lunes, septiembre 11, 2006

SILENCIO, HAY DENGUE

Tomado de Cuba Encuentro.com



Silencio, hay dengue




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¿Cuántas víctimas serán necesarias para que el gobierno informe sobre la epidemia que azota el país?
Eva González, Ciudad de La Habana
lunes 11 de septiembre de 2006 6:00:00
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Mientras la prensa oficial publicaba en sus primeras planas la graduación de miles de nuevos médicos, tanto cubanos como de otros países tercermundistas —egresados de las escuelas de medicina de la Isla—, una severa y silenciada epidemia de dengue azotaba a la población.

El discurso pronunciado por José Ramón Balaguer, ministro de Salud Pública y uno de los señalados por decreto "divino" en la proclama del pasado 31 de julio para impulsar los programas de este sector, no podía ser más cínico: "Si no se implementa un sistema para formar médicos como ha hecho Cuba, el porvenir de los pueblos es incierto, porque entre las epidemias y la marginación social, la salud de los pobres del planeta está constantemente amenazada".



Fumigaciones en La Habana contra el mosquito transmisor del dengue. (AP)

Aunque ningún medio de comunicación oficial ha mencionado la epidemia de dengue que se extiende por el país, algunas cifras oficiosas calculan en unos 8.000 sólo los casos reportados en Ciudad de La Habana.

Las constantes fumigaciones aéreas, las inspecciones a viviendas y centros de trabajo por parte de grupos especiales destinados a la campaña para combatir el mosquito Aedes Aegipty, y la movilización de militantes del Partido Comunista para apoyar dichas inspecciones y erradicar los focos de proliferación, evidencian una situación alarmante en relación con una enfermedad que hace varios años viene cobrando fuerzas en Cuba.

¿Cuántos enfermos y muertos serán necesarios para que se reconozca que estamos en presencia de una epidemia?

Prohibidas las alarmas

Los inspectores que visitan las viviendas, al ser interrogados acerca del silencio que mantienen los medios, responden que no se ha informado oficialmente de la epidemia para no crear alarma en la población. Sin embargo, los ciudadanos están más que alarmados ante la presencia constante de avionetas de fumigación sobrevolando la ciudad y las casi diarias visitas de inspectores de salud a los domicilios.

Se conoce vox pópuli que los hospitales han establecido una especie de alerta, con la habilitación de gran cantidad de camas para atender los casos de dengue que constantemente llegan a los cuerpos de guardia. El hospital Salvador Allende (Covadonga) es uno de los principales receptores de víctimas de la epidemia, con la mayoría de sus pabellones repletos.

Otra inquietante información que corre entre la población es el número de muertos por dengue hemorrágico, de los que —al parecer— hay reportes en toda la Isla. Se dice que Santiago de Cuba es una de las ciudades más afectadas, y también la capital.

Muchos habaneros se muestran preocupados por las pésimas condiciones higiénico-sanitarias de la ciudad, lo cual podría agravar los efectos de la epidemia debido, fundamentalmente, al elevado número de salideros existentes —tanto de agua corriente como albañal—, que forman verdaderos estanques en no pocos lugares de La Habana.

Sin embargo, para responder estas preguntas, también han sido entrenados los inspectores de salud pública: su respuesta tranquilizadora es que las larvas del perverso mosquito sólo pueden lograrse en aguas limpias y estancadas. O sea, la culpa es de las personas que en sus casas recogen el agua "irresponsablemente" en vasos espirituales, tanques y búcaros.

Esto tranquiliza mucho, ya que —eliminando tales focos— podremos morir tranquilamente de alguna otra infección provocada por las aguas albañales, pero no de dengue. Una vez más, los responsables directos de que haya una epidemia son los pobladores, nunca las autoridades.

La hora de los guajacones

Como es ya común en este país, lo trágico de la situación se matiza con los colores locales. Así, se sabe que existen criaderos de pequeños peces de agua dulce (de los llamados popularmente guajacones) que se repartirán a la población en sustitución del escaso Abate, que se destina ordinariamente a los depósitos de agua.

Ya en Santiago de Cuba se han distribuido los guajacones en algunos barrios para que la gente los coloque en los tanques de agua de uso doméstico. De manera que ahora se impone el control biológico: estos pececitos se alimentarán de las larvas del mosquito. Si no hay larvas, no hay mosquito ni dengue. Tampoco sobrevivirán los peces sin las larvas, de manera que morirán y corromperán las aguas almacenadas, lo que también puede provocar infecciones. Pero mejor pensar en eso más adelante. Ahora la campaña es contra el Aedes.

Al parecer, el hecho de que el país haya logrado incrementar 20 veces la cifra de médicos que había en 1959 no garantiza la salud de los cubanos en la Isla. Si las autoridades sanitarias no asumen responsablemente la gravedad de estas epidemias recurrentes, y no se toman medidas para erradicarlas y prevenirlas de manera permanente, el porvenir de este pueblo será tan incierto como el que augura el flamante ministro de Salud a "los pobres del planeta".