domingo, diciembre 10, 2006

RAÚL CASTRO: ¿ SOCIALISMO O ALGO MÁS ?

RAÚL CASTRO: ¿ SOCIALISMO O ALGO MÁS ?



Por Jorge A. Sanguinetty
Diario de las Américas
Florida
E.U.
La Nueva Cuba
Diciembre 9, 2006


Que el secreto sea una característica definitoria del tipo de gobierno instalado por Fidel Castro en Cuba es muy bien sabido. No obstante, el alcance del secretismo que practica el tirano no es ni tan bien sabido ni comprendido por muchos cubanos. Fidel Castro siempre se ha caracterizado por lo hermético de su pensamiento, hasta llegar a no compartir sus verdaderas ideas con sus más allegados colaboradores, incluyendo a su propio hermano y heredero Raúl.

Una prueba de esto es un episodio poco conocido pero muy aleccionador que me contó hace tiempo Ernesto Betancourt y que he escuchado de otras fuentes. Me refiero al viaje de Fidel Castro a Estados Unidos en abril de 1959, acompañado de un grupo de economistas y funcionarios cubanos, que incluía al propio Betancourt. El motivo oficial era entablar negociaciones en Washington con el gobierno y con organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Recuerdo que cuando se supo del viaje en Cuba, una persona que pertenecía al Partido Socialista Popular y que me había anunciado el triunfo del socialismo el 2 de enero de ese año (y que por supuesto yo no había creído), me comentó consternada que el viaje de Castro significaba que la revolución había sido traicionada y estaba preocupada porque tendría que volver a la clandestinidad. Mientras tanto, Raúl Castro lanzaba, con un puñado de hombres, una expedición a Panamá con el propósito de crear un incidente que estropeara la visita del hermano. De esto me enteré años después por Betancourt quien presenció cuando Fidel Castro, al enterarse de la trastada, convocó enfurecido a Raúl al hotel en que se hospedaba en la ciudad de Houston para regañarlo severamente por la aventura. Era obvio que el máximo líder, que antes de saberlo había mandado a cancelar todas las reuniones de los miembros de su séquito en Washington, no le había comunicado las verdaderas intenciones suyas al hermano con respecto al viaje.

Esta anécdota y muchas otras, para cuyo relato no me alcanza este espacio, me hicieron creer desde hace muchos años que la verdadera agenda de Fidel Castro sólo la conoce él. Los que se creyeron y aceptaron que la revolución tenía como objetivo la instalación del socialismo estaban condenados a grandes sorpresas que hasta les costaría la vida, como parecen haber sido los casos de Ernesto Guevara, Osvaldo Dorticós, Haydeé Santamaría y otros. Yo he llegado a la conclusión de que Fidel Castro decía la verdad cuando afirmaba no ser comunista. Su verdadera mentira era que se haría pasar por comunista para hacerle creer al mundo que instalaría una sociedad socialista como tramoya para ocultar una agenda universalmente inaceptable: la de explotar los recursos del país y de otros (la Unión Soviética) para promoverse como un líder mundial de alto vuelo capaz de crearle problemas a Estados Unidos en diversas geografías mientras que al mismo tiempo se perpetuaba en el poder.

No hay razones para afirmar que Raúl Castro haya estado de acuerdo con esa agenda. Es más probable que él fuera un verdadero socialista; de los que creyeron en la utopía revolucionaria junto con otros desde su temprana juventud, pero que cuando se dio cuenta de que el hermano tenía otras intenciones decidió que su lealtad filial y/o su integridad física eran más importantes que su ideología. Si esta hipótesis es cierta, se desprende que cuando Fidel Castro falte el heredero puede tratar de moverse hacia el socialismo que su hermano despreció. ¿Quién se puede imaginar a Fidel Castro circunscrito al desarrollo del socialismo en Cuba y a una tarea tan aburrida como la de dirigir un sistema de planificación centralizada? ¿Quién puede creer que Fidel Castro hubiera aceptado un papel terciario al lado de los monigotes jefes de gobierno de los países socialistas que fueron verdaderos satélites de la Unión Soviética?

Yo no. Fidel Castro siempre fue demasiado ambicioso, soberbio y arrogante para aceptar un papel subordinado y puede suponerse que él siempre supo que tenía el talento, la energía, el carácter y todo lo que era necesario para utilizar un país institucionalmente frágil como Cuba de fuente de recursos y carne de cañón para su agenda de gran conquistador. Pero Raúl Castro no tiene los atributos para perseguir esa agenda ni hay razones para creer que tenga la vocación para emular a Alejandro Magno.