LA CULTURA FUSILADA
La cultura fusilada
Por Alejandro Gómez
No pudieron elegir un lugar más emblemático para la Feria del Libro que se realizó en Cuba: la fortaleza de La Cabaña, un lugar asociado a la muerte arbitraria y sin razón. Algo así como hacer una feria de cultura judía en los campos nazis de Treblinka o Baden Baden.
Allí, frente a Raúl Castro, Abel Prieto y cien argentinos invitados como país al que se dedicó la feria, el poeta César López le pegó el bofetón más duro a la cultura. No sólo a la cubana, sino también a la de habla hispana en general. Y también abofeteó la memoria y el respeto por quienes fueron coherentes, pagando un alto precio por esto.
Afirmó que la ''cultura cubana contiene a Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Heberto Padilla''. También incluyó al gran Virgilio Piñera, muerto en el exilio interior tras decirle en la cara a Fidel Castro que lo que sentía era ``mucho miedo''.
En un lugar que no puede representar más que violencia y muerte, López eligió a escritores humillados, silenciados, exilados por un régimen al que nunca perdonaron. Quienes conocen la historia y las penurias que pasaron encontrarán un gran cinismo en el intento de recuperar a hombres que fueron declarados no personas y murieron en el exilio.
Guillermo Cabrera Infante fue un enorme referente de la cultura, ya antes de la revolución. Su negativa al chivaterismo y la obsecuencia terminó por obligarlo a vivir en Londres, mientras en Cuba se prohibía su obra y se les pedía a algunos visitantes ilustres que no preguntaran por él.
Heberto Padilla cruzó el límite del sufrimiento cuando fue obligado a hacer una autocrítica pública tras su paso por las mazmorras de la Seguridad del Estado. Tenía dos armas que el régimen consideraba peligrosas, el libro de poemas Fuera de juego y la novela En mijardín pastan los héroes.
Reinaldo Arenas fue el rebelde indomable por los segurosos que finalmente logró salir de la isla para morir en Nueva York, ya consagrado como un escritor de primera línea.
El régimen robó buena parte de las vidas de estos hombres, de cuales tres de ellos nunca se curaron de las heridas que deja el exilio. Ahora, se quiere robar su muerte y apropiarse de obras que silenciaron durante décadas.
A toda esta ignominia se sumó la presencia de una numerosa delegación argentina, cuyo presidente Néstor Kirchner ha hecho una bandera de los derechos humanos, derogando indultos y amnistías y procesando a criminales que merecen ser procesados.
Pero el peronismo tiene memoria selectiva y Kirchner no es una excepción: olvida que, en su país, la dictadura que tuvo a Castro como socio asesinó, encarceló y exiló a escritores como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Enrique Raab, Daniel Moyano, Héctor Tizón, Antonio Di Benedetto, por sólo nombrar a unos pocos.
Olvida que los generales citaban a la prensa para que reportara la quema de libros que ''afectan nuestra manera de ser occidental y cristiana''. Entre los incinerados se encontraban gente tan subversiva como Einstein y Freud.
Y, lo que es peor, olvida que la cultura no se concibe si no hay libertad para que la gente piense, elija y escriba.
En La Cabaña se dieron citas figurones, apologistas, escribas a sueldo, burócratas y funcionarios de ambos regímenes. La gran ausente fue la cultura cubana, que hoy, como ayer en Argentina, está en la cárcel, en el exilio o en el silencio.
Porque en esa feria estaban quienes censuraron, persiguieron, calumniaron a tanto intelectual y escritor cubano, no sólo a los mencionados por López. Pero los tiranos mueren y los pueblos no. Antes o después, llegará el día en que la cultura cubana saldrá de la cárcel y volverá del exilio, de la mano de los Raúl Rivero, Manuel Vázquez Portal, Carlos Victoria y tantos otros.
Hasta entonces nos queda el cinismo de los tiranos y la memoria selectiva de los que creen que hay dictaduras buenas y dictaduras malas.
agomez@elnuevoherald.com
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