viernes, agosto 18, 2006

EL SUCESOR, EL HEREDERO Y EL HUÉRFANO

Nota del Bloguista Rafael Rojas apriori descarta la colaboración y apoyo entre los diferentes estamentos para alcanzar un objetivo entre los que puede estar, en particular, la anulación de uno de esos estamentos. El análisis en general está muy rígido y esquematizado.
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Tomado de El Nuevo Herald.com


El sucesor, el heredero y el huérfano

Por Rafael Rojas


La actual coyuntura de ''delegación provisional de poderes'' podría considerarse como un momento previo a la sucesión real, que tendrá lugar cuando Fidel Castro desaparezca o quede inhabilitado para gobernar de manera irreversible. De ahí que las élites políticas de la isla, aun sabiendo que sus poderes son delegados y revocables, ensayen algunos comportamientos y, sobre todo, vislumbren ciertos roles que ahora no se atreven a asumir, pero que podrían desempeñar abiertamente cuando la verdadera sucesión comience.

Tres de esos roles pueden definirse a través de las figuras del sucesor, el heredero y el huérfano. El primero corresponde al político bien insertado en las instituciones básicas del régimen --las fuerzas armadas, el Partido Comunista, los Consejos de Estado y Ministros y la Asamblea Nacional-- que piensa que sin Fidel la única manera de permanecer en el poder por algún tiempo es haciendo cambios, bajo un régimen autoritario. Entre los políticos mencionados directa o indirectamente en la proclama del 31 de julio ése parece ser el perfil de Carlos Lage, Ricardo Alarcón y Francisco Soberón. La sucesión ofrecerá a estos políticos la oportunidad de demostrar qué tan reformistas pueden ser, sin los obstáculos de la línea dura y, a la vez, con el respaldo del aparato.

A diferencia del sucesor, el heredero vendría siendo el típico miembro de la nomenclatura que cree posible preservar el sistema intacto, en ausencia de Castro, por medio de un reforzamiento de las instituciones actuales. Ese proceso que, como es sabido, inició desde hace meses con el restablecimiento del Secretariado del Partido Comunista, culminaría, en el imaginario de esos aparatchiks, con un auténtico traspaso de la soberanía de Fidel a las instituciones políticas y militares. En la práctica, esta corriente, representada por José Ramón Machado Ventura, José Ramón Balaguer y Esteban Lazo, podría proponer una resovietización de la isla a principios del siglo XXI.

Foto: AFP
Arriba: Raúl Castro, Felipe Pérez Roque y Carlos Lage. Abajo: José Ramón Balaguer, José Ramón Machado, Francisco Soberón y Esteban lazo.


La última figura, la del huérfano, equivaldría al político de las generaciones más recientes que se ha formado al cobijo de Castro y que supone que la ausencia del caudillo puede suplirse por medio de un ejército de líderes mesiánicos que movilicen a la población con su oratoria inflamada. Al igual que el sucesor y el heredero, el huérfano cree que es preciso gobernar apropiándose del legado de Fidel, pero piensa que dicho legado se pierde lo mismo con un paquete de reformas económicas que con el funcionamiento rutinario de las instituciones, ya que su fuerza reside en la constante reproducción simbólica del carisma y del síndrome de plaza sitiada. Hasta su ascenso a la cancillería, Felipe Pérez Roque fue un político de ese tipo --ahora habría que ver-- y los llamados talibanes de la ''batalla de ideas'' serían sus mejores representantes: Carlos Valenciaga, Otto Rivero, Hasán Pérez.

Raúl Castro, el político que asume mayores poderes en el actual modelo sucesorio, parece moverse entre las dos primeras figuras: quienes lo conocen afirman que es pragmático, institucional y partidario de una apertura económica similar a la china. Sin embargo, en una coyuntura de plena sucesión, tendría que negociar su autoridad con las diversas corrientes de las élites actuales. En ese escenario, es muy probable que sus deseos de suceder al hermano se vean obstaculizados por los herederos más estalinistas y, sobre todo, por los huérfanos más castristas. Al mismo tiempo, si el castrismo sin Castro, es decir, sin el vínculo carismático con el caudillo, que procesa no pocos mitos nacionalistas, se convierte en un mero comunismo, seguramente no será fácilmente tolerado por ''reformistas'' ni por talibanes.

Estas tensiones podrían fracturar la clase política de la isla tras la desaparición de Fidel Castro, acelerando la transición democrática. El complejo procesamiento del duelo por la muerte del caudillo, a quien deben sus parcelas de poder, se reflejará en una feroz pelea por el legado que, seguramente, les enajenará el respaldo de la población. Ese momento en que la orfandad obstruye las políticas sucesorias, sería el propicio para que la oposición, con una plataforma y un lenguaje bien concebidos, escenifique una agresiva proyección pública, que suplante los liderazgos heredados con nuevas representaciones de la ciudadanía insular y exiliada.

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Tomado de
http://www.eltiempo.com/internacional/latinoamerica/fidelcastro
/home/ARTICULO-WEB-NOTA_INTERIOR-3117117.html


Estos son los llamados a mantener las riendas del poder en Cuba

La Habana
AFP


.'Los siete de Fidel', encabezados por Raúl Castro, son el núcleo del equipo que sustituiría al líder en caso de muerte o incapacidad.

La crisis aguda de salud, sangramientos intestinales que reclamaron una "complicada" cirugía, y "varias semanas" de reposo, según anunció el propio Castro el 31 de julio, y la llegada de su cumpleaños 80, ponen sobre el tapete nuevamente la cuestión de la sucesión.

La primera cosa que ha dejado claro la situación actual, que algunos en La Habana consideran "un ensayo general", es que Raúl, de 75 años, será el presidente de los Consejos de Estado y Ministros, el primer secretario del Partido Comunista (PCC) y el Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas.

El segundo punto clarificado es que, como el propio Raúl dijo, será un gobierno colegiado, que ejecute las decisiones del PCC, único "digno heredero" de Fidel Castro.

En un gobierno de Raúl, tras una eventual salida definitiva de Fidel, tendrá que resolverse el nudo de poder acumulado en una persona, pues la Constitución revolucionaria establece que el jefe de Estado, de Gobierno y Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas es uno solo.

Un elemento que desconcertó inicialmente es que quedara fuera del equipo Ricardo Alarcón, presidente del Parlamento de 69 años, político culto y capaz. Si a mediados de los años 90 fue considerado un reformista, ahora se le tiene por un castrista firme.

Pero nadie duda que Alarcón, polemista agudo, amplio conocedor de Estados Unidos, ex representante en la ONU, ex vicecanciller y canciller (1992-1993), miembro del selecto Buró Político del PCC, sea uno de los hombres más cercanos a Raúl en el nuevo equipo.

El resto del conjunto es consecuente con la concepción del poder que Castro ha desarrollado en los últimos años: una liga generacional, en este caso de tres épocas, y una mezcla de esos que los observadores califican de ortodoxos, moderados y liberales.

El 'tecnócrata' es Carlos Lage, pediatra de 54 años, quien nunca ejerció la medicina y en cambio fue el artífice de las reformas de apertura económica de los 90'.

Lage es vicepresidente del Consejo de Estado, secretario del Consejo de Ministros y de su Comité Ejecutivo, además de miembro del Buró Político del PCC.

Carente de carisma, goza sin embargo de respeto por su dedicación y rigor en el trabajo, su discurso franco y a veces crudo en materia económica. Ha representado a Castro en numerosas cumbres.

Los también médicos José Ramón Machado Ventura (75) y José Ramón Balaguer (74), considerados comunistas ortodoxos, son muy importantes en el PCC y en la generación histórica. Machado Ventura, a quien se le tiene por hombre duro e intransigente, es desde hace décadas el organizador del PCC, un puesto clave.

Esteban Lazo (61), un economista nombrado hace dos años ideólogo del PCC, comparte ahora con Machado Ventura la encomienda educativa de Castro, pero muchos juzgan en La Habana que no tendrá protagonismo en un equipo definitivo.

El oportuno del equipo es el canciller Felipe Pérez Roque, ingeniero eléctrico de 41 años, que brincó de dirigente estudiantil a secretario de Castro durante siete años y después a canciller, en 1999.

Fue quien tomó el control de la situación cuando Castro se desmayó en un acto público en 2001. Un año después estremeció a un Parlamento adormilado en la exaltación del socialismo, para poner en el tapete la suerte de Cuba tras la desaparición de la generación fundacional de la revolución, y en diciembre pasado volvió a sacudir a los diputados con el mismo tema.

El otro hombre es el presidente del Banco Central, Francisco Soberón (62), recién incorporado al Comité Central del PCC y con una activa participación en el proceso de recentralización de la economía que emprendió Castro en 2003, y en las maniobras para multar y devaluar al dólar norteamericano frente al peso cubano convertible, una divisa de curso interno.