UN JOVEN MEXICANO Y NEGRO
Nota del Blogguista
En la costa atlántica, en la región de Veracruz, existe una cultura muy próxima a la típicamente caribeña con una población que muestra características físicas un tanto diferentes al clásico mexicano donde no es raro encontrar un mejicano negro oi con características negroides.
En http://www.banderas.com.mx/historia_de_veracruz.htm se lee este fragmento:
¨Los colonos españoles que se establecieron en Veracruz fueron muy pocos ya que la mayoría prefería el clima templado del altiplano central; la población indígena a su vez disminuyó mucho durante la Colonia llegando a su nivel más bajo en el siglo XVII a causa de la peste, la viruela y los trabajos forzados. La congregación de pueblos con fines evangelizadores se inició en 1546 originando una serie de litigios agrarios entre encomenderos y eclesiásticos.
El puerto de Veracruz se convirtió en punto de enlace entre España y sus colonias de América. De aquí se despachaban para Europa: metales preciosos, guajolotes, maíz, aguacate, frijol, ixtle y algodón entre otros y llegaban productos como: haba, arvejón, trigo, arroz, etc; así como animales domésticos, pólvora, cavetas, telas, vinos y múltiples mercaderías distribuidas posteriormente por el territorio novohispano. ¨
En Cuba hay muchos descendientes lejanos de mejicanos por muchas razones: una de ellas es que cuando el general Antonio López de Santa Anna anexó Yucatán a México ( se habla mucho de la apropiación de casi la mitad del territorio mexicano por la Guerra contra Estados Unidos y los tratados de Guadalupe Hidalgo del 22 de febrero de 1848 pero de esta anexión forzosa apenas se habla) vendió como esclavos en La Habana a muchos indios yucatecos que se le enfrentaron en contra de esa anexión forzosa. Otra razón fue que a muchos mexicanos les quedaba, por ejemplo, más cerca estudiar en la Universidad de La Habana que en universidades mexicanas.
Un joven mexicano y negro.
Por: Eloy Arnaldo González
Tiempos infaustos aquellos que vivimos, cuando comenzábamos a andar y desandar la última década de aquel siglo XX, que mucho tuvo de guerras, sobresaltos y lágrimas. Entre los malos augurios para los gobernantes y peores tiempos y privaciones para los gobernados, se desempeñó aquella Cuba del año 1990; y no precisamente año alguno de Señor. Porque Señor ya nos fue dado mucho antes de esa década; para más señas: barbudo y cruel.
Tiempos de huidas fueron aquellos días y meses. Muchos buscaban afanosos escapar de la Isla y así, hurgaban en los viejos papeles de familias y escribían cartas con dedicación casi febril. Buscaban ser invitados a visitar otros países, - cualquiera -, mientras más remoto mejor. Se les podía ver indagando sobre parientes lejanos casi olvidados que, ó residían, ó habían llegado a la Isla hacia mucho tiempo, desde distantes países apenas conocidos.
Los menos, buscaban esos vínculos familiares que se remontan a otras nacionalidades y envolvían interesantes historias de inmigrantes venidos de allende los mares y cuyos remotos pueblos y ciudades de donde venían, se hacían casi impronunciables.
Así conocí de aquel joven mexicano en la Habana de principios de los 90’s, empeñado en regresar a México, - su país natal -, para superar tantos sufrimientos y sinsabores por los que había pasado. Porque de toda suerte de tratos crueles fue objeto. Y es que aquel joven habiendo nacido en el vecino México, fue a vivir siendo un niño a Cuba. Superada la adolescencia, se enfrentó a la obligatoriedad que significa el tener que cumplir la Ley del Servicio Militar General y fue en ese punto donde comenzaron para aquel joven las tribulaciones.
No aceptó el hacer el Servicio Militar en Cuba, -en tanto que- , era ciudadano mexicano y fue a dar a la cárcel. A todo eso siguió las más adversas experiencias, como fueron las detenciones arbitrarias y los tratos injustos. Al solicitar asistencia consular en la legación diplomática de México en la Habana no obtuvo apoyo alguno de los funcionarios consulares. La razón para tantos obstáculos no era el que se aceptase o no su condición de mexicano; sino que no se aceptaba tal condición por que el joven era negro. ¡Si negro como lo oyen ó lo leen! , como nacido y salido de un país centroafricano y no de México .De tal suerte que la documentación que le acreditaba como ciudadano mexicano; ni las autoridades cubanas de Inmigración y Extranjería, ni las autoridades consulares mexicanas aceptaban que este joven tan negro, fuera tan mexicano.
El asunto superó los límites de esas leyes no escritas de conservación que permiten sobrevivir en Cuba, sin desafiar a las autoridades represivas. Y es que este joven mexicano de tez negra ya estaba cansado de tantas tropelías, de un lado y del otro. Es por eso que solicitó y obtuvo ayuda de las organizaciones de Derechos Humanos que por aquel tiempo ya se consolidaban en Cuba. Los activistas hicieron suyas las demandas del joven para que se le reconocieran y respetasen su condición de extranjero de nacionalidad mexicana para poder emigrar a México, que era su intención final.
Negro y mexicano, no podía ser. Lo que me llama la atención en este asunto y me ha obligado a preguntarme es: si México no fue destino, -en algún momento de su Historia -, de la llegada a sus costas de esclavos negros procedentes de África. Y esta pregunta me la hago; reclamando la indulgencia de los amables lectores por mi ignorancia.
Lo cierto es, que aquel joven nacido en México de tez negra no era cubano, porque sus documentos demostraban que no había nacido en Cuba, tampoco era mexicano, porque después de tanto tiempo para las autoridades era muy sospechoso que ahora insistía en su origen; como queriendo sustraerse a las obligaciones de todo joven que vivía en el paraíso revolucionario, que por aquel entonces como ahora era Cuba. Pero lo que complicó el asunto es que era negro, - y bien negro -, como para que se llegara a pensar que no era mexicano.
Apoyo, solidaridad y respeto si encontró en aquellos cubanos de bien que hacían causa común con los más menesterosos y desprotegidos, y ya comenzaban un eficaz trabajo de promoción y defensa de los DDHH en Cuba.
Nunca supe el final de aquella amarga historia de incomprensiones y desatinos; y si el joven finalmente pudo hacer su ansiado viaje de regreso a su lugar de nacimiento. Todo aquello fue de mi exacto conocimiento, por que por mis manos pasaron la información sobre estas violaciones. Por aquel tiempo trabajaba en el movimiento de DDHH además de que escuche la historia en la radio que trasmitía hacia Cuba; pero nada más.
Ha pasado mucho tiempo, quizás el suficiente para pensar que son aquellos, los pacientes y sufridos, los que alcanzan a vivir una arisca soledad que sólo los lleva a producir una ruptura de ese hermetismo, - que a ratos -, les permite su auto conservación; sobre todo cuando las injusticias rompen los límites del lógico interés por sobrevivir con un mínimo de decoro.
El joven mexicano en nada quería denuncias su irregular situación, ni ser un héroe de ocasión, enfrentado a los desmanes del régimen cubano y a la desidia de las autoridades consultes mexicanas. Sólo quería superar el permanente sufrimiento que le embargaba, y la crisis de identidad en que estaba sumergido. También quería saltar el Estrecho de Yucatán. ¿Por qué no? Derecho le asistía. Si bien había nacido en el noble México derecho de emigrar tenía a ese país.
Guardaba aquel joven las características de su estirpe que hace a los hombres y mujeres dados a preservarse en soledad, siendo herméticos y desconfiados, pero eso no los hace seres huraños y desdeñosos de los demás.
Pacientes y sufridos han sido los mexicanos; pero no indignos y dóciles. ¡ Y no me desafíen ¡ ¿ Que si son malos o buenos los mexicanos? . Para juzgarlos, - como a cualquier otro pueblo - , no me valgo de las doctrinas de Manes. Los mexicanos son auténticos.
Articulo publicado en el periódico Panorama de Nuevos Horizontes, de Fort Worth, TX. Febrero del 2005
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