LOS DISIDENTES CREEN QUE NADA VOLVERA A SER IGUAL TRAS LA ENFERMEDAD
Enrique Serbeto
Corresponsal
Bruselas
ABC
España
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Antonio Tang Baez
Jefe de Buró
Canadá
Dept. de Investigaciones
La Nueva Cuba
Agosto 4, 2006
Pegados al televisor cuando las ocupaciones cotidianas lo permiten y como todos los cubanos, a la espera de noticias que clarifiquen la situación real de quien ha regido los destinos del país hasta ayer y en los últimos 47 años. Los demócratas cubanos están preocupados precisamente por la inseguridad que puede causar la falta de informaciones sobre el estado de salud de Fidel Castro, y consideran que en cualquier caso, lo que ha sucedido marcará definitivamente un cambio en la situación política de la isla. Como reconocían desde su casa de La Habana Marta Beatriz Roque o Manuel Cuesta Morúa, no se espera que el general Raúl Castro sea el hombre de la democracia, pero está claro que «después de esto, las cosas ya nunca podrán ser como antes».
«Yo no creo que Raúl vaya a ser el protagonista de la transición, en este sentido, de él no esperamos ningún cambio», dijo Roque en una conversación telefónica en la que confirmó que por ahora no percibe movimientos especiales de las Fuerzas de Seguridad en los alrededores de los domicilios de los disidentes. «Hace unos días me vino a ver un periodista inglés y tenía tanta gente de la seguridad en el pasillo donde vivo que pensó que era un acto de repudio. Pero hoy mismo (por ayer) la situación es normal».
El país «en el limbo»
No son de extrañar estos pensamientos sobre los gestos de la Policía y la situación de la seguridad en la isla. La preocupación por que se mantenga la estabilidad en las viciadas condiciones sociopolíticas de una isla sometida a una dictadura es general. Elizardo Sánchez Santacruz, que estaba pasando unos días de vacaciones en Oriente Próximo, piensa, como Marta Beatriz Roque, que «si se analiza desde el punto de vista de los seguidores del Gobierno -que los hay- tienen que estar sufriendo porque no se les dice ni de qué está enfermo». La última nota oficial, en efecto, dice en palabras atribuidas al propio Fidel Castro que la información sobre su estado de salud se ha convertido «en secreto de Estado». «Esto desestabiliza a la sociedad», dice Roque, «porque la televisión no ha mostrado imágenes suyas ni de Raúl, la gente quisiera saber pero los tienen en el limbo, eso no facilita que se mantenga la calma» sino que alimenta todo tipo de espaculaciones.
Lo mismo opina Manuel Cuesta Morúa, del grupo Arco Progresista: «Nos encontramos frente a un acontecimiento sin precedentes en la historia de la nación desde 1959, ante el cual la estabilidad y el orden social constituyen un problema de seguridad nacional y crucial para el futuro del país». El comunicado de Morúa ha sido la primera reacción por escrito de los demócratas ante los últimos acontecimientos y en él se subraya que «tanto la estabilidad como el orden social sólo pueden garantizarse a través de las transformaciones que en todos los órdenes demanda nuestra sociedad para que se manifiesten las potencialidades y los derechos plenos de todos los ciudadanos».
Asimismo, Arco Progresista tampoco cree que la designación de Raúl será la pieza clave de la transición. Esta decisión de Castro «no cambia por sí sola las condiciones sociales, políticas y económicas de Cuba».
A toro pasado, los demócratas recuerdan ahora ciertos indicios como el hecho de que en las últimas semanas se hubiera estado republicando en las páginas de Granma un llamativo libro escrito hace seis años por el periodista Luis Báez en el que entrevista a todos los generales del Ejército cubano; o que los que vieron a Castro en los actos del 26 de julio se fijaron en su extrema debilidad y delgadez: «Algunos de nuestros representantes allí me dijeron ahora que hace días que esperaban algo así», cuenta Roque, que no tiene más remedio que esperar las noticias a través de la televisión cubana, incluyendo la sempiterna tertulia, la «mesa redonda», una fórmula creada en la época de la crisis del «balserito» Elián y que ha pervivido como instrumento de propaganda. En la tertulia se habla también de la salud de Fidel, y fue el presentador Randy Alonso quien leyó el último comunicado oficial que a los disidentes tampoco les ha servido para aclarar las cosas.
La solución a los graves problemas
Cuesta Morúa se ofrece a colaborar en la estabilidad social y ofrece su «compromiso a contribuir al mejoramiento de la sociedad desde un clima de paz y entendimiento entre todos los cubanos». Sin embargo, en estos momentos sostiene que Raúl Castro no tiene las claves para resolver la grave situación que tienen que soportar los cubanos: «la solución de los profundos problemas y carencias que afectan al pueblo cubano trasciende a cualquier reordenamiento, ya sea temporal o no, de las estructuras gubernamentales».
A las seis de la mañana, a la una, la «mesa redonda», los demócratas y todos los cubanos van a estar pegados a los mensajes oficiales para tratar de saber qué va a pasar en el futuro. «Mira que es aburrida la televisión cubana», comentaba Marta Beatriz Roque, «pero ahora no hacemos más que esperar las noticias a ver si dicen algo».
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