MAROMAS Y CORTINAS NUEVAS
Maromas y cortinas nuevas
RAUL RIVERO
Madrid -- La papelería perturbadora y controversial de los jefes de estado que se reunieron este verano en Cuba bajo la bandera raída de los No Alineados puso otra capa de sombra sobre la realidad cubana. Una realidad que se crispa un poco más todos los días.
Los discursos escatológicos y dispares y las actuaciones especiales del arrebatado sustituto en jefe, Hugo Chávez, dejó sin quicio, sin espacios, sin presencia, a los grupos de la oposición pacífica interna y en el otro confín del olvido la dureza de las condiciones carcelarias de 316 presos políticos hacinados en ergástulas que se levantan en todo el mapa de la isla.
En los meses anteriores a la cita, la enfermedad y luego la convalecencia de Fidel Castro (publicitada con deleite como un culebrón por entregas) habían relegado ya los suplicios de los prisioneros y el trabajo artesanal de las agrupaciones de opositores.
Desde el anuncio de la gravedad de Castro, conocedores de las alternativas de su salud serían el centro de atención de la prensa internacional, los funcionarios policiales comenzaron unas intensas jornadas represivas que tuvieron (y tienen) muchos caminos.
Se impiden las reuniones de los líderes disidentes, tanto entre sí como con los activistas de sus agrupaciones. Esta prohibición incluye cercos de sus viviendas con brigadas parapoliciales, golpeaduras y arrestos. Al mismo tiempo, se hacen más severas las medidas contra los presos de conciencia y sus familiares, se cierran envíos de medicinas y alimentos.
Otro asunto grave y peligroso es que la Seguridad del Estado estimula a los delincuentes comunes a que roben y agredan a los presos políticos. Con la utilización de los reclusos desahuciados por largas condenas y comprometidos en la turba ingeniería de la cárcel, la policía política consigue que los activistas encarcelados pierdan los alimentos que su familia les puede hacer llegar. A menudo se ven involucrados en enfrentamientos con pandillas y pequeñas mafias que dominan ese espantoso universo.
Contra los prisioneros políticos se han utilizado perros amaestrados, sanciones a celdas de castigos, palizas y actos de degradación, suspensiones de visitas reglamentarias y cancelaciones de las llamadas por teléfonos a la familia.
En medio de ese panorama, tiene una relevancia particular el trabajo --bajo fuertes presiones-- de los periodistas independientes. En los últimos, agencias que funcionan dentro de Cuba reportaron numerosos actos de violencia, persecución y amenazas contra corresponsales en Matanzas, Ciego de Avila, Holguín y La Habana.
Otro grupo que ha podido mantener por encima de esas redes de niebla sus reclamos son las Damas de Blanco, esposas, madres, hermanas, hijas de los presos. Ellas, vestidas de blanco y con flores en las manos, desfilan todos los domingos por la Quinta Avenida, después de asistir a misa en la iglesia católica de Santa Rita, donde rezan por la libertad de sus seres queridos.
La experimentada policía política de Castro no puede callar esa voz ni bajar esas manos de estas cubanas que trabajan por iniciativa propia, sin vínculos con ningún signo político, desde los primeros momentos que sus familiares fueron a prisión con largas condenas en la primavera del 2003. El año pasado las Damas de Blanco recibieron el premio Sajarov del Parlamento Europeo.
La oposición pacífica y la incipiente sociedad civil cubana viven hoy bajo los reflectores de los policías, acosados por las brigadas paramilitares, en las calles y ciudades de un país que la dictadura científica se empeña en contener con los remozados cañones rusos y disimular con propaganda, foros y planes planetarios y la complicidad de populistas, esquizofrénicos, una poderosa novena de pelafustanes y algunos cobardes y aquiescentes que cierran los ojos.
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