jueves, mayo 17, 2007

MORALEJA DE UNA TRAGEDIA

Moraleja de una tragedia

Por Oscar Espinosa Chepe
La Habana -- De nuevo familias cubanas se sumen en la desgracia de haber perdido seres queridos en un violento hecho de sangre. Al mismo tiempo, madres y padres sufren la angustia de lo que puede deparar el destino a sus jóvenes hijos por cometer acciones deplorables. A finales de abril, tres reclutas del ejército destacados en una base militar cercana a La Habana desertaron con dos fusiles AK 47, dejando muerto a uno de los integrantes de las postas que procuró evitar la acción.

El 3 de mayo, dos de los implicados secuestraron un ómnibus con rehenes y se introdujeron en un avión en el Aeropuerto José Martí con la intención de abandonar el país. El incidente concluyó con la captura de los reclutas por la fuerza pública y la muerte de uno de los rehenes, un teniente coronel, que quiso evitar el secuestro, según se informó.

Este lamentable incidente protagonizado por estos tres jóvenes del servicio militar constituye la repetición de otro acaecido en diciembre del pasado año, en el penal El Manguito, en Santiago de Cuba, que también cobró la vida de militares.

Debe subrayarse que estas acciones fueron realizadas por jóvenes cubanos formados, o quizás deformados, en el sistema imperante, todos pertenecientes a las fuerzas armadas, posiblemente la institución más sólida y con mayor disciplina de la sociedad cubana. Esto demuestra que la crisis de desesperanza que desde hace años azota el país no sólo se mantiene, sino que crece peligrosamente, en particular entre la juventud, e incide en toda la vida social, incluyendo entidades que hasta el momento mostraban más solidez y disciplina.

Desafortunadamente, las conclusiones que se sacan de este y otros funestos hechos por las autoridades se expresan en consignas gastadas, echando sobre factores externos las causas de estas tragedias. En realidad, los factores detonantes son eminentemente internos, propiciados por un sistema económico, político y social en bancarrota desde hace mucho tiempo, que ha incidido negativamente en todos los aspectos de la vida nacional, muy en particular sobre los valores morales y espirituales del pueblo cubano, constituyendo una fuente incesante de frustración y desesperanza.

Meses atrás, cuando surgió un gobierno provisional debido a la repentina enfermedad del presidente Fidel Castro, muchos pensaron que se iban a producir reformas para mejorar el nivel de vida de la población. Sin embargo, han transcurrido 10 meses sin que se aprecien los esperados cambios. Incluso podría decirse que las dificultades y los sufrimientos se incrementan ante el inmovilismo oficial, producto de la acumulación de problemas durante muchos años.

En tanto, únicamente se emiten justificaciones y continúa la manía de culpar a los países extranjeros de nuestras dificultades, cuando no son más que consecuencias de problemas internos e injustificables regulaciones migratorias, las cuales no contribuyen en modo alguno a la salida legal y segura de las personas deseosas de hacerlo. Ahora se esgrime la Ley de Ajuste Cubano dictada por Estados Unidos hace muchos años para tratar de explicar este nuevo drama que ha conmovido la sociedad. Habría que preguntar a las autoridades por qué entonces cientos de jóvenes diariamente se acumulan en las embajadas de España, Italia, Francia y otros países con la intención de marcharse, si en esas naciones no existe ninguna ley semejante.

La explicación de las reprobables salidas ilegales, que ponen en riesgo tantas vidas, y de hechos violentos sólo se encuentra en el desajuste que vive la sociedad cubana por un prolongado período, a causa de un sistema que paraliza y hace involucionar el desarrollo nacional. La verdadera conclusión que podemos sacar de este triste suceso es la urgente necesidad de un proceso de reformas que, de forma gradual, comience a elevar el nivel de vida de los cubanos y retorne a los ciudadanos la confianza en el porvenir.

Si esto se hiciera, con el indudable potencial humano existente, los resultados positivos se apreciarían con relativa rapidez, evitándose las tragedias que periódicamente golpean a las familias. Este proceso facilitaría la reconciliación nacional y coadyuvaría a la desaparición de los odios que durante casi cinco décadas han envenenado los corazones. Constituiría un mecanismo de unión de quienes vivimos en la isla y en el extranjero, de todos los cubanos por encima de ideologías. Sería el camino que conduciría a la victoria de todos, la reconstrucción del país y la creación del futuro de prosperidad que las nuevas generaciones tienen el derecho a recibir.

Economista y periodista independiente cubano.