lunes, agosto 21, 2006

NO TEMAS NI DESMAYES || LA CONVERSIÓN DE BARBARITO

No temas ni desmayes

Por Oscar Sánchez Madan




21 de agosto de 2006

Matanzas – www.PayoLibre.com – Pasarse a las filas de la disidencia, es el delito más grave que puede cometer un ciudadano en Cuba. Los regímenes totalitarios de izquierda han sido diseñados y estructurados para que el ser humano acepte y viva en la esclavitud y la mentira. Quizás haya sido por eso que cuando en 1998 rompí definitivamente con el régimen castroestalinista y adopté una firme posición contestataria, cayó sobre mis hombros todo el peso del repulsivo y deshumanizante andamiaje policiaco de la dictadura absolutista.

Vivía yo entonces en la oriental ciudad de Bayamo, provincia de Granma. Aunque no integraba ningún grupo de la prestigiosa y emergente sociedad civil pacífica independiente, el Departamento de Seguridad del Estado, DSE, hacía esfuerzos por impedir que yo hallara empleo en alguna dependencia estatal. Por fortuna no tenía hijos, a pesar de mis 35 años. Dios no me había dado aún ese hermoso privilegio. Debido a la permanente hostilidad de los militares castristas y de sus partidarios, la relación que tenía con una joven bayamesa se postró indefinidamente.

Durante el otoño del mencionado año, comencé a asistir a la iglesia Voz de la Salvación, ubicada en el cruce de Figueredo, a 5 Km. de la Ciudad de Bayamo. Uno de los hermanos de dicha institución me alojó en su casa, poco tiempo después legalicé mis documentos en aquel lugar. Yo había abandonado la casa de mis progenitores en septiembre de 1994, debido a conflictos con el gobierno y además situaciones conflictivas por razones ideológicas con mi padre, ya que él era un ateo y fanático defensor de la dictadura marxista. Muy pronto asimilé las enseñanzas de la Biblia y confraternicé con todos los hermanos de la congregación. Me ganaba la vida trabajando en la agricultura, con los campesinos particulares a pesar de haber sido profesor de pre universitario en Matanzas y de poseer un título de licenciado en historia y ciencias sociales. Era un profesional condenado por el régimen al ostracismo, por eso me refugié en Dios, y no me arrepiento.

La iglesia a la que pertenecía era parte del Ministerio Mundial Maranatha. En esa institución conocí en el año de mi conversión, que el apóstol Nahun Rosario, residente en Chicago, Illinois, Estados Unidos, líder internacional de la misma, había sido expulsado de la isla por las autoridades, ya que estas consideraban a la iglesia como una institución ilegal. Era la nuestra una iglesia pentecostal, en la que sólo se alababa y adoraba a Dios, y donde no se glorificaba en exceso a ningún hombre. Únicamente con el señor era nuestro compromiso amoroso, pacífico y liberador.

En los regímenes totalitarios de izquierda eso es intolerable. Cuando al cabo de un año, la junta directiva, después de que yo aprobara un curso pastoral me nombró maestro de la congregación, debido a mi sorprendente, según ellos, consagración a los principios del evangelio, y después que comenzaba a predicar desde el púlpito la palabra divina, la persecución contra la iglesia, y en particular en mi contra, se arreció sobremanera.

La vigilancia policial se incrementó en cada culto o celebración que efectuábamos. Cierto día quedé totalmente desconcertado, cuando el pastor Irael Arias, basándose en el falso testimonio de un hermano que había sido excluido de la congregación por cometer una grave indisciplina, me comunicó en una reunión de la junta directiva, que quedaba separado de la institución por supuestamente colaborar con la policía política con el propósito de destruir la congregación.

El hermano Irael, a quien aún admiro, además de pastor, era la persona que más me había ayudado material y espiritualmente. Era él mi mejor amigo, y lo sigue siendo. Por eso no podía comprender lo que estaba sucediendo, aunque sí, lo imaginaba. Detrás de toda esa intriga, estaba la mano represora de la seguridad del estado, la cual se encargaba de penetrar a las iglesias para fomentar entre los fieles la confusión, el protagonismo y la división, y lograr así que el verdadero mensaje de salvación no fuera conocido por la población. Me sentí traicionado. Debido a ello, la rebeldía que todos los seres humanos llevamos dentro me cegó, o más bien, me abrió los ojos. Aquel día tuve un largo y muy difícil dialogo con el señor. Sentado al borde de la carretera, que conduce al poblado de Quisa, oré durante más de tres horas, como nunca antes lo había hecho.

Allí, bajo el intenso sol del mediodía cubano, comprendí que la mejor forma de predicar el evangelio de Jesucristo es luchando por los seres humanos, liberándolos de la horrorosa esclavitud que significan la confusión y la mentira. Y no perdí tiempo. A los pocos días, abandonado en la calle y casi al borde de la inanición, ya que no tenía empleo, y cuanto negocio particular emprendía era saboteado por la policía, me llené de eso que en el idioma de Cervantes llaman valor y distribuí volantes por toda la ciudad de Bayamo, en los cuales se podían leer las siguiente frases: “Cristo sí, Castro no”, “libertad para los presos políticos”, “fuera el comunismo de Cuba”, “abajo la mentira”, “el trabajo es un derecho de todos”, “queremos democracia”.

Como era de esperar, a finales de agosto fui detenido por un agente de la policía política, conocido como Richard León. El mismo me condujo al cuartel provincial de Granma. Luego de tres días de reclusión en una celda tapiada, en la que permanecí totalmente incomunicado, fui conducido por tres agentes de la policía política al hospital psiquiátrico de Manzanillo, donde me internaron por 39 días.

Un capitán del Departamento de Seguridad del Estado me dijo que se me realizaría un peritaje médico, ya que ellos no comprendían mi actitud. En la tarde del primer día en el hospital, el 2 de septiembre del año 2000, una doctora, nombrada Margarita, me regaló una Biblia. Luego de conversar conmigo y escuchar mi historia, me dijo que yo no parecía tener problemas psiquiátricos. “No te preocupes que yo soy católica, y mientras yo esté aquí, a ti no te va a suceder nada”, me expresó.

Ya en la noche, y a pesar de los gritos, los cantos y los gemidos de aquellas decenas de pacientes que me rodeaban, algunos de los cuales se mostraban muy agresivos, a veces abrí la Biblia, oré y leí y releí, durante horas, un mensaje de Dios que quedó grabado en lo más profundo de mi alma. El mensaje dice así: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque el señor, tu Dios, estará contigo a donde quiera que vayas”, Josué 1:7


***********************

La conversión de Barbarito

Por Shelyn Rojas



20 de agosto de 2006

La Habana – www.PayoLibre.com – Barbarito nació con la revolución. Creció en ella. Su Santa trinidad siempre fue integrada por el Che, Camilo y Fidel.

Era el primero en la escuela. No por las notas académicas. Sobresalía en las marchas, actos políticos y guardias estudiantiles.

En el 80, no faltó a ningún acto de repudio realizado contra todos los que abandonaban el país.

No tuvo suerte. Nadie de su familia se fue en aquel tiempo. No hubo quien le trajera regalos cuando los “gusanos” regresaron convertidos en “mariposas” de la comunidad cubana en el exterior.

Con mucho trabajo, ahorrando centavo a centavo, logró comprar su pulóver favorito. Es violeta y tiene sobre el pecho la lámpara maravillosa de Aladino, con la palabra genio en letras doradas, por si acaso puede obrar milagros. Lo conserva hace cinco años, lo usa sólo para ocasiones especiales, pero el milagro, todavía no se ha producido.

Terminó sus estudios de técnico medio. Empezó a trabajar en un almacén de la Empresa Comercializadora de Metales (COMETAL). Lo botaron. Lo cogieron infraganti con algo para arreglar su casa. Con el tiempo se volvió un alcohólico y pasó a ser miembro de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución). Más tarde lo seleccionaron para que fuese el responsable de vigilancia de la cuadra.

Por las noches, se sienta en la escalera de entrada al pasillo de su apartamento, con un vasito y una caneca de ron. Cumple su misión revolucionaria: que no suceda nada anormal en la cuadra. Conversa hasta las dos de la madrugada con un acompañante imaginario que casi nunca discrepa.

A sus espaldas se ganó apodos como “azuquín”, “siempre en nota” y “cortico”. Pero era el primero en la defensa.

Siempre soñó con un TV Panda. Pero no alcanzó en la distribución. Aborrecía a los religiosos. Gritaba a todo pulmón en sus “notas”, que él era hijo del Comandante y sólo creía en la revolución.

Las pocas mujeres que ha tenido, se le han ido, por borracho y sinvergüenza, entre otras cosas.

Cuando la ola represiva del 2003, la valentía del alcohol le daba por decir que esta revolución no se caía y mucho menos con firmitas. Caminaba y repetía entre risas el sermón una y otra vez. Cuando un opositor visitaba a algún vecino, se escondía en su casa y no salía hasta ver limpio y fuera de peligro el pasillo.

Su apartamento es humilde como el de algunos otros revolucionarios de a pie. Aún conserva su TV Caribe, en blanco y negro, un refrigerador ruso y un ventilador Orbita.

Ahora cuando electrifiquen la zona quizás pueda cambiar los trastes viejos por nuevos, aunque la deuda sea impagable.

Hace unos días, le pregunté: “¿Barbarito y eso que a ti no te han acuartelado?”

Su rostro, algo asustado me respondió —Na’… ¿a mí?...

—Bueno, no abras la puerta por la noche, a cualquier hora los están movilizando —le aconsejé con ironía.

En su mirada pude notar algo de preocupación.

Ayer, cuando estaba de guardia, Barbarito me llamó. Cumplía la tarea, acompañado de su caneca de alcohol. Me dijo que debíamos mejorar nuestra amistad. Sentí su mirada fija en la Cruz Ansata, o Ankh, que cuelga de mi cuello.

Tal vez Barbarito ande buscando otro padre, otra creencia y una nueva trinidad.





CAMPAÑA CUBANA POR LA LIBERTAD DE LOS PRISIONEROS POLÍTICOS
"Acuérdate de los presos como si tú también lo estuvieras".
Hebreos 13-3