la gira de Chávez sucedió, sin embargo, en Irán, país con el cual Venezuela parece haber desarrollado una creciente y sospechosa intimidad operativa. Esta relación debe despertar temor dada la vinculación que el grupo terrorista Hezbollah mantiene con el régimen iraní. El solo recordar lo que significa esa organización terrorista para la Argentina, dada su presunta vinculación con los infames atentados terroristas contra la embajada de Israel, de 1992, y la sede de la AMIA, de 1994, sería suficiente para alejarnos lo más posible de las alianzas estratégicas diseñadas por Chávez.
El presidente venezolano, para cuya euforia no parece haber límites, se animó a comparar a Israel con Hitler, lo cual no sólo es un horrible desatino, sino también un agravio inaceptable, respecto del cual los países que son sus socios en el Mercosur no pueden mantener un silencio cómplice. En contraprestación, el presidente iraní, Mahmoud Ahmadinejad, le concedió la máxima condecoración de su país, diciendo: "Este señor es mi hermano y ojalá sea mi compañero de lucha".
La gira de Chávez ha confirmado su arrogante egolatría; sus riesgosas posiciones en materia de política exterior; su creciente peligrosidad para la paz y seguridad del mundo y de la región, y su total falta de comprensión sobre dónde está el bien y dónde el mal.
Esta conducta del presidente venezolano debería llamar inmediatamente la atención de los países miembros del Mercosur, porque sus posiciones extremas pueden comprometer el papel del bloque regional en su relación con el mundo.
La Argentina, que siempre ha elegido el camino de la paz en situaciones de conflicto, no puede apoyar a figuras y políticas que entran en contradicción con sus propias posiciones sobre la seguridad y el equilibrio internacionales.
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