¿PREÁMBULO DE UNA MUERTE?
¿PREÁMBULO DE UNA MUERTE?
Por Jorge Olivera Castillo
1 de marzo de 2007
La Habana – www.PayoLibre.com – Quien carezca de sensibilidad o desconozca a fondo la naturaleza del régimen cubano podría considerar mi pregunta fuera de lugar. Un alarmista, alguien inclinado a la manipulación, un fabricante de perspectivas falsas. Tales categorizaciones alimentan los peligros de las víctimas y resguardan con sendas cortinas de humos los escenarios que suelen utilizar los victimarios.
No me es difícil encontrar respuesta a la interrogante. ¿Sería raro en un hombre que fue echado en una celda solitaria por espacio de 9 meses, enfermo y acompañado de roedores, insectos, y odios de todas las especies? .
Ese fue parte del banquete de ignominias que tuve que soportar durante casi 2 años por poner en letras mis pensamientos y opiniones sin los estorbos del miedo, ni el fantasma de la complicidad.
Vi la muerte, en la soledad, en aquel juicio tragicómico donde el fiscal pidió 15 años tras las rejas y la mayor vocación de la defensa fue asumir, con presteza, su papel ornamental
Más tarde supe por mi esposa de la “generosidad” del jurado. Me habían regalado 36 meses. Es decir que estaría 18 años bajo el reino de los candados y los balaustres.
A 980 kilómetros de mi hogar, languidecía entre insomnios provocados por el dolor de un padecimiento colo-rectal exacerbado por las amebas tan prolíficas en aquellas aguas turbias.
En la prisión de Guantánamo pensé que mi vida terminaba. ¿Era parte de un plan de exterminio?, ¿ Sóo un medio para lograr una merma sustancial de la existencia sin llegar a concretar el asesinato?. Realmente no lo sé.
Hubo rencor, excesos, brutalidad, desde el principio. Cualquiera puede morir en esas circunstancias permanentemente conectadas al ámbito de lo infrahumano.
Fueron 75 personas condenadas al suplicio de un encierro en aquella primavera de 2003 por causas traídas por los pelos. Nadie, de existir transparencia, honestidad e independencia en el poder judicial, hubiese sido condenado y menos con penas tan draconianas.
Me es posible ver desde los resquicios de mi Licencia Extrapenal por motivos de salud, el brillo de la Espada de Damocles. Salí de la sordidez de las mazmorras el 6 de Diciembre de 2004, pero aún puedo sentir el influjo de la maldad, las premoniciones fatales.
Estoy a merced de los vecinos que venden su alma al diablo a través de sus perennes fisgoneos, hay policías que les molesta hasta mi sombra, persisten las amenazas, los desvelos por arrancarme neuronas y exprimir mis vísceras con exquisitez científica.
El corazón de Miguel Valdés Tamayo se quebró el 10 de Eero último. El mío no está exento de una ruptura en un ambiente de zozobras e impensables coartadas de quienes matan sin que les tiemble el pulso.
Sobran experiencias en provocar la muerte. La KGB y la Stasi consiguieron forjar, en Cuba alumnos aventajados. Valdés Tamayo es un ejemplo, ¿el último?, del éxito de los verdugos.
Él abandonó la prisión por prescripción facultativa antes que yo. Pidió irse al exilio en vano. Nunca le fue concedido el permiso de salida. Murió en un hospital de la prisión grande mientras disfrutaba de una libertad engañosa.
Otros corren peligro. Me cuento entre ellos. Tampoco me permiten abandonar el país en calidad de refugiado.
Quizás tenga reservado un turno para partir hacia el otro mundo. Sé que no son espejismos los destellos, que observo cada día, de la Espada de Damocles.
"Acuérdate de los presos como si tú también lo estuvieras".
Hebreos 13-3
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