sábado, mayo 26, 2007

JOSE GUERRA ALEMAN O LA HISTORIA DE UNA NACION

Guerra Alemán o la memoria de una nación


Por Vicente Echerri

La identidad --de personas o pueblos-- no es otra cosa que memoria. Recordar, pues, no ''es volver a vivir'', sino la única manera de conservar el sentido pleno de la vida; de ahí que si alguien pierde la memoria, el registro de su propia peripecia, podría certificarse su muerte, aunque siguiera respirando y comiendo. Por mucho que se diga --y es lugar común-- que lo más importante es el presente y que debemos vivir proyectados hacia el futuro, todo lo que somos pertenece al pasado, en dirección al cual el tiempo fluye sin cesar. Cuando usted la termine de leer, esta columna habrá entrado en esa dimensión.

Los regímenes totalitarios, necesitados de reconstruir la historia que justifique sus desmanes, se empeñan en borrar o tergiversar el pasado de los pueblos a los que oprimen; por eso no hay labor patriótica mayor frente a la perversión totalitaria que la conservación y restitución del pasado. En Cuba, donde por más de tres generaciones los que mandan se han dedicado a refabricar la historia y adulterarla a su capricho y conveniencia, contar de veras lo que antecedió --con luces y sombras, grandezas y miserias-- adquiere rango de deber, el que muchos cubanos, a lo largo del último medio siglo, se han empeñado en cumplir de diversas maneras.

Recientemente, el periodista José Guerra Alemán ha hecho su aporte, tras muchos años de investigación y recopilación, al publicar los tomos III y IV de su singular obra Cuba infinita que, en días pasados, fuera reseñada en éste y otro diario de Miami. No es mi intención reiterar aquí los méritos de este libro ni señalar sus imperfecciones, inevitables tratándose de un trabajo tan exhaustivo y abarcador como el que se propuso su autor. Más bien quiero resaltar al hombre que lo hizo posible y a la virtud que alienta y dinamiza este vasto scrapbook de la vida cubana que antecede a la llegada del castrismo: la memoria de Guerra Alemán en amor y servicio a su país.

Los que hemos tenido el privilegio de escuchar a Guerra Alemán (yo sólo por teléfono, en algunas largas y amenísimas pláticas con él en las que apenas me he atrevido a intervenir con alguna pregunta o algún apunte subalterno) sabemos que Cuba infinita no es más que una suerte de muestrario del riquísimo archivo de la historia de Cuba, y particularmente de las últimas décadas de nuestra malograda república, que encuentran acomodo en su memoria. Diríase, al oírlo hablar, con abundante repertorio de nombres, fechas, citas, circunstancias y asociaciones, que él tiene constantemente ante sus ojos, como el Alef del cuento de Borges, una visión simultánea y universal de la Cuba precastrista, donde hasta las historias secundarias adquieren un relieve particular que no se pierde al imbricarse en el todo.

Que esa visión, producto de una apasionada curiosidad y de un entusiasmo por ese pasado que nos han querido arrebatar o envilecer, pueda transmitirse a los que fueron instruidos en la mentira ha sido el propósito de Guerra Alemán al publicar Cuba infinita; que quede un testimonio gráfico y conciso de lo que alguna vez fuimos, donde se aprecien logros y fracasos, acciones nobles y violentas, próceres y villanos, artistas y políticos en un inmenso retablo que sintéticamente va enunciando el camino que recorre un pueblo antes de caer en una trampa mortal.

Sin embargo, dada la vastedad de este propósito y las limitaciones materiales que impone la factura de cualquier obra, Cuba infinita, que recoge, a mi ver, apenas una fracción del enorme acervo cubano de su autor, habrá de verse como un prontuario de la memoria histórica de Guerra Alemán que parecería extenderse sin lindes discernibles. Esto hace de su libro un punto de partida y una revelación, la del caudal de este prodigioso octogenario, a quien, más allá de leer, tenemos obligación y apremio de escuchar, mientras alcance el tiempo.

©Echerri 2007