viernes, marzo 09, 2007

REQUIESCAT IN PACE AGUSTÍN TAMARGO. ¡CUBA ESTA DE DUELO!

REQUIESCAT IN PACE AGUSTÍN TAMARGO
¡CUBA ESTA DE DUELO!
Por Robert A. Solera

¿Cómo se escribe una crónica digna de honrar a un gran hombre? No lo sé. Pero ante la esperada - y nunca deseada - muerte de Agustín Tamargo, no puede uno detenerse a analizar si el homenaje a un demócrata por los cuatro costados, como él, debe esperar sólo por las grandes plumas para rendirle un honor más que merecido por sus muchos años en defensa de la libertad de expresión y de la democracia en una pequeña - en tamaño -y grande - en vigencia demócrata - isla donde él y muchos otros dejaron su impronta.
Es un honor compartir una nacionalidad con alguien como Tamargo, digno, inhiesto, intransigente con nada menos que la democracia con todos y para el bien de todos.
Yo era un jovenzuelo y devoraba sus crónicas semanales en Bohemia los viernes, que era como un día de fiesta de la libertad en la ´ínsula ¨ fragosa, luchadora, viril que era Cuba en esa etapa de mi vida.
Habia otra que admiraba, Emma Pérez, pues ambos decían lo que yo deseaba escuchar. La palabra franca, descarnada que voceaba los anhelos de aquéllos que como yo, amábamos la libertad y la veíamos conculdada por un aprendiz de tirano, Fulgencio Batista, tras ser pisoteada inmisericordemente por sus antecesores que habian hecho befa de aquéllos que los llevaron al gobierno de Cuba.

¡Siempre el honor, cuesta! Unos lo pagan en sangre, otros en exilios obligados, que como destierro les duele en el alma a quienes lo sufren. Otros más rumian su impotencia ante la adversidad y añoran volver a su terruño que nunca hubieran abandonado a no ser por las trágicas circunstancias que vivió Cuba, que vive Cuba.
Los exilios en Cuba son casi parte integral de esta nación rica, productiva que fue ayer y sus hijos, generación tras generación recorren la misma senda que padres y abuelos recorrieron antes que ellos.


Exiliados fueron Marti y Maceo, otros siguieron sus pasos en la República y aún más tomaron el camino lleno de espinas y obstáculos ante la embestida del ¨comunismo ¨ fidelista.
Tamargo no fue ninguna excepción.
Primero exiliado económico en Nueva York. Luego en época de la dictadura batistiana vagó por Argentina y tras regresar a Cuba en 1959 se volvió a exiliar en Venezuela primero y Estados Unidos después.
Tamargo nunca abandonó su cubania, pues la llevaba dentro, muy dentro de sí­. No quiso adoptar ninguna otra ciudadanía, aunque como él decía había vivido más fuera de Cuba que dentro de ella. Hasta en eso emuló a Jose Martí.
Tuve el privilegio de conocerlo - aunque sólo fuera una vez--. Ya en ese entonces estaba herido físicamente, aunque no lo dijera públicamente. Fui a una entrevista en el antiguo local de Radio Mambi y al yo comentarle mi ¨enfermedad - me cuesta trabajo darle su nombre propiome dijo: ¨Orino sangre todos los días, pero no le doy importancia ¨. Asi displicentemente trató de animarme antes de mi entrevista radial con él. No sé si era verdad o si sólo pretendía restarle importancia a mi enorme preocupación que me restaba - casi - facultades mentales.
Seguía sus programas con efusión, todos los días. Fue sustituido provisionalmente en él, volvió, y de nuevo se ausentó. Me preocupaba - al igual que a todos sus radioscuchas - su salud, de la cual renegaba sólo porque le impedía ¨funcionar ¨ normalmente pero sobre todo porque temia no poder volver a su querida Cuba, a la tierra chica de Gibara de donde era oriundo.
Aspiraba a diario a regresar y sumarse a una pléyade de cubanos ansiosos de volver a su patria como uno más, como maestro en una perdida región de su natal Oriente.
No lo consiguió a pesar que a diario discutía con Dios - sus propias palabras - para que le diera vida hasta volver y después, después que Dios hiciera con él lo que quisiera.
Tamargo no pudo ser maestro de los cubanos en la Sierra o en los campos cubanos libres ya de una maldita tirania que ha dominado en la ¨insula ¨ desgraciada casi 50 años. Pero fue el Maestro de generaciones de cubanos que al igual que él prefieron morir ¨sin Patria pero sin Amo ¨ en tierras extrañas.
¡Descansa en Paz, Agustín Tamargo!