domingo, diciembre 03, 2006

LA SOCIEDAD CIVIL EN SU LABERINTO // CUBA: HACIA UNA NUEVA REPÚBLICA DESDE LA SOCIEDAD CIVIL

La Sociedad Civil en su laberinto



Por Juan González Febles


LA HABANA, Cuba - Noviembre (www.cubanet.org) - El factor principal para la transición democrática en Cuba resulta ser la pieza más difícil de colocar sobre el tablero político. La Sociedad Civil cubana es raquítica e incipiente, pero existe. Quizás no en sus formas ideales, pero subyace.

Para los que no creen en la Cuba real, la institucionalidad política cubana en 1959, a 57 años del establecimiento de la república, con sus altas y sus bajas, fue más efectiva que la de los emblemáticos Estados Unidos en igual periodo y tiempo histórico. En 1846, a 57 años de la independencia de las Trece Colonias, el panorama de corrupción e irrespeto a los valores ciudadanos y las tensiones sociales no resueltas desembocaron años después en una cruenta guerra civil.

John Brown y Antonio Guiteras se dieron la mano en sus atentados contra la ley, en defensa de sublimes ideales. Todo a partir de discutibles métodos revolucionaristas.

La dictadura militar castrista, aun y cuando concuerda en sus rasgos más característicos con los modelos totalitarios más corrientes, tiene sus elementos personalizadores. Con antecedentes de teleologías nacionalistas de destino manifiesto, estos, a la larga, son definitivos para cualquier evaluación sobre el terreno.

La élite de poder en Cuba se caracteriza por el miedo que infunde. Más allá de esto y con un peso específico quizás mayor, está el miedo que padece. Es esto lo que determina el sello característico de su estilo dictatorial. El miedo de esta élite no está orientado a un eventual movimiento opositor en el poder. Tampoco incluso a los emigrados de Miami, o los propios Estados Unidos: se temen a sí mismos.

Temen a sus marginados, a los que se viraron, a los que fueron ayer y hoy no son. Es por esto que siempre han sido remisos al fortalecimiento de una Sociedad Civil, que los excluiría. Una emergente Sociedad Civil que si bien no los odia del todo, no confía en ellos, les desprecia, no les respeta, pero les teme.

La Sociedad Civil (SC) es el conjunto de individuos que crea riqueza, pensamiento y belleza al margen de las estructuras formales de gobierno. Está compuesta por los que quieren vivir mejor y continuamente hacen algo para ello. Siempre fue así, desde los vegueros que se sublevaron contra el estanco del tabaco, hasta los cuentapropistas que burlan con ingenio al fisco castrista de nuestros días.

La SC es estos cuentapropistas reprimidos, los creyentes que persisten en su fe y la profesan sin permiso, los que sueñan, componen y escriben en la intimidad de sus habitaciones. Sin ser propiamente el pueblo, son lo mejor que este puede aportar.

No es razonable, (aunque sería ideal) pedir a la SC que se manifieste en las actuales circunstancias. Aun y cuando resulte imprescindible para una eventual transición democrática, su momento estelar llegará cuando estén creadas las condiciones para ello. La asfixiante atmósfera represiva que vive la Isla no es el condicionante adecuado para que una exitosa SC se manifieste.

Una transición armónica y pacífica a la democracia es impensable en estas condiciones. Los actores sociales están distanciados y el antagonismo entre ellos resulta insalvable, al menos por el momento. El factor aglutinante en la sociedad cubana actual es la presión ejercida por la minoría gobernante sobre la mayoría.

La SC cubana se entrena desde hace mucho en subvertir leyes injustas. Está basada en un entramado de personas que comercian, crean y construyen siempre al margen y en ocasiones en contra de lo legal.

La constituyen además, sectores intelectuales y académicos entrenados y envilecidos en todas las artes del mentir. Estos sectores fueron herederos de una teleología revolucionarista de corte nacionalista, con un mesiánico y discutible destino manifiesto. Esto a la larga les maniató y les convirtió en comisarios en unos casos y en otros, en viles delatores.

La clase gobernante, por su parte, no se siente en posesión del mérito y el talento que otorgan la imprescindible legitimidad. Los tiros y las bombas, no crean una base institucional para ello. De ahí su carácter egoísta y excluyente. De ahí su temor al cambio.

El voluntarismo en su accionar y el sentido de vendetta que ha caracterizado los cambios internos de las últimas cuatro décadas, han abonado un fértil campo para los resentimientos y los presagios de crueles ajustes de cuentas por venir.

El gran culpable de todo este alucinante escenario ha sido, sin duda razonable, Fidel Castro. Su reciente distanciamiento de la escena política marcó un compás de tensa espera que ya salió del límite de lo razonable. Está ausente para asumir sus responsabilidades, pero mantiene una ominosa presencia que impide el desarrollo de cualquier solución eventual a la crisis.

La sombra de los prósperos ausentes, desde los exilios y el crecimiento de una exitosa inteligencia cubana en la diáspora, hacen un aporte aun más inquietante a todo este paisaje. La superposición de las Cubas inventadas y nacidas de la añoranza, sobre la Cuba real, sumado a los encuentros y desencuentros a partir de estas ópticas encontradas, incrementan aun más la indefensión de la SC cubana.

No olvidemos que a pesar de la triste condición en que debe moverse, la Sociedad Civil es la llamada por la historia y la razón a preservar los cambios y la institucionalidad de la república que vendrá. Esto cuando la libertad y el cambio se conviertan en hechos a duras penas consumados, pero irreversibles.
jgonzafeb@yahoo.com

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Tomado del número 49 ( mayo/junio 2002) de la revista Vitral
http://www.org


CUBA: HACIA UNA NUEVA REPÚBLICA DESDE LA SOCIEDAD CIVIL




Por Dagoberto Valdés Hernández


1. Introducción

Cuba es, aún hoy, una República en formación. Estaapreciación no niega los cien años que celebramos, ni el siglo anterior de gestación y dolores de parto.
Pudiéramos decir, sin detenernos en marcos cronológicos estrechos, que la Isla caribeña, en parte caimán y en parte llave, necesitó dos siglos (el XVII y el XVIII) para reconocer "la diferencia" en su cultura todo mezcla y sincretismo; necesitó un siglo (el XIX) para despertar", vale decir, estructurar en el pensamiento primero y en las gestas independentistas después, la conciencia de nación, entendida como comunidad de personas que comparten una historia "diferente", una convivencia peculiar, un proyecto futuro diverso pero en común.
Por fin, ha necesitado otro siglo, el XX, para "experimentar" lo difícil que es ser diferente, los dolores que provoca nacer como República y al mismo tiempo la necesidad contemporánea de no encerrarse en obsecados nacionalismos, como también de no subordinarse dependientemente de los centros hegemónicos.
Pudiéramos decir que Cuba experimentó en el siglo que nació como República una mezcla de esfuerzos institucionales por crear una democracia junto con reiterados períodos de autoritarismos. Cuba vivió todo un siglo para comprobar que ni el aislamiento nacionalista, ni la subordinación dependiente, sino el camino de la apertura y las relaciones interdependientes, es la única forma de insertarse en este mundo con reales y éticas perspectivas para el desarrollo.
De modo que, querámoslo o no, más que una fecha en la convención humana del tiempo y, más que una conmemoración histórica, el Centenario de la República será reto y proyecto para todos los cubanos. Será también el comienzo discreto, pero irreversible de la década decisiva para su futuro a largo plazo. Una vez más en la historia de la "Perla de las Antillas"ser últimos en el proceso de avance nos permitirá, si somos conscientes de ello, hacerlo de forma distinta. Experiencia y solidaridad vendrán de los que llegaron antes, pero nada ni nadie podrá hacer por nosotros el parto de la transición.
Unos maniobran para entrar en la nueva República por la vía de la cesárea política. Otros desconfían de la temblorosa mano del cirujano y aplican los forceps de la vía económica, con aquella vieja teoría, de que abriendo en el mercado se abre en lo demás.
Esos proyectos no deben olvidar la sana política, concebida como el "equilibrio de las fuerzas del país", no deben olvidar una eficaz economía abierta y competitiva, pero deseo expresar en esta reflexión mi convicción de que la mejor vía para acceder a una "nueva" República, que sea nueva de verdad, sin olvidar aquellos dos "senderos" trillados de la economía y la política, es priorizar el camino del protagonismo de una sociedad civil autónoma, ética-personalizada, articulada en sentido comunitario, participativa y corresponsable, en la que se equilibren creativamente la solidaridad y la subsidiaridad.

2. "Las minorías guiadoras y los gérmenes del siglo XIX:
Los que hacían señales en la noche"

Cuando un día se haga, como lo espero, una historia de la sociedad civil en Cuba, de ese tejido social intermedio con conciencia de "ser diferente", habría que empezar por aquellos pequeños grupos de creadores y comerciantes, de educadores y religiosos, que fueron "marcando la diferencia" entre lo" insular y lo peninsular", entre lo criollo y lo castizo, primero en sus cabezas y en su corazón, luego en sus ojos y con sus propias manos.
Ya sabemos que el término sociedad civil, tal como lo entendemos hoy, y con las connotaciones y vericuetos que ha ido adquiriendo, no era usado en aquellos siglos de humus y sementera. Pero la realidad de grupos, asociaciones, instituciones cívicas, culturales y religiosas, sí marcaron una dinámica social que por su significación es imprescindible mencionar:
El mundo de las sociedades gremiales de azucareros, de cafetaleros, pero sobre todo de tabaqueros que impactaron a toda la sociedad con sus demandas y "rebeldías", marcas de autonomía con relación a la metrópoli y motor para marcar la diferencia con ella.
El mundo de la cultura y la creación literaria, con sus obras impresas y sus tertulias, células estaminales de libertad, identidad y nacionalidad. La fundación de la Universidad, del Seminario de San Carlos, de la Sociedad Económica de Amigos del País, del Papel Periódico, son muestras de la gravidez de ese mundo, sin duda, uno de los más fecundos en la gestación del entramado social y en la formación de protagonistas de esta gestión.
El mundo de la creación científica y tecnológica, o lo que pudiéramos llamar el mundo de la industria y el comercio que, como nadie, ha recopilado e imbricado en nuestra historia, el recientemente fallecido Dr. Moreno Fraginal, en "El ingenio". En esta obra monumental el insigne historiador dice sin ambages: "Al construir su mundo económico el sacarócrata prueba a la metrópoli, y se prueba a sí mismo, que hay un futuro de posibilidades insospechadas y que él pertenece a ese futuro. Lo prueba de manera tangible, contante y sonante, con un triunfo económico que es a la vez victoria política de primer orden. La vida azucarera ha sido edificada por sus propias manos, no la ha importado de España, es un fenómeno insular, autóctono... y esto va a significar una inversión en los valores fundamentales de la vida"(1)



ENTREGA DEL GOBIERNO DE LA REPÚBLICA CUBANA AL PRESIDENTE TOMÁS ESTRADA PALMA.


El mundo de la Iglesia, con su labor humanística y social, pero sobre todo, con el servicio de sus "espacios", terreno, aire y regadío, para un enjambre de asociaciones piadosas, educacionales, promocionales y de asistencia social que pudiéramos llamar, sin rubor, el primer panal, totalmente estructurado y capilarmente abarcador del territorio insular, con que pudo contar Cuba y del que pudieron asumir y criticar, aunque fuera sólo como modelo de tejido social, gestores cívicos que, aún después, desde la radicalización secularista tardía, tomaron de este entramado de espacios repletos de laboriosidad y miel para curar heridas sociales, arquetipos de una sociedad organizada con autonomía relativa en relación con un "estado" lejano en su centro de poder, colonialista en su dinámica de explotación de los recursos e insuficiente por la pobreza de los recursos y métodos políticos utilizados para gobernar o desgobernar.
Todos estos gérmenes modélicos de asociación cívica y religiosa, hicieron que los siglos anteriores desembocaran en el paradigmático siglo XIX cubano borboteando una nación que sólo vería luz de Estado reconocido internacionalmente, otro siglo después. Estos espacios generadores de sociedad civil fueron llamados por Medardo Vitier como "agencias alteradoras que comunican densidad a una época"(2)
Varias "lecciones" de estos siglos pudieran ser hechas, me atrevo a recordar aquellas dos que el mismo autor citado propone:
Primero: Que "la transición de una mentalidad a otra debía ser etapa previa" a la transición político-económica.
Segundo: Que "Cuba necesitaba en su último siglo colonial, levantar la conciencia... al mundo de los problemas". Azucar, café, esclavitud doméstica, eran garantía de bienestar en lo material... Sobreviene al sopor del espíritu. Nuestros guiadores interrumpían el monótono disfrute y hacían señales en la noche."(4)
Si tuviera que escoger dos señales del siglo XVIII y XIX cubanos para esta transición hacia una nueva república desde la sociedad civil, dejaría estas:
-es necesario trabajar en la transición de la conciencia, de la mentalidad, lo que hoy se diría en la creación de nuevos estados de opinión.
-es necesario que las minorías den señales claras y elocuentes que puedan guiar a los demás en la transición. Entre las señales que más credibilidad y capacidad de convocatoria tienen se encuentran las asociaciones, organizaciones, movimientos y espacios autónomos de la sociedad civil.
Concluía una centuria fundacional, quizá lo que más destaque en nuestras historiografías sean las guerras de independencia. Es una mirada propia de aquel siglo. Una mirada épica y violenta, una mirada a lo grande y extraordinario, una mirada desde arriba. Pero el siglo XIX en Cuba fue más que guerras y treguas. Su carácter fundacional no viene solamente, y ni creo yo, principalmente, de las contiendas bélicas con todo el mérito que ellas tienen desde el punto de vista de aquella mentalidad. Viene del diseño de un proyecto de nación, de la apertura de una mentalidad diferente, de la siembra de valores y virtudes que formó hombres y mujeres fundadores, viene de la búsqueda de una identidad propia, de un camino hacia la libertad característico, viene en fin de consolidar una cultura devenida en nacionalidad y defendida durante las guerras como "República en Armas".



PALACIO PRESIDENCIAL.


No se trataba de separarse de España por la fuerza para comenzar a ser diferentes. Ya éramos diversos. Era más bien, independizarse de España para que el ethos cubano ya existente pudiera pasar de una "cultura cautiva" a una cultura en expansión.
No se trataba de alcanzar la libertad para diseñar una nacionalidad. Ya había una comunidad de cubanos que vivían con esa mentalidad y conducta. Era más bien, que esa nacionalidad se convirtiera en nación mientras gestionaba su propia libertad.
No se trataba de esperar a que llegara la plenitud de esa libertad para comenzar a estructurar una República. La "República vivía en la manigua" y creaba sus tribunales, parlamentos y gobiernos, destituía presidentes y redactaba constituciones. Era más bien, que esa República en Armas se convirtiera, con la independencia, de una República en Paz, en una República en Almas, es decir, en una República Moral, cuya eticidad y democracia fueran para todos los cubanos y aún para los españoles honestos lo que es una República: un espacio público "donde quepamos todos", no el terreno excluyente de intereses partidarios.

3.El siglo XX: de la sociedad civil al totalitarismo

Al comenzar el siglo XX se instituyó nuestra primera República el 20 de Mayo de 1902. La República de Cuba fue reconocida así, querámoslo o no desde nuestra visión contemporánea. Pero reconocida, al fin y al cabo, como nación independiente cuando aún estaba en gestación y la criatura no tenía el índice de madurez que requería para nacer. Esto lo vemos más claro a medida que pasan las décadas. Al filo de un siglo, nos hubiera gustado que el parto fuera más a término, que la criatura hubiera madurado más, que no naciera con el cordón enredado en el cuello "por razones de seguridad", que se hubiera desprendido antes de una matriz colonial que quería tanto a su criatura que la retuvo hasta que no pudo más, a riesgo de la vida de la siempre querida "Perla de las Antillas".
Me atrevería a decir que el 20 de Mayo la comunidad internacional asistía al reconocimiento de una República que tenía ya su propio "ethos", su cultura, su nacionalidad, su estructura y rostro diferentes y reconocibles. Pero asistía a ese reconocimiento como la familia que un poco de tiempo antes del parto es convocada por un médico amigo para que "vea" a la nueva criatura a través de la pantalla del ultrasonido.
Luego en la década del 20, que en Cuba está considerada como "la década crítica", nos fijaremos en la evolución de la sociedad civil que comienza a "cubanizarse" muy lentamente, pero con un punto de inflexión claro y decisivo. Las organizaciones y movimientos cívicos, las Iglesias, las organizaciones fraternales, los empresarios y profesionales, comienzan a crear nuevos espacios de concienciación y participación ciudadana que mueve, efectivamente, la sintonía de Cuba como "República adolescente" que, con la edad crítica, comienza a darse cuenta ella misma de que hay una crisis de crecimiento que la coloca en la disyuntiva de seguir "jugando" como niños a "los generales y doctores" o, por el contrario, ir saliendo del seno de la familia anterior, ir dejando atrás la curiosidad sobre las estructuras del Estado que no pueden funcionar bien si no existen ciudadanos responsables, demócratas para una verdadera democracia, que asuman la construcción y el destino de un nuevo país más allá y más debajo de su propio juego político y de sus recién estrenadas estructuras de poder.
Medardo Vitier decía: "Nuestro siglo XIX está lleno de gérmenes, de tal suerte que llegamos a la República sin haberlos desenvuelto todos. Parte de nuestro pasado conserva su vigencia."(5) Creo que interpretar el devenir del siglo XX cubano a la luz de aquellos "gérmenes" de nuestro siglo fundacional nos permitirá aprehender una visión más acorde con nuestra cultura, y especialmente con nuestro humanismo, que una interpretación de nuestra historia a partir de filosofías totalmente foráneas que comenzaron a sumergirse en profundidad en la sociedad civil cubana, precisamente, en esa década crítica de los años 20.
Sería muy importante para la "comprensión" de nuestra historia seguir usando el "instrumental" filosófico fraguado en nuestro siglo XIX, desde un eclecticismo mestizo, es verdad, pero así fuimos y somos, pero mezclado en un molde criollo, en unas cabezas autóctonas pero abiertas a lo mejor del mundo. En fin, moldeado en una escuela cubana de pensamiento que también durante el siglo XX tuvo sus pensadores insignes que prefirieron seguir en la clave de Caballero, Varela, Luz y Martí con la que se pudo atravesar el mar de ciclones y dictaduras, el mar de tormentas y desconciertos, hasta llegar a la Constitución de 1940 y toda esa década de nuestra primera juventud institucional, no excenta de granos en la cara y dislates en la calle, de corrupciones y tanteos, pero con la solidez y el ímpetu del que sabe ya lo que hace y lo hace para llegar a ser plenamente adulto, aunque no le salga como soñó en su primera juventud.

CAPITOLIO NACIONAL.

Eso explica, de alguna forma, la nueva arquitectura de la sociedad civil en la época republicana. Así, van surgiendo iniciativas y espacios de inspiración marxista, la "Protesta de los Trece", la Revista de Avance, un nuevo sindicalismo, un partido de "nuevo tipo" dan figura a una forma de ver la historia y de "hacerla". Por otro lado, la Iglesia católica intentaba desembarazarse de su matriz española y funda en la misma década de los 20 las primeras organizaciones laicales de Acción Católica: los Caballeros Católicos en el 25, , las Juventudes Católicas en el 28, la Agrupación Católica Universitaria en el 31. Ese proceso de cubanización, hay que decirlo así, fue especialmente fomentado por órdenes religiosas como los Jesuitas, los Hermanos de la Salle, los Dominicos,etc.
Estas iniciativas de la pujante sociedad civil a partir de la década crítica (1920-30), a mi forma de ver, fueron las que marcaron el derrotero de lo más sano de la República de Cuba. Fue el camino hacia la adultez que aún no hemos alcanzado, pero camino al fin, marcaba el rumbo. Creo que se ha escrito demasiado de la sucesión de gobiernos y dictaduras, de golpes de Estado e intervenciones norteamericanas, de revoluciones y metróplis ya fueran española, norteamericana o soviética. Esta sigue siendo una historia contada desde arriba y desde fuera del seno de la sociedad civil cubana.
Es la historia del poder estatal, no del poder civil. Es la historia de los gobernantes no de los ciudadanos. Es la historia, en fin, de las veleidades políticas mientras se desconoce, mucho y bueno, de la audacia, la creatividad, y de la responsabilidad, decisoria en ocasiones, de las organizaciones cívicas intermedias en la historia de la colonia, de la República, de la conquista del poder por parte de una Revolución hecha, sostenida y secundada, por la sociedad civil. Y ahora, la reciente historia aún en el horno y en la fragua de una transición que, si se acepta que ya comenzó, veremos, a todas luces, que se comenzó a hacer por la reconstrucción de un nuevo tejido autónomo y creciente de la sociedad civil postotalitaria.
Con demasiada frecuencia, en estos últimos 40 años, se ha subrayado esta "historia" revolucionaria violenta. Y se ha desconocido en la historia republicana lo que podemos llamar, con razones sobradas como "otra revolución", cívica, cultural, no violenta, gradual, vilipendiada por no ser todo lo radical que querían otros, pero ahora vamos descubriendo que la violencia revolucionaria sembró de violencia y sólo parió nuevas formas de violencia, no sólo armada, sino desalmada, no sólo física sino psíquica y espiritual.
Considero que la Constitución de 1940 y la década que la siguió puede señalar la etapa en este proceso en la que la República pasó de la primera juventud a un compromiso más serio con su propio forja y destino. Pudiera decir que la sociedad civil encontró verdadera "carta de ciudadanía" en el articulado de aquella Constitución. Y no solo en su articulado, sino y sobre todo, en la dinámica que provocó la Asamblea constituyente y la inspiración y consenso que aportó esa Carta Magna a todo el movimiento cívico de la década del 50.
Tengo la certeza de que, precisamente, por reconocer institucionalmente a las organizaciones de la sociedad civil, por proveerlas de espacios constitucionales, por crearles un marco legal asertivo y no coactivo, por darles a esas organizaciones un rol no antagónico con las estructuras del Estado, y no necesariamente opuestas a la clase política, sino creando un clima de concertación y cooperación, por todo ello, y por el ejercicio cívico y político que constituyó la redacción, el debate y la aprobación de la Constitución de 1940, es que ella misma se convirtió en un signo, en un punto de encuentro, en un proyecto viable y aceptable para la inmensa mayoría de los cubanos.
La capacidad de convocatoria, el consenso logrado, las conquistas sociales, la mentalidad fraguada, el nivel de vida alcanzado, la vitalidad del entramado social, la consolidación de la cultura nacional, el ímpetu de la labor creadora tanto artística, como técnica y científica, incluso la presencia digna de Cuba en la arena internacional (recordemos su papel en la redacción y debate de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en la ONU en 1948 con intelectuales y artistas como Guy Pérez Cisneros y Dihigo), marcan una tendencia a la adultez en aquellas décadas de nuestra República, a pesar de la frustración del golpe de estado en el plano político. Es la misma lógica de siempre, que venimos intentado hacer consciente en esta reflexión: mientras la gobernabilidad del poder político puede flaquear y frustrarse, incluso en épocas de florecimiento económico, el
tejido independiente de la sociedad civil va, por su camino de autogestión y desarrollo, aportando un "ethos" y una "praxis" que salvaguardan, consolidan y hacen crecer la identidad y la soberanía de la nación.

EN PRADO Y NEPTUNO EL CUERPO DE BOMBEROS LEVANTÓ ESTE ARCO EL 20 DE MAYO DE 1902 EN HOMENAJE AL PRIMER PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA, DON TOMÁS ESTRADA PALMA.

Así pues, más de la mitad del siglo XX cubano transcurrió hacia la tendencia de un Estado fuerte, abarcador, paternalista. Era la versión cubana de todo el siglo XX en la cultura occidental con estados autoritarios por la derecha y totalitarios por la izquierda
Sólo la Iglesia escapó, en cuanto pudo, como institución religiosa y por ende como parte de la sociedad civil, a este eje de control totalitario. Ella alcanzó mantener, a duras penas, un mínimo de autonomía. Ella sin duda ha sido un reservorio de concienciación y libertad. Ella fue durante muchos años el único espacio no totalmente controlado de entrenamiento para la participación comunitaria y ciudadana. Ella fue la única que logró sobrevivir al desmantelamiento, conservando su red de redes en pequeñísimas comunidades casi exiguas, pero testimoniantes de que no todo estaba perdido. Por esto mismo su responsabilidad es y será de marca mayor.
Yo viví en carne propia, y con espíritu sostenido por ella, ese tiempo de exilio interior y peregrinación por el desierto, ese tiempo de sobrevivencia del "resto fiel". Nunca podré agradecer suficientemente a Dios, a esta Iglesia, por ese resuello de vida y por aquel exiguo pero inspirador espacio de libertad y participación.
En 1998 ocurre el acontecimiento nacional que, en mi opinión, más benefició a la incipiente sociedad civil cubana y no sólo a la Iglesia Católica que forma parte de ella, se trata de la Visita del Papa Juan Pablo II.
Es el hecho mismo de la visita de un líder religioso que por cinco días mantuvo en vilo a la nación con "otra voz", con "otra figura" y con "otro mensaje", que los que el pueblo de Cuba había recibido, lo que considero vital para la sociedad civil cubana. Sobre ella el Papa expresó una serie de mensajes que, por su coherencia y vigencia para el presente y el futuro de Cuba, me permito citar sin comentarios:
-(Educación y sociedad civil)"Los padres, sin esperar que otros les reemplacen en lo que es su responsabilidad, deben poder escoger para sus hijos el estilo pedagógico, los contenidos éticos y cívicos y la inspiración religiosa en los que desean formarlos integralmente. No esperen que todo les venga dado. Asuman su misión educativa, buscando y creando los espacios y medios adecuados en la sociedad civil."(6)
-(Los jóvenes y la sociedad civil) "El compromiso es la respuesta valiente de quienes no quieren malgastar su vida sino que desean ser protagonistas de su propia historia personal y social...Asuman un compromiso responsable en el seno de sus familias, en la vida de las comunidades, en el entramado de la sociedad civil y también, a su tiempo, en las estructuras de decisión de la Nación."(7)
-(El mundo de la cultura y la sociedad civil) "En Cuba se puede hablar de un diálogo cultural fecundo, que es garantía de un crecimiento más armónico y de un incremento de iniciativas y de creatividad de la sociedad civil."(8)
-(Libertades y sociedad civil) "El bien común de una nación debe ser fomentado y procurado por los propios ciudadanos a través de medios pacíficos y graduales. De este modo, cada persona, gozando de libertad de expresión, capacidad de iniciativa y de propuesta en el seno de la sociedad civil y de la adecuada libertad de asociación, podrá colaborar eficazmente en la búsqueda del bien común."(9)
-(La Iglesia en la sociedad civil) "Mantengan, tratando de incrementar su extensión y profundidad , un diálogo franco con las instituciones del Estado y las organizaciones autónomas de la sociedad civil."(10). Defendiendo su propia libertad la Iglesia defiende la de cada persona , la de las familias, la de las diversas organizaciones sociales, realidades vivas, que tienen derecho a un ámbito propio de autonomía y soberanía. (Cf.Centesimus Annus,45)(11)
Este trabajo no puede, como decíamos al principio, hacer la historia de esta jungla civilista de la sociedad cubana que va desde los albores de la nacionalidad hasta la última década del siglo XX y que es todavía hoy, casi desconocida en su inmensidad, capilaridad e influencia. Pero quisiera dejar esta propuesta al celebrar el primer Centenario de nuestra República: recoger un elenco, lo más abarcador posible, de las organizaciones intermedias de la sociedad civil en los diferentes períodos histórico desde la colonia hasta nuestros días. Y aún más, intentar escribir el rol que desempeñaron estas organizaciones en el devenir histórico de Cuba. En una palabra, escribir una historia de Cuba desde la perspectiva de su sociedad civil.

4. El siglo XXI: hacia una nueva República desde el protagonismo de la sociedad civil

Reconstruir la sociedad civil cubana, aprender de nuevo a organizarnos desde abajo y por los lados, aceptar sinceramente y sin trastienda, que la pluralidad inclusiva de organizaciones y asociaciones no es una amenaza a la unidad de consensos, ir articulando esos consensos hasta construir un proyecto de bien común "donde quepamos todos", es , en mi opinión el gran desafío y la tarea primordial de la sociedad cubana en los albores del siglo XXI: aprender cómo diseñar y levantar una nueva República en continuidad con lo mejor de su mismo devenir, en sintonía con sus voces e ideas más profundas y auténticas, pero superando las edades de su gestación (en el siglo 19), de su nacimiento(en 1902), de su niñez (décadas del 10 al 20), de su primera juventud (décadas del 30 al 40) y de su segunda y más traumática juventud (en las décadas del 50 al 90).
Es un trabajo de discernimiento, para distinguir lo mejor de la experiencia vivida.
Es un trabajo de purificación, para reconocer y enmendar los errores y fracasos.
Es un trabajo de síntesis, para articular en un proyecto coherente y viable las lecciones de cada etapa.
Es un trabajo de creación, para aportar las nuevas iniciativas que requieren los tiempos nuevos.

UNIVERSIDAD DE LA HABANA, FRAGUA DE MÍNORIAS QUE DESEMPEÑARON UN PAPEL IMPORTANTE EN EL FORTALECIMIENTO DE LA SOCIEDAD CIVIL EN CUBA EN LA ÉPOCA DE LA REPÚBLICA.

Estoy convencido de que entre esta nueva utopía que nos convoca y la dura realidad en que vivimos, están los pequeños pasos que mantienen viva la esperanza.
Hay cubanos y cubanas, de aquí y de cualquier ribera, que están dando ya esos pasos. Por ellos, Cuba, en la vigilia de una nueva etapa de su vida, puede mirar al futuro con confianza.
Creo, por tanto, que el siglo XXI será el siglo de la sociedad civil cubana. Este será el siglo de una República participativa y corresponsable, abierta e integrada a su hemisferio, reconciliada por dentro e interdependiente por fuera.

5. Característica de una nueva sociedad civil para Cuba

Entonces, teniendo en cuenta que es posible comenzar desde mucho tiempo antes del cambio político la reconstrucción de una sociedad civil sana, factor ella misma de la transición primero y de una auténtica democracia capilar, participativa y sistemática, después, me gustaría delinear muy suscintamente las características de ese entramado que debería conformar la sociedad civil en el siglo XXI cubano:
-Personalista y personalizadora: Es decir, que cada grupo, asociación, organización o movimiento de la sociedad civil salvaguarde y promueva la dignidad plena de la persona humana. Ponga a la persona, sus derechos y legítimas aspiraciones en el centro prioritario de su organización, funcionamiento y métodos. Que no sean organizaciones de "masas", o simplemente "mercantiles", sino que aspiren a ser formaciones de personas, grupos éticos, es decir, humanizados y humanizadores.
-Socializadora- con sentido comunitario: Es decir, que las personas puedan experimentar procesos de auténtica socialización, a través de dinámicas de integración, espacios de participación, libertad de expresión y asociación. Que las personas desarrollen un sentido de pertenencia y cultiven lazos de convivencia respetuosa, creativa y pacífica. Que no sean organizaciones o movimientos "sectarios" o cerrados, lo que no excluye que sean competitivos, pero que estén dispuestos a la solución pacífica de los conflictos, a la búsqueda de consensos y a la articulación flexible con otras organizaciones de la sociedad civil en la búsqueda integrada del bien común de toda la nación.
-Plural y pluralista: Es decir, que se acepte la existencia de diversas organizaciones para un mismo fin, que se acepte como una riqueza que otros opten por asociaciones alternativas con los mismos objetivos. Que se trabaje para eliminar los monopolios de servicios o asociaciones. Que no se creen "consolidados" bajo el pretexto de ahorrar recursos materiales o humanos. Los "consolidados", las organizaciones integradas en una única y excluyente, el monopolio de un partido, los sindicatos unificados por la fuerza, han demostrado su ineficacia, la falta de iniciativas y de competencia y el desgaste rutinario. Una cosa es articular la unidad desde la diversidad y otra matar la diversidad para alcanzar la uniformidad. La pluralidad, es decir, la diversidad de organizaciones, es un hecho, un dato de la realidad. El pluralismo es asumir que esa pluralidad es una riqueza y no un estorbo para el desarrollo de toda la sociedad.
-Participativa y corresponsable: Es decir, que la formación de los grupos, asociaciones y movimientos de la sociedad civil debe hacerse desde una base profundamente democrática. La participación no debe ser ni de apoyo incondicional, ni participación manipulada, ni participación frenada por intereses espurios. La sociedad civil debe ser una escuela cotidiana de democracia participativa, de ejercicio libre del criterio, de la elección de los objetivos, los métodos, los dirigentes, de forma libre y responsable. La sociedad civil debe ser también escuela de corresponsabilidad, es decir, de responsabilidad compartida, de responsabilidad personal y comunitaria.
-Subsidiaria y solidaria: Es decir, las organizaciones de la sociedad civil deben respetar y cultivar el principio de la autogestión, haciendo todo y sólo aquello que puedan hacer dichas organizaciones por sí mismas y solicitando subsidio o cooperación o solidaridad solamente en aquello que pueda demostrarse que no pueden asumir por sí mismas. Es una escuela de madurez cívica en que se fomenta la propia gestión y se evitan los paternalismos y dependencias financieras, humanas, legales, etc.
-No necesariamente enfrentada al Estado, ni necesariamente identificada con el mercado: Es decir, que la necesaria autonomía de las organizaciones intermedias no debe ser considerada como una amenaza para el Estado si este es democrático. El espacio de libertad que garantiza el derecho de asociación ciudadana y la búsqueda pluralista del bien común no necesariamente coloca a la sociedad civil como enemiga irreconciliable del Estado. Podríamos decir que en la medida que el Estado es más democrático y transparente, crea un clima cívico y un marco legal que permite no sólo la vida y el desarrollo de las organizaciones de la sociedad civil, sino que fomenta y acepta la cooperación o complementación de éstas en la búsqueda del bien común. Esto no soslaya el carácter crítico y alternativo de esas organizaciones. Tampoco es bueno que por oposición al estado el desarrollo de la sociedad civil se identifique ineludiblemente con las exigencias ciegas de las técnicas de mercado. Es saludable para ambos -estado y mercado- que la sociedad civil ejerza su papel de denuncia, crítica responsable, propuesta de alternativas y capacidad de iniciativa propia.

JUAN PABLO II EN LA PLAZA JOSÉ MARTÍ, EL 25 DE ENERO DE 1998.

Quisiera, por otra parte destacar también el carácter solidario de la sociedad civil que sueño para Cuba. En efecto, ya sea por el nuevo individualismo creciente por la necesidad de supervivencia, ya fuere por las influencias foráneas con sus corrientes egocentristas del "sálvese el que pueda", ya sea incluso, por la teoría del péndulo en una sociedad donde se ha abusado del término solidaridad y se ha realizado una colectivización forzada, Cuba necesita reflexionar sobre un nuevo sentido de la solidaridad.
La globalización de la solidaridad es, por otra parte, una aspiración que permanece aún ambigua para los cubanos. No sólo es necesario un discernimiento semántico sino ético de la solidaridad, es por ello que me parece muy apropiada la distinción que hace Adela Cortina en su libro "La ética de la sociedad civil" cuando aclara:
"... el desarrollo de las virtudes y la identificación del propio yo exigen una vida comunitaria integrada, frente a una existencia desarraigada: exigen que cada individuo enraíce en el humus de las tradiciones de una comunidad concreta. Estas comunidades constituyen, a mi juicio, lo que una ética dialógica del tipo de la ética discursiva llamaría una comunidad real de la comunicación, ... Sin embargo, quien se limite a vivir la solidaridad de que antes hablábamos en una comunidad concreta no trasciende los límites de una solidaridad grupal, que es incapaz, entre otras cosas, de posibilitar una vida democrática. Una democracia auténtica precisa ese tipo de solidaridad universalista de quienes, a la hora de decidir normas comunes, son capaces de ponerse en el lugar de cualquier otro. Lo cual significa, en definitiva, como bien dice Rawls, ser capaz de ponerse en el lugar del menos aventajado."(12)
Esa solidaridad universalista, es decir, abierta y que trasciende las fronteras del propio grupo, de la propia ideología, del propio partido o religión, permite ejercer la crítica hacia dentro de la propia organización, de cara al bien común y también permite deponer intereses partidistas o sectarios en beneficio de los menos aventajados. En Cuba, hoy, todos ciudadanos y Estado, incipiente sociedad civil y Partido, Logias e Iglesias, debemos formarnos en ese tipo de solidaridad universalista, pues durante mucho tiempo se han depuesto los derechos y proyectos incluyentes por proyectos y programas excluyentes y cerrados. También la Iglesia, como todas las organizaciones de la sociedad civil, debe preguntarse si depone la defensa profética de los derechos y la dignidad de los más desvalidos por conservar o ganar sus propios espacios interiores, agentes para su pastoral, permisos para sus procesiones, en fin, si no se siente tentada a preterir la defensa de la justicia y la libertad de los oprimidos por garantizar una cierta seguridad para crecer por dentro aunque sea con el noble fin de luego servir mejor al resto del pueblo.

6. La sociedad civil:
puerta de acceso para los diferentes ambientes

Podemos decir que la República de Cuba puede y debe entrar en una etapa verdaderamente nueva porque desde la sociedad civil se puede acceder mejor al mundo de la política porque los ciudadanos estarán mejor entrenados en la participación democrática y porque los líderes estarán mejor entrenados en los límites y el mutuo control de los poderes públicos, así como el carácter de servicio de ese poder político.
Desde ese protagonismo de la sociedad civil se podrá acceder mejor al mundo de una economía de mercado con cierta regulación del estado que fomente la justicia social, porque la iniciativa creadora y productiva se habrá entrenado en el seno de las organizaciones concretas y porque el sentido de comunidad aprendido en esas organizaciones permitirá abrir las meras reglas del mercado a una sensibilidad ética de solidaridad y subsidiaridad. Sin mercantilismos deshumanizantes, ni pragmatismos amorales.
La reconstrucción de una sociedad civil, plural y tolerante, permitirá a la nueva República acceder al mundo de la cultura desde la diversidad asumida y promovida como una riqueza cívica. El diálogo interétnico, la creación libre y el arte sin fronteras serán los verdaderos cimientos de la identidad nacional que no se parapeta ni en estrechos nacionalismos, ni en disolución acrítica en culturas hegemónicas.
Una República nueva desde un protagonismo adulto de la sociedad civil permite que las religiones e Iglesias, puedan tener un espacio real para "profesar la fe en ámbitos públicos reconocidos", para que las Iglesias "puedan estimular las iniciativas que puedan configurar una nueva sociedad"13 y puedan ejercer la caridad y el profetismo, servicios de verdad y promoción humana, que aportarían, a su vez, un ingrediente de purificación y renovación a la misma sociedad civil de la que la Iglesia forma parte y a la que está llamada a servir como fermento en la masa, como generadora de espacios de participación, como articuladora de redes de solidaridades y servicios, como red de redes, ella misma.
Incluso las relaciones internacionales de una República nueva encontrarían en una sociedad civil autónoma, abierta y solidaria, no sólo un modelo a seguir en esos vínculos del servicio exterior, sino y sobre todo, caminos y lazos, puentes y apoyos para unas relaciones con el mundo diversificadas, plurales, fraternales y que vayan más allá de la diplomacia y las relaciones interestatales, para llegar a ser verdaderos vínculos de comunicación y solidaridad entre los pueblos y a todos los niveles de la sociedad civil.
El 20 de Mayo de 2002, los cubanos veremos desde distinta óptica, que la nación devenida en República cumple cien años. Algunos reinvindicarán todo el pasado, y otros sólo un tramo del trayecto en que pudieron realizar sus sueños y proyectos. Unos dirán, con razón, que un siglo es poco para una República y otros dirán, no sin razón, que no hemos hecho todo lo que podíamos hacer en esta primera centuria.
Prefiero, junto con otros, mirar al futuro. Sobre todo, pensar y pre-sentir el futuro.
Tengo la certeza de que esa mirada hacia delante nos permitirá también mirar hacia el pasado, para aprender de la historia, para arraigarnos en lo mejor del humus nacional, para tratar de no repetir los mismos errores.
De igual modo, creo que esa mirada hacia delante nos permite vivir el presente con mayor serenidad, sin amarguras ni nostalgias, sino con creativa esperanza.
Y creo que esa esperanza, para convertirse en fuerza mística de nuestra vida, pasa por la efectiva reconstrucción del tejido de la sociedad civil en los umbrales del segundo centenario de la entrañable República de Cuba.

Nota: Este es un resumen de un trabajo realizado para el Instituto de Estudios Cubanos (IEC) y para el Instituto "Mons. Enrique Pérez Serantes" de Santiago de Cuba.

Bibliografía:
1 Moreno Fraginals, Manuel. "El ingenio". La Habana. Comisión Nacional de la UNESCO.1964. pag. 55
2 Vitier, Medardo. "Las Ideas y la Filosofía en Cuba". Editorial Ciencias Sociales. La Habana,1970. pags. 302 y 304.
3 Idem. pag. 305
4 idem. pag. 307
5 Vitier, Medardo. Op.cit. pag. 300.
6 Ibidem. Homilía a las familias en Santa Clara. Párrafo 6.
7 Ibidem. Mensaje a los jóvenes cubanos. Camagüey. Párrafo 4
8 Ibidem. Mensaje en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. Párrafo 6.
9 Ibidem. Homilía en la Misa por la Patria. Coronación de la Virgen de la Caridad. Santiago de Cuba. Párrafo 4.
10 Juan Pablo II. Discurso a los Obispos cubanos en su visita a Cuba. Párrafo 3.
11 Ibidem. Homilía en Santiago de Cuba. Párrafo 4.
12 Cortina, Adela. "Hacer reforma.La ética de la sociedad civil"Grupo ANAYA,S.A., Madrid, 1994, pag. 135.
13Conferencia de Obispos Católicos de Cuba. Mensaje "Un cielo nuevo y una tierra nueva" no. 51. (Citando la Carta del Papa Juan Pablo II a los Obispos cubanos en el primer aniversario de su visita a Cuba. 22 de Enero de 1999.)