viernes, septiembre 01, 2006

ACERCAMIENTO MILITAR

Nota del Blogguista.

El historiador Enrique Ros ha hecho un estudio detallado de las conversaciones y contactos entre los militares de la tiranía y los militares estadounidenses después de 1959 y el resultado de ese estudio ha sido que siempre han existido esos canales aunque la dictadura públicamente haya aparentado todo lo contrario. Ese comportamiento de la dictadura totalitaria forma parte de la propaganda manipuladora aprendida por Fidel Castro cuando siendo un veinteañero se leyó ¨ El Príncipe¨ de Maquiavelo, el cual fue uno de sus libros de cabezera: ¨Cuando tengas problemas internos, búscate un enemigo externo¨.

Que yo recuerde, el partido comunista húngaro fue la excepción entre todos los partidos comunistas de los antiguos países socialistas de Europa del Este que dirigió la transición; dudo que el Partido Comunista Cubano siguiera ese camino de la excepción aunque Fidel y Raúl no estuvieran; tienen que darse marchas, huelgas, protestas, etc. que compulsen al Partido y a los cuerpos armados a participar positivamente, o al menos tolerar, en el curso hacia la transición y la transición propiamente dicha.

Esas acciones que el analista de la CIA Fulton Armstrong calificó de que ¨carecían de una verdadera importancia estratégica y que no estaban destinadas a resolver un problema considerado de prioridad nacional¨, estaban estructuradas de esa manera porque salvo en La crisis de Octubre, Crisis de los Misiles, en octubre de 1962, Cuba no ha sido nunca de prioridad nacional para los Estados Unidos.

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ACERCAMIENTO MILITAR


Por Alejandro Armengol




LA INFORMACION PUBLICADA en The Washington Times, sobre un debate dentro de la administración Bush acerca de la posibilidad de un acercamiento secreto con militares en la Isla, mezcla factores muy diversos. Estos le permitieron al editor de turno forzar un poco la mano con un título favorable a la orientación ideológica de la publicación (Poco probable la democracia en Cuba mientras gobierne Raúl) y al reportero plantear la posición flexible de algunos funcionarios y militares, dentro de un gobierno caracterizado en la Isla como particularmente hostil al régimen.

Pudiéramos decir que el título está destinado a los lectores norteamericanos, que son los que compran el diario, y parte del contenido del texto está escrito pensando en los hipotéticos lectores de la cúpula militar castrista. Al mismo tiempo, el artículo responsabiliza a los comunistas, comprometidos con el régimen y dedicados a su preservación, de ser los principales responsables de que en un futuro inmediato, tras la muerte de Fidel Castro, la democracia no surja en la Isla.

Esta caracterización de los miembros de Partido Comunista de Cuba (PCC) es errónea por dos motivos. El primero: recuerda demasiado la época de la guerra fría. Pinta a los comunistas cubanos como seguidores fieles y garantes incondicionales de un aparato represivo y un sistema totalitario, cuando lo más probable es que si en Cuba por primera vez en la historia de la revolución el PCC pudiera funcionar como un verdadero partido (comunista) y no como un simple instrumento de Castro iniciaría un movimiento de reformas internas que lo acercarían más a un partido social demócrata y lo alejarían de modelo obsoleto actual.

El segundo error es precisamente el otorgarle a ese partido un poder que nunca ha tenido, y que por lo tanto no está capacitado para ejercer. De adquirir realmente el control del país, el PCC se vendría al suelo por ineficaz y corrupto, por estar lleno en los escalones superiores de mando de cuadros sin conocimiento, moral y verdadera convicción revolucionaria.

Un tercer error, y este no relacionado con el partido sino con los otros organismos represivos del régimen —policía y seguridad del Estado— es considerarlos es desconocer su evolución posterior a la Causa No. 1 de 1989, cuando se inició un proceso de depuración y cambios que llevó a situar cuadros del Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) al frente de todo el aparato represivo. Es cierto que las FAR han tratado de no intervenir directamente en los actos de represión a la población, pero también es cierto que en Cuba no se puede hablar de militares como profesionales cuya labor primordial o única es la defensa del país. Los militares participan en la dirección tanto económica o política de la nación. Basta mirar las cifras y comprobar cuántos son ministros, las cifras de los que integran el Comité Central y el Buró Político del Partido. En la Isla hay militares hasta administrando hoteles.

Hechas estas salvedades, hay otras dos dimensiones del artículo que resultan interesantes. Una es la existencia de diferentes enfoques respecto a la política hacia Cuba, nada nuevo dentro de cualquier gobierno norteamericano. La segunda, y más importante, es el reconocimiento implícito de la existencia de diversas medidas que cumplen objetivos también diversos.

En este sentido recuerdo lo planteado en una ocasión por Fulton Armstrong, un analista de la CIA que trabajó en la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana a finales de los años 80.

Armstrong escribió un estudio sobre inteligencia para la CIA en el 2002 donde destacó la existencia de cuatro prioridades diferentes en los asuntos de interés nacional, de las cuales sólo dos resultan de una “importancia estratégica genuina”.

En ese estudio Armstrong calificó las medidas políticas de EEUU hacia Cuba como acciones que carecían de una verdadera importancia estratégica y que no estaban destinadas a resolver un problema considerado de prioridad nacional.

“En ocasiones, cuestiones que no afectan a la nación en su conjunto son elevadas a la categoría de interés nacional debido al poder de los electores”, escribió Armstrong. El analista explicaba en el trabajo que al tiempo que en un sentido general estas medidas son consistentes con el interés nacional, las prioridades políticas eran establecidas con el objetivo de favorecer a los intereses de un grupo en particular, al tiempo que soslayan aspectos más importantes dentro de una visión de conjunto.

El problema es que hasta ahora a la administración le ha sido posible establecer este tipo de medidas (recrudecimiento del embargo, limitaciones de los viajes y restricciones a los envíos de remesas) porque no afectan realmente al vínculo existente con Cuba desde el punto de vista estratégico y de seguridad nacional. Sólo que ahora el orden de prioridad de los factores ha cambiado.

Desde hace tiempo el Pentágono ha tratado de establecer un diálogo con los militares cubanos y no ve a la Isla como una verdadera amenaza militar. Esta visión no ha cambiado ni con del desenmascaramiento de la espía Ana Belén Montes ni con la guerra contra el terrorismo.

El diálogo entre militares cubanos y norteamericanos se ha realizado a través de dos vías. Una es la búsqueda de puentes de colaboración en diversos temas, como el narcotráfico, la inmigración y el terrorismo. La otra es sentar las bases para un restablecimiento de relaciones en el caso de que Raúl Castro llegue al poder. Es posible que esté cerca o en marcha una negociación con los militares que abra la vía a contactos más amplios. Conversaciones llevadas a cabo no de espaldas a Raúl, como insinúa la información de The Washington Times (aquí de nuevo hay que señalar la posición ideológica de la publicación) sino con la anuencia del ministro del ramo.

La isla no ha sido ajena a estas intenciones, con la creación del Centro de Estudios de Información de la Defensa, bajo el mando del brigadier general, Jesús Bermúdez Cutiño, destinado a cultivar las relaciones con los generales norteamericanos.

La existencia de los dos enfoques respecto a Cuba —negociación versus hostilidad— ha estado presente siempre en la política norteamericana hacia la Isla. Paradójicamente, dos de las administraciones más agresivas hacia el régimen, el gobierno del demócrata John F. Kennedy y del republicano Ronald Reagan, se encuentran entre las que establecieron contactos secretos negociación con La Habana. No debe resultar extraño que en estos momentos, o en un futurde o cercano, Washington intente de nuevo transitar este camino.