domingo, enero 14, 2007

ESPERANDO A RAÚL

Nota del Blogguista
El verdadero problema en Cuba es la falta de todo tipo de libertades, incluyendo las fundamentales, La cautividad del mercado es sólo un problema que se deriva de esa falta de libertades.
¨Por tales motivos, en caso de producirse una apertura como esta, el exilio debería darle la bienvenida. El reverdecer del espíritu abonaría el camino para una Cuba democrática, la única en la que habría espacio para todos.¨
El exilio deberá darle solamente la bienvenida a la liberación y democratización total de Cuba. El precio ha sido muy grande para contentarse con tan poco; el camino está abonado por todo tipo de sacrificios.
El pueblo cubano se ha ¨masificado¨ durante todos estos años y se contentaría con volver a los años 80s, cuando las siempre ¨vacas flacas¨ de la economía cubano-soviética nos parecián más gordas que lo que realmente eran. El espíritu del pueblo cubano está tan dañado que cualquier mejoría económica nos bastaría para seguir como el buey de la poesía martiana ¨Yugo y Estrella¨:
Este, es un yugo: quien lo acepta, goza:
Hace de manso buey, y como presta
Servicio a los señores, duerme en paja
Calente, y tiene rica y ancha avena.

El comportamiento de la mayoría de nuestros compatriotas para acceder o mantenerse como empleado en una corporación mixta o para poder mantener una licencia de cuentapropista que le da, gracias a las ilegalidades, un nivel de vida alto con relación al del resto de los cubanos de la Isla, así lo atestigua.
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Tomado de Cuba Encuentro.com

Esperando a Raúl
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¿Qué hará el próximo gobernante? ¿Mantendrá el statu quo de la miseria o intentará apuntalar el edificio?
viernes 12 de enero de 2007 6:00:00
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Por Marifeli Pérez-Stable
Washington
"Prometo que no haré discursos largos", dijo recientemente Raúl Castro en una reunión de estudiantes universitarios. "Comandante en Jefe sólo hay uno y nadie debe copiar el estilo de Fidel".
Las políticas del Comandante, no sus discursos maratónicos, son el problema principal. En el centro mismo de su legado están las batallas ideológicas, la "ética revolucionaria" y el "verdadero socialismo". Y constituyen un anatema el pluralismo, las instituciones autónomas y los mercados. ¿Qué hará Raúl? ¿Se enredará en un statu quo que no ha podido reponer los niveles de vida de 1989? ¿Emprenderá modestas reformas económicas o dará inicio a una reestructuración radical?
Las hojas de té aún no revelan mucho. Castro, el más viejo, todavía vigila Cuba, por lo menos así dice en su mensaje de año nuevo. Puede ser que Raúl considere prudente no pisar fuerte, en lo que tarda en llegar el momento de la verdad. Sin embargo, ya están apareciendo algunas señales.
Un liderazgo colectivo se está formando bajo la dirección del Castro más joven. Está en camino una campaña contra la corrupción. La disciplina y los "resultados concretos" parecen constituir las nuevas consignas, y otra vez se halla bajo ataque la doble moral —lo dicho en público contradice lo que se piensa en privado—.
Liberar los mercados
La cautividad del mercado es el verdadero problema. De ahí que deban liberarse. Salvo por el liderazgo colectivo, nada se ha dicho o hecho en los últimos meses que sea nuevo bajo el sol revolucionario. La eficacia y la productividad han eludido la economía cubana por décadas. Por ejemplo, no constituye secreto alguno la razón por la que la agricultura se encuentra en una situación calamitosa en una tierra tan fértil.
Desde comienzos de la década de los años sesenta, la corrupción es endémica. La transparencia, que exige un acceso claro y genuino a la información por parte de los ciudadanos, es un antídoto parcial. A inicios de los noventa, el propio Raúl condenó la doble moral, que hubiera disminuido, seguramente, si el miedo no reinara en todos los espacios públicos.
Aunque las soluciones ya probadas y falsas no mejorarán los niveles de vida, lo más seguro es que los sucesores del Comandante comenzarán por ahí. ¿Para qué poner a temblar el edificio si se puede apuntalar? Pero, ¿se puede apuntalar? Al parecer, los cubanos de a pie están resignados a sus circunstancias. ¿Las aceptarán tan pasivamente una vez que se disipe la sombra de Fidel?
La muerte de Castro dejará un inmenso vacío psicológico, un terreno inexplorado de posibilidades y peligros. La luz del fidelismo puede alumbrar al régimen por un tiempo, pero no es un proyecto detallado para una sucesión a largo plazo.
Gallup dio a conocer hace poco los resultados de una encuesta realizada a principios de septiembre a residentes en La Habana (600) y Santiago de Cuba (400). Estos ciudadanos expresaron la satisfacción, ya conocida, por la salud y la educación, mucho más alta que la de sus similares en América Latina. Menos predecible resultó el 25% que expresó insatisfacción por las libertades personales, como la de tener la posibilidad de escoger cómo vivir, o el 40% que desaprobó la actuación de los dirigentes.
Oportunidades insuficientes
Aun si se consideran en el valor del contexto, Raúl y los otros deberían meditar con sumo cuidado sobre estas respuestas. Los ciudadanos que las emitieron pueden ser sólo la punta del iceberg y los sucesores —al menos, en su manifestación actual— no tienen forma de convencerlos. Sólo el 42% de los entrevistados creía que trabajar con empeño era la forma de progresar.
Los cubanos se juzgan a sí mismos como creativos y emprendedores, sin embargo se sienten más desgraciados en sus trabajos y en las oportunidades para destacarse y avanzar que los otros latinoamericanos. Apuntalar el edificio, ni estimulará el trabajo empeñoso ni desatará las energías empresariales reprimidas.
Si una vez los cubanos dieron la bienvenida a la Revolución con toda su entusiasmada esperanza, los de hoy están, en gran medida, atrapados en el miedo, la apatía y la impotencia. Sospecho que el "nuevo liderazgo colectivo" sabe que el único programa para llegar a los ciudadanos es una reestructuración económica radical.
De seguro, la legalización de los pequeños negocios llamaría la atención de los cubanos de a pie. Es riesgoso, pero hacer poco o nada también lo es. El Comandante evitó una Plaza de Tiananmen, pero puede ser que sus sucesores no lo consigan.
La apertura económica que facilite poder a los cubanos para ganar su sustento podría encerrar una miríada de consecuencias positivas. Con seguridad, mejorarían los niveles de vida. La producción de alimentos y de la industria ligera aumentaría de inmediato. Más allá de las ganancias materiales, Cuba ganaría de nuevo la esperanza.
Por tales motivos, en caso de producirse una apertura como esta, el exilio debería darle la bienvenida. El reverdecer del espíritu abonaría el camino para una Cuba democrática, la única en la que habría espacio para todos.