sábado, agosto 26, 2006

EL BOLERO DE RAÚL

Tomado de diariovasco.com



El bolero de Raúl
Por Joaquín Roy
Director del Centro de la UE de la Universidad de Miami

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«Para Castro no hay otro escenario de Cuba sino el decretado por la Revolución. ''En el fondo, muchos se harán la pregunta del bolero: ¿Por qué no me enseñaste/ cómo se vive sin ti?''»
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En plena crisis de Castro cobra especial sentido un libro de un corresponsal de Televisión Española en La Habana. José Manuel Martín Medem trabajó en Cuba de 2001 a 2004. Cuatro años siguiendo todas las vicisitudes del régimen cubano merecen el respeto de cualquiera que se precie de comentar la realidad cubana. En forma de diario, se lee de un tirón y se agradecen tanto la información que da sobre el desarrollo entre bastidores de hechos conocidos como las opiniones vertidas por ciertos protagonistas que se deslizan en las páginas. La actitud de Martín Medem hacia el régimen cubano es entre respetuosa y amigable, con toques de frecuentes críticas. Ya en las postrimerías del libro se abre paso con claridad la incomodidad del autor.

Al mismo tiempo refleja la incertidumbre generalizada, que no solamente ha presidido la vida cubana en los últimos años, sino que ha golpeado con fuerza inusitada las conciencias de los cubanos de allá y de fuera cuando se reveló la noticia de la enfermedad de Castro, su intervención quirúrgica y la delegación de parcelas de poder repartidas entre su hermano y un puñado de subalternos. En el contexto de uno de los frecuentes análisis que se han publicado en los últimos tiempos acerca de la similitud de la evolución de los regímenes castrista y franquista y la posibilidad de trasladar la Transición española a la cubana, este libro adquiere nueva dimensión.

La cuestión cobra nueva actualidad cuando la postrera enfermedad de Franco en 1975 (con el precedente de la anterior de 1974, cuando delegó el poder temporalmente) se presenta como una predicción de uno de los posibles escenarios del final del régimen de Castro. Un agudo artículo, titulado Caudillajes, de Francesc Granell, catedrático de la Universidad de Barcelona, establece paralelismos entre la evolución de ambos regímenes, para terminar con este diagnóstico: mientras Franco se adaptó a los vientos de la historia, se alió con quien fuera y permitió la apertura de la economía y reguló la emigración laboral, Castro, al menos en el último acto decisivo, «no está sabiendo hacerlo», parece aferrarse a la fidelidad a sus convicciones ideológicas, con lo que «el tránsito puede parecer traumático». Algo sabrá el autor de este tema cuando hace unos años, cuando era director de la zona del Caribe en la Comisión Europea, trató sin éxito de convencer al comandante para que pusiera en marcha las reformas necesarias y recibiera los favores de la Convención de Lomé. Ilusa oferta, ya que anteriormente lo habían intentado tozudamente otras figuras de la UE y del Gobierno español, entre ellas Adolfo Suárez, el actual presidente de Parlamento, Manuel Marín -entonces vicepresidente de la Comisión Europea-, Felipe González y su ministro Carlos Solchaga, y el presidente de Galicia Manuel Fraga Iribarne.

En fin, se intuye que en el fondo a Franco le importaba muy poco el futuro de su régimen: solamente se preocupó de su supervivencia mientras él vivió. Es más, cuando el entonces Príncipe Juan Carlos le solicitó un día que lo pusiera más en contacto con la maquinaria del Estado, el Caudillo le contestó: «¿Para qué? Si cuando usted reine lo va a hacer de forma muy diferente...».

Esa predicción de un futuro diseño no existe para los cálculos de Castro, para el que no hay otro escenario de Cuba sino el decretado por la Revolución. De ahí que el final del diario de Martín Medem, que por fin aclara el título del volumen, tenga plena lógica. «En el fondo, muchos se harán la pregunta del bolero: ''¿Por qué no me enseñaste/ cómo se vive si ti?''». Son los versos últimos de Tú me acostumbraste. del cubano Frank Domínguez. Esa cultura popular del bolero, uno de los tres únicos rasgos que unen a los hispanos (los otros dos son los culebrones y el fútbol, según Carlos Alberto Montaner), ayuda a aclarar diáfanamente uno de los misterios de esta dramática historia de Cuba.

Las líneas introductorias referidas son emblemáticas: «Tú me acostumbraste/ a todas esas cosas» (¿la Revolución?), y «tú me enseñaste que son maravillosas» (según la imaginaria del régimen). Serían las palabras de los que «vivían en la incertidumbre», «la inmensa mayoría sin posibilidades para determinar su propio futuro (no había poder social de lo que iba a ser una revolución popular)», «los que manejaban o esperan manejar poder político y económico», «los millones de cubanos que habían acompañado a su comandante en el escenario histórico de la Plaza de la Revolución: por devoción, por obligación o con sentimientos contradictorios pero dejando un rescoldo mayoritario de admiración y respeto».

Pero «en el futuro, muchos se harán la pregunta del bolero: ''Por eso me pregunto,/ al ver que me olvidaste,/ ¿por qué no me enseñaste/ cómo se vive sin ti?''». La respuesta es el bolero pendiente que debe escribir Raúl (con música de Ravel).