viernes, diciembre 08, 2006

LA LIBERTAD DE PRENSA FRENTE A LA REPRESIÓN DEL GOBIERNO CUBANO. UNA EXPERIENCIA PERSONAL

Nota del Blogguista


A Pedro Anibal Riera Escalante se le negó su condición de refugiados no por haber ¨ durante 25 años había enfrentado las actividades de la CIA en contra del gobierno cubano como oficial de la Inteligencia Cubana.¨ sino al aplicarsele la ley norteamericana por haber reprimido a personas que buscaban Libertad. Eso lo hizo como oficial de Inteligencia y como cónsul em Méjico. En Baracutey Cubano se han publicado artículos sobre esta persona donde personas perseguidas por él han narrado los hechos.
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http://www.cubanet.org
/CNews/y06/dec06/07a9.htm


La libertad de prensa frente a la represión del gobierno cubano. Una experiencia personal.


Por Pedro Aníbal Riera Escalante



LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - Cuba está abocada a un proceso incierto. El retiro por enfermedad de Fidel Castro y una indefinida dualidad de gobierno crean una situación de incertidumbre, particularmente peligrosa para todos aquellos que disienten, se oponen políticamente y ejercen el periodismo independiente.

Me permitiré tratar en este artículo sobre mi experiencia personal en mi enfrentamiento de más de 13 años a la persecución y la represión del gobierno cubano, y los nuevos peligros al comenzar el ejercicio del periodismo independiente.

Corrían los primeros días de septiembre del 2000 y me encontraba en México. Había salido ilegalmente de Cuba casi un año atrás y mis gestiones para obtener una visa de refugiado para los Estados Unidos habían fracasado. Mis antiguos adversarios no querían recibirme en su país -durante 25 años había enfrentado las actividades de la CIA en contra del gobierno cubano como oficial de la Inteligencia Cubana.

( Pedro Riera Escalante y su esposa )

El 23 de octubre del año 1999 había evadido los sofisticados controles represivos del gobierno cubano -pues tenía prohibición de salida por haber sido oficial de la inteligencia y no ser confiable políticamente para el régimen- y había salido por el propio Aeropuerto Internacional José Martí. No había podido utilizar la visa FM-2 de inmigrante para México no obstante estar casado entonces con una ciudadana mexicana y tener derecho por las propias leyes cubanas.

Mi contacto en el aeropuerto me había esperado puntualmente, para asegurarse de mi partida. Ya había introducido en la computadora el nombre del pasaporte que yo portaría: un turista mexicano nombrado Pedro Morales. Después de una tensión extrema al abordar el avión, y luego de una hora de vuelo, entré en territorio mexicano, y respiré el aire de la libertad. Dos horas después llegaría a Ciudad México, en un vuelo nacional.

Me encontraba de nuevo en la ciudad donde había pasado cinco años y medio como Cónsul de Cuba.

Mi último viaje, en 1992, había sido en penosas circunstancias -acompañando a mi esposa a someterse a un tratamiento para la leucemia. Nuestra decisión de recibir el tratamiento en México ya había desatado los mecanismos represivos del régimen. Inicialmente el Jefe de la Inteligencia había negado mi permiso de salida, y sólo ante una solicitud humanitaria del médico mexicano -y el peligro de una eventual repercusión pública-, autorizaron mi salida. Más tarde, en medio de la crisis de mi esposa -que culminó en su muerte- fui separado del Partido y del Ministerio del Interior, bajo el pretexto de haber aceptado ayuda de los cubanos residentes en México para los medicamentos que necesitaba mi esposa, y más tarde su funeral y misa. Después de casi 25 años me encontré en Cuba sin trabajo, sin profesión -la que tenía, oficial de inteligencia, no era aplicable en la vida civil. Mi carrera Licenciado en Ciencias Políticas tampoco me servía de mucho. Estaba desempleado, sin casa, y perseguido por mi forma de pensar. En esas condiciones viví hasta mi salida.

Un año después del vuelo que relato, en septiembre del 2000, me encontraba en México sin documentación y buscado por la inteligencia cubana. Durante algunos meses tuve la protección y apoyo del Gobierno de los Estados Unidos, pero al denegarme ellos la visa me quedaba desamparado. No encontré otra alternativa que solicitar asilo político en México.

Me presenté ante el Subsecretario de Relaciones Exteriores, Carlos de Icaza, y el éste me indicó a José Luis Valles, funcionario del Centro de Información y Seguridad Nacional (Cisen). Con este último sostuve dos entrevistas.

En la última entrevista fui secuestrado violentamente y en menos de doce horas, bajo amenaza de uso de la fuerza y bajo custodia, fui obligado a subir a un avión hacia Cuba.
El gobierno mexicano había informado al cubano, y habían preparado la operación de mi secuestro. Había caído en una trampa.

En Cuba me esperaban 126 días en Villa Marista, bajo el sistema de torturas psicológicas y amenazas, en una inmunda celda tapiada, tomando unos escasos minutos de sol cada diez días, sin poder preparar mi defensa, sin ver a un abogado -de todas maneras controlado por el gobierno- hasta el día 125. Fui condenado a cinco años de prisión en un juicio sin poderme defender, donde se me prohibió hablar de mi secuestro y regreso forzoso.

Sin embargo poco imaginaban mis captores el poder de la prensa, el poder de la verdad y de la solidaridad hacia el respeto de los derechos humanos. Previendo un desenlace inesperado y negativo, en México había sostenido varios encuentros con Roberto Céspedes del periódico Reforma y con Tim Weiner y Julia Preston del New York Times.

El Centro de Derechos Humanos Miguel Agustín Pro Juárez hizo la primera denuncia. Después le siguió José Luis Vivanco de Human Rights Watch, y las declaraciones del Departamento de Estado y el Embajador de Estados Unidos en México, Jeffrey Davidow.

Minutos antes de mi secuestro había tenido el segundo encuentro con Tim Weiner y Julia Preston, del New York Times. Ellos sabían que iba a una segunda entrevista con funcionarios mexicanos. Al despedirnos Julia me preguntó: "¿Si le pasa algo, publicamos esta entrevista?" Asentí con un leve movimiento y salí preocupado, junto al periodista cubano residente en México Edelmiro Castellanos.

Estas entrevistas desataron una tremenda reacción en la prensa y opinión pública mexicana y de los Estados Unidos. Se puso en evidencia que funcionarios mexicanos habían mentido al decir que yo no había solicitado asilo, que mi vida no estaba en peligro, y que no tenia razones políticas para el asilo. Estaba claro que el gobierno mexicano había violado la Convención de Refugiados de 1951, entre otras, y sus propias leyes.

En el presente, vivimos mi actual esposa, Loyda Castilla González, y yo bajo una vigilancia y persecución constante. Nos han dejado sin medios de vida. Nuestro teléfono es interceptado. Presionan a nuestros amistades para que no nos apoyen. Nos amenazan con detenerme en cualquier momento y lugar -ya sufrí una detención de 12 horas, con el resultado de una carta de advertencia y amenaza por presunto espionaje para los Estados Unidos, que increíblemente todavía pretenden sustentar, a pesar de la negativa de los Estados Unidos de aprobarme una visa de refugiado estando en México y todavía en la actualidad, con una visa solicitada desde 2004.

Es permanente la pretensión de estigmatizarme como traidor y delincuente común, cuando en realidad lo que hice fue ejercer un legítimo derecho a salir del país, ante una prohibición ilegal y una persecución y hostigamiento constante y expresar mi manera de pensar contraria al régimen cubano. Ningún país nos otorga visas para liberarnos de esta persecución y el gobierno cubano no responde a nuestras solicitudes de autorización de salida.

Ahora tendrán un nuevo motivo para encarcelarme: el haber iniciado mi labor como periodista independiente. Mi demanda contra México, ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, fue publicada en el Nuevo Herald, por Wilfredo Cancio. Mi primer artículo, publicado por Cubanet, fue una exhortación al gobierno español, integrante de la Unión Europea, a que busque la manera de influir sobre el gobierno cubano para la liberación de los presos políticos.

Como todos estos años, confío en el poder de la prensa libre, de la justicia y del buen sentido de todos aquellos hombres y mujeres de buena voluntad que creen en la causa de la libertad, la democracia y los derechos humanos, y expresan su solidaridad al pueblo cubano.
prieraesc@gmail.com