viernes, octubre 13, 2006

CUBA Y LAS CLAVES DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA

CUBA Y LAS CLAVES DE LA TRANSICIÓN ESPAÑOLA


La transición española como guía para el cambio en Cuba tras la muerte de Castro



CUBA TRANSITION TO DEMOCRACY SUMMIT

Viernes 13 de octubre de 2006

The Biltmore Hotel, Coral Gables, Florida



Por Carlos Alberto Montaner


Fidel Castro se muere a corto plazo y surge una notable oportunidad de cambiar la historia de Cuba. Es conveniente, pues, asomarse a otras experiencias similares y tratar de aprender de ellas. Acerquémonos a la transición española y hagámoslo con la eficaz técnica pedagógica de las preguntas y respuestas.

¿Qué sucedió en España?

En noviembre de 1975 murió en Madrid el general Franco tras gobernar a España con mano de hierro durante 36 años. Fue el jefe militar y caudillo político que ganó la Guerra Civil (1936-1939). A partir de su triunfo instauró una larga dictadura autoritaria de partido único, más cercana al nacional-catolicismo que al falangismo, comenzada muy cerca del fascismo totalitario, pero terminada con ciertos mínimos espacios de libertad política, muy vigilados, y bastante libertad económica.

Sorprendentemente, y contra todo pronóstico, tras la muerte del dictador, a una velocidad que nadie hubiera imaginado, comenzó un proceso de cambio que culminó en 1978 con la promulgación de una nueva constitución que homologaba a España con las demás democracias europeas. El franquismo, como entonces se dijo, se había hecho el harakiri. Vulnerando las leyes y los candados constitucionales impuestos por el franquismo, los parlamentarios aprobaron los cambios que transformaban la España política, adaptándose al pluralismo, las libertades civiles y al gobierno de la mayoría. Tres años más tarde, en 1981, llegaron al gobierno los socialistas, los grandes derrotados de la guerra civil. A ese proceso, no exento de peligros, tensiones y cierta violencia, se le llamó la transición, y tuvo a Adolfo Suárez como su principal artífice. Suárez era un hombre que venía del franquismo y, aunque poco conocido, algunos lo consideraban un halcón de la dictadura. No lo era.

¿Cómo sucedió?

Aunque todo el mundo, con justicia, le atribuye a Suárez el principal papel en la transición, la verdad es que casi todos los factores políticos actuaron con prudencia y en la dirección adecuada.

* El rey Juan Carlos, que desde niño había sido cuidadosamente educado para que continuara con la tradición autoritaria franquista, desde poco después de asumir la Corona comenzó a moverse en dirección de la democracia. Quería que su monarquía fuera como la inglesa o la holandesa, sujeta al control del Parlamento. Para Juan Carlos era obvio que su legitimidad para reinar no podía venir de la voluntad de Franco sino de la voluntad popular.

* La mayor parte de los franquistas -con Suárez a la cabeza- se desplazó al centro-derecha del espectro político, forjando una coalición con ciertos democristianos y liberales, renunciando al autoritarismo y a la visión fascista del partido único. Suárez, incluso, llegó a presidir la Internacional Liberal, a la que le agregó el adjetivo de progresista.

* La iglesia católica, que había sido cómplice del franquismo durante los primeros veinte años de la dictadura, también se alejó del fundamentalismo religioso y admitió que España adoptara un perfil laico y libre. El espíritu del Concilio Vaticano II había penetrado fuertemente en la visión de la Iglesia.

* El partido comunista, aceptó la existencia de la monarquía parlamentaria como forma de gobierno, renunció al leninismo como método de lucha, y abandonó su pretensión de llegar al poder mediante desórdenes sociales, huelgas obreras y actos de violencia, acogiéndose a las normas pacíficas de la democracia parlamentaria.

* El partido socialista también admitió la existencia de una monarquía parlamentaria. Si los socialistas suecos o los laboristas británicos podían gobernar bajo la sombra ritual de la monarquía, ¿por qué no los españoles? Por otra parte, en un congreso celebrado en 1979 los socialistas explícitamente renunciaron a la visión marxista de la economía y la sociedad.
* Los sindicatos, aunque muy penetrados por los comunistas, y los empresarios, muchos de ellos acostumbrados a la protección del franquismo, fueron capaces de negociar sus diferencias pacíficamente y establecer un modus vivendi basado en la colaboración y en un aumento paulatino de las prestaciones sociales públicas. A esos acuerdos, auspiciados por el gobierno, se les llamó los Pactos de la Moncloa -por el sitio en que se negociaron- y garantizaron la estabilidad social y económica que el país necesitaba para transitar hacia un modelo político abierto.
* Las democracias europeas, en los años setenta, capitaneadas por Francia y Alemania, en medio de la guerra fría, tenían un interés especial en que las dictaduras que quedaban en Europa (Grecia, Portugal y España) se convirtieran en democracias aliadas que fortalecieran el Mediterráneo sur y colaboraran en la construcción de un espacio económico común. Por eso presionaron a Madrid, ayudaron a los partidos políticos democráticos emergentes y condicionaron la adhesión a la CEE y a la OTAN a que España abriera totalmente su economía y su sistema político.

¿Por qué sucedió?

Ese ejemplar proceso político pudo suceder, fundamentalmente, por tres razones:

* Todos los factores tenían algo muy concreto que ganar, como explicaría la Teoría de juegos. Todos se necesitaban y, por lo tanto, todos estaban dispuestos a ceder algo para ganar algo a cambio. Los únicos perdedores netos fueron los franquistas ortodoxos convencidos de las virtudes de la tiranía, pero eran muy pocos y a esas alturas de la historia casi no tenían conexión emocional con el pueblo.

* El cambio, además tenía una dirección obvia: la entonces llamada Comunidad Económica Europea. España no debía seguir aislada del resto de la pujante Europa surgida tras la Segunda Guerra. La vieja frase de Ortega y Gasset seguía vigente: “España es el problema; Europa es la solución”. El cambio no era un salto en el vacío. Se sabía cuál era la meta.
* Los sectores más jóvenes de la clase dirigente franquista no se reconocían en la mitología de la Guerra Civil y secretamente abominaban de un discurso político gastado y anacrónico que se había forjado al calor de los años treinta, en pleno enfrentamiento entre comunistas y fascistas. Los franquistas jóvenes no se percibían como los héroes victoriosos de una epopeya heroica (como les ocurría a los viejos), sino como los malos sostenedores de un régimen más o menos repudiado por la mayoría.

¿Qué relación tienen Cuba y España?

Hasta 1898 Cuba fue una porción política e histórica de España. Esos nexos habían durado 400 años, pero no se cortaron con el establecimiento de la República: se potenciaron. De alguna manera, Cuba siguió siendo una sociedad esencialmente española a lo largo del siglo XX, especialmente en las primeras décadas, como Estados Unidos, al menos por cierto tiempo, siguió siendo un territorio espiritual y culturalmente británico tras la independencia del país a fines del siglo XVIII.

Entre 1902, cuando la Isla apenas tenía un millón y medio de habitantes, y 1926, cuando se dictaron las primeras leyes contra la inmigración, emigraron a Cuba casi un millón de españoles y los vínculos humanos entre los dos países se fortalecieron. Cuba siguió siendo muy española. Eso explica, por ejemplo, que en la guerra colonial de Marruecos, librada por España contra una rebelión ocurrida en ese territorio en los años veinte del siglo pasado, hubiera un batallón de voluntarios cubanos peleando junto a los españoles. Eso explica que en la Guerra Civil española, una década más tarde, unos mil voluntarios cubanos pelearan en las Brigadas Internacionales, una proporción enorme dada la reducida población de la Isla, al tiempo que los avatares de esa guerra española formaban parte del apasionado debate político cubano.


Pero había, además, otros nexos secretos: el gangsterismo político que se desató en Cuba en los años treinta y cuarenta recuerda mucho el pistolerismo anarcosindicalista catalán de los años veinte. La visión revolucionaria cubana de los años treinta se parece a (o se inspira en) el radicalismo de numerosos españoles. Incluso, la constitución cubana de 1940 le debe mucho a la española de 1931.



¿Hay grandes diferencias entre la España de la transición y la Cuba actual?

Por supuesto, esa filiación histórica y política no puede ocultar las grandes diferencias entre los dos países. Frente a la miseria traída por el castrismo, en 1975, al morir Franco, España era una sociedad de clases medias que ya alcanzaba el 75% de la renta per cápita de la CEE. Millones de españoles tenían ahorros en el banco y un 80% vivía en hogares propios. En ese momento el nivel de desempleo era muy reducido y, aunque los salarios eran bajos, también lo era el costo de la vida.

Había otras diferencias fundamentales: en España existía y se respetaban los dere-chos de propiedad y, al margen de la política, donde imperaba una legislación especial dura y arbitraria, los tribunales impartían justicia con arreglo a la ley. Era una sociedad ordenada y limpia que había alcanzado el mayor nivel de desarrollo de su historia. Aunque otros países como Francia, Italia o Alemania habían crecido mucho más que España tras la Segunda Guerra mundial, el progreso español no era desdeñable. Sin duda alguna, en el terreno económico, en la distribución del ingreso, y en los niveles de protección social y calidad de vida, el franquismo había tenido éxito. Es posible, pues, que ese bienestar relativo, acompañado por la mano dura del franquismo, hubiera hecho a los españoles más conservadores y prudentes: tenían verdaderas conquistas que conservar. Algo realmente diferente al fracasado panorama que exhibe Cuba.

¿Puede la transición española servir de guía a los cubanos?

Por supuesto. Hay varias lecciones que aprender de la experiencia española:

* No es verdad que las sociedades sean, por naturaleza, renuentes al comportamiento democrático, como creía Franco y cree Castro. Tal vez el horror de un largo periodo dictatorial hace que los pueblos se vuelvan más reflexivos y desconfiados, lo que los torna más renuentes a seguir a los caudillos.

* La muerte del dictador es para todos, gobierno y oposición, una oportunidad magnífica para enterrar el régimen y con él un periodo histórico totalmente superado. Con la muerte de este tipo de dictador desaparecen también las lealtades fundadas en las relaciones personales y no en los vínculos ideológicos.

* La clave de la transición está en crear las condiciones para que todos, o casi todos, vean el cambio como una oportunidad de mejorar las condiciones de vida para sí mismos y para sus familiares. De la misma manera que los franquistas comprobaron que había vida más allá del franquismo, los comunistas cubanos tienen que llegar a la misma conclusión: hay vida más allá del comunismo. Algo, por cierto, fácil de comprobar en la historia de lo que fue la Europa comunista.

* Es inteligente propiciar una suerte de amnesia histórica colectiva que conduzca a la reconciliación de la sociedad. Como entonces dijo un ex ministro de Franco a quien los rojos le habían fusilado a su padre durante la Guerra Civil: “yo no puedo arreglar y salvar el pasado, lo único que puedo salvar es el futuro”. Esa actitud es compatible con la total libertad de expresión y de publicación para que todos cuenten sus experiencias y ventilen sus agravios sin recurrir a las oficiales “comisiones de la verdad” que sólo consiguen complicar inútilmente los procesos de transición.



¿Cómo se puede contribuir a la transición pacífica en Cuba?

Hay varias medidas que pueden ayudar a los cubanos. Las más importantes acaso sean éstas:

* Estados Unidos y la Unión Europea deben dejar en claro (y repetir en privado y en público cada vez que sea útil o necesario) que la única meta legítima y aceptable es el establecimiento en Cuba de una democracia plural en la que se respeten los derechos humanos. Es decir, que no se transigirá con dictaduras políticas que limiten la apertura al terreno económico.

* Estados Unidos y la UE deben continuar dándoles toda clase de apoyo simbólico y práctico a los demócratas de la oposición interna y externa. Ese apoyo debe combinarse con las denuncias públicas a los atropellos que sufren los cubanos a manos de la dictadura.

* Deben alentarse iniciativas como la llevada a cabo por el presidente costarricense Oscar Arias, figura clave en el proceso de pacificación de Centroamérica.

* Es conveniente mantener las presiones económicas sobre la dictadura, como hacen Estados Unidos y Europa, con el compromiso de eliminarlas tan pronto como comience en Cuba un genuino proceso de cambios.

* Es vital ampliar los canales de información al pueblo cubano por medio de Radio y TV Martí, Internet, y por cuanto canal de información logre romper el bloqueo informativo de la dictadura.

* Deben publicitarse al máximo los planes de ayuda futura a una Cuba democrática para que los cubanos perciban de una manera muy clara que el cambio les traerá un razonable clima de prosperidad material y seguridad.

* Sería bueno dejar abierta la puerta para que Cuba se incorpore al TLC si es eso lo que desean los cubanos en un futuro democrático. Sería muy útil, además, que los cubanos conozcan las enormes ventajas que ese acuerdo le ha traído a México y pudieran imaginarse las que le traería a Cuba. De alguna manera, sería el equivalente del estímulo que fue para los españoles saber que el establecimiento de un régimen democrático los llevaría de la mano a la Unión Europea.

Octubre 13, 2005